El milagro de Ana Sullivan
Sinopsis de la película
Una familia contrata a Ana Sullivan para educar a Helen, una niña sorda y ciega. Un trauma infantil, un oscuro complejo de culpa, por la muerte de su hermano, impulsa a la maestra a redimirse mediante la educación de la niña. La incompetencia y la negligencia de los padres han hecho de Helen una niña mimada, incapaz de someterse a ninguna disciplina, y con la que toda comunicación parece imposible. La adolescente vive aislada en un mundo propio completamente ajeno a los demás. Sin embargo, Anna Sullivan conseguirá, con mucha paciencia y rigor, romper esa burbuja, ese aislamiento.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Miracle Worker
- Año: 1962
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
7.7
36 valoraciones en total
Aquí no hay actores y actrices, sino personas de carne y hueso a las que la desgracia une para siempre
Aquí no existe un director, sólo alguien que proyecta una historia de supervivencia que se remonta al inicio de nuestra conciencia como seres humanos
Aquí no hay un guión, sino un relato sobre la educación de una salvaje a manos de una mujer extraordinariamente bella física y sobretodo, intelectualmente
Nosotros somos los que tenemos que aportar la vista y el oído. El olfato, el gusto y el tacto lo ponen Bancroft, Duke y Penn brindándonos una lección de profesionalidad, sensibilidad y talento.
Esto no es una película. Catalogarla no le hace justicia. Véanla, por favor.
Impossible is nothing reza el célebre lema de Adidas. Y, en cierta medida, es verdad. Nada es imposible. Pero para justificar dicha consigna no es imprescindible ser Pau Gasol, Rafa Nadal o Pep Guardiola. Ni tan sólo batir plusmarca mundial alguna. Para demostrar que esa máxima es cierta tan sólo hacen falta tres cosas: trabajo, trabajo y más trabajo. O lo que es lo mismo: honestidad, profesionalidad y tesón. Mucho tesón. Como el de Ana Sullivan. Hasta ayer mismo, una completa desconocida para mi.
Y es que resulta curioso (por no decir vergonzoso o indignante) que peliculones como El milagro de Ana Sullivan y cineastas como Arthur Penn (La jauría humana, Pequeño gran hombre) no hayan conseguido, tradicionalmente, la repercusión y el reconocimiento que, sin lugar a dudas, se merecen. Porque si bien sus dos protagonistas (Anne Bancroft y Patty Duke) se adjudicaron, respectivamente, el Oscar a la mejor actriz y a la mejor actriz de reparto en 1963… ¿cuántos usuarios de FA han visto esta peli? Yo mismo -casi me avergüenza reconocerlo- no la vi hasta ayer, y si me decidí a hacerlo fue, en parte, gracias a las excelentes críticas de usuarios a los que sigo habitualmente. Pero si hubiera de destacar una ‘culpable’ con nombre y apellidos, ésa no seria otra que Cristina, mi mujer. ¿No la has visto nunca? ¿Ni de pequeño? Joder, pero si es un peliculón. Te encantará -me espetó-. Y así fue. Le hice caso, la vi y me encantó.
El milagro de Ana Sullivan es, en síntesis, un dramón a la antigua usanza. Y cuando digo dramón no lo digo con ánimo peyorativo. Lo digo porque no es un drama más. Es un drama como los de antes, pero grande. Mayúsculo. Una de esas pelis que no deja indiferente a nadie porque -al margen de poner sobre el tapete la eterna discusión ‘cachete sí, cachete no’- despliega toda esa carga dramática que lleva implícita con una crudeza inusitada, con un verismo sobrecogedor. Exento de cualquier atisbo de afectación o artificio. Sin plañidos ni gimoteos estériles. En ocasiones, incluso, a través de largas secuencias en las que ningún intérprete abre la boca (véase la espectacular batalla campal que protagonizan Ana y Helen en el comedor de la casa) y en las que el estrépito de platos, cucharas, jarrones y sillas arrojadas reemplazan (y desbaratan al mismo tiempo) cualquier alternativa de alboroto verbal. Pero tranquilos, no todo en la peli de Penn son porfías y forcejeos. El desenlace final es uno de los más bellos y arrolladores que pueden contemplarse en una gran pantalla. Sublime, diría yo. Sublime, sí. Ésa es la palabra.
Recomendable, cien por cien, a todo amante del cine clásico (en especial a los que, como yo, adoramos el género dramático) y, sobre todo, a todo aquel que siga creyendo que todos los films de raigambre pedagógica son una comedura de coco. Cambiará de idea.
Si ya lo dijo El Principito Lessentiel est invisible pour les yeux .
Hay varios tipos de ceguera, a saber:
– Aquella que dice que una película en blanco y negro debe ser necesariamente mala.
