El Príncipe
Sinopsis de la película
San Bernardo, Chile, justo antes que Allende asuma la presidencia, en una noche de borrachera, Jaime, un joven de 20 años solitario y narcisista acuchilla a su mejor amigo, El Gitano, en un aparente arrebato pasional. En la cárcel conoce a El Potro, un hombre mayor y respetado a quien se acerca necesitado de protección, ternura y reconocimiento. Jaime se convierte en El Príncipe y descubre el amor y la lealtad mientras asiste a la violenta lucha de poder en la prisión.
Detalles de la película
- Titulo Original: El príncipe aka
- Año: 2019
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
5.6
34 valoraciones en total
El drama carcelario El príncipe (2019) es la ópera prima del director chileno Sebastián Muñoz y está basado en una novela del escritor Luis Barrales. Se destacan las actuaciones de Alfredo Castro y Gastón Pauls.
Por Nicolás Bianchi
Desde el primer cuadro se nota la destreza visual de Sebastián Muñoz en su primer trabajo como cinematógrafo pero con una larga trayectoria como director de arte. Un charco de sangre que mana de un cuello abierto de alguien que está muriendo llega a los zapatos de su asesino, El príncipe, interpretado por Juan Carlos Maldonado.
El protagonista llega a una cárcel que se va a develar rápidamente como una suerte de selva homosexual en la que nadie parece estar exento de coger o ser cogido, en todos los sentidos que se le puedan dar a estas palabras. En paralelo a su vida como interno se muestra, mediante flashbacks, cómo El príncipe llegó a dónde está. Es, en primer lugar, el despertar (homo)sexual de un hombre, sus primeras experiencias que incluyen mujeres, su falta de control ante el deseo, su energía desbordada.
En prisión El príncipe cae bajo el control del experimentado Potro (Alfredo Castro), su mentor y relación más profunda, que rebalsa los límites del consentimiento y de la compulsión. Si afuera, en el Chile de los 70 en el que está por comenzar el gobierno de Salvador Allende, es obligatoria la heterosexualidad, en la prisión que narran Barrales y Muñoz se da exactamente lo opuesto.
El antagonista del Potro es El argentino (Gastón Pauls) que también va a jugar su papel en el camino de transformación de El príncipe. La película, que aborda temas como la sexualidad y el encierro, es un camino de formación de su protagonista. Un coming of age violento y a los golpes.
La composición de las escenas da cuenta de la experiencia del director en el departamento artístico. Dos hombres borrachos tirados en un calabozo con un inodoro sucio de mierda pueden componer una imagen bella. Una celda con presos hacinados también. Puede haber en ello un componente narrativo, ya que el protagonista de la historia aparece finalmente más cómodo en esos ámbitos que como ciudadano libre de una sociedad que lo trata de maricón. Pero también quizás haya algún exceso, porque al presentar de forma tan estetizada un lugar de encierro por momentos la película parece más una obra expresionista que narrativa.
Son extraordinarias las actuaciones de Pauls y Castro. Ambos apuntalan al protagonista, que redondea un buen trabajo aunque sin tantos matices en el rango expresivo. En otras críticas se pueden leer comentarios sobre el supuesto exceso del director al mostrar relaciones homosexuales, masturbaciones, genitales masculinos. Es una elección que tiene que ver con el tono y lo que se cuenta. En particular, hay tres escenas de sexo que narran aspectos importantes de la historia.
Hay un refrán contra las obras que abusan de elementos llamativos y truculentos que reza: A mal Cristo, mucha sangre . Realizar una película sobre la homosexualidad y sus tribulaciones en una prisión/pocilga chilena para filmar obsesivamente penes erectos (otros realizadores se dedican a mostrar tetas con la misma rijosa obsesión) dice mucho del realizador y sus gustos y poco, muy poco, de la problemática tratada.
En fin, una película con menos sutileza que un sueño húmedo de Torrente, con recurrentes y vergonzantes movimientos de cámara enfocando primero los rostros de los personajes, que poco parecen interesar al director, para rápidamente descender a lo que verdaderamente parece interesarle, los penes de marras. ¿Escandaloso?, penoso más bien.
Tiene buenos momentos, intensos, pasionales, pero termina regodeándose en lo sórdido, el morbo, la provocación innecesaria, hasta coquetea o directamente cae en lo pornográfico.
Cuesta sentir empatía por Jaime o cualquiera de los personajes que aparecen, ya que si bien el retrato es intimo también desperdician mucho tiempo en escenas hechas para escandalizar y/o incomodar que en mostrarnos como son cada uno de ellos, lo que se ve y un poco se intuye es que son seres rotos, oscuros que si tiene algunos momentos de ternura pero están envilecidos. Los flashback sobre la vida del protagonista tampoco ayudan demasiado, si que estaba obsesionado con su mejor amigo y sentía un deseo insoportable por él que lo asfixiaba por dentro.
