El idiota
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela homónima de Dostoievski. Kameda, condenado a muerte por crímenes de guerra, en el último momento se salva de ser fusilado. La conmoción le provoca durante cierto tiempo fuertes ataques epilépticos, pero, al mismo tiempo, se produce en él una profunda transformación que algunos consideran idiotez , pero que no es más que sencillez, bondad y una gran capacidad de amar. En un viaje a Hokkaido conoce a la joven Taeko. Cuando Akama, su enamorado, descubre que ella quiere en realidad a Kameda, no podrá dominar sus instintos asesinos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Hakuchi (The Idiot)
- Año: 1951
- Duración: 166
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Opinión de la crítica
6.8
21 valoraciones en total
Supongo que hay que tener mucho valor para adaptar una obra de Dostoievski, hay que ser Kurosawa para atreverse con una obra de tal envergadura, y hay que ser un genio para que el resultado final sea aceptable.
No parece nada sencillo trasladar a la pantalla un personaje como el de Kameda (Masayuki Mori), una persona extremadamente bondadosa, tan bondadosa que parece idiota a ojos de los demás, tan bondadosa que incomoda a la gente que le rodea porque deja al descubierto las miserias ajenas y el egoísmo de los humanos. De hecho, creo que Kurosawa no lo consigue del todo, pero en cambio crea un personaje contrario a todos, y que al menos deja ver que el menos idiota de todos es el mismo Kameda.
El idiota es un film que crea multitud de sensaciones diversas, las mismas que despierta Kameda en sus relaciones con Taeko (Setsuko Hara) y Ayako (Yoshiko Kuga), las dos mujeres a las que ama, y con los pretendientes de ambas, entre los que se encuentra su amigo Akama (Toshiro Mifune). El film está dividido en dos partes, entre las que destaca la primera de ellas. Me ha gustado especialmente la música que ha usado Kurosawa en su film, ya que le daba el contrapunto perfecto a un montón de escenas que dejaban sin habla. Las actuaciones de la gran mayoría de los actores también ayudan a que El idiota sea una película potente.
En El Idiota, Dostoievski quiso dibujar un ideal de hombre positivo, excelso, de alma pura e inocente, abierta y compasiva, sin cerrazón egoísta.
Con el príncipe Mishkin cuajó un arquetipo como el Quijote, Don Juan, Hamlet o Edipo. En la tradición rusa de los ‘iurodivi’, los locos santos, Dostoievski le situó al final de un linaje aristocrático cuyo refinamiento contrastaba con la corrupción de una nobleza entregada al afán de lucro. Enfermo de epilepsia, el antiguo ‘mal sagrado’, antes de regresar a una vida normal había pasado varios años en un sanatorio suizo. Ya en el tren coincide con un joven temperamental y violento, el primero de los personajes apasionados que lo buscarán como testigo de sus inflamados actos, que lo reverenciarán, detestarán, amarán y odiarán por celos, en un constante vaivén de turbulencias muy apropiadamente comparable a una montaña rusa.
Dostoievski conocía en primera persona la epilepsia y supo transferir a su personaje el momento singular de la enfermedad, los culminantes instantes de lucidez previos al ataque, semejantes a un éxtasis o iluminación, y también la terrible fragilidad por la vecina locura.
Aun siendo larga la película (hay dos versiones, y la breve dura casi tres horas), Kurosawa sintetizó mucho el argumento, repleto de incidencias, y reflejó con acierto lo esencial, si bien el perfil del protagonista sufre radicales modificaciones: no es un exquisito príncipe ruso sino un soldado japonés, Kameda, que tras la IIGM es devuelto a casa desde un hospital americano. El trauma de un simulacro de fusilamiento le provocó epilepsia y lo volvió aparentemente idiota, en el sentido de inocente y falto de malicia más que en el de deficiente.
(Este detalle del fusilamiento fingido lo tomó Kurosawa de la vida de Dostoievski quien, como prisionero político, padeció la experiencia y sufrió por ello la enfermedad epiléptica de por vida.)
Ya en el tren, Kameda va encontrando a los equivalentes japoneses del reparto novelesco: el ya mencionado joven temperamental, la cortesana que esclaviza corazones, los parientes influyentes, el secretario bobo de solemnidad, el burócrata servil, la joven de espíritu ardiente… personajes todos que abren el alma en llamaradas emocionales.
Kurosawa, el más occidental de los directores orientales, busca un terreno común a ambos mundos. Rusifica el paisaje, un insólito Japón bajo nieve continua por el que se circula en trineo, y añade corales eslavas y pasajes de Mussorgsky. La devoción por John Ford es patente al describir la vida familiar. La madre parece estar prestando colaboración desde cualquier película fordiana.
Lo oriental es perceptible en el ritmo parsimonioso. En consonancia con las tormentas pasionales, hay circulación e intercambio de miradas que se prolongan durante minutos, con carga eléctrica.
El ahondamiento del director consigue mostrar palpitante ese corazón puro que despierta en los demás la conciencia de que la bondad no es una quimera.
