El delator
Sinopsis de la película
Irlanda 1922. Traición entre amigos para un conocido filme de Ford. Rodada en apenas 3 semanas. En el agitado Dublín de los años veinte, Gypo Nolan, un tipo sin oficio ni beneficio, expulsado del Ejército de Liberación Irlandés y con tendencia a empinar el codo, sueña con viajar a Estados Unidos en compañía de su novia, Katie, que se gana la vida como prostituta. Animado por la recompensa que ofrecen las autoridades, Gypo delata el paradero del activista Frankie McPhillip, un viejo amigo y compañero…
Detalles de la película
- Titulo Original: The Informer
- Año: 1935
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
7.5
77 valoraciones en total
John Ford era un hombre curtido en el cine cuando en 1935 rueda El delator, película con la que iba a ganar cuatro oscars, entre ellos al mejor director. Hasta ahora tenía recorrido y muchas películas mudas, pero escaso reconocimiento. A partir de aquí amanecerá el gran hombre de cine que todos conocemos.
El y el cine sonoro casi llegan de la mano. En el mudo se forjó, con el sonido se consolidó. Y de qué manera. En esta película ya muestra sus virtudes: dirige muy bien a sus actores, crea tipo reconocibles, construye situaciones y ambientes con un peso extraordinario y una enorme densidad dramática. En ese sentido, con Las uvas de la ira logrará la excelencia, pero aquí ya encontramos un mundo compacto y consistente, hecho de claustrofobia y represión, creado desde el concepto más que desde la escenografía o el efecto.
La película se rodó en apenas tres meses, lo que significaba que el director planificó de maravilla lo que tenía entre las manos: una historia que conectaba con sus orígenes familiares, un guión perfecto, apoyado por la música del incombustible Max Steiner y unos actores implicados y eficaces con los que ya había trabajado en bastantes de sus películas anteriores. Es por esto que la sensación final es la de empaste, de coherencia y de rigor.
Sí, todos los hombres somos inocentes, pues, cuando hacemos cosas indebidas es porque tenemos la conciencia adormecida, o retardada, y cuando esto sucede actuamos por instinto, ignoramos tercamente a la razón que nos alerta y nos dejamos engañar por el lado más oscuro de nuestra psique. Muchas cosas influyen para que la conciencia se adormezca: La reiterada observación del mal ejemplo, la presión indebida que otros ejercen sobre nosotros, la falta de criterios claros, la debilidad de carácter, la ausencia de presencias de afectación positiva, el atraso cultural y/o económico del medio en que se vive… y así, otro sentir va estructurando la personalidad, hasta llevar al individuo por los senderos más equívocos.
Gypo Nolan, también tenía sus razones para dar un paso en falso: El ejército republicano lo expulsó de sus filas cuando él demostró que tenía objeciones de conciencia para matar. Katie, la mujer que aún ama, se estaba perdiendo y tenía un gran sueño que él no podía ayudarle a materializar… y Gypo, claro, quería sentirse amado.
Fueron, estos, impulsos emocionales que adormecieron la conciencia, y por la premura de las acciones, a esta se despierta cuando ya el daño está hecho… pero, entonces no se es malo, sólo se padeció una confluencia de motivaciones que redundaron en una decisión errada. Desde la holística, esto lo vemos como una presión del universo que mueve un cierto cúmulo de energías que, por predisposición de ciertos individuos los convierte, irremisiblemente, en instrumento de sus sabias y necesarias decisiones evolutivas… aunque, a veces, éstas nos parezcan incomprensibles o inaceptables.
Basado en una afortunada historia de Liam O’Flaherty, y con guion de Dudley Nichols, John Ford consigue una obra cinematográfica de elevado tino, ya sea vista desde sus valores estéticos o actorales, pero, el acierto mayor, se aprecia en la construcción de esos personajes enmarcados en una aventura de enorme solvencia moral.
Victor McLaglen, resulta muy efectivo como Gypo, el hombre que hizo de Judas y que, tras su delito, despliega un profundo afán de redención con todos los que se cruzan en su camino. Su personaje nos cala muy hondo y se torna imposible condenarlo cuando, las razones que animan sus actos, las tenemos perfectamente claras.
Ford, logra una puesta en escena de tinte sombrío y claustrofóbico, inspirada sin duda en M de Fritz Lang y en otras geniales obras alemanas de los años 20. El resultado es bastante convincente y el cine de los EEUU se ha beneficiado una vez más de la gran labor que tantos cineastas europeos han realizado en la industria hollywoodense.
