El otro lado de la vida
Sinopsis de la película
Un hombre parcialmente disminuido, de nombre Karl (Billy Bob Thorton) es liberado del hospital mental en el que se encontraba ingresado. Todo ello 20 años después de matar a su madre y a otra persona. Karl, al que siempre le preguntan si sería capaz de volver a matar -él responde que ya no hay necesidad- vuelve al pequeño pueblo donde nació y entabla amistad con un adolescente llamado Frank (Lucas Black). Muy pronto Karl conocerá a Linda (Natalie Canerday), la madre de Frank, pero se verá apartado de ella por culpa del posesivo novio de ésta, Doyle (Dwight Yoakam).
Detalles de la película
- Titulo Original: Sling Blade
- Año: 1996
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
7.2
24 valoraciones en total
Es una mezcla entre El Silencio de los Corderos y Whats Eating Gilbert Grape, un visión realista de un asesino ambientada en un pueblecito sureño.
Desafortunadamente es una película que debería ser vista en inglés, ya que se usa el acento cerrado del sur para marcar tanto a los personajes como a sus relaciones.
Lenta, factual, plana, pero no aburrida. Poco a poco vamos conociendo a los diferentes individuos, sus relaciones y los conflictos internos.
Muchos de estos personajes responden al prejuicio de white trash o basura blanca, en contraposición a los prejuicios contra los getos negros y su miseria. La falta de cultura, valores y ambición de muchos personajes queda plasmada en la pantalla al mismo tiempo que se abordan una infinidad de temas respecto al individuo, la familia, las relaciones y la sociedad.
Pero la película no es explécita y ahí radica su belleza, ya que nos invita a la reflexión y la verdadera acción no está en la pantalla sino en nuestros propios pensamientos. Es como admirar un buen cuadro, podemos ojearlo un minuto o deleitarnos durante horas con los diferentes conceptos y mensajes que el pintor intenta plasmar. Aun así la pélicula tiene ritmo.
Estamos, indudablemente, ante una de esas pequeñas joyas que -muy de vez en cuando- engendra el cine norteamericano. Una de esas pelis condenadas de antemano al penoso semiostracismo con el que los medios de comunicación suelen premiar cualquier trabajo que no se amolde convenientemente a las prosaicas exigencias del gran público. Una peli que expone temas tan delicados como la discriminación, el maltrato, la reinserción o la complicidad con una sensibilidad exquisita. Sin esa estúpida voluntad de sentar cátedra. Con humildad y un realismo tan frío como terriblemente honesto. Tal vez por eso mismo estimo justo y necesario ensalzar de forma rotunda las virtudes de un film cuya aureola de intimismo y modestia es, precisamente, su mejor baza.
De hecho, la sobria y soberbia interpretación de Billy Bob Thornton sintetiza a la perfección la esencia de El otro lado de la vida. Como no podía ser de otro modo, el director-guionista-protagonista imprime a su obra un ritmo reposado y una atmósfera de contención que, lejos de restarle interés, contrastan deliberadamente con algunas secuencias de elevado dramatismo y mantienen al espectador atento a todo cuanto pueda acontecer. Es como si el inalterable tono de voz de Karl (escuchar a Billy Bob en VO es impagable), ese agradable zumbido de motor que tanta tranquilidad le transmite al chico, consiguiera hipnotizarnos durante todo el metraje para acabar devolviéndonos a la cruda realidad con dos certeros cuchillazos.
Absolutamente recomendable para todo aquel que esté hasta el gorro de lacrimógenas, edulcoradas y adulteradas historias de deficientes mentales.
El inicio es de gran categoría artística: la cámara enfoca a un grupo de enfermos mentales en una habitación, entonces desde el fondo avanza uno y la cámara se fija en éste que anda hacia la derecha, que coge una silla, que la arrastra y va a sentarse junto a otro recluso que está mirando por la ventana, a quien comienza a hablarle mientras su interlocutor mueve la cabeza indefinidamente sin contestarle en ningún momento. Al rato de estar así, alguien llama al protagonista principal de lo que va ser la historia de esta película, ¿y quién es dicho protagonista?: resulta ser este último hombre silencioso y con apariencia de tener algún grado de subnormalidad.
El personaje central, es un hombre pacífico, silencioso, retraído, débil, con una infancia donde sufrió terrible abandono y desconsideración por parte de sus padres, así como de los demás muchachos del pueblo donde vivía. ¿Cómo puede un ser que una persona así, cuya impronta es de no hacerle daño ni a una mosca, se convierta en un asesino puntual?
