El milagro de Morgan Creek
Sinopsis de la película
La tranquilidad de un pequeño pueblo de Estados Unidos se ve alterada después de un baile al que asistieron algunos soldados. Trudy Kockenlocker (Betty Hutton), una hermosa chica, aparece al día siguiente borracha, con un anillo de casada en el dedo y embarazada de un hombre del que sólo conoce el apellido. Había seis soldados, pero no recuerda quién es el padre.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Miracle of Morgans Creek
- Año: 1944
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
7.1
87 valoraciones en total
Sin ser la mejor película de Preston Sturges, pues a veces resulta algo irregular, creo que en esta ocasión cae en la tentación de la caricatura grotesca, descuidando una cierta entidad en sus protagonistas, pero como siempre, construye ingeniosas situaciones jocosas apoyado en unos personajes disparatados en una perfecta simbiosis, poco que envidiar de los aclamados Lubitsch, Wilder o Hawks, manteniendo escenas de alta comedia. Sturges construye su película en función, de las elipsis que a la manera de un puzzle, van recomponiendo el enigma de una agitada noche festiva. Efectivamente, una velada de desenfreno es el detonante de esta divertida y delirante screwball comedy (comedia loca) que es cómo se denominaba este tipo de historias, narradas con un ritmo frenético y desternillante, plagada de diálogos mordaces y malévolos contra todas las instituciones sociales.
Pese a resultar creíbles, con otros actores de comedia más acertados, el film hubiera alcanzado mayores cuotas de efecto cómico, porque hay que reconocer que Eddie Bracken y Betty Hutton, no eran lo mejor de la huerta. Por otra parte, Sturges no se olvida de lanzar envenenados dardos contra aquella sociedad, tan feroces aquí (los hay contra los políticos, el ejercito, la burguesía provinciana, los banqueros, las fuerzas del orden y hasta con el matrimonio), como en sus mejores films (Los viajes de Sullivan, Las 3 noches de Eva, Un marido rico). Se trata de una comedia que explicita los prejuicios sociales que lleva dentro el ser humano, el comportamiento de unos personajes lastrados por los tabúes tratados de forma amable y divertida. De las consecuencias perversas que acarrea la libertad individual. Así, el padre cascarrabias, el novio cándido, la novia casquivana, la pragmática hermana procaz y los militares simpáticos, forman un variopinto y armónico paisaje donde apreciamos sus vergüenzas.
El arranque del film es lo más brillante, en mi opinión, presentando al poder político como una organización de facinerosos, con una puesta en escena en la que los apreciamos como en una tarima, más altos que los demás e intentando sacar tajada política del sensacional acontecimiento que les comunican desde un modesto diario local que luego averiguaremos. No faltan escenas y elementos del típico Slapstick que critican la incongruencia de los hábitos sociales. Mención especial merece ese novio atolondrado, al que todos denominamos, El tonto del pueblo, generalmente suele ser el más ingenuo o noble, no siempre bien entendido por los estúpidos y altaneros paisanos que nos creemos superiores en inteligencia, cuando quizás somos nosotros los tontos por despreciar los sentimientos limpios de cualquier bajeza moral. Ya lo decía el inefable Forrest Gump: Tontos son los que dicen tonterías….
A muchos les parecerá increíble que -sin haber sido violada-, una chica pueda quedar embarazada… y ni siquiera sepa quien es el padre, o si acaso recuerda su imagen, no tiene idea de cual es su nombre. No es insólito, ocurre con más frecuencia de la que podría pensarse y es una de las causas más comunes que motivan el aborto. La explicación a este tipo de insucesos, con alguna excepción, puede reducirse a dos palabras: Exceso y descuido. Se sobrepasan las copas o los estimulantes, y en el momento de acceder a tener relaciones, no se pone el cauchito donde debería ponerse.
Lo que le ocurre a Trudy Kockenlocker –el apellido quizá les sugiera algo- es todavía más extremo: se ha casado, ha quedado embarazada… y no sabe quién le hizo el regalito. Lo único que recuerda es que, muy solidaria con los soldaditos, estuvo en la fiesta que su pueblo, Morgan Creek, decidió hacerles antes de marchar a la guerra… y fue Norval Jones, el buenazo de su novio quien la condujo hasta allí.
Así comienza la que, enseguida, se convertirá en una de las más desternillantes comedias de la historia del cine. Eddie Bracken, como Norval, recrea al tonto más redomado y divertido con el que uno pueda cruzarse. Y Betty Hutton es una manipuladora por excelencia, con unas argucias que sorprenden al más curtido. Junto a ellos, William Demarest, es excelente como el papá policía dispuesto a salvar el honor de su hija aunque le toque birlar unas cuantas normas. Y Diana Lynn, es la hermanita de rápido razonamiento, con afán de salvar la situación en los mejores términos.
