El nacimiento de una nación
Sinopsis de la película
Ambientada en Virginia, en 1831, treinta años antes del estallido de la Guerra de Secesión y basada en sucesos reales, narra la historia de Nat Turner (Nate Parker), un instruido esclavo y predicador cuyo propietario Samuel Turner (Armie Hammer), que atraviesa por dificultades económicas, acepta una oferta para utilizar a Nat para someter a esclavos rebeldes. A medida que va siendo testigo de innumerables atrocidades -de las que son víctimas él mismo, su esposa Cherry (Aja Naomi King) y sus compañeros de esclavitud-, Nat liderará una rebelión contra la esclavitud con la esperanza de llevar a su pueblo a la libertad.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Birth of a Nation
- Año: 2016
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
6.2
51 valoraciones en total
Una de las películas más famosas de la historia del cine mudo, dirigida por el director D.W. Griffith, en el año 1915, lleva el mismo título, pero, mientras este clásico, es un vehículo propagandístico, debido a los miedos raciales existentes en su momento, para presentar al Ku Klux Klan como una organización heroica, cuya intención es ayudar y proteger a los blancos de las supuestas amenazas del hombre negro, la película escrita, dirigida, y protagonizada por Nate Parker, no rehace ni es una secuela de la de Griffith, pero si presenta una historia, aunque diferente, de racismo y atrocidades que tuvieron lugar en la época de la esclavitud, a través de la trágica historia, basada en hechos reales, de Nat Turner y su corta rebelión que tuvo lugar en 1831.
Basada en una historia real, la película narra la vida del esclavo Nat Turner (Nate Parker) desde la infancia hasta sus días de predicador adulto. A pesar de que no se sabe mucho de su vida, Parker crea un completo y convincente retrato del personaje utilizando los pocos datos disponibles. Sabemos que de niño aprende a leer y escribir y dedica gran parte de su tiempo al estudio de la biblia, a menudo veía visiones religiosas, y también de adulto se convierte en predicador para la comunidad de esclavos del condado de Southampton. En la película, el amigo de la infancia de Nat, Samuel Turner (Armie Hammer), ahora de adulto convertido en su amo, comienza a sufrir dificultades económicas y persuadido por otros propietarios de plantaciones, vende los servicios de Nat como predicador para mantener a otros esclavos indisciplinados bajo control. Ser testigo en sus viajes, de innumerables atrocidades y humillaciones, a las que son sometidos los hombres negros, además de sufrir personalmente un terrible suceso cometido a su mujer, provocará la reacción de Turner para liderar una rebelión cuyo objetivo es conseguir la libertad de su pueblo.
Aunque apenas existe información de la rebelión que lideró Turner, lo que ha fomentado la imaginación de mucha gente desde entonces, se pueden sacar algunas conclusiones por escritos encontrados de la época, en los que el propio protagonista narraba lo ocurrido sobre aquellos dos días que duró la revuelta mientras permanecía en la cárcel a la espera de ser ejecutado. Según los historiadores, la revuelta se basa en la orden divina que sintió el propio Turner, para realizar una cruzada con la que exterminar a todas las personas de raza blanca de la región. Esa rebelión se utilizó posteriormente, para justificar una serie de nuevas leyes, incluso más duras, dirigidas contra los negros.
Este episodio histórico ha inspirado en Estados Unidos numerosas obras de arte, música, cine y literatura, como la intensa y polémica novela de 1967 de William Styron, Las Confesiones de Nat Turner, que obtuvo el Premio Pulitzer en 1968, editado en España por Belacqua, o el encantador documental, Nat Turner: A Troublesome Property (2003), del director Charles Burnett donde se nos cuenta las diferentes maneras en la que la rebelión de Turner ha sido retratada e interpretada a través de los años.
Tras su éxito en el Festival de Sundance, con el mérito de poner de acuerdo tanto a crítica especializada como a público al obtener ambos premios, el Premio de Mejor Película y del Público, El Nacimiento de una Nación consiguió un contrato de distribución de 17,5 millones de dólares con Fox Searchlight, algo insólito en el mundo del cine independiente. Al tiempo que la película ha estado envuelta en polémica durante su distribución, debido a unos graves hechos ocurridos hace 17 años en la vida privada de Nate Parker que vuelven a salir ahora a flote: unas acusaciones de violación por las que fue absuelto en su día por un tribunal. La historia ya se conocía pero vuelve a ser de actualidad, por un dato nuevo publicado en la revista Variety, en donde se informa del suicidio de la víctima hace más de 4 años, hechos que el director ha manifestado no conocer. Algunos medios y sectores de la sociedad americana han hecho algún tipo de paralelismos, entre este suceso ocurrido en el terreno privado con escenas de contenido fuerte y violento filmadas a lo largo de la película. En mi opinión, un grave error para aquellos que no saben distinguir o diferenciar la esfera creativa de la personal.
