El espejo
Sinopsis de la película
Un hombre, Alekséi, habla con su esposa sobre su situación actual y los motivos por los que se han distanciado. La película es una evocación continua de recuerdos y sentimientos del propio Tarkovsky que viajan en diferentes tiempos sin orden aparente: la relación con su madre, su infancia,…que se mezclan con material fílmico de noticiario sobre la Guerra civil española, la Segunda guerra mundial y el enfrentamiento entre la URSS y China por la isla Damanski. En la película suenan poemas escritos y recitados por Arseny Tarkovsky, padre del director. Retrata un pasado que es el suyo, pero también el de un país y el del acontecer mundial.
Detalles de la película
- Titulo Original: Zerkalo
- Año: 1975
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
7.8
39 valoraciones en total
Fascina a ratos, sí. Pero Zerkalo es, con diferencia, la peli más críptica, abstrusa e ininteligible de todas las que he visto de Tarko. Y eso me inhabilita, obviamente, para otorgarle mayor nota. Básicamente porque, por mucho que uno pueda flipar con el apabullante dominio formal del ruso, endiñarle un 8, un 9 o un 10 a una peli cuando no te has enterado de la misa la mitad me parece, sin lugar a dudas, un acto de hipocresía cinéfila del todo inaceptable. Máxime cuando gafapastas de solvencia contrastada como Servadac, con una capacidad de deglución intelectual muy superior a la del resto de mortales, han expresado —por activa y por pasiva— que pelis como ésta no hay que entenderlas: hay que vivirlas.
El problema —o mi problema, quizás— radica en que para vivir una peli debo racionalizarla. Al menos, mínimamente. Y aunque entiendo que Zerkalo no deja de ser una personalísima autobiografía del cineasta ruso de marras, cuando uno se ve incapaz de interpretar sus geológicas metáforas (aire, fuego, tierra y, sobre todo, agua), la leche, la gallina, la Ginebra de Benci, los poemas de Arseni Tarkovsky o la madre levitando, resulta muy difícil —por no decir imposible— disfrutar plenamente de ella.
Total, que sí, que la prota es muy mona y que todo lo demás muy poético, muy bello, muy místico, muy espiritual y muy anticonvencional. Pero quien afirme ser capaz de discernir el significado de este complejísimo puzzle emocional más allá de la especulación y del puro goce sensorial, miente. Suena tajante, lo sé, pero es mi más sincera opinión. Entre otras cosas porque no creo que Tarko tuviera ningún especial interés en que su complejo testimonio vital fuera precisamente accesible. Ni mucho menos. Es más, yo diría que su particular espejo es, en realidad, un retrovisor. O un retrozérkalo, vaya. Un instrumento de visión limitada y parcial cuyos numerosos ángulos muertos deberá intuir, deducir o recomponer el propio espectador para darle algo de sentido (si es posible) a un reflejo muy bonito pero absolutamente inescrutable.
No creo que esta película sea exactamente ininteligible o refractaria a la interpretación. Por el contrario, me parece perfectamente comprensible en su esquema básico (aunque siempre haya, por descontado, múltiples elementos abiertos a la interpretación), pero, eso sí, con dos condiciones iniciales: 1) estar bien informado acerca de la vida del director (pues la película es crípticamente autobiográfica), y 2) tener bien claro en todo momento quién es quién en la película (lo cual, teniendo en cuenta que, en dos casos, el mismo actor o actriz interpreta a dos personajes distintos, exigirá sin duda más de una visión). Con estas dos condiciones cumplidas, la trama resulta comprensible, si bien no deja de ser extremadamente compleja. Por otra parte, la renuncia a un esquema narrativo clásico en favor de un esquema poético, en el que el desarrollo de los acontecimientos se mueve por vías distintas a las de la causalidad en su sentido convencional, y la continua ruptura de la continuidad cronológica, ciertamente, no facilitan las cosas.