Ejemplos que lo contradicen: El milagro de Ana Sullivan, Casablanca o Con faldas y a lo loco, entre otras.
– Aquella que dice que el cine existe únicamente para entretener.
Ejemplo que lo contradice: El milagro de Ana Sullivan.
– Aquella que dice que un caso real no debe ser llevado al cine.
Ejemplos que lo contradicen: El milagro de Ana Sullivan o La lista de Schindler, entre otras.
– Aquella que dice que las personas con discapacidad únicamente son discapacitados.
Ejemplos que lo contradicen: El milagro de Ana Sullivan o El Octavo Día, entre otras.
Una película que elimina prejuicios.
Un canto a la paciencia.
Una alabanza a la vocación.
Una crítica a la comodidad.
Motivos para no verla:
No se me ocurren.
A las pocas horas de que el Congreso de los Diputados de España haya suprimido dos artículos del Código Civil que concedían a padres y tutores la potestad de corregir razonable y moderadamente a los niños, eliminando así la cobertura legal al denominado cachete , tortazo , galleta o bofetón —según nuestros sabiondos políticos, sólo cabe reprender a los menores con respeto a su integridad física y psicológica —, me pregunto ¿cómo habrían tratado a la maestra de esta película, Ana Sullivan? Sin lugar a dudas la habrían condenado, dado que ésta sí que le da a su insoportable y malcriada alumna Hellen, no ya un cachete sino dos bofetadas, muy bien, oportuna y medicinalmente dadas.
Pero es que a los partidarios del buenismo , es decir, a los buenistas de salón que hoy en día quieren pasar a la historia por enmedar la plana de todo lo habido antes de ellos y hacer pasar por malos a todos los que no van de progre-hipersensibles por la vida, obviamente a maestras como Ana Sullivan las dejarían fuera del sistema, las condenarían como de hecho ya viene ocurriendo y promocionarían según su estilo: que cada vez haya más docentes y alumnos políticamente correctos y asépticamente zopencos.
Arthur Penn, aunque sólo hubiera dirigido este filme, merece estar entre los cineastas que más sana pasión le han dado al séptimo arte. Y en cuanto a Anne Bancroft, verdaderamente nos enamora con su interpretación: perfecta en su papel de maestra seria, que no se acobarda ante las adversidades, que le planta cara a los hipócritas buenistas y a su nefasto y delirante buenismo . Ella, también es amorosa y a amar no le ganan los buenistas de pacotilla, pero sabe igualmente tratar sin paños calientes a la violenta y repelente niña Hellen, cuando la ocasión lo amerita, y no le importa pasar por la mala de la película (nunca mejor dicho), frente a los que optan por la falsa fachada de la moderación , la sensibilidad o la misericordia . Ella, con su actitud profesional no políticamente correcta (que los psicólogos, políticos y pedagogos de la actualidad, considerarían deleznable), posee prospectiva, ve más allá, intenta lo mejor para la niña ciega-sordomuda que vive presa en su propio mundo interior, y gracias a su idiosincrasia corajuda logra salvar a esa criatura hundida en un pozo de tinieblas y soledad. Si por los suaves defensores del buenismo hubiera sido, Hellen habría continuado siendo una irremediable malcriada cuyo sufrimiento se habría acrecentado hasta la locura a la par que lo habría multiplicado a lo largo de los años en su pretendidos y delicados protectores .
Y ¡¡¡ojo!!!, Ana Sullivan estaba, como muchísimos docentes, padres, madres o tutores, en contra (faltaría más) de la violencia con los niños o con cualquier ser viviente, pero sabía lógicamente que dar un cachete o bofetada en determinadas ocasiones, es tan imprescindible y benéfico como el agua de lluvia sobre un reseco campo de siembra.
Fej Delvahe
Fe
Bombay, Enero 1994. Un niño sin ojos se acerca y me abraza. Alguien me dice que no pierda el tiempo, que también es sordomudo y no se le puede enseñar. Un instante. El tiempo mejor empleado en mi vida. Yo era el alumno.
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Esperanza
Así concibo yo el pecado original. ¡Rindiéndose! (Annie Sullivan)
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Caridad
Amor duro. El que cuesta y no luce. Basado en hechos y no en buenrollismo sentimental. La compasión no ha lugar. Y si hay que dar una patada a Rousseau y su buen salvaje, se da. Los niños con deficiencias no son más buenos por naturaleza. Mimarlos es contraproducente.
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Milagros
Las interpretaciones de Anne Bancroft y Patty Duke.
La escena de cómo comportarse en la mesa. Diez minutos sin palabras en todos los sentidos.
El verdadero milagro está en la maestra.
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La educación de los nombres.
Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. (Génesis 2, 19)