El desayuno de los campeones
Sinopsis de la película
Un rico y respetado hombre de negocios de Midland City sufre una crisis de personalidad que lo está llevando al borde la locura. Un escritor pobre e incomprendido acude al Festival de las Artes de Midland City como invitado de honor. El encuentro entre ambos personajes provoca una especie de colisión entre dos mundos, que desencadena diversos acontecimientos que no sólo alteran sus vidas, sino que afectan al conjunto de la ciudad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Breakfast of Champions
- Año: 1999
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
3.7
28 valoraciones en total
Kurt Vonnegut Jr. ha sido un escritor peculiar, un particular cronista de la cultura norteamericana, poco reconocido, olvidado, un escritor sólo para unos pocos.
Y precisamente es esta una de las claves para ¿entender? , más bien comprender este aberrante filme. Fiel al espíritu del libro, es un filme saturado, sobreactuado, histérico, incomprensible… pero perfectamente cuerdo dentro de su locura.
Tenemos en primer lugar un marco apocalíptico: en una tierra imaginaria de un país imaginario (o por el contrario, en la viva realidad que subyace a sociedad norteamericana), tenemos una esperpéntica lista de personajes: al vendedor de coches de grandísimo éxito y renombre, Dwayne Hoover (Bruce Willis) caminando entre la cuerda floja del suicidio y la locura debido a una crisis existencial y una falta de sentido en la realidad.
Su esposa, un ama de casa adicta a todo tipo de pastillas que ya perdió definitivamente todo contacto con la realidad y la cordura.
Su hijo, un afeminado organista que se hace llamar Bunny (conejito), preocupado en el fondo por mantener una unidad familiar desquebrajada.
Tenemos al jefe de ventas de Dwayne Hoover, Harry Le Sabre (Nick Nolte), un temeroso pelotas preocupados por los cambios de su jefe, adicto al travestismo y acobardado por que se descubran sus perversas aficiones.
Su esposa, una adicta al sexo y al Kamasutra que cuenta y enumera el número de orgasmos en su vida.
Y en medio tenemos a un recién salido de la cárcel Wayne Hoobler (Omar Epps) , un chaval cargado de esperanzas y energías por adentrarse en el mundo de la venta de coches al lado del mítico personaje de Dwayne Hoover , una chaval que no duda en vivir dentro de un coche con tal de perseguir su sueño su Fairy-Land.
Al rededor de ellos, un gentío desenfrenado y vacío, histéricos, exaltados consumistas.
En este marco, Dwayne Hoover se hace la acertada pregunta ¿es que todo esto tiene sentido? ¿es así la realidad?.
En contraposición a este mundo, tenemos a Kilgore Trout (Albert Finney) , un prolífico y anciano escritor recluido, con un nulo éxito cuyas novelas o relatos cortos aparecen en viejas revistas pornográficas, que repentinamente es reconocido como el más grande escritor de todos los tiempos por un excéntrico cura que lo invita como miembro de honor a dar una conferencia sobre arte.
En este punto, la desesperada búsqueda de un sentido, una señal de Dwayne Hoover se cruza con Kilgore Trout. El film nos narra así la búsqueda de una respuesta de las personas adentradas en un salvaje mundo, la búsqueda de una ficción (una novela) que nos ayude a sobrellevar el sinsentido inherente a la realidad cotidiana. Y por otra parte, nos narra la búsqueda por parte del autor de su lector, que no es más que el que confiere el sentido a sus obras, y a su vida.
Definitivamente, un film para pocos. Estéticamente sobrecargado, grotesco, pero muy cuerdo con la realidad que describe.
El desayuno de los campeones es, sin ninguna duda, la mejor adaptación de una novela del gran escritor estadounidense Kurt Vonnegut, ya tristemente fallecido. No sólo está ahí la historia, claro, además Rudolph consigue plasmar visualmente el espíritu, la sorna, la chispa del escritor.
Bruce Willis y Nick Nolte, dos habituales de Rudolph, hacen una competición de sobreactuación a la que se les suma con cierto éxito el entonces desconocido Omar Epps. Todo para favorecer una historia excesiva, con unos personajes que si te llegan, te matan. Porque pese a lo imaginario que rodea la película, pese a estar ambientada en un suburbio típicamente estadounidense, la desesperación de la que habla el film es igual en todas las naciones civilizadas. Aquí, tanto los actores como el director la plasman magistralmente.
