El farsante
Sinopsis de la película
Starbuck (Burt Lancaster) es un timador que engaña a la gente haciéndole creer que los molinillos de viento que vende son artefactos que alejan los tornados. Buscado en varios condados, llega a un tranquilo pueblo asolado por la sequía y decide engañar a una familia formada por un anciano (Cameron PrudHomme) y sus tres hijos: Lizzie (Katharine Hepburn), una solterona a la que su padre y hermanos tratan desesperadamente de buscar novio, Noah (Lloyd Bridges), un joven demasiado duro y riguroso con sus hermanos, y Jim (Earl Holliman), un chaval inocente y bobalicón que dice lo primero que se le ocurre sin pensar.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Rainmaker
- Año: 1956
- Duración: 121
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes conseguir una copia de esta película en formato HD y 4K. Seguidamente te citamos un listado de posibilidades de descarga activas:
Opinión de la crítica
6.3
38 valoraciones en total
Una fascinante historia, llena de ternura, de marcados sentimientos, con una fuerza interior envolvente y reconocedora de aquellos poderes que a veces tenemos sin que jamás imaginemos que podemos poseerlos.
>, un debut cinematográfico de inobjetable puesta en escena y con un vigor narrativo que consigue fascinarnos por completo.
Es la primera vez que oigo el nombre de, N. Richard Nash, autor de la obra y del guion en que se basa esta magnífica película, pero sin duda, estamos ante un escritor que ve un poco más allá de la superficie y que sabe que hay fuerzas que se liberan con sólo imponer nuestra fe en ellas. Aquel lema que dice, ver para creer, ya no vas más, porque ahora el lema es más poderoso: Créelo y lo Verás. Cuando tengas fe en ti, en lo que quieres para bien de todos, y cuando creas en los demás, verás irradiar un poder que nunca habías imaginado. El universo es infinitamente complaciente y el potencial de cada ser humano es ilimitado.
Estamos en un próspero pueblo llamado, Three Point, que ahora se resiente por la sequía. En un lugar apartado viven los Curry. El padre es un hombre paciente, comprometido y con una clara confianza en los seres humanos. De él, y de sus otros dos hermanos (Jim y Noah), se ocupa la hija mayor, Lizzie, una alta y brillante mujer, de gran elocuencia y claros conceptos, a quien ya ven como una solterona porque todos los esfuerzos para casarla han sido infructuosos. A la familia, le queda la esperanza del ayudante del comisario… pero este tampoco muestra demasiado interés y está marcado por un pasado que, sin duda, lo afecta en sus decisiones.
Entonces, entra en escena Bill Starbuck, un fanfarrón tan hábil con la lengua como Lizzie, y quien llega para ofrecer un especial servicio: es capaz, en 24 horas, de hacer que llueva sobre aquellas sedientas tierras. La familia se presta al juego, siendo Lizzie la única que juega a la lógica y al rechazo.
Pero el viento sopla con aire acariciador, y pronto, entre aquellos cálidos y sensibles personajes, comienzan a surgir sus mayores debilidades, y al mismo tiempo, van floreciendo sus más grandes fortalezas… y entonces, lo que algunos verán como un acto casual -y otros vemos como un verdadero milagro, impulsado por el amor, la fe, y el compromiso con el otro-, comienza a gestarse en aquella encantadora familia y renovará por completo aquella fértil tierra.
Joseph Anthony, un versátil director americano, con una extensa y distinguida carrera en el teatro de Broadway, consigue con, <
Una vez más, los traductores de títulos, arruinan el bello y significativo original The Rainmaker (El Hacedor de Lluvia) para colocar ese acusativo que, en cierto momento, quizás se desmorone por completo.
Katharine Hepburn, vuelve a dar cuenta de su grandeza como actriz y, Burt Lancaster, le da la medida con aquel personaje que, al final, quizás demuestre que es mucho más que un simple timador.
¡Inolvidable!
Que Earl Holliman (con casi 30 años) haga de un muchacho de 18, y, lo que es peor, de un muchacho ñoño, es un hándicap a la hora de puntuar. Pero…
…Hay que quitarse el sombrero (y si no lo tenemos, nos pondremos de rodillas en el reclinatorio garciano) ante ese actorazo que sólo se llevó un Oscar en su dilatada carrera: BURT LANCASTER, sí, con mayúsculas. Porque ¿quién no ensalza sus interpretaciones en películas como Forajidos (1946), El abrazo de la muerte (1949), El halcón y la flecha (1950), El valle de la venganza (1951), De aquí a la eternidad (1953), Apache (1954), La rosa tatuada (1955), Duelo de titanes (1957), Chantaje en Broadway (1957), Los que no perdonan (1960), El fuego y la palabra (1960), El hombre de Alcatraz (1962), El gatopardo (1963), El tren (1964), La venganza de Ulzana (1972), Confidencias (1974), Novecento (1976), Atlantic City (1980), Un tipo genial (1983), etc. Y sólo estoy poniendo unas pocas películas de las que he visto. Ahora mismo me pondría a ver otra vez cualquiera de ellas por él, independientemente de la calidad de los títulos (la mayoría grandísimas películas).
Y también hay que quitarse el sombrero y ponerse en el reclinatorio ante otro mito de la interpretación, con mayúsculas por supuesto: KATHARINE HEPBURN. Con ella sí se hizo más justicia, puesto que ganó la estatuilla de mejor actriz en cuatro ocasiones. Ese brillo en la mirada de Katharine siempre me ha puesto la piel de gallina.
