El fugitivo
Sinopsis de la película
Un sacerdote se enfrenta al gobierno de un país sudamericano que ha prohibido la religión y toma toda clase de medidas anticlericales. Como la policía lo sigue a todas partes, se refugia en un país vecino.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Fugitive
- Año: 1947
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
6.3
71 valoraciones en total
Una obra maestra fotográfica la que nos lego Gabriel Figueroa junto al maestro Ford, es imposible disociar los sentimientos que me transmite una aproximación fotográfica tan arriesgada como arrebatadora (atención a los planos dentro de la iglesia en penumbras con un cura vestido de negro y una Dolores del Rio vestida de blanco en plan angelical, ¡magistral!) con una historia que no por menos vista (no hay que irse muy lejos, el mismo Ford ya trato otras veces el tema del paria perseguido) deja de estar tremendamente bien contada.
Sin duda una película a recomendar tanto a los amantes del buen cine como de la fotografía.
Entre esta película y la de Buñuel Nazarín (México 1958) hay enormes parecidos, ya el tema religioso-cristiano, ya el país México del blanco y negro, ya la impresionante centralidad y adoración a la figura sacra del sacerdote católico. Sin embargo, para mi gusto, el Nazarín de Buñuel es de mucha mayor calidad en todos los sentidos que el fugitivo de Ford.
En la película de Ford y del guionista Dudley Nichols (sobre la novela El poder y la gloria de Graham Greene), la apología del sacerdocio católico está sobrecargada en exceso. ¡Está inflamada en demasía! Porque a ver, el sacerdocio es algo en primera instancia mucho más característico del judaísmo que del cristianismo (Jesús no eligió entre sus seguidores a sacerdotes ni los instituyó sacerdotes, ni les ordenó que hicieran rituales sacerdotales en memoria suya tales como la clericalista misa que realizan hasta el empacho, tampoco en ningún lugar de las escrituras que se enarbolan como referentes de los orígenes del cristianismo se dice haced esto en memoria mía con la presencia indispensable de un sacerdote).
Sin embargo la película de John Ford es excesivamente apologética del clericalismo-sacerdotismo según la línea oficial de la Iglesia, poniendo de manifiesto sin discusión y contestación de ningún tipo que la figura del sacerdote es indispensable en medio de los cristianos laicos (algo que teológicamente es muy cuestionable), como si la falta de sacerdote hiciese imposible el bautismo, la catequesis, la anamnesis o memorial, el desarrollo cristiano comunitario o el seguimiento existencial en nombre de Jesús el Cristo, lo cual demuestra una auténtica ignorancia respecto al fondo, la esencia y el sentido extraordinario del mensaje de Jesús de Nazaret.
En fin, esta película más que por John Ford parece que esté hecha por un mandado apologista del sacerdocio cristiano según el Código de Derecho Canónico, guisado, adobado y escabechado por la curia vaticana en base a sus propios intereses clericales (de mando y relevancia o de poder y gloria) que por los siglos de los siglos se han montado ellos sobre los laicos.
