El muerto y ser feliz
Sinopsis de la película
Cuando un asesino a sueldo español, ingresado en un hospital de Buenos Aires, se da cuenta de que está a punto de morir, se escapa y se dirige al norte atravesando todo el país. Huye por carreteras secundarias en una especie de tranquila peregrinación que tiene algo que ver con una moderna novela de caballerías. Una mujer que ha encontrado en la carretera será su escudero en este continuo avanzar huyendo de la muerte y corriendo, al mismo tiempo, hacia ella.
Detalles de la película
- Titulo Original: El muerto y ser feliz
- Año: 2012
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
5.2
60 valoraciones en total
No le bastaba con Bollo. Debía apellidarse Rebollo. Así es Javier Rebollo, un pretencioso en grado sumo. Y así son sus películas, señoras y señores.
Si se le disculpó el aburrimiento de Lo que se de Lola , por aquello de su estupenda protagonista, también se le disculpó (pero menos) el tremendo aburrimiento de La mujer sin piano por la misma causa (aunque era distinta actriz). Digamoslo claro.. supo rodearse de alguien capaz de darle vida a su inerte personaje principal.
Y en esta su nueva película, hasta Rebollo se ha dado cuenta de ello. Y naturalmente el protagonista es el muerto . Un personaje de nuevo inerte al que da muchísima vida José Sacristán, una vida insuflada por un actor en lucha con el director, quien a cada plano que filma parece querer matarlo.
Bodrio con pretensiones, El muerto y ser feliz se sostiene (y le doy un 5) únicamente por algún destello concreto, algún singular momento efímero y fugaz, pero sobre todo por su protagonista. Sacristán merecería todos los premios del mundo por conseguir que muchos espectadores decidan no abandonar la sala.
En fin, que afilen sus orejas si pretenden ver este incongruente film narrado en presente pero acabado en pasado y futuro, como si su director no supiese ni lo que está haciendo, y donde los omnipresentes narradores no narran la historia, sino la acción -algo absolutamente absurdo en el cine, salvo que se sea invidente-. Ideal, por tanto, para ciegos…. aunque también se aburrirán.
Siempre es de recibo alabar a aquellos cineastas que buscan de innovar, inventar, buscar la novedad. Por eso es justo aplaudir la voluntad de Javier Rebollo, que con esta película ha intentado precisamente eso. Lo que es una pena es que el resultado es un cero a la izquierda y lo único aplaudible sea su voluntad.
El método elegido para la narración, una mezcla entre documental y novela, no cuaja, todo se mezcla de mala manera y el espectador tiene que hacer malabares para enterarse de lo que está viendo. La historia que cuenta, totalmente superficial y carente de atractivo, no ahonda en nada en ningun momento. Casi merece mas la pena tomárselo como un documental de la Argentina profunda que como una película de cine. José Sacristán es lo único que se salva de todo este despropósito.
Un muerto infumable.
ue El Muerto y ser Feliz no es una película corriente queda claro desde los créditos iniciales, antes de que empiece, por esa extraña y sonora dedicatoria a la Cinemateca Uruguaya. Incluso antes de entrar al cine, ya que ni la taquillera sabía de qué película le estaba hablando…sensación extraña cuando ni las personas que trabajan en el cine conocen la película.
Al entrar, lo esperado, tres personas en hora punta (aunque en martes) en una sala de reducidas dimensiones. Empieza la película con la dedicatoria antes comentada y en los primeros minutos del film (yo tardé una media hora en entrar en la trama) experimento una sensación de desconcierto que seguro ha invadido el pensamiento de la práctica totalidad de los espectadores, ¿se habrá dejado encendido el proyeccionista el audio para ciegos?
Se tarda en entrar en la historia, más por culpa de la voz over que recorre toda la película que por la historia en sí. Santos (José Sacristán), un ex asesino a sueldo que no mata, con tres tumores diagnosticados, decide emprender un viaje sin rumbo para morir y buscar la redención de sus pecados. Cargado de morfina y al volante de su Ford Falcon con nombre propio (como si de un caballo en un western se tratase, y no es la única similitud con ese tipo de cine), el protagonista se dispone a experimentar la aventura de su vida. Para ello contará con el dinero de un trabajo que no ha hecho y de una compañera de viaje ideal, Erika (Roxana Blanco) necesitada también de ese tipo de experiencias, y que aparecerá de forma casual en la vida de Santos.
El director plantea una atmósfera deprimente, acorde con la vida de Santos, cargada de colores pastel, cámara en mano y planos sin belleza aparente. Acentuará la sensación de abandono con barridos y movimientos de cámaras intencionadamente no profesionales , provocando en el espectador una sensación extraña, como de mareo, que acerca más si cabe a la enfermedad y visión del mundo de Santos (incentivado por el constante uso de morfina).
Pero no se puede hablar de esta película si hacer referencia a su elemento más original y novedoso. Su voz en off (que en realidad son tres y a veces al mismo tiempo) que narra absolutamente todo lo que pasa en la película, confinando la misma importancia a narración hablada e imagen. Esa voz a veces juega a confundir, a reflexionar si sobre lo que vemos es real o si, por el contrario, es real lo que oímos (o ninguna de las dos) y otras veces se limita a describir de una manera objetiva lo que pasa en pantalla, reiterando lo que ya estamos viendo. Cuestiona constantemente la veracidad de la imagen sobre el relato, el ver para creer.
