El entierro del sol
Sinopsis de la película
En un barrio de chabolas de Osaka, Hanako se dedica, durante el día, a la compra de sangre que luego vende a compañías cosméticas y, durante la noche, trabaja de prostituta. Cuando su socio en la compra de sangre se le insinúa, Hanako le responde que su relación sólo es profesional. En efecto, Hanako es una mujer de negocios que intenta ganarse el respeto de tres bandas rivales.
Detalles de la película
- Titulo Original: Taiyo no Hakaba (The Suns Burial)
- Año: 1960
- Duración: 87
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Opinión de la crítica
Película
6.5
36 valoraciones en total
Película pesimista y sin concesiones que retrata a una serie de personajes que sobreviven en los bajos fondos como pueden valiéndose de la prostitución o de comerciar con transfusiones de sangre.
El título de la película alude muy probablemente no sólo a Japón (el imperio del sol) sino también a esa generación de jóvenes conocida por entonces como la Tribu del Sol. Esos jóvenes que por aquella época se rebelaban contra los adultos y contra el Japón tradicional que sus padres intentaron inculcarles, un Japón (el Japón de Ozu) que cada vez parecía más arcaico y próximo a irse convirtiendo en una reliquia del pasado.
Así pues asistimos al entierro de un país y de una generación nihilista y perdida, que se encontró sin valores en los que creer ni un objetivo claro. Al final solo queda lo que vemos aquí, una serie de jóvenes aturdidos que se dedican a delinquir sin límites y a matarse entre ellos.
Trabajo un tanto lioso de de Nagisha Oshima, no estoy seguro de si por estar algo fuera de su onda, al menos de la onda que siguió en años posteriores, hacia un cine más carnal .
Es interesante la peli, pero ocurre que hay mil o así, personajes, todos japoneses, como debe ser, y con nombres parecidos, con lo que el tinglado adquiere unas connotaciones turbias y poco claras, que no se despejan a medida que sucede la acción.
Bien es cierto que hay algunas buenas escenas y la violencia estalla de forma cruel en un par de ocasiones (por ejemplo la escenita del ladrillazo). Esto aturde un tanto al espectador que, además, tarda en entrar en materia.
Al final, pues sí, gusta un tanto, más que nada por el clímax morboso envolvente, pero no convence al estar muy poco claro todo.
El realizador, Nagisa Oshima logró por este film el premio al mejor nuevo director en Premios Blue Ribbonsdel año 1961. Posteriormente, como se sabe, ha ido por otros derroteros argumentales, que le ha aportado fama mundial que nunca le han apartado de la polémica.
§ 1
Mal circunstancial y mal esencial
El entierro del sol cuenta historias acerca de la supervivencia en circunstancias extremas. Sus personajes, desocupados o con trabajos precarios o ilegales, son gentes desharrapadas, la mayoría de ellos jóvenes sin futuro —en una de las secuencias más hermosas, jóvenes ante el crepúsculo, metáfora de sus vidas y, según Oshima, de la verdadera situación en que se hallaba Japón—, habitantes de una barriada marginal de calles llenas de basura, paredes mugrientas y puertas shoji con el papel desgarrado, situados justo en la línea entre la miseria y la mendicidad.
Algunos venden su sangre por dinero, Hanako, la protagonista, la vende a su vez a las empresas de la industria cosmética (a un precio mayor, se entiende). Uno se ve obligado a cambiar su certificado de nacimiento por unos cuantos billetes (vende su identidad). Otro despoja a un cadáver de la ropa que lo cubre. Para castigarla por su inconsciencia, a una chica embarazada dedicada a la prostitución la maltratan con saña (no hay dinero para otro aborto ni mucho menos para criar al niño). Apalean a un chaval por creer que mantiene una relación con la propia Hanako (ella ha traicionado a la banda). Ese mismo chaval, con los ojos amoratados tras las gafas de sol, golpea y tumba a Takeshi, a quien acusa de ponerlo en evidencia ante la banda. Los que contemplan la escena no solo no ayudan a Takeshi, sino que también le hacen morder el polvo por segunda vez y aprovechan para robarle algo de comida, de pura hambre ni tan siquiera reparan en que ha caído y está sucia. Otro está dispuesto a matar si le procuran cierto sustento. Etcétera. Es decir, en semejantes condiciones de precariedad, no hay reparos morales en maltratar ni incluso en matar por cualquier razón, en especial a quienes suponen una carga o han cometido determinados agravios, de ningún modo afrentas contra el honor, algo propio de los acomodados, sino contra la mera subsistencia.