En cuanto a las interpretaciones quien mejor está es Juan Carlos Maldonado interpretando a El Potro. Gastón Pauls está como en general correcto, ni bien ni mal, y el protagonista no sé, el personaje era complicado pero siento que no le aportó gran cosa, no lo hace mal pero tampoco transmite.
*Un drama carcelario a ritmo de bolero
El bolero titulado Ansiedad compuesto por José Enrique Sarabia en 1955, sigue siendo una canción inigualable para reflejar la pulsión visceral que surge de la pasión amorosa. La película El Príncipe vuelve a utilizarla para contar esta historia. El director chileno Sebastián Muñoz, en su ópera prima, se centra en los ambientes y en las sensaciones, dejando un poco de lado la historia. Tras un crimen pasional al que pone banda sonora el bolero citado, nos adentramos junto al protagonista tras las rejas de una cárcel salvaje donde deberá encontrar su sitio.
Son esos primeros 20 minutos lo mejor de la película. La escenografía resulta creíble y el manejo del suspense es asfixiante. No en vano, Muñoz es también director de arte y eso se nota en la creación de ambientes. Muchas de sus imágenes transpiran. El espectador puede notar el sudor, los olores, el calor… Es una película muy sensorial en ese sentido. Sin embargo, la historia está llena de tópicos carcelarios y suele confundir la naturalidad con la necesidad epatante de lo transgresor.
*La sexualidad homosexual en primer plano
Tras esa excelente introducción en los códigos del drama carcelario clásico, conoceremos a los personajes y el rol que desempeñan dentro del microcosmos existente en esa prisión. Un retrato milimétrico que pronto se torna confuso en su narrativa temporal fragmentada en pasado y presente. Se nos muestran detalles del pasado del protagonista y que es lo que le llevó a cometer su crimen. La película se convierte en un apología queer que abusa de las escenas de contenido sexual explícito, en muchas ocasiones no aportan nada nuevo en el perfilado de sus personajes.
La naturalidad inicial con la que se trata la sexualidad homosexual acaba siendo una excusa para incomodar o impactar al espectador con imágenes que no se suelen ver en una pantalla de cine. Hay planos y momentos gratuitos. El filmar constantemente penes y masturbaciones en primer plano no te hace ser más liberal y moderno. Lo único que logra es esquematizar a lo más primario las relaciones personales de los protagonistas, perdiendo el hilo argumental y concentrándose en lo puramente físico y corpóreo. La soledad que sienten y su necesidad de afecto quedan entonces en un segundo plano. El Príncipe tiene también un desenlace bastante previsible, pero totalmente coherente.
Conclusión
El Príncipe es un drama carcelario chileno que muestra sin tapujos las relaciones homosexuales dentro de una prisión. Se basa en la novela homónima de Mario Cruz y es la ópera prima como director Sebastián Muñoz, afamado director de arte en su país. En una Chile pre-Allende, la prisión se convierte en un microcosmos donde se combina la lucha por el poder y las relaciones de dependencia entre los presos.
El Príncipe es un film más sensorial que narrativo. Tiene unos primeros 20 minutos magníficos y posee una gran creación de ambientes sórdidos, sin embargo, cae en la reiteración y en el abuso de secuencias de sexualidad explícita que no siempre son necesarias. El reparto realiza un trabajo francamente destacable, en especial, Juan Carlos Maldonado, Alfredo Castro y Gastón Pauls.
Escrito por Daniel Farriol
Desde Chile viene la ópera prima del realizador Sebastián Muñoz que para su estreno en los largometrajes eligió un drama carcelario algo alejado de lo acostumbrado a lo habitual.
El protagonista de la historia es Jaime, un chaval de 20 años con un apetito sexual más grande que su estatura que sufre un arranque de celos y mata al chico que le gustaba por tontear, en este caso, la cárcel le supondrá un descubrimiento de la vida.
No se engañen, sigue habiendo drama carcelario, pues no solo Jaime sino los demás protagonistas de la película sufren en algún momento u otro lo que supone convivir entre rejas, pero también se aprende a convivir en un ambiente enrarecido de por sí y a saber quién hace la vida más fácil y quien más difícil dentro de la prisión.
Habiendo nombrado la homosexualidad y multitud de hombres juntos encerrados ya se pueden imaginar por donde van a ir los tiros, y Muñoz no se arruga en enseñarlo en todo su esplendor sin disimular ni un poco. Eso es la nota diferencial que hace distinto este filme, un filme por lo demás con un plantel de actores decente (sobre todo Alfredo Castro como ‘El potro’) y un buen resultado en general sin más alardes.
No diría que no le diesen una oportunidad, así como tampoco les digo que será el peliculón de sus vidas.