Estos dos elementos, imagen y voz over, provocan un cortocircuito (palabras del director) en el visionado del espectador. Rebollo propone un reto, o un juego, del que es un placer participar. Se trata de un experimento visual y sonoro del que el director sale bien parado, cine experimental y tremendamente original.
Eso sí, la película requiere un importante esfuerzo de conciliación entre imagen y voz, y no es fácil cogerle el ritmo y sentirse cómodo, pero al terminar tienes esa sensación de haber visto algo grande y que madura de forma muy interesante en la cabeza. No apta para todos los públicos.
http://momentovosp.blogspot.es
Nota VOSP: 7,7 / 10
A mí, seguro, que no me ha gustado tanto como a Rebollo. Estamos ante un producto que no está pensado ni realizado para gustar a todo el mundo, ni mucho menos. Una película arriesgada y pensada milimétricamente para complacer a su creador. Pero si tiene la suerte de poder hacer eso, de que sus ideas puedan ver la luz sin censura, es por lo menos para tenerle envidia. Y si además te dan el Premio Fripesci de la Crítica Internacional en el Festival de San Sebastián, pues más feliz que muerto. Aunque no fue el único galardón. José Sacristán, el espectacular protagonista, se llevó la Concha de Plata al mejor actor.
El muerto según Rebollo: Buenos Aires. En la última planta de un hospital, un español que ha echado media vida en Argentina se da cuenta de que se muere. Este viejo asesino a sueldo -seco y divertido, tierno- se escapa con un feliz cargamento de morfina, y emprende un viaje hacia el norte, a ninguna parte. Una chica que encuentra en la carretera será su fiel escudera a lo largo de dos mil kilómetros de comedia negra.
Y aunque, a partir de ahí, muchos opinan que nos encontramos ante un insufrible buceo en la nada. A mí esa nada me parece interesante, repleta de dualidades y muy poética: film de carreteras sin señales, de matones sin violines, de restaurantes sin clientes, de playas paradisíacas sin turismo, de santos drogaditos, de enfermeras que te masturban, de perros tranquilos, de amos con rabia, de copla tanguera, de fernet con cola, de narradores megaomniscientes, de tetas y escopetas, de cojeras temporales, de homenajes afrancesados, de colores apagados, de villanos miopes, de familias olvidadas, de coches nunca vistos y de helados fin de fiesta. Pero si parece una canción de Sabina y, encima, en Argentina.
Vamos que, a cada uno su cine, y aunque la forma de narrar puede tener sus debates, porque para gustos los formatos, la historia de un asesino moribundo que intenta recordar a la primera persona que mató, y en lugar de rememorar los mejores momentos de su vida, se pasa todo el metraje enumerando a todas sus víctimas, mientras viaja al norte de Argentina en busca de un helado me parece bastante interesante. ¡Vivan los raros!
http://www.apositivar.com
¿Recordáis al león cobarde del Mago de Oz? Era grande, su apariencia era la de alguien fuerte que no tenía razones para achantarse, pero era un cobarde sin remedio, tenía miedo del enfrentamiento, huía permanentemente. La solución era Dorothy, ella y el mago. En el filme de Rebollo también hay un león cobarde, pero en cambio no hay mago. Esta ella, sí. Roxana Blanco como Dulcinea. También el transporte.
El muerto y ser feliz no es más excéntrica de lo que pretende. En realidad es una película con un alma brutalmente clásica, que bebe de referencias literarias, tanto como de géneros vitales para el cine que son los que definen la forma en la que están descritos los personajes. Hablo del western: el forajido, la dama, el caballo y el desierto están ahí, incluso la música. Pero también las road movies, películas de carretera con aprendizaje vital incluido y canción emotiva de fondo. La diferencia está en el cómo, en las decisiones narrativas que toma Rebollo.
Decide exagerar ciertas situaciones, añadir cierto humor al conjunto, y lo más importante, introducir varios narradores externos, ¿omniscientes? Tal vez, pero mentirosos e irónicos, poco fiables. Empiezan siendo fieles a lo que ven, y acaban tergiversando lo que vemos, pero también descubren emociones que los personajes desconocen unos de otros y que a lo mejor ni nosotros sabíamos que estaban ahí.
Es interesante preguntarse ¿perdería fuerza la película sin ellos? Fue lo primero que pensé a la hora de empezar a escribir y la respuesta es ambigua. Es algo que añade cierta profundidad de lectura y que viene a hablar también de los recursos y decisiones que se toman a la hora de narrar una historia, de si debemos creer lo que nos cuentan sin cuestionarlo o contrastarlo de otra manera. El muerto y ser feliz no es una obra revolucionaria en sí misma. Es engañosa. Cuenta algo profundamente humano. Su alma es familiar, sencilla. Es la complejidad que la reviste lo que la convierte en una película importante, diferente, estimulante. Es el particular cuento de Oz de Javier Rebollo.