Pero ¿qué pasaría si los personajes no estuviesen en semejantes situaciones?
Con esta pregunta pretendo insinuar una relación entre mal y precariedad: si no se da la segunda, entonces no se daría el primero. Es decir, el materialismo —el entender al hombre como una criatura con propósitos más o menos racionales y utilitarista, apremiada en ciertos contextos por la necesidad de obtener recursos para subsistir— no supondría un mal esencial, sino simplemente circunstancial: si no se tiene con que alimentarse, o si se pasan canutas y cuesta sobrevivir, los seres humanos se comportarían como bestias y pasarían por encima de quien sea. Por el contrario, si vive holgadamente, la gente sería civilizada e incluso generosa.
Y es aquí a donde quería llegar: el concepto de mal elaborado por las corrientes materialistas lleva consigo una solución. Quien entienda así la naturaleza humana puede albergar cierta esperanza: la de vivir al fin en un mundo donde nadie se vea obligado a soportar la precariedad. Tal vez remota, pero esperanza a fin de cuentas. Por otro lado, este concepto de mal tampoco implica una condena taxativa a los perpetradores: si solo se es malo bajo ciertas circunstancias, entonces existe la posibilidad de ser bueno y la culpa en el fondo no la tiene del todo el perpetrador, sino las circunstancias. Como constatamos en El perro rabioso o El infierno del odio, Akira Kurosawa objetaría que esto permite eludir la responsabilidad moral y que, por muy oscuras que sean, no se puede echar la culpa a las circunstancias. Intuyo ciertas discrepancias entre él y Oshima. Pero ese es otro asunto.
Muy diferente resulta la concepción del mal como característica esencial. Aunque sus asuntos no fuesen los de esta película, permitidme poner el ejemplo, en mi opinión muy pertinente, de Rafael Sánchez Ferlosio. Él escribió sobre la guerra, pero nunca la entendió bajo conceptos materialistas, valga decir racionales. Para él, la guerra no obedecía en general a motivaciones utilitaristas —y empleo este término entrecomillado en su acepción común y corriente— como la obtención de recursos naturales o la conquista de tierras para el cultivo, sino que manifiesta una pulsión humana: el agón. La necesidad —completamente irracional, nótese― de combatir, acaso con la única pretensión de obtener la victoria simplemente por el placer de obtenerla, y presumir de trofeos como el cazador cuando exhibe ufano las cabezas de los venados que abatió.
Si tomamos el pensamiento de Ferlosio y lo aplicamos, vaciándolo de su objeto, a nuestro asunto, obtenemos un concepto de mal no materialista, es decir, no debido a la precariedad, sino completamente intrínseco e irracional. El mal no serían entonces las circunstancias, sino la esencia, nuestra más íntima constitución: seríamos malos porque sí. En el fondo estaríamos hechos de oscuridad y nos iría el mambo. Un mal a priori, brotando de un abismo en nuestras entrañas. Es el concepto de mal sostenido, creo yo, por Bergman en ciertas películas suyas, por ejemplo, en Sueños y El rostro .
No sé por cuál concepto de mal decantarme. En el fondo creo estar de acuerdo con Kurosawa. En cualquier caso, cuando la gente se lleva las manos a la cabeza con películas como El entierro del sol yo no me altero tanto porque, a pesar del carácter despiadado de sus imágenes, pienso en que podría tratarse de un mal materialista, de un mal circunstancial, pues. Y pienso en la otra opción: en el mal esencial. Que es el más espantoso porque no tiene solución. Si se sostiene el segundo concepto de mal, entonces se está diciendo esto: no cabe esperanza alguna.
Sigo. No destripo nada.
No sé si a alguien le pasó algo parecido:
Vas a un cineclub pensando en ir a ver una película, pero te das con la sorpresa de que la cambiaron de su horario y en su lugar pasaran otra película. Así que te animas a ver la nueva película, sin saber ni siquiera su nombre ni de que se trata .
En mi caso, tenía pensado ver La Infancia de Iván de Tarkosky, pero al final terminé viendo El Entierro del Sol.
La primera parte del filme comienza como un violento retrato de los barrios marginales de Japón, hasta ahí la película es algo mala, hasta roza con el cine B.
Ya por el final, el filme comienza a mejorar, con bellas imágenes de puestas de sol entre escenas y con un acompañamiento musical que por momentos era como un lamento por la situación de los personajes..
Al final, cuando me tocó darle un puntaje, lo bueno, compensó a lo malo, así que para mi su puntaje debería ser: 5,4