Claro, no es una película recomendable a los defensores de la linealidad, los lectores de El Código Da Vinci , los puristas, los puritanos (que no es lo mismo), los reaccionarios, los conformistas y la carne de discoteca.
Ni Rudolph, ni por supuesto Vonnegut, dirigen y escriben para todo el mundo. Fue Vonnegut el que dijo: Escribe para agradarle a una sola persona .
Cuando me disponía a ver esta película, sabía que no me iba a encontrar con una historia convencional apta para todos los gustos y así fue, ni más ni menos. No podría recomendar a nadie la visión de esta película porque no creo que llegara a gustar ni a la cuarta parte de la gente a la que se la hubiera recomendado. Película rara donde las haya, con una serie de personajes a cual más freakie y ridículo, y es que el cine de Alan Rudolph no suele ser convencional y si él mismo adapta una novela de un escritor también bastante especial, como afirman quienes han leído sus trabajos, ese Kurt Vinnegut Jr. del que a servidora no le han quedado ganas de conocer, pues imaginen qué pueden encontrar aquí. Lo que sí puedo defender a raíz de haber visto esta película, es la enorme actuación que hace aquí un Bruce Willis totalmente alejado de sus habituales personajes de acción y chulería. Hacía tiempo que quería ver a un Willis diferente al que estamos acostumbrados, un actor que al comienzo de su carrera también hacía papeles románticos y de tipo normal antes de embarcarse en su exitoso registro de acción y a mí me ha encantado aquí. Su Dwayne Hoover es un tío de éxito que está totalmente perdido en su vida, que no sabe qué es lo que está haciendo en este mundo y que piensa en el suicidio. Para mí, Willis es lo mejor de esta película junto a un divertido Nick Nolte, en su segunda, hasta la fecha, colaboración con Rudolph. Nolte está perfecto como ese jefe de ventas que tiene un secreto muy particular. Como secundarios, unos correctos Omar Epps ( al que cuesta trabajo localizarlo en un tipo de película como ésta, poco propia de este interesante actor ), un ya crecido Lukas Haas, la pelirroja Glenne Headley y la siempre solvente Barbara Hershey. El gran maestro del cine, Albert Finney cierra el grupo de actores con una, como en él es habitual, encomiable actuación.
Quizá esta sea la película más extraña que ha rodado Bruce Willis en toda su carrera. Idem para Nick Nolte.
Es una película interesante, pero incomprendida. En ella, se juntan reliadad y fantasía en un universo atípico, plagado de detalles escabrosos en cada personaje.
Al terminar de verla, no supe que pensar… ¿Es una película mala? No lo creo. ¿Una maravilla? Tampoco es eso. Pero sí que puede ser una excusa para ver algo a lo que no estamos acostumbrados. No aburre, aunque tampoco emociona. Y quizá lo mejor que tenga es que, al terminar, te quedas pensando en qué es lo que te quiere decir.
No sé si te gustará o no, pero de lo que estoy completamente seguro es de que es imposible que te deje indiferente. ¿La odiarás o la amarás?
Hay que entender que esta película no es muy típica en la industria del cine y entiendo que pueda disgustar a muchos. Pero hay que comprenderla por lo que es, por lo que cuenta y por la forma que lo cuenta. La película narra de forma abastracta, la desesperación de un hombre por encontrarse a sí mismo en este planeta, la de un escritor por encontrar a alguien que entienda su obra, y la de un travesti que tiene miedo que lo descubran. Son problemas que atañe a la gente del día a día, es el drama urbano que todos vivimos continuamente como máquinas en un mundo frío,gris y contaminado pero que en el fondo nos preocupamos por ello. Evidentemente la historia transcurre en un futuro indeterminado y en una ciudad imaginaria en donde el hombre ha explotado el planeta al máximo y no queda más que reductos contaminados como el río que rodea a dicha ciudad. Hay que dejarse llevar por la belleza de sus imágenes y su magnífica banda sonora, adaptación a balada de la cantata el príncipe Igor . Rara pero original. No se la pierdan.