Como supongo que ya habréis leído otras críticas no voy a indicar de qué trata la película. Ya lo sabéis.
Sólo quería mostrar mi admiración por estos dos monstruos del cine (la verdad es que llamar monstruos a alguien nunca me ha parecido halagador).
Qué delicia de película.
La vi hace años en Qué Grande Es El Cine (reverencia) y no lo recordaba. Pero ver a Burt Lancaster en la primera escena y acordarme ha sido todo uno. Pese a todo, no he podido resistirme y la he vuelto a ver. Un guión entrañable, un Burt Lancaster pletórico en un papel muy parecido al de la maravillosa Elmer Gantry pero también muy diferente, y una Katherine Hepburn en un papel que no le va mucho pero que hace suyo con una maestría absoluta. Un Oscar, cuando aún tenían cierto valor, lo atestigua.
Muy entrañable.
Qué grande es Burt Lancaster. No sé si el Sr. Anthony responsable de este maravilloso cuento era un soñador o que sencillamente en aquellos días… amaba a todo el mundo, pero logró hacer una gran película.
Katharine Hepburn, esa mujer hiperactiva con tendencia a dar saltos y piruetas en sus actuaciones, aquí también la falta poco para ponerse a dar volteretas, hace de solterona enamorada del amor y sale hasta fea de verdad, todo el rato con el vestido abrochado hasta el cuello y además con esos vestidos tan feos, está horrible. Pero su actuación es creíble al máximo.
Burt es otro saltarín lleno de vitalidad, hace de Starbuck, un tipo con más cara que espalda pero con esa manera de ser tan simpática que te encanta que te la pegue. El personaje tiene también un fondo de bondad asombroso y una filosofía realmente convincente, a pesar que como reza el título de la película, es un farsante.
Lo curioso es cómo sin darnos cuenta vamos cayendo en que estamos viendo una película en la que todos los personajes son personas de pocas luces… ¿Será posible?
Pues sí. Los diálogos nos sorprenden con frases como
-La he dicho que no estabas (después de colgar el teléfono).
-Para eso ya se lo hubiera dicho yo.
O …
-Ah! Está usted aquí…
-Eso parece.
¿Son diálogos de besugos escritos por un tontaina? No, son auténticos. La imagen de la parejita de tortolitos dando vueltas con el coche lo demuestra.
Pero, joder, si el Sheriff les tiene que decir a la familia que Starbuck es un farsante para que se enteren…
Lo grande de esta película es que ni por asomo llegas a burlarte y menos a reírte de ellos. Al contrario, te hace sentir cierta esperanza en la gente, como que aún hay gente soñadora en la que puedes llegar a creer. Película maravillosa en su construcción.
Starbuck es un timador soñador y con una lengua de oro, que va vendiendo humo por todos los lugares por los que pasa. Un vividor ambulante cuyo hogar está en todas partes. Perseguido por la ley en varios Estados, Starbuck va despreocupadamente en busca de sus propios sueños, en los que nada es imposible, ni ridículo, ni descabellado. Su parafernalia de estafador no está reñida sin embargo con un buen corazón.
En un pueblo rural, Starbuck conoce a un joven ingenuo y crédulo, Jimmy Carrey, cuya familia se compone de un padre pacífico y comprensivo, de Noah, un hermano dominante y de carácter agrio nada dado a fantasear, y de Lizzie, una hermana a la que se le pasa el arroz sin que haya a las puertas perspectivas de matrimonio.
Una comedia dramática y romántica peculiar en la que Burt Lancaster se luce en un papel lleno de energía y lirismo, dotado de una labia torrencial capaz de detener las moscas al vuelo. A su alrededor, la brillante Katharine Hepburn como la acomplejada y menospreciada Lizzie, una aspirante a solterona señalada por la vecindad y a la que todos tratan de dar lecciones sobre cómo debe ser una mujer para que pueda conquistar un futuro marido. Los tópicos se le arrojan a la cara: la superficialidad, la coquetería y la zalamería de las mujeres que supuestamente tienen éxito con los hombres (cualidades que ella detesta), frente a los rasgos no deseables como la testarudez, el alarde de la propia inteligencia y erudición, y decir la verdad. Todo el tiempo tratan de inculcarle a Lizzie la idea de que las mujeres tienen que fingir lo que no son para poder seducir… Y Lizzie no está conforme con eso, pero se siente perpetuamente humillada y triste porque, sobre todo su intransigente hermano Noah, no para de recordarle lo poca cosa que es.
Nunca se ha sentido bonita ni deseada. Pese a estar dotada de muchas cualidades, no cesan de acribillarla con la sentencia de que no es válida como mujer, y mucho menos si no consigue pescar a un partido.
Un reflejo crítico, cargado de humor irónico y de melancolía, acerca de la carga de las mujeres en edad de merecer que ven transcurrir su juventud sin propuestas de matrimonio, y que por ese motivo son marcadas despectivamente como solteronas. Porque, por supuesto, la aspiración de toda fémina decente de buena familia debía consistir en tener un marido al que cuidar y una casa llena de niños, y ahí debían acabar sus sueños.
Lizzie experimenta sobre sí misma la presión de ese dedo malévolo y estricto de la censura social.