Controversias aparte, Nat Parker está magnífico en su interpretación de Nat Turner, se nota que se ha preparado y estudiado al milímetro su papel, dotándolo de una gran fuerza y pasión. Parker pinta un retrato muy diferente de uno de los personajes más incomprendidos de la historia de Estados Unidos. El personaje está muy bien desarrollado, vemos toda su evolución desde la infancia hasta la edad adulta y como las experiencias en la última fase de su vida le obligan a rebelarse, sin embargo considero que la película se centra demasiado en Turner, hasta el punto que las cosas y circunstancias de su alrededor se describen de forma bastante difusa y como de pasada, siendo tan o más importantes. Por tal motivo, por ejemplo, no sabemos con exactitud las circunstancias que están causando la rebelión.
A mi juicio pasa demasiado tiempo hasta llegar a la rebelión, entiendo la necesidad de Parker en explicar el proceso previo al levantamiento, pero creo, que existe un exceso de momentos repletos de primeros planos y monólogos, perfectamente evitables, que rompen el ritmo de la película antes de llegar al clímax de la batalla final. La rebelión de los esclavos en la que se basa la película, duró dos días, sin embargo cuando llega el esperado momento, apenas dura casi nada en pantalla, tan solo el último cuarto de la película. El desenlace no deja tiempo para el encarcelamiento de Parker o las secuelas causadas por sus acciones. Pese al punto vanidoso de su director, estamos ante una gran película, con imágenes muy poderosas, impactantes, inquietantes y visualmente precisas que a muchos les dejará huella.
Cinemagavia
Últimamente con mucha frecuencia contemplamos cómo el gremio de actores traspasa la línea interpretativa para agarrar con fuerza la cámara y la claqueta. Un gesto con matices que sin embargo cobra cierta curiosidad en el caso del actor norteamericano de segunda fila que nos ocupa, Nate Parker. Curiosidad que nace del hecho de llamarse Nate, haber nacido en Virginia y ser de raza negra, de igual manera a uno de los primeros iconos de la rebelión esclavista previa a la Guerra de Secesión norteamericana: Nate Turner.
En torno a esta figura y a su rebelión gira esta notable ópera prima, muy efectista por momentos y demasiado mesiánica en otros, pero eficiente y bien filmada, interpretada con garra y sentimiento y con una serie de momentos muy recordables que oscilan entre la emotividad, la sanguinolencia y dureza y la belleza de la fotografía.
El nacimiento de una nación se presenta como primer film proyectado -aunque no como su apertura oficial (de ello se encargará Mijke de Jong con Layla M.)- y a concurso en la sección oficial del 54 edición del Festival Internacional de Gijón con el notable respaldo que ofrece la consecución de su doble galardón en Sundance: el Gran Premio del Jurado y el Premio del público. El film, con una enorme carga poética y religiosa muestra la historia real de Nate Turner, un esclavo negro con ciertas habilidades innatas y alta capacidad intelectual que le llevaron a aprender a leer y a contemplar extrañas visiones que le otorgaban el carácter de profeta entre sus compañeros esclavos. Interpretado también por el propio Nate Parker (además de dirigir y protagonizar la ópera prima también la produce y escribe el guion junto a Jean McGianni Celestin tomando como inspiración la lectura -no siendo una adaptación- de las memorias escritas por William Styron en 1967, The Confessions of Nate Turner, por las que obtuvo el premio Pullitzer en el 68), la película con tan sólo 8,5 millones de dólares de presupuesto, ha recuperado con creces la inversión y está bien colocada para aparecer en varias categorías en la entrega de los Oscar del próximo año. No entraré en las polémicas que existen alrededor de ciertos problemas legales de los autores del guion -a pesar de tener su influencia sobre el film y lo que en él aparece-, sin embargo sí que es interesante constatar la nada casual utilización del título del film, El nacimiento de una nación, el mismo utilizado por D.W. Griffith en 1915 para la confección de una de las películas más importantes de la historia del cine por la instauración de un lenguaje cinematográfico propio pero también por resultar una propaganda de exaltación del espíritu racista del Ku Klux Klan. Un inteligente e irónico título que pretende plasmar -una vez más- la importancia de la población negra para la construcción del país más potente del mundo (con permiso de China).
