El mundo del silencio
Sinopsis de la película
Documental sobre las profundidades marinas escrito por el pionero de la biología marina Jacques-Yves Cousteau, y dirigido por él y por Louis Malle. Ambos maestros descubrieron al gran público el colorido y fascinante mundo de las profundidades marinas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Monde du silence
- Año: 1956
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
6.8
56 valoraciones en total
Menos mal que en 50 años la idea de respeto a la naturaleza ha cambiado bastante: en menos de 90 minutos que dura la película destrozan un cachalote pasándolo por encima con el Calypso (el barco), sacan a tiburones a cubierta con unos garfios y los rematan a martillazos, casi ahogan a una tortuga que no podía subir a respirar, vuelan con dinamita un pequeño arrecife de coral para ver los peces que encuentran muertos… en fin, que si sacan hoy la película se van directos a la cárcel.
Técnicamente la película es muy muy buena, se nota la mano de Louis Malle. Lo mejor, la estética retro de los buceadores, al estilo 20.000 leguas de viaje submarino .
Hace varios años atrás, cuando estaba niño, uno de mis mayores gustos, era cuando mi madre alquilaba en una tienda de VHS, y me traía películas sobre animales y documentales. Entre varios de esos documentales en los que predominaban los de la National Geographic, también había algunos de Cousteau. Nunca llegué a ver El Mundo del Silencio, pero si otros cuantos.
Evoco que mis ilusiones de infancia pasaban también por proteger a las animales del maltrato y las personas malas tal como si fuese un superhéroe, o recoger a los perros de la calle en miles de ambulancias, y una de las cosas que recuerdo y todavía poseo es un block de dibujo, que hice cuando tenía unos 9 años, en el cual recreaba el fondo marino con mantas, ballenas, peces, y arriba plasmé un barco llamado Calypso en honor a Cousteau. Siempre el pensamiento romántico de un niño, es recrear a sus héroes, y Cousteau era un héroe para mí. Igual como lo fueron las Tortugas Ninja, Goku o los Caballeros. Así pensamos los niños. También poseo el recorte del Diario, cuando anunciaron la muerte del Capitán en la sección de Ciencias y Medio Ambiente por allá por el año 1997.
Muchos años más tarde, después de indagar en la vida del famoso explorador, mi concepto ha cambiado un poco, se ha desmitificado esa imagen que tenía de él. Trato de no caer en malos apasionamientos y radicalizar mi pensamiento en una manera adversa después de ver el documental, pero se nota que en el MUNDO DEL SILENCIO 1956 hay un ansia por darle espectáculo al espectador de mediados del siglo XX, dónde quizás en la inmensa mayoría no había la conciencia ecológica que hay en la actualidad, estamos hablando de conciencias más primitivas, (para tener una mejor retrospectiva de la época en la que se hizo el documental).
Recordemos también que el Francés no inició sus expediciones, ni sus documentales siendo un guardián del mundo marino, sino, con el simple ansia de aventura, de bucear, (lo que más le gustaba) y de divulgar la relación del hombre con el mar y sus moradores, él no pretendía ecologismo, es por ello que a eso van enfocados la mayoría de casi todos sus primeros documentales.
Lo cierto es que Cousteau tuvo un punto de inflexión en su vida, ya sea por un cambio de conciencia, o porque fue una estrategia para buscar subvenciones para su organización, pero cambió dramáticamente la forma de ver el medio ambiente y salvaguardarlo ya en el último cuarto del siglo XX, y con ese estatus murió, como quien crió fama y se fue a dormir. Así pasó con Cousteau a la hora de su muerte, y esos actos de ecologismo al final de su vida fueron con los que se redimió.
A pesar de que el documental tiene escenas lamentables para nuestra forma de ver el mundo, y que irrita la retina de los que poseemos cierto grado de conciencia animalista, no se puede negar que tiene una gran calidad técnica, tanto fílmica como narrativa, por lo que no es de extrañar que haya tenido la trascendencia que tuvo. No me parece tampoco justo mal calificar y menospreciar ya de un solo tajo lo que significó Cousteau para el mundo marino y condenarlo por unas pocas malas acciones. Todos tenemos derecho a enmendarnos, y quizás eso fue lo que él hizo, porque su vida dio un giro para mejor y dejó un gran legado visual y conservacionista tras su muerte.
Le pondré 5 de 10. 5 por su calidad, y – 5 porque no estoy deacuerdo convarias acciones…
Lamentable. Mi conocimiento, digo. Desconozco tanto sobre el mar, el submarinismo, las presiones y, sobre todo, sobre la navegación, que al comenzar este documental, me he dado un poco de lástima a mí mismo. Menos mal que he visto El mundo del silencio (1956), y ahora conozco un poco mejor este mundo tan maravilloso como espeluznante, el del agua, que te envejece mientras te empapas de ella y te deja sin aliento, a menos que te des prisa. Fascinante, ese mar, por la cantidad —y diversidad— de seres que lo habitan, por la relajación que transmite, y por la libertad que hace sentir, al nadar. El origen de la vida.