Esa primera condición a que acabo de referirme (conocer la vida del director para poder dar su sentido a infinidad de circunstancias que de otro modo pasarían inadvertidas) plantea un problema, en mi opinión, importante: ¿es legítima esa exigencia extrafílmica, por decirlo así, por parte del director?, ¿no es ésa una limitación a la universalidad que debe caracterizar la obra de arte y no plantea una contradicción con los propios principios artísticos de Tarkovsky? El problema es complejo y lo paso por alto, pues no me atrevo a dar en unas pocas líneas una respuesta tajante en un sentido o en otro. En todo caso, debe admitirse que puede ser necesario tener que ver una película en repetidas ocasiones para llegar a su comprensión, esa dificultad, que puede molestar a algunos, es propia, por la naturaleza misma de las cosas, de toda obra creativa profunda. ¿Alguien entiende íntegramente a Heidegger a la primera lectura? ¿Se captan todos los matices de una obra polifónica en la primera audición? ¿Por qué pedírselo entonces a Tarkovsky? La belleza es difícil, dicen que dijo Sócrates.
Dejando, pues, a un lado ese problema y satisfechas las citadas condiciones, se percibe con relativa claridad que la película plantea un esquema perfectamente lógico, a su manera, en el que unos acontecimientos llevan a otros de forma natural y en absoluto arbitraria, aunque no siempre evidente.
Pero un nuevo problema surge entonces, pues, más allá de la intelección superficial de los hechos, captar su sentido profundo exige participar (o, al menos, conocer) los presupuestos intelectuales de Tarkovsky, que no tienen nada que ver con los criterios vigentes o dominantes en la sociedad contemporánea.
(Aunque no es en absoluto mi norma saltarme los 3.000 espacios de la crítica, me veo obligado a recurrir excepcionalmente al spoiler para terminar la exposición.)
Ponerse a descifrar y analizar a Tarkovski y en particular esta película sería una tarea ardua a la par que pedante y pretenciosa.
Cargada de símbolismo, onirismo metafórico, mística y poesía como para llenar una biblioteca, el Espejo de Tarkovski es un ejemplo de trascendencia y desarraigo narrativos. No interesa la trama. Pero trasciende. Imposible apartar los ojos de la pantalla. Ciento seis minutos embelasado, con cada diseño de plano, con la luz, con la magia. El Espejo alcanza cotas artísticas y estéticas tan altas que parece un lienzo de los maestros holandeses por momentos. El subconsciente despega y el viaje es maravilloso. El sueño meridiano pre-mortis de un hombre que revisita los recuerdos que han marcado su infancia a través de los ojos de su mujer, su madre, su hijo y él mismo siendo todos y ninguno a la vez. Un espejo para el espectador que convierte la película del genio ruso en su propio reflejo, en su propia historia. Impresiones, sensaciones, olores. Los cuatro elementos testigos hilvanadores de los ciclos vitales. El misterio de la vida, de los sueños, de lo inerte. La belleza de las palabras y de los objetos. Arte y poesía. Las estaciones. La tristeza, el llanto. La pérdida de la inocencia. Los temores, las pulsiones. El amor de madre, el primer amor.
La película comienza con una sesión de hipnosis para curar un defecto en el habla de un adolescente que no es capaz ni de decir su nombre. Tarkovski nos prepara de este modo para que comprendamos que sólo desde el subconsciente podemos ver el alma humana e intentar comprender el gran misterio del amor y la muerte. El último travelling, es el último verso del poema de la vida, el instante eterno de dos amantes sobre la hierba y el grito del niño a manos de su madre, que aúlla haber vuelto a nacer, mientras la cámara se adentra en el sombrío y misterioso bosque que es la muerte. Arte y trascendencia en estado puro. Genios de esta categoría no son de este mundo, y al igual que los Da vinci, Bach, o Shakespeare están aquí para hacernos pensar en la condición humana y en la belleza innata e implícita que trasciende de la vida el amor y muerte.
Borx
1. Tarkovsky se pone en el sitio de quien rompe a hablar y se obliga a decir algo personal, como el adolescente del prólogo, al que mediante hipnosis solucionan la tartamudez y conminan a usar su propia voz con energía.