La fotografía de Elliot Davis es, como suele resultar en estos films, muy notable tanto en la noche como en el día, como en interiores y exteriores (aquí es donde busca el mayor lucimiento gracias a esas grandes mansiones siempre situadas cerca de grandes y esplendorosos campos de algodón y sauces llorones), estando además muy bien acompañada por una banda sonora magnífica con temas de música negra que varían desde el soul al rap pasando por el gospel. Interpretativamente destacan en el film tanto el propio Nate Parker, desprendiendo sentimiento y fuerza -sobre todo- como predicador y sufridor de grande penurias, como también su compañera en la ficción, la desconocida Aja Naomi King. Completan el reparto los intensos Jackie Earle Haley (el indeseable violador de Juegos secretos) así como los eficientes Armie Hammer (El llanero solitario, J. Edgar o La red social) o Penelope Ann Miller (Despertares o Atrapado por su pasado).
Un film que llegará el año próximo a las pantallas de toda España y que a pesar de tener varios puntos reconocibles y premiables quizás se vaya de vacío de Gijón al tratar quizás su jurado de destacar trabajos con menos recorrido y reconocimiento previo.
Lo mejor: Su estupenda producción global y montaje. La potencia de las imágenes combinada con la música. La habilidad de Nate Parker para abarcar casi todas las disciplinas.
Lo peor: Demasiado mesiánica. Quizás está muy cerca de 12 años de esclavitud a pesar de sus diferentes tonos.
VALORACIÓN:
Banda sonora: 8
Guión: 6,5
Fotografía: 8
Dirección: 7
Interpretación: 6,5
Satisfacción: 7
NOTA GLOBAL: 7,2
El Nacimiento de una Nación ha sido una patata caliente desde el principio.
Una casualidad cósmica la ha hecho venir justo después de una gala de los Oscar en la que se denunciaba la falta de intérpretes negros nominados, y por si fuera poco su promoción ha venido marcada por una polémica relacionada con el director, que ha añadido leña al fuego de los violentos temas raciales que denuncia la película.
De alguna extraña manera, parece que la película iba buscando provocar, y elementos externos han contribuido a ese dedo en la llaga.
Sabiendo eso, es muy difícil desprenderse de la perspectiva me quieren tocar las narices mientras se ve, y es un pequeño peaje que se arrastra durante los primeros minutos.
Sin embargo, el perfecto antídoto contra esa perspectiva llega a poco que te metas en ella: la historia de Nat Turner, esclavo negro autodidacta en lectura y profundamente religioso, está narrada con una agradecida humildad, mucho más efectiva cuánto más elige potenciar el carácter sencillo de su protagonista, capaz de buscar la alegría en cada pequeño detalle que su represivo entorno le deja atesorar.
Contrastan mucho esos momentos con las salvajes escaramuzas entre negros y blancos que de vez en cuando aparecen repentinamente: estallidos de violencia, que se quedan rápidamente atrás por minoritarios y, de alguna manera, naturales por el contexto en el que se desarrollan. Nat observa, y no comprende el miedo o la angustia ante un amo inmisericorde, porque el suyo le trata dignamente y le permite vivir bien.
Se establecen entonces dos corrientes muy diferenciadas, de apacible servidumbre y de violenta represión, que de alguna manera vemos que todos los esclavos se ven obligados a separar. Podrán ser azotados y maltratados, que siempre podrán volver a casa, lavarse las heridas, y ser acogidos por los suyos.
Un ciclo horrendo, que empieza a cobrar relevancia en la vida de Nat al predicar como profeta errante en otras plantaciones: en la suya la Iglesia es sinónimo de paz y comunidad, pero en otras es directamente una cabaña-vertedero con personas semidesnudas revolcándose en la mugre.
Cuesta leer la palabra de Dios hablando de clemencia y buenos sentimientos, cuando lo que podría ser el mismo infierno tiene lugar delante de tus ojos. Vemos que la mirada de Nat empieza a cambiar, por mucho aprecio que tenga a su benevolente amo, y realmente no podemos culparle.