El espectador irá descubriendo el porqué conforme avanza el desarrollo del filme. No cabe duda de que todo ser, hasta el más tranquilo y soportador de abusos, tiene un límite (de igual forma que todo vaso, gota a gota llenándose, llega un instante en que se bosa) y por aquí van los indicios de lo que pasa en la vida de este ser humano de aspecto subnormal pero con una genial capacidad para arreglar todo tipo de motores y llegar al corazón de otras personas que viven también ciertos grados de marginación, por homosexualidad, por status social bajo o por pérdida del progenitor.
Fej Delvahe
Es una buena película. Creo que, en efecto, la clave de su calidad está en el guión, que recibió un Oscar en 1996. Es evidente que la actuación del propio Billy Bob Thorton se convierte en un activo importante, pero, sin minusvalorar en absoluto el mérito de su trabajo, creo que hay que calificarlo como una composición de personaje, justa, medida, eficaz, pero con un punto tolerable, y tal vez necesario, de efectismo.
No solo es la historia de un hombre y sus circunstancias. Me gusta la descripción de esas circunstancias, de la reflexión sobre las condiciones sociales y los comportamientos humanos que hacen finalmente imposible la reinserción de una persona -con mala suerte, escasos recursos y buenos sentimientos-, que pretende conseguirlo. Esos otros personajes están casi mejor expuestos que el protagonista, y me parece especialmente interesante la manera como se nos presenta la relación de dependencia que existe entre un maltratador y la mujer que lo aguanta a pesar de que todos a su alrededor, incluido el hijo de ella, ven imposible la normalidad de sus relaciones.
Alguien ha dicho que es una película fría. Lo es. Esa frialdad expositiva es un calculado mecanismo para presentar a personajes y situaciones, y, sobre todo, par evitar caer en la truculencia y en el ternurismo. Me parece excelente ese punto medio, distanciado, descriptivo y crítico, de naturaleza brechtiana, en el que parece instalarse el ojo del director.
Exquisito ejercicio de estilo y profundo canto en torno a la soledad e incomprensión humanas bajo la personal visión de un Billy Bob Thornton tan comprometido con el proyecto que ha terminado haciéndose cargo del guión, la dirección y el papel principal, al más puro estilo de los antiguos maestros y artesanos como Chaplin, Keaton, Welles o Woody Allen.
El otro lado de la vida no sólo nos habla de la marginación que sienten los disminuidos psíquicos y de su dificultad para integrarse en la sociedad, es la narración de una importante parte de la historia norteamericana, la que se escribió a mano, con letra pequeña, tan sólo reflejada en los cuadernos de notas, como el diario íntimo de Karl, un ser humano muy especial considerado por la sociedad como un retrasado y que comienza su inserción con la mejor voluntad y en busca de una única conquista, la de su dignidad humana.
La película también propone un recorrido por las modestas y escondidas localidades de esa América profunda y, por extensión, nos conduce hacia la exploración de las psiques de algunos de sus desconfiados pobladores, ajenos al sentir del americano convencional pero alejados también de los individuos que apenas gozan de aceptación y se encuentran solos, olvidados y discriminados, y que en el filme se hallan encarnados por Linda, una mujer que debe rehacer su vida tras el suicidio de su marido junto a un hombre alcohólico, con tendencias agresivas y continuos cambios de carácter contra los que él mismo desea luchar día tras día, un niño que encuentra en Karl al sustituto de su padre, a ese amigo que nunca tuvo y Vaughan, homosexual, protector de Linda y su hijo, lleno de amor para compartir y despreciado a veces por el acompañante de Linda.
Cada uno de estos personajes se encuentra en las antípodas del maniqueísmo: ni Linda corresponde al patrón de lo que pudiéramos considerar una mujer maltratada, ya que lucha al lado de su pareja por la superación de esos primitivos instintos que a veces le dominan, ni su compañero cumple con el perfil del maltratador, puesto que es consciente de las lacras de su comportamiento y de la necesidad de abandonar esos arrebatos, ni su hijo puede ser considerado como un chico abandonado por la ruptura de una pareja desestructurada, ya que el amor que su madre le profesa es latente y aflora en numerosas ocasiones, ni Karl se adscribe al rol de individuo completamente marginado, ya que encuentra en la admiración que el chico le profesa una razón más para sentirse valorado. Todos ellos son personajes propios de ese característico tejido humano o material sensible que habita en toda comunidad: por pequeña y olvidada que estas puedan parecer sin duda de ellas se nutren y componen el más amplio mosaico de nuestra sociedad…
Por todo esto y por la poesía destilada en cada encuadre, crepúsculo, confesión, anécdota o curiosidad El otro lado de la vida nos acerca de forma honesta y verosímil a esa realidad que casi siempre obviamos o decidimos ignorar.