El porvenir
Sinopsis de la película
Nathalie (Isabelle Huppert) es una profesora de filosofía que da clases en un instituto de París. Su trabajo le entusiasma y reparte su tiempo entre sus alumnos y su familia, con sus hijos ya mayores y su madre algo senil. Un día su marido le informa de que se va a ir con otra mujer. Ese será solo el primero de una serie de grandes cambios que obligarán a Nathalie a reinventar su vida de un día para otro.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lavenir
- Año: 2016
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
6.4
51 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- André Marcon
- Charline Bourgeois-Tacquet
- Clemens Melzer
- Edith Scob
- Elie Wajeman
- Elise Lhomeau
- Grégoire Montana
- Guy-Patrick Sainderichin
- Héloïse Dugas
- Isabelle Huppert
- Jean-Charles Clichet
- Joachim Cohen
- Larissa Guist
- Lina Benzerti
- Linus Westheuser
- Lionel Dray
- Marion Ploquin
- Orfeo Campanella
- Rachel Arditi
- Roman Kolinka
- Sarah Lepicard
- Solal Forte
- Yves Heck
¿En qué consiste la felicidad? Sabemos que no podemos predecir el mañana y que la vida da demasiadas vueltas como para ser previsible o, ni tan siquiera, imaginable y, sin embargo, tenemos la falaz certeza de estar controlando nuestro destino, creyendo que no hay nada que se interponga en nuestro veleidoso camino y que pueda desbaratar, sin más, los pilares de nuestra existencia. Nos creemos dueños de nuestra suerte sin darnos cuenta que somos y seremos zarandeados sin piedad por cualquier episodio, por nimio o improbable que sea, por inverosímil o ajeno que nos parezca.
Nuestra ventura es una arbitraria rueda de la fortuna, un amargo juego de azar que nos toca enfrentar indefensos y abatidos. Y nuestra biografía es la aleatoria suma de los días que transitamos pletóricos de inocencia y rutina, al implacable albur de designios que escapan a nuestra voluntad. La caprichosa incertidumbre señorea indiferente y nos arrastra sin remordimientos ni compasión. Nos creemos omniscientes cuando apenas somos una vana anécdota, una mera anotación a pie de página de un libro cuya trama desconocemos y cuya lectura nos deparará un sinfín de veleidades desdeñosas.
Esta prodigiosa película cala hondo. La cotidianeidad va tejiendo un laberíntico tapiz del cual es imposible escapar. Con elementos en apariencia mínimos – pero que albergan la riqueza alambicada de toda nuestra historia – la cineasta francesa Mia Hansen-Løve elabora un mosaico duro y contundente que deviene en una experiencia agridulce, inolvidable y portentosa, todo ello condensado en apenas cien minutos que transitan todos los claroscuros del ser. Con inapelable sensibilidad, un férreo guión bien urdido y algunas canciones tan atinadas como etéreas, nos permite presenciar el agostamiento de una profesora de filosofía, toda intelecto, constancia y empeño, pero que se enfrenta a las retadoras grietas que se van abriendo, paso a paso, bajo sus pies, como súbitas arenas movedizas que lo engullen todo.
Además cuenta con la magnética presencia de Isabelle Huppert, una asombrosa actriz que se supera en cada personaje que encarna. Nos ofrece – con exquisita elegancia y loable ausencia de énfasis – el equilibrio exacto entre tesón y fragilidad, entre dicha y abatimiento, entre resistencia y mansedumbre, entre fuerza e impotencia. Ella ilumina con su actuación todo el metraje e irradia una claridad diáfana y dolorosa que la vuelve inolvidable.
Buen cine que se renueva y renace a cada recodo del trayecto. Tras su aparente modosidad intrascendente se esconde agazapada una de las mejores y más atinadas reflexiones sobre el impotente devenir humano. Tan recomendable como perturbadora.