Sin embargo, ahí es cuando la historia encuentra su primer obstáculo: de alguna manera, intenta conciliar que la violencia justifica la violencia, un concepto difícil de tragar para la empatía que hemos trabado con su protagonista.
Que, en un momento dado, se atraviesa la garganta de un hombre con todo lujo de detalles con una daga, mientras suena música elegíaca de éxtasis espiritual.
Me da igual que sea blanco o negro, no puedes justificar algo como eso.
Por eso creo que Nate Parker, director y protagonista, más que crear una bomba de destrucción masiva racial, quiere hablar de extremos, los que mueven a una sociedad racista y tradicional, que sin saberlo alimentan con su odio toda una población de esclavos hartos de ser siempre el desahogo o el saco de hostias: lo que se enseña a golpe y sangre, no puede salir de otra manera.
Nat Turner duda, intenta volver la mirada, a veces busca una solución con palabras amables, porque es esencialmente un buen hombre, pero durante todo el metraje vemos que eso no le ha servido. Por eso quizás tuvo que llevar a cabo su revolución, independientemente del resultado, para que alguien escuchara.
Y para que su misma mirada de determinación en cambiar las cosas sobreviviera en generaciones futuras, por su ejemplo, con suerte dando la vuelta a los eternos prejuicios.
Quizás es una película dolorosa e incómoda.
Pero de lo que no cabe ninguna duda, tras verla, es que era necesaria.
-Sus intenciones sociales y cinematográficas se ven truncadas por los excesos constantes. Todo ésto lo hemos visto antes y no era tan vacuo ni inmoral.
-Hay cineastas y guionistas que nacen para ser provocadores. Hay otros que buscan la forma de serlo, aunque como el señor Nate Parker, no todos lo hacen por los motivos correctos.
Es innegable que esta película llega en un momento inmejorable, no solo por la actual situación política y social, sino porque este es el año en el que los Oscar ven la necesidad de resarcirse con las personas de color tras dos años de vacío. En especial el polémico año pasado con aquel perspicaz #Oscarssowhite. Así que el actor Nate Parker decide debutar en la dirección y volver a probar suerte como guionista, junto al debutante Jean McGianni Celestin. Lo hace con un drama sobre la esclavitud basado en la historia real de Nat Turner, precursor de la lucha racial que llevaría a todo un país a la revolución que desató la Guerra de Secesión. Que el título sea The Birth of a Nation no es en absoluto casualidad, sino que se manifiesta como un grito de protesta del director frente al sangrante racismo exhibido en la famosa película de D.W. Griffith. A priori un intento de que el nacimiento de la nación se adhiera al nombre de Turner, a posteriori del visionado suena más a la pretensión de que se le atribuya el nombre de Parker en lugar del de Griffith. Sea como fuere, su frustración con aquella película es comprensible y su intención de ofrecer la otra cara de la moneda puede verse admirable. Sin embargo, su forma de hacerlo es grotesca. Por eso vengo a contaros mis motivos de frustración e irritación para con esta película de Nate Parker.
Nadie puede negar que el filme homónimo de Griffith era -y es- racista, pero frente a aquella apología del Ku Klux Klan, Parker nos ofrece el maniqueísmo de la posición contraria y la brocha gorda más salvaje del año. Lo peor de todo, lo hace sin el derroche de virtudes (técnicas, narrativas, etc) que a día de hoy siguen manteniéndose intactas en la película de 1915. Se apropia del didactismo defendido por el modelo del director de Intolerancia, pero fracasa estrepitosamente en la búsqueda de sus ambiciones, en especial por la dudosa forma de alcanzarlas y de aleccionar. No es cine relevante, no es ético, ni si quiera tiene un ritmo adecuado, es la pataleta de un crío engreído y falto de talento que quiere crear su propia 12 años de esclavitud, pero con un estilo más cercano al cine de Mel Gibson, o más bien a sus defectos. No solo con respecto al uso de la violencia y a la nula atención que le presta al contexto histórico, algo que ya vimos en Braveheart, sino también a su héroe mesiánico, en este caso demente, plano y carente de evolución, que produce la incompatibilidad del mensaje con los elementos que lo componen, algo que recuerda de forma evidente a Hacksaw Ridge. El personaje, Nat Turner, se autoproclama profeta de dios por tres bultos en su pecho y porque es un negro que lee la Biblia, la muerte de sus seres queridos le lleva a iniciar una cruenta revolución para matar a todos los blancos en un vengativo sollozo justificado en esa misma voz de dios. Siempre con la cabeza alta, en primer plano contrapicado, con la cámara buscando el lucimiento interpretativo casi tanto como lo busca respecto al trabajo de dirección.