Kurosawa acaba de realizar una obra maestra con Rashomon y ahora emprende un proyecto que tiene en mente desde hace tiempo, llevar al cine una de las novelas clásicas, El idiota y por cuyo autor Kurosawa siente gran admiración. Consigue una película de cuatro horas y veinte minutos, sin duda pensando en proyectarla en dos o tres partes, hecho frecuente en el Japón de esos tiempos. Pero al productor no acaba de gustarle por su densidad y le pide a Kurosawa que la reduzca. A regañadientes el director la deja en tres horas, pero ni aún así el productor la ve apta para tener éxito en las pantallas y le encarga a los estudios que la reduzcan aún más. Al final se queda en dos horas y cuarenta y cinco minutos, con muchos carteles, sobre todo al principio, que trataban de explicar lo que en el original se hacía con imágenes. Esto fue mucho peor y el resultado es una película pesada, con cortes inexplicables en el ritmo y con unas actuaciones excesivas e incomprensibles a pesar de haber contado con los mejores intérpretes japoneses del momento. Kurosawa, lógicamente renegó de la versión comercial, pero más tarde se dio cuenta del error que cometió al intentar llevar a la imagen una obra de poca acción y de mucha introspección en los personajes. Para mi las películas son una unidad en cuanto a obra de arte y el hecho de que aquí aparezcan escenas magistralmente realizadas el conjunto no me ha gustado aunque debo dejar claro que si me ha interesado. Al que no conozca la novela, la película le resultara sin interés a no ser que haga un intento por conocer toda la obra de Kurosawa.
Una discreta película que fue, sin embargo, la más importante para el director. Y no digo esto sólo porque él le tuviera especial aprecio por lo mucho que le costó hacerla, sino porque le sirvió para darse cuenta del grave error que puede suponer ser demasiado fiel a una obra literaria cuando se está trasladando al cine.
El idiota , de Dostoievski, era una obra muy difícil de adaptar, y mucho más si se ambientaba en Japón. El personaje protagonista que habla en el libro es un hombre tan bondadoso y humilde que parece idiota ( un cordero indefenso ), hasta tal punto que incomoda al resto de humanos que le rodean al hacerles ver lo egoístas que son.
Kurosawa intentó llevar a la pantalla esas sensaciones que tienes cuando lo lees dando importancia a los diálogos, pero lo que él realmente sabía hacer era crear tensión a través del silencio y de las imágenes. Debido a eso, le quedó una historia densa y lenta.
Además de apartarse de su estilo, me parece muy pretencioso el uso de la música clásica (Mussorgsky también es uno de mis compositores favoritos, pero eso no quiere decir que su música pegue con todo) y el uso de diferentes técnicas narrativas a lo largo del metraje, a veces contradictorias o demasiado aisladas, aunque técnicamente bien resueltas (supongo que pretendía emular a Orson Wells y a esos directores que aunaban varias técnicas en una misma película). De todas formas, en ningún momento resulta molesta la alternancia de técnicas, simplemente era innecesario complicarse tanto.
A pesar de sus defectos, contiene muchos momentos visualmente potentes y los actores, en general, lo hacen bastante bien.
En cuanto a lo de los planos largos, es cierto. Creo que hay dos momentos clave que son los que dividen a los espectadores en dos grupos: a favor –los que le damos nota por encima de 5- o en contra, y, si los soportas, la película no te parecerá tan mala. Me refiero a la parte final de la declaración de Kameda en la casa de Tohata, el amo de Taeko, y a la escena del patinaje. El resto alterna buenos momentos con otros algo largos, pero no desesperantes: ésta no es de esas películas en las que no pasa nada, por lo menos esperas ver cuál será la siguiente reacción de los personajes.
También es posible que el no haber leído antes el libro contribuya a que se te haga más pesada. Suele ser más difícil seguir una historia en la que los protagonistas tienen nombres japoneses, sobre todo si se están resumiendo 700 páginas de historia y son presentados con textos a lo cine mudo que no acompañan a las imágenes animadas.
Al finalizar la proyección, a los que nos gusta el plano-secuencia se nos plantea enseguida la siguiente cuestión: ¿es preferible el cine de Mizoguchi o la fragmentación de Kurosawa? Está claro que en El Idiota hay una gran intensidad dramática con el montaje de cambio de planos, que seguramente nos demuestran la ósmosis con occidente, pero el descubrimiento de la foto de Taeso Nasu en el escaparate nos dice que Kurosawa sabe llamar también la atención sobre el cine que tanto nos gusta. No hemos podido ver la versión larga y a pesar de los flash-foward de cortinilla notamos algún desequilibrio, achacable sin duda a la mutilación de casi una hora de duración.
El arquetipo de la perfección moral de Dostoievski es captado por Kurosawa seguramente por las lecturas que hizo con su hermano Heigo, quien se suicidó a los 27 años teniendo que presenciar su cadáver, un trágico destino como el de Kamela al que nadie ha sabido comprender.
Satoko, la madre, lo considera demasiado bueno para éste mundo y la joven Ayaco termina diciendo: si al menos supiéramos vivir amando como él en vez de odiarnos . La bondad de las personas siempre la encontramos tarde.