El erizo
Sinopsis de la película
Relato del encuentro inesperado entre algunos de los habitantes del número 2 de la calle Eugène Manuel, en París: Paloma Josse, una niña de once años tremendamente inteligente y con un plan secreto, Renée Michel, portera discreta y solitaria que bajo su apariencia de inculta y arisca oculta en realidad una personalidad inteligente y cultivada, y el enigmático señor Kakuro Ozu, un japonés que acaba de mudarse al edificio…
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Hérisson
- Año: 2009
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
7.1
27 valoraciones en total
Estupenda adaptación de la novela, es una maravilla ir a ver al fin una película que no sólo respeta la fuente literaria, sino que está a la altura de la misma y conmueve tanto o más. El trío protagonista es excelente, como sus interpretaciones. La atmósfera, los personajes secundarios… todo es tal y como se recrea en el libro, como los lectores hemos imaginado. Las licencias que se permite la directora, como cambiar el diario de Paloma por sus filmaciones con una videocámara, no sólo no chirrian, sino que son totalmente acertadas, debido a la diferencia entre el lenguaje escrito y el cinematográfico. Se agradecen hasta los silencios de Renée, mucho más que si se escuchase la voz en off con sus pensamientos. Magnífico, por cierto, el trabajo de la actriz que le da vida.
Todo un hallazgo, y más sabiendo que se trata de una directora novel. Mención especial para la música.
Altamente recomendable tanto para los lectores de la novela como para los que no lo sean. Conmovedora, crítica, con toques de un humor sutil e inteligente… lo dicho: toda una agradable sorpresa.
Esta producción francesa adapta libremente la aclamada novela de Muriel Barbery, La elegancia del erizo. La realizadora afirmó que, al tratarse de una novela muy literaria, valga la redundancia, se tomó la adaptación como un reto. Su intención fue conservar el espíritu de la primera lectura, esa que nos coge por sorpresa, desnudos, que no da apenas tiempo a analizar todos sus entresijos.
Lo que más le llamó la atención del libro original fue el trío protagonista: la joven Paloma (Garance Le Guillermic), la entrañable portera Renée (Josiane Balasko) y el enigmático nuevo inquilino japonés, el señor Ozu (Togo Igawa). Y precisamente en ellos establece los pilares de la narración. Contrapone desde el primer momento a estos tres individuos, introvertidos pero con un gran equilibro interno, con su aburguesado y cínico entorno, formado por seres aparentemente extrovertidos y abiertos pero con un mundo interior totalmente patas arriba.
La pequeña Paloma, desencantada de este mundo en el umbral de la infancia, graba con su cámara casera (versión audiovisual del diario en la novela) a toda la gente que le rodea, sus familiares, sus vecinos, como animales deambulantes por la sabana, como un pez rojo dando vueltas y vueltas en la pecera, metáfora esta última que la directora ha tenido el detalle de representar visualmente, dándole un plus de significación, sobre todo con su reaparición hacia el final del metraje, con una cierta intención anticipatoria. Son precisamente Renée y el señor Ozu los únicos que parecen escapar a esa inquietante tónica dominante, como erizos con duras púas pero sensible y frágil abdomen.
La directora impregna de onirismo y poesía, sin prescindir del necesario aroma revelador, un universo cotidiano encerrado en un edificio que actúa como un cuarto personaje, escondite de sus personajes ante la calle que se presenta como un vivero de aventura pero a la vez peligro, con terribles consecuencias. Crea una fábula atemporal en la que convergen una trayectoria iniciática, la de la niña curiosa e inteligente en los albores de la brecha de la adolescencia, con una concepción radical de la muerte como solución a la vida que le espera, la adulta, que le causa pavor, pero bajo su mirada se nos muestra otra trayectoria, de segundas (o últimas) oportunidades, con el encuentro de dos viudos, solitarios y soñadores que se resisten a caminar solos hacia la vejez. La inesperada resolución de esta segunda trayectoria funciona a modo de homilía para la pequeña Paloma, que de esta manera reinterpreta en un sentido más prudente los conceptos de la vida y la muerte que a su temprana edad ha desarrollado.
No os la perdáis. Encantadora peli. Me gusta mucho salir del cine, cuando una película me ha llegado e irme pensando en cada uno de sus personajes: En las frases que han dicho y en lo que han querido decir, sin decirlo. Esa misma noche antes de irme a dormir, vuelvo otra vez con ellos. Son personajes que se quedan grabados junto a un gesto, una mirada, un beso o un enfado, de los que ya nunca podrán despegarse. Personajes que pasan al salón de invitados que tenermos escondido en nuestro cozarón. Y al que más de una vez volvemos abriendo rápidamente la puerta, cuando lo que vemos fuera nos pone tristes. Dulce es la niña. La hermana pequeña que necesita el mundo. Elegante y alargada es la sombra que proyecta el inquilino japonés que tanta paz y sabiduría transmite. Y además, siempre, siempre, con una sonrisa. Y maravillosa es la figura del erizo. Ella, la portera. Dura por fuera, maravillosa por dentro. ¿A cuántos erizos habré dejado pasar en mi vida? Desde esta película, prometo fijarme más.