Nos encontramos ante un relato sin cohesión en el que la mitad de las escenas buscan la poesía y el aplauso visual y la otra mitad atacan al espectador sin pizca de sutileza, habilidad, narración, emoción, ritmo, coherencia, ni razón, y muchos menos comprensión o manejo de las claves cinematográficas mas básicas. La narración pasa de ser un repaso de clichés en la primera media hora de introducción, a ser un desastre deslavazado e insustancial a lo largo de los 89 minutos restantes. Por supuesto el filme de Steve McQueen le queda a años luz. Allí el cineasta retrataba el dolor, la tortura, el sufrimiento, pero lo hacia con atención al detalle, una magnifica estructura narrativa, potentes personajes, múltiples capas y lugar para la reflexión. Parker quiere ir más allá mediante lo explícito y sensacionalista. Sesgando todo contenido hasta lo más superficial, trivializando hasta alcanzar el simplismo más extenuante y alienador en relación a temas muy importantes. No me pueden desagradar más esas escenas en las que muestra dilatadamente como se le pican los dientes a un esclavo mediante martillo y cincel, a la niña corriendo con la correa a cámara lenta o el plano de la mariposa que se abre hasta que vemos a media docena de esclavos ahorcados. Y claro, la repetición de todo ello en unos innecesarios flashbacks. Como he dicho, la explicitud y el lirismo impostado van de la mano en una película que se debate entre la ofensa cateta y la broma de mal gusto.
Los personajes, la narración y la historia desaparecen entre la niebla azul de la fotografía fantasmagórica de Elliot Davis. Tras el umbral quedan las vacías ambiciones plásticas y las ínfulas alegóricas de un autor enamorado de si mismo. Tanto estereotipo, tanto maniqueísmo, tanto simplismo inmoral, tanta explicitud manipuladora, al servicio de la nada más arrogante. Ni la actuación ni la dirección ni mucho menos el espantoso guion tienen el suficiente interés para permitirse la cantidad de egolatría que presenta Nate Parker. Quiere la palmadita en la espalda, la ovación y los premios, y por mi parte solo se va a llevar un merecido fuck off. Lo sé, tan vulgar como su película. Menudo majadero.
Termino de ver la película y tengo la sensación de haber visto la historia de un fanático religioso descerebrado (valga la redundancia) y adoctrinado en la creencia de sus amos que utiliza al personaje de ficción favorito de Homer Simpson tanto para justificar su propia esclavitud y la ajena durante años y años como para reventar la cabeza de 60 hombres (y bebés inocentes, que eso se le ha olvidado ponerlo al director) cuando de repente se cree un elegido de Dios y que Dios le habla. Y como ya sabemos, cuando hablas con Dios eres creyente y cuando crees que Dios te habla necesitas un psiquiatra. Y mucho de bipolar tiene la película y la sensación que deja (y que me disculpen quienes la padecen): una historia que debería emocionar y salvo momentos puntuales, te va dando un poco lo mismo lo que pasa al estar narrado esto mismo de idéntica forma miles de veces mucho antes. Personajes que deberían comerse la pantalla y, salvo algún que otra perorata religiosa, la pantalla se los comen a ellos, sobre todo al protagonista, una crueldad que debería acongojar y lo que queda es la sensación de esto lo has puesto aquí y ya sé por qué .
¿Es una peli para no verla? No diría yo tanto. Puedes acercarte a ella y pasar un rato agradable. Pero eso, un rato. Para mi gusto, es perfectamernte obviable, no aporta nada al tema, el personaje principal con tanto Dios, tanto sermón y tanta tontería, me resulta particularmente cargante y la historia de ese tipo no da como resultado ni el nacimiento de una nación, ni el de una región, ni el de un pueblo, por más que la escena final (commpletamente artificial en una elipsis lograda, eso sí) quiera darlo a entender.
Espero que a vosotros os gusrte mucho más.