Hace casi 60 años, el famoso Jacques-Yves Cousteau y Louis Malle obtuvieron la Palma de Oro en el Festival de Cannes por esta película. Al timón del famoso buque de investigación Calypso, y ambos acompañados por otros chalados tripulantes (una panda de tocahuevos, o tocacaparazones, en este caso), nos sumergiremos en un viaje al fondo de la tierra, como quien dice. En un primer momento, el de la introducción, el célebre Cousteau, estudioso del mundo submarino, explorador, y buceador, hará uso de una terminología, para mí, ininteligible, pero pronto, Jacques y sus chiflados amigos darán paso a otras formas de vida, no sólo de aquella que surge del silencio, de la búsqueda o de la investigación, sino también esa que nace del entretenimiento. Entretenimiento, todo sea dicho, que a pocos entretendría hoy en día (o eso me gustaría pensar), pero de cuyas imágenes, a veces, uno no puede desprenderse, por su evidente atractivo (más, incluso, viendo la fecha en que se obtuvieron). Gracias, seguramente, a la mano de Malle (realizador de una de mis películas favoritas, El fuego fatuo [1963]).
Veremos, en este insólito lugar que es el océano, y capitaneados por Cousteau, desde delfines grabados en plena y gozosa celebración, hasta belicosos jardines de coral devoradores de peces. Y a Nemo, ¡Nemo también sale! (aunque en versión amarilla). Es curioso, sobre todo curioso, ponerte en el lugar de estos majaretas defensores del medio ambiente marino, en pleno 1956. Visto así, se trata de un documento valioso, creo, aunque pienso que hay que abstraerse bastante para no sentirse un poco contrariado, como suele ocurrir al ver otros documentales dedicados al hombre y la tierra, por el hecho de que los humanos no interfieran en la naturaleza… salvo cuando les apetece o les conviene. Ya veréis que soy muy perspicaz, pero me da la impresión de que, antes de esta, pocas películas se habrían realizado, tan a fondo y en profundidad, en torno a las tripas del océano y la mar, con todo lo que ello puede implicar.
Llegan, incluso, a rodar en los lugares más insondables de aquél entonces. Y no se cortan, vaya. La investigación y sus beneficios, pero también sus atrocidades, como esa forma de hacer un censo de peces vivos, a base de matar peces usando dinamita. Madre mía, ¡formol! Pero y lo que mola(ba) andar a la vez que se fuma en pipa, y así, con la postura adecuada, gritar: ‹¡A estribor!›. Pero ninguna mujer en el barco, qué vida más dura. Cómo no, entonces, emborracharse de las profundidades y arponear todo lo que se mueva. ¿Cómo no?
La verdad es que estaban locos (por si no había quedado suficientemente claro), estos exploradores. Llamémosles visionarios, por lo que consiguieron y por los logros que llegaron después. Bastantes serían, estos, pues yo aún recuerdo estar viendo a —un más envejecido— Jacques Cousteau —con su clásico estilismo, que más tarde homenajearía Wes Anderson en Life Aquatic (2004)— algunas tardes en la televisión, mostrando, además, las cosas buenas que hizo por la vida acuática. Es por ello que resulta difícil poner a parir un producto lleno de imágenes, cómo decirlo, un tanto violentas y enervantes. Está claro que estamos, en este caso, ante gente inteligente y, quiero suponer, sensible a la vida. Por eso mismo, no me explico varias cosas, salvo que aplique aquello de que era otra época y me vaya a dormir tranquilamente. Un ejemplo: Un ballenato es asesinado —involuntariamente— por el Calypso y sus hélices, pero después de este incidente, no son capaces de soportar que unos tiburones se lo coman, una vez muerto (a manos humanas). Vaya par de huevos gastaban. Luego, cuando ellos se petaban a ¿un centenar? de pececillos, bien que daban su atento razonamiento, mientras, a la vez, se descojonaban viendo a un pez globo desinflarse. Hilarante.
¿De qué estaba escribiendo yo? Ah, sí, vota PACMA… Bueno, creo que me he desviado del tema.
Otro punto negativo, aunque no demasiado —en comparación— es que El mundo del silencio se centra en exceso en su chiflada marinería y en sus espontáneos diálogos. En cualquier caso, las imágenes siguen poseyendo una extraña belleza y fuerza. Un documental necesario, en resumen, ya que el fondo marino es algo verdaderamente interesante, en mi opinión, como lo puede ser el espacio, también, aunque cada uno por motivos diferentes, y uno a más fácil alcance que el otro (que se lo digan a Antoine Doinel). Nos zambulle, literalmente, en medio del océano, haciéndonos partícipes de una forma de vida basada en respiradores, jaulas protectoras (anti tiburones), sónares, horizonte, ¡tierra! y despresurización. Naufraga, a ojos de alguien sensible y delicado como una flor, como es mi caso, pero su atrevimiento mereció el premio que se llevó, así como la atención que generó. De eso no cabe duda.
Aprovecho el final de esta crítica para irme a recomprimir, urgentemente. El resto de vosotros, mientras, idos a comer langostas (cocinadas vivas). Esto me recuerda que ningún animal fue dañado durante la filmaci… Perdón, quiero decir que todos los animales lo fueron, prácticamente (pero con cariño, a ver). Y taca, ¡a comer! Al final, después de haber visto El mundo del silencio, no me doy tanta lástima como al empezar (la lástima, para quien la merezca).
Me encanta el título de esta película, me encanta el océano, pienso que hay que tener consideración, tener respeto al mundo marino, ya que es el origen de la vida y aporta al planeta tierra el oxígeno necesario para nuestra vida y la vida que nos rodea… Bueno, esto es lo que debería de enseñar este falso documental donde un grupo de pseudocientíficos se dedican a matar tiburones y a ahogar tortugas, explotar con dinamita corales preciosos, y todo con la excusa de que es para la exploración y estudio científico , cuando lo que realmente es para el entretenimiento de unos niños con mucho dinero.