No he leído la novela.
Parece que cualquier crítica a una película basada en un best-seller debe empezar dejando este punto claro, para evitar comentarios innecesarios.
La ópera prima de Mona Achache da una magistral lección de buen gusto por su quehacer, mimando con tacto unos personajes, unos planos, y un montaje acompasado y elevado por una gran banda sonora firmada por Gabriel Yared (El Paciente Inglés, Cold Mountain, El Talento de Mr. Ripley, City of Angels…). Un trío protagonista formado por erizos, seres encerrados en sí mismos, pero con un mundo interior muy rico y culto, rodeados de burgueses adinerados y aparentemente felices y extrovertidos, pero insatisfechos y arruinados en su interior. Reneé, una conserje cuarentona, que casi nunca sale de su casa y se dedica a devorar libros en secreto. Paloma, una niña de once años muy inteligente y desencantada con el mundo, que tiene planeada la fecha exacta de su suicidio. Y Kakuro Ozu, un adinerado japonés que se traslada al edificio donde viven ambas, con una visión de la vida que les hará congeniar y cambiar sus vidas. Peces que mutaron a erizos, para conseguir espinas con las que apartarse de los demás, y aislarse en su mundo, con tal de no ver esa pecera que les oprime y asfixia, que les recuerda que jamás serán libres, que no escaparán a su destino.
Referencias a Mozart, Edmund Husserl, León Tolstói (Anna Karenina), u Ozu (en el personaje de Kakuro y en referencia a la película Las Hermanas Munekata ) completan los detalles de esta inspirada y cautivadora obra, que dejan paso a la reflexión y a la ilusión de que algún día podamos tener un vecino japonés como Kakuro Ozu.
La película es la adaptación de un libro que ha sido un éxito en ventas.
¿Se debe, en un caso así, leer primero el libro y luego ver la película, o al contrario?
¿O tal vez la lectura del libro o la asistencia a la proyección de la película aconsejen no acudir a su complementario artístico para evitar la decepción, en el primer caso, o el aburrimiento, en el segundo?
He ido a ver la película sin haber leído el libro y tengo la intención de leerlo una vez vista la película. Mi opinión no está pues contaminada por la fidelidad de la adaptación.
Estamos ante una reflexión bastante lúcida sobre algunos temas eternos: la incomunicación, la afinidad, la sensibilidad, la mediocridad, la familia, la cultura, la muerte… pero, sobre todo, acerca de la soledad y de los mecanismos que utilizamos para evitar reconocerla. Gira en torno a tres personajes atípicos, magistralmente interpretados: una niña superdotada, una intelectual camuflada y un sabio oriental vitalista y receptivo.
La rareza de los personajes es un arma de doble filo: permite composiciones inéditas pero deja un poso de inverosimilitud.
Los tres personajes están solos, pero sus soledades son diferentes: la de la niña se debe a la incomprensión del medio debido a sus características, la de la mujer, a su desconfianza de poder relacionarse con sus iguales culturales, la del hombre, a sus circunstancias espacio-temporales. El engarce entre ellos es lógico aunque, de inicio, un poco forzado. Su relación a tres bandas, interclasista, intergeneracional, interracial, intercultural e interprofesional, pone de manifiesto que por encima de todas las cosas, incluidos los vínculos de sangre, nos une la sensibilidad, la capacidad de emocionarnos con las mismas cosas. Toda la luz del Universo, la verá un día el hombre por la ventana de una lágrima , decía León Felipe. Los afines no se buscan, se reconocen a medida que se encuentran.
Una persona con inquietudes culturales nunca está del todo sola, viene a decir la película. La soledad es, entonces, mucho más llevadera. En caso contrario se tiene una pobre vida interior y el que no tiene una vida interior intensa convive con un extraño. Si amar la soledad es preferirse, poder sobrellevarla es aceptarse, lo que no está al alcance de todos. Y cuando dos personas con inquietudes culturales similares se percatan de la existencia de ese otro con análoga sensibilidad se produce una atracción, un magnetismo, que inevitablemente lleva implícita una sinergia vital que, como otros grandes sentimientos, será perpetua mientras dure.