2. Sin que su figura se vea, suena en off el monólogo de un convaleciente, Tarkovsky mismo, lanzado a evocar un momento autobiográfico decisivo: el padre, el poeta Arseni Tarkovsky, acababa de abandonar a su mujer e hijos quienes, ya sin él, estaban como cada verano en una robusta cabaña de madera, en el bosque, naturaleza amada.
También el padre aparece sólo como voz, declamando sus solemnes poemas.
3. Entre el presente y lo evocado, el vector temporal está disuelto en una red de pasadizos y aperturas a recuerdos y visiones de contorno borroso. Y entre las escenas sin ensamblar se va filtrando un aura envolvente, luz hiperreal de los sueños, perseguida por Bergman. Hay poema, no narración.
*Un chaval lee a una mujer sentada un texto exaltando la resistencia de la nación rusa ante los tártaros.
*En las naves de la imprenta estatal dos trabajadoras comparten penalidades entre sollozos y apelaciones a Dostoievski, de espaldas al retrato de Stalin.
*Un instructor militar alicaído usa prótesis craneal de plástico bajo la gorra. Cada paso entre los imberbes alumnos es un leve crujido de la nieve helada.
*Material documental insertado: desgarradoras imágenes de los Niños de la Guerra embarcando en Euskadi, se encadenan con hongos atómicos sobre Japón, masas de chinos blandiendo libros rojos, el penoso chapoteo de una tropa desastrada arrastrando artillería por un barrizal interminable…, todo apocalíptico.
*Hojeados libros de reproducciones de Leonardo, con detención en el retrato de Ginebra de Benci, modelo de ambigüedad: cautivadora-repelente.
*Cuando toca matar un gallo la actriz Terekhova mira a cámara y pone exagerada cara de delinquir. Tarkovsky no siempre se hacía entender al dirigir a los actores. Más aún si una misma actriz interpreta a dos personajes.
*Bach llena de reverberación espiritual paisajes e instantes.
Los elementos físicos están presentes con fuerza plástica:
-El viento avanza como un peine en las praderas verdes y azota el ramaje del bosque, en B&N.
-El agua cae en lluvia sonora y brillante.
-El fuego consume en llamaradas una construcción de madera.
-La tierra se pisa con pies descalzos, es barro que masajea y embadurna.
4. Según Konchalovsky (escribieron juntos ‘Andrei Rublev’), Tarkovsky busca a golpe de intuición la identidad de su propio mundo, dejando poca participación al espectador, convertido en intermitente convidado de piedra. Nadie consigue fascinar sin interrupción, tampoco alargando siempre las escenas.
A propósito de El espejo, Tarkovsky se pregunta: ¿Se tiene derecho a hacer que el espectador contemple los problemas personales de uno? ¿Es cierto que una historia de este tipo puede expresar algo general? .
Veo una madre que aguarda en el umbral. Un hombre que se acerca y no es el padre. El miedo que se esconde en la tartamudez y adopta la forma de una ausencia.
Veo escenas en que se vislumbra el alma de las cosas: chavales en la nieve recreando una pintura de Brueghel, un chico tomando con la mano un pájaro que se le posa en la cabeza, el avance del viento entre los prados, el sonido del agua, el marco de una puerta que se abre al fuego que devora una cabaña.
Veo un tapiz en que se trenzan historia personal, imágenes de archivo, color y blanco y sepia, habitaciones y recuerdos. Análisis introspectivo con cadencia de poema. Invitación a ser partícipe y actor en cada estrofa. La Ginebra de Benci, personas y lugares. Levitación de un cuerpo blanco y niños de la guerra.
Una cinta así se vive, no se entiende.
Cuando el padre pregunta: ¿qué prefieres que sea, niño o niña?, el rostro de la madre se ilumina, ambivalente, su lágrima dibuja un signo de interrogación, se muerde el labio y nos regala una sonrisa que desborda de tristeza.
Leonardo da Vinci quiso capturar el enigma de ese rostro en sus retratos, llegó hasta el infinito en la pintura. Tan sólo le faltó una cámara de cine.