La directora sutilmente alarga el relato durante varios años, anteriores a la crisis política actual, para intentar despertar a su público. Para ver que el olvido y la pereza debido a la comodidad, tienen sus consecuencias. Para que sepamos que de aquellos polvos vienen estos lodos. Lavenir es una película política camuflada que no juzga nuestras decisiones como individuos de una sociedad, sino que nos invita a la reflexión de las mismas para que podamos actuar en consecuencia.
Estupenda película aunque tenga alguna carencia, pero llena de vida y de esperanza.
Diálogos interesantísimos llenos de citas de Rousseau que hacen que el espectador tenga que poner el pensamiento a funcionar a todo gas mientras está viendo el film.
Coloca en primer plano el tema de la coherencia entre las ideas y los hechos en la vida de las personas y llega a expresar que tocar fondo puede ser el punto de partida para nuevos caminos, basados en la libertad que conlleva haber perdido las ataduras que el discurrir de la vida nos sujetan a todos.
Isabelle Huppert magnífica.
Si tiene alguna carencia es la falta de emoción en vivencias impactantes en la existencia de cualquiera.
El porvenir es el relato de Nathalie, profesora de Filosofía, que ya entrada en la madurez ve cómo su universo particular, que hasta entonces parecía perfectamente estructurado, empieza a desmoronarse. Mia Hansen-Love habla de una generación de europeos que hemos crecido en pleno Estado del Bienestar, con todas las oportunidades a nuestro alcance, y que creemos haber fundamentado nuestra vida en valores de progreso y tolerancia. La protagonista ve que sus relaciones familiares se resquebrajan (el marido la abandona, la madre cae en el delirio…), su prestigio profesional se tambalea y su entorno social evoluciona ajeno a los valores que han marcado su vida. El porvenir es una historia sobre convicciones y fragilidades. Cuando Nathalie dice ahora soy realmente libre, lo hace sumida en la amargura y, sobre todo, en el desconcierto. La protagonista busca en la Filosofía y en una granja perdida en los Alpes un sentido a su vida, pero nota que su propio espíritu se ha ido perdiendo por el camino.
Dicho ello, y con todos los respetos, no llego a entender las grandes críticas que ha provocado esta obra. El gran aliciente de la película es una Isabelle Huppert magnífica, pero poco más. El porvenir es profunda y reflexiva, habla de ideales y de coherencia, pero ni sorprende ni conmueve. Mia Hansen-Love refleja tan bien el tedio y la rutina que deja al espectador (a mí, al menos) más bien frío. Durante todo el metraje estamos esperando un giro argumental (como ocurre en otras películas anteriores de la misma directora) que aquí nunca llega. Apenas hay conflicto en el argumento, porque el conflicto ya está latente desde el principio… Y sostener una película de ese modo es ciertamente difícil, aunque cuentes con Isabelle Huppert. Máxime cuando es algo que los franceses ya vienen haciendo, con mejor o peor fortuna, desde hace sesenta años.
Para gozar como un cachalote en las profundidades abisales.
Filosofía sin pedantería, engarzada, plasmada a través de una historia directa, cruda, sin afeites ni parones.
Realismo apresurado, cortante e incisivo. Todos los temas, mil ideas y posibilidades enganchadas, adheridas a lo cotidiano, al movimiento constante de la protagonista, a sus idas y venidas, pesares y consuelos.
Es engañosa. Ya que su apariencia desmañada puede despistar, impedir ver de lo que se trata en el fondo, y al revés igual, la abrumadora lista de nombres de alta alcurnia filosófica puede confundir y hacer pensar que son asuntos que no nos incumben, elitismos ilegibles. Pues ni lo uno ni lo otro. Habla de lo importante a partir de lo ordinario. Como si nada, inadvertidamente, muy sutil y elegantemente, sin sermonear, regodearse o exhibirse, con austeridad, rigor y vértigo.
