El latido de la montaña
Sinopsis de la película
Sid, hijo de un importante jefe mafioso de Hong Kong, se ve obligado a huir a las montañas de Taiwán. Allí entra en contacto con los miembros de una pequeña comunidad que vive entregada a perfeccionar la mente y el cuerpo mientras se entrenan con dureza y disciplina. Son además, consumados músicos de los tambores zen, un arte milenario que procede de China. Sid llega a ser uno más de esta comunidad, hasta que un día llegan noticias de Hong Kong: su familia está inmersa en una lucha entre bandas y lo necesitan. Sid tendrá que elegir entre la lealtad a los suyos y el sistema de valores recién aprendido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Zhan Gu (The Drummer) aka
- Año: 2007
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
6.3
95 valoraciones en total
Esta película tiene un interés tanto artístico como antropológico.
Tiene dos facetas. La primera parte de la historia está centrada en la mafia, es decir tiene mucho ritmo y acción, sin embargo, cuando el joven protagonista decide vivir en las montañas con un pueblo de filosofía zen, se vuelve pausada, reflexiva y espiritual.
El protagonista queda fascinado por el sonido de los tambores zen, por la sabiduría simple, de una milenaria tradición que mezcla budismo, música y artes marciales para el propio disfrute. Aquí consigue una gran paz interior.
La fotografía es muy hermosa.
La música es preciosa.
El final no me ha convencido, queda excesivamente abierto.
El latido de la montaña es el tercer largometraje en la carrera de desconocido director hongkonés Kenneth Bi, uno de los valores en alza de la productora Shaw Brothers Studio. Curiosa fusión entre cine de tríadas (o dicho de otra forma, el cine de mafiosos realizado en Hong Kong) y cine oriental de temática antropológica, la película sabe aprovechar la originalidad de esta mixtura durante buena parte del metraje. Así, a la acción urbana le sigue después un reposado misticismo derivado de la contemplación tanto de los paisajes montañosos de Taitung como de tradición tamborilera china. Lejos de chirriar, el contraste se atempera gracias a la cómica situación que vive su protagonista, la típica trama del intruso benefactor. Todas estas buenas maneras se deslucen algo al final debido a una duración innecesaria y a un desenlace anudado en exceso.
Lunes 24 de noviembre, 7:00 pm. Auditorio Alejo Peralta (IPN). Ha dado comienzo la 50 Muestra Internacional de Cine en México, donde se han seleccionado alrededor de veinte filmes distinguidos por sus reconocimientos obtenidos en diversos festivales cinematográficos a nivel mundial, los cuales ofrecen diversidad en género y temática para nuestro deleite.
Hoy es el turno para la asiática The drummer (AKA El latido del tambor) drama aderezado con tintes de humor, que explora los caminos insospechados recorridos por el hijo de un mafioso, después de que éste decide como destino el exilio para proteger a su vástago de un destino marcado por la desfortuna ante los constantes errores cometidos en un contexto los suficientemente radical como la mafia.
El multi-nominado trabajo de Keneth Bi sigue las peripecias de Sid, un chico desubicado e irreverente que consigue las cosas materiales con solo pedirlas, no obstante aprenderá que para obtener otras, tendrá que aprender a ganarlas con trabajo, paciencia y disciplina. El latido del tambor también presenta una introspección del personaje principal originado por el aislamiento, donde se comprende su proceder, así como el de otros personajes importantes para el desarrollo de la trama.
Película lineal que recobra valor no solo por su guión, también por fotografía, ambientación y sobre todo música, elemento que hace honor y revitaliza la espiritualidad con que los orientales suelen invadir sus trabajos artísticos. Es placentero salir del cine y ver cosas hechas por convicción y superiores a las que conciben las formulas para generar dinero. En esta ocasión se supera el recurso de las artes marciales tan auspiciadas por el cine chino.
Notable.
Esta película nos muestra un viaje interior a través de la música y los sentidos. Se atreve a entremezclar una historia de yakuzas, que personalmente me recuerda a Kitano, con una viaje interior, que en algunos aspectos recuerda a Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera del gran Kim Ki-duk, aunque Kenneth Bi este todavía un poco alejado, que permiten al espectador encontrar un vículo mayor con la película. Las velocidades en la narración, hacen que el propio espectador note el estrés de la ciudad y la calma, cada vez más pausada del viaje interior, de la montaña, lo que hace que las historias no lleguen a hacer una mezcla homogénea ya que separan el viaje interior, del mundo terrenal. Una historia de descubrimiento interior y de como, con la meditación, la disciplina y la música, una persona, en un principio de otro mundo , llega a conectar con la naturaleza y consigo mismo, descubriendo que las cosas importantes de la vida no son las materiales, sino las emocionales, las que no se pueden comprar con dinero, las que se ganan con sacrificio y trabajo. Un viaje al autoconocimiento, al corazón, a los latidos.
La cartelera del film -un bonito paisaje oriental- y el título y comentario del mismo me animaron a acercarme a una sala madrileña para ver la propuesta de Kenneth Bi, un director que ahora tendré presente en sus nuevos estrenos.
Obviamente eso no es todo para valorar esta película premiada entre otros con la nominación Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance. La trama en torno al mundo de las mafias chinas sirve como nexo para acercar al hijo de un capo, que tiene que huir de su propio mundo, al entorno espiritual a la vez que terrenal, que representan un grupo de tamborileros zen con quien cruzará su camino por azar . La iniciación de Sid, un batería rebelde y vividor entre los músicos de las montañas es un camino duro y disciplinado -paralelo al de su mafia- pero que le aporta una serenidad y madurez que poco a poco hace que se vaya cuestionando su existencia.
La extraordinaria belleza de los paisajes y la más que hermosa e impactante banda sonora de los tambores transportan por su misticismo a un mundo donde reflexionar es algo necesario para la salud física y mental.