Un cuarteto genial que borda la más hilarante comedia, con unos diálogos irresistibles, con un ritmo ágil pero equilibrado, y con un conjunto de personajes secundarios que solidifican un cuento contado con chispa vigorosa y con toda la magia que puede caber en una comedia.
Desde El Hermanito con Harold Lloyd, no me reía tanto con una película que, considero, se merece el más alto reconocimiento para ese brillante guionista y director que fuera Preston Sturges.
A Eddie Bracken y a Betty Hutton, dos maravillosas estrellas con algo de tragedia en sus destinos –como ocurre con tantísimos comediantes- les concedo mi más alto aprecio y los tendré por siempre en el más grato de los recuerdos.
Esto es cine AAA. Una obra maestra.
Título para Latinoamérica: EL ASOMBRO DEL SIGLO
Veamos: la casquivana y alocada hija del poli local de una ciudad del Medio Oeste, un tipo viudo y más bien irascible y autoritario, acude, sin el permiso de su padre y gracias a la ayuda de un atolondrado amigo, enamorado de ella desde la infancia (algo así como Milhouse Van Houten), a una fiesta en honor a los soldados que parten hacia la guerra. Tras una noche desenfrenada, regresa a su casa como una cuba y casada con un soldado cuyo nombre no recuerda. Para colmo, unos días después descubre que está embarazada. A la búsqueda infructuosa del soldado le sigue la imposibilidad de romper el matrimonio y la necesidad de encontrar un padre para la criatura.
No es extraño, cuando se para uno a pensar en el argumento de esta película, escrita y dirigida, no lo olvidemos, en una época de profunda estrechez ideológica y mientras se libraba la guerra más devastadora que recuerda el mundo, que el gran novelista, guionista y crítico de cine James Agee dijera tras verla que daba la impresión de que Preston Sturges hubiera violado al código Hays mientras este dormía. Y no una, sino varias veces, añadiría uno humildemente. No parece, desde luego, muy sensato que nadie pudiera en aquella época atreverse a tratar tan a la ligera temas como los que aborda esta película y salir de ello indemne. Y sin embargo, Sturges lo logra. Su secreto parece radicar en la presencia de dos discursos paralelos, uno devastadoramente cómico y enloquecido, que pisotea las convenciones sociales y cinematográficas de la época como un elefante a la carrera, y otro que se detiene y se remansa en los sentimientos de unos personajes que si bien en el carril cómico de la vía están dibujados más como caricaturas que como seres humanos, se matizan y perfilan en estos momentos de sosiego y adquieren, en consecuencia, mayor hondura emocional.
Tras un arranque demoledor, la película avanza, de este modo, combinando y dosificando con gran habilidad ambos discursos, de modo que la mezcla de situaciones hilarantes, sostenidas tanto sobre el ingenio verbal como en recursos más propios del slapstick (caídas, tropezones, gritos y golpes: hay, en mi opinión, un exceso, como si Sturges quisiera asegurarse de hacer reír a la gente recurriendo a valores supuestamente seguros del humor), y situaciones más tiernas y sentimentales, logra que el ritmo apenas decaiga a lo largo de todo el metraje, hasta el brutal acelerón final, en que la acción enloquece como en los primeros minutos y alcanza su cénit en un caótico paritorio de hospital, donde tiene lugar el milagro del título, que, por supuesto, no vamos a desvelar. Baste decir, para que lo sepan quienes no han visto todavía esta peli, que el susodicho milagrito provoca la ira de Hitler y la dimisión del mismísimo Mussolini. ¡Chiribitas! ¡Chiribitas!
Película cómica en blanco y negro con la que me he reído con ganas y a boca abierta. Hacía tiempo que no me reía tanto con un filme y encima en blanco y negro.
Notable el guión. Nos cuenta la historia de una muchacha de un pueblo pequeño de los EE.UU. que se queda embarazada de un soldado que no recuerda en una noche loca de fiesta y borrachera antes de partir éste para la II G.M. Ella vive con su padre que es el policía del pueblo, con muy mal genio y también con su hermana menor. Entonces, para engañar a su padre y a la gente del lugar, recurre a su vecino que la ama profundamente, pero por el que ella no siente más que amistad pues ni le atrae físicamente y encima es patoso y tartamudo.
¡Pero ah, sorpresa de la vida!, este joven tan poco atractivo va a ser el hombre más maravilloso que ella jamás podría haber imaginado.
Graciosa película de principio a fin. No se la pierda porque disfrutará y se alegrará de verla.
Bueno, cuando uno no es habitué de ver estas comedias, es poco lo que puede decirse, pero en este caso la historia es un tanto original, aunque solo para esa época.
Viene bien para alternar con dramas de otra talla, y en este caso los actores no son los de primera linea, por lo que es más valioso el argumento y la puesta en escena