¿Y qué es eso tan importante que cuenta? Pues todo. Del principio y del fin. De lo que nos viene y dejamos atrás. Del, obviamente, segundero que se nos escapa. El corazón, su sustrato esencial quizás diría que los tiempos han cambiado para volver al mismo punto en el que estábamos, es decir, que todas las reivindicaciones idealistas de Mayo del 68, todos los movimientos izquierdistas, juveniles, filocomunistas de aquellos años han vuelto, no de la misma manera ni con la misma intensidad, debido a que las cosas siguen igual, o peor, que estaban, que todos estos años de aparente, o real, según quien, bienestar y avance, todas estas décadas de paz y progreso no habían sido en verdad más que un espejismo o una gris transición, y que toca volver a la lucha y la protesta, sin repetir el pasado, asumiéndolo, pero tratando de mejorar el presente. Podría ser. Eso es lo que plantean ciertos personajes, un grupo de jóvenes a los que les ha llegado su momento, o eso creen, de esta historia, en breves apuntes, casi como aforismos o gestos leves, conversaciones al descuido, rápidas, entrelazadas con otras cuestiones, enredadas con los sentimientos y deseos, las ideas inseparables de todo lo que nos conforma, no como vagos, abstractos conceptos manejados por gurús o sabios inalcanzables, al contrario, unidas a todo el entramado de dudas, miedos, amores o pérdidas que nos sustenta y asedia, vamos, nada que ver con mi cansada parrafada. Y esto sería el contexto que arropa, agrede o sitúa a nuestra protagonista, ya de vuelta, escéptica y algo conformista, conservadora, sin grandes esperanzas, confiando en lo pequeño, en lo cómodo y conocido, en el refugio familiar o profesional, en el simple transcurrir de la vida, y su observación. Pero la historia, como ya apuntábamos, trata de aunar el marco general con el personal, es decir, el continuo fluir y chocar de lo uno con lo otro, esa pugna, a veces más dolorosa y otras más dulce. Y observamos como esa quiebra del sistema capitalista tiene su reflejo, no quiero decir de ningún modo que sean causa y efecto, todo es mucho más complejo e intrincado, sería más como un juego de espejos deformantes, o quizás una red de vasos comunicantes, algo así, decíamos que se comunica, se reproduce, toda esa coyuntura rupturista, en la forma de una crisis, profunda, vital de la profesora, su mundo se ve sacudido, golpeado, se le viene un poco abajo todo, a pesar de su ascética dureza, de que no se entregue a la fragilidad que hay detrás de ese valor y dureza. Toma conciencia, las circunstancias, los demás con sus actos la obligan a hacerlo, de su soledad esencial, del fin de una etapa de su vida, de cómo había vivido en cierto modo engañada, huyendo de verdades dolorosas, de amenazas latentes, que no quería mirar por cobardía o conveniencia, lo mismo, sin forzar mucho la marcha, que se podría decir del derrumbe actual y de la falta de previsión general, tan irresponsable o simplemente interesada.
Su madre y la tristeza y crispación de un posible final, su marido y el desgaste inevitable de los matrimonios, sus hijos que ya no pueden ser todo el sentido, distintos nombres o manifestaciones de un mismo síntoma o estado, el final de algo, el principio de no se sabe muy bien qué, o la vuelta al inicio, pero ya más derrotados, o el eterno retorno de todo, a pesar de nuestra resistencia o ceguera. Rica y variada muestra de caminos que se retuercen o bifurcan, revueltas, caídas y descubrimientos, cambios crueles y, finalmente, el enfrentamiento con lo que somos, aunque hagamos lo posible por no mirar.
Es un prodigio de naturalidad, verdad e inteligencia. Cine libre y preciso. Que parte de una gran altura y que se moja en lo más nimio, y vivo. El peso de la cultura no como artificio que aplasta, sino como instrumento para entender, para pasar lo vivido por un filtro esclarecedor, no simplificador. Se hace todo el recorrido, de lo intelectual a lo banal, sin descuidar lo humano en su aspecto más contradictorio, ridículo o penoso, sin renunciar al humor o al juego. Huye de la demagogia y la sensiblería. Mezcla una mirada casi documental con una clase de filosofía. Además elige muy acertados contrapuntos musicales.
Una delicia brusca. Una gran película.