Fej Delvahe
Bella y emotiva película del maestro de origen irlandés donde sus fuertes convicciones católicas se dejan notar más que nunca y le otorgan una religiosidad esplendorosa, llegando a ser en algunos momentos exasperante, sobre todo para los que no somos creyentes. Pero su maravillosa calidad artística supera cualquier ideología aunque no sea la propia de uno y deja claro que el arte en numerosas ocasiones va mucho más allá de cualquier creencia religiosa o política. Es una de las películas más personales del cineasta, ya que la dirigió con su nueva productora Argosy Pictures, comandada junto a su amigo Merian C. Cooper. La rodó en México con actores habituales del país como Dolores Del Río, y pasó la acción a un país centroamericano cualquiera en el que una fuerte dictadura ha arrasado con las iglesias matando a sus curas y ha prohibido entre otras cosas el alcohol. Con esta premisa Ford y el director de fotografía Gabriel Figueroa,(colaborador habitual de Emilio Fernandez el indio), consiguieron una fantástica profundidad de campo con un gran angular en las secuencias sobre todo de exteriores, haciendo de los escenarios lugares muy amplios donde los personajes fluyen como seres pequeños ante la inmensidad del terreno. Hay que recordar que Orson Welles se dejó influir claramente por Ford en la técnica cinematográfica, ya que llegó a ver más de treinta veces La diligencia, película donde la profundidad de campo y la utilización de planos contrapicados para enseñar los techos fueron revolucionarios, y lo obsesionaron de tal manera que en su Ciudadano Kane, hecha dos años después, estas innovadoras técnicas en el lenguaje cinematográfico las perfeccionó e hizo de ellas uno de sus más característicos estilemas. Por eso habría que darle más notoriedad a Ford en estos aspectos técnicos, ya que solo hay que ver este film en cuestión para darse cuenta de su manejo de la cámara en espacios abiertos. El film no tiene apenas diálogos, pareciendo de la época silente en varias escenas donde vemos como los personajes hablan sin que les oigamos, porque las imágenes lo dicen todo. Ford siempre manejó a la perfección estas situaciones sin diálogos ya que fue un notable narrador de la época del cine mudo, y siempre que pudo dejó que las imágenes contaran sus historias sin darle demasiada importancia a los diálogos, y ahí es cuando se nota el talento de un cineasta, ya que mientras los más mediocres necesitan constantemente diálogos para contar sus relatos, los maestros sin necesidad de apenas palabras pueden contar una secuencia perfectamente.
El film tiene en todo momento un tono mártir religioso que conducirá de manera inevitable hacia la gran escena final, y queda encajado brillantemente en el rostro del gran Henry Fonda, que con su habitual parsimonia y su elegancia personifican muy bien el aire milagroso requerido en esta bellísima película,a la que habría que reivindicar más en la maravillosa obra de John Ford.
Película angustiosa y maravillosa, un auténtico descenso al valle de las sombras. Realizada en 1947, pero, como se ha dicho aquí, dotada de una ambientación más propia del cine mudo. La música, en algunos momentos, parece comerse los diálogos. El Adiós, mariquita linda , que se deja escuchar en algunos momentos de la película, es el toque dulce y triste que suaviza la tensión del filme.
Dijo John Ford que el cine es Henry Fonda andando. En esta película se demuestra. Fonda llena la pantalla, absorbe toda la atención sin sobreactuar, sólo andando y reflejando en su rostro la imagen perfecta de la soledad y la angustia.
El personaje interpretado por Pedro Armendáriz es siniestro y fantasmal, directamente salido de las sombras, acecha en cada esquina, irrumpe en escena con la sorpresa de los espectros, y hace crecer el nivel de angustia con cada plano de su sucio y sudoroso rostro. Armendáriz está francamente magnífico, en lo mejor de su carrera.
¿Por qué dejo la nota en un 7, después de estas consideraciones? Porque la película ha envejecido mucho. La temática y la ambientación se ven ahora muy muy lejanas. A esta película le falta el toque de intemporalidad de otras cintas de los años 40, que han resistido mucho mejor el paso del tiempo. Pero, aparte de eso, es una obra maravillosa.
Una historia mortalmente aburrida.
El jefe de un destacamento militar persigue a muerte a la religión Católica por todo el territorio. Es un paisano con mala leche que va a caballo. Un cura tiene por tanto que huir de un lado a otro. El pobre anda alelado todo el rato con la boca abierta, asustado, el pueblo le ayuda. El punto desesperante y ridículo es la escena en la que quiere comprar una botella de vino, da pena. La escena y el cura.
Todo el rato pulula por ahí un chivato que da pena y asco.
Los tres se cruzarán en el camino con otro fugitivo que ha robado un banco. Éste anda un poco desorientado, lógicamente también va huyendo.
La obsesión del jefe de la tropa por dar caza al cura no es justamente la del espectador, para mi que el tema está muy concentrado y sin centrifugar. Viendo a Henry Fonda tan asustadizo, surge en el ánimo una fuerte impresión sobre el interés de la película, parece que brilla por su ausencia.