EL DELATOR, es un buen ejemplo de cine existencial. Devela entendimiento de la vida y sirve al despertar de la conciencia humana. Bien que se merece nuestras ovaciones.
La traición, uno de los temas más interesantes a la hora de abordar una obra literaria o cinematográfica. Porque, quien más, quien menos, todos hemos delatado alguna vez (hagan memoria, remóntense a su niñez) y nos identificamos totalmente con el sentimiento de culpa.
En esta ocasión, el entrañable Gypo, hambriento y enamorado, sucumbe a la tentación de obtener fácilmente 20 libras por delatar a su mejor amigo. Lo que diferencia a esta película de otras de temática similar es la ingenua personalidad del delator, que logra que uno se compadezca de él. Todo un acierto.
Quizás la secuencia final chirríe un poco, y algunos recursos de la época que han quedado anticuados (como lo de acelerar la velocidad en ciertas peleas cuando en la edición se dan cuenta de que los golpes son muy falsos).
También en mi opinión es John Ford uno de los mejores cuentacuentos de la historia, por no decir el mejor. Domina el pulso narrativo y la calidad media de su extensa filmografía es altísima y bastante regular. Sin embargo, tiene muy pocos trabajos que realmente hayan llegado a los más profundo de mi alma. Yo prefiero, y es una opinión muy personal, a los directores que, aunque puedan tener un nivel inferior, incluso mediocre, en algunas de sus películas, me estremezcan en otras.
El realizador John Ford, muy recordado por sus excelentes westerns ubicados en Monument Valley tenía además una especial predilección por su país de orígen, Irlanda, como lo demuestran las bellísimas películas en las que volcó con mimo toda la poesía de que era capaz (que era mucha). Ambientado en Dublin, en el año 1922, toda la acción sucede en realidad durante una noche, en la que el bravucon Gypo Nolan (Victor McLaglen) se debate entre la fidelidad a sus ex-compañeros del IRA y la recompensa que ofrecen las autoridades británicas por uno de ellos que le permitiría iniciar una nueva vida.
La película, es excesivamente deudora del cine mudo, como lo demuestran los numerosos insertos que intentan dar explicación a determinadas situaciones, así como la excesiva expresividad del personaje principal, con una interpretación quizás un tanto exagerada por parte del genial Victor McLaglen, que compone un más que creible rol de personaje atormentado por la duda primero y los remordimientos después, a pesar de lo cual es inevitable sentir simpatía por él. Otro tema importante es la delicadeza con la que Ford, y su guionista Dudley Nichols, tocaron un tema tan peliagudo como la situación de Irlanda en los años 20, centrando el foco en la persona de Gypo Nolan, y eludiendo con habilidad una excesiva politización del asunto, a pesar que el tema podría dar pie a ello. A pesar de que es inevitable tocar el tema de una forma aunque sea indirecta, y desde luego quedan bastante claras las posturas de guionista y realizador pese a su aparente neutralidad, pese a la sutileza de su tratamiento el cual declina tomar partido de forma explícita.
También llama la atención es la influencia que tiene el film de la estética expresionista que le es muy util a Ford para recrear la noche que nos está contando casi como si fuera una pesadilla (sobretodo las vacias calles de Dublin), al mismo tiempo que le sirve para enfatizar determinadas secuencias (hacia el final de la cinta). A la hora de valorar el film, hay que tener en cuenta que se trata de uno de los primeros films sonoros de John Ford, en el que aunque apunta buenas maneras, no cabe duda que se trata de un film menor . Uno además, que ha envejecido demasiado, y que hoy nos parece un tanto simplón, con unos personajes excesivamente unidimensionales y esquematizados, lo que le resta de profundidad al conjunto.
Además algunas asociaciones son demasiado simplistas como la de Gypo con Judas, intentando dar al film un cierto aire bíblico que no le pega en absoluto. Pese algún que otro buen acierto (sobretodo alrededor de la composición de su protagonista que pasa de la duda, al remordimiento y terminando en la compasión), el film dista mucho de las grandes obras que el realizador nos ofrecerá en los próximos años
Desde sus raíces, el experto del parche nos mete en un ambiente logradísimo sobre el modus operandi del IRA y su resistencia contra la ocupación inglesa.
El guión es de categoría y gira permanentemente sobre la figura del enorme borrachín que cae en el error de la traición.
El actor define a su personaje como un ser grosero, violento … con un pronunciado deterioro mental y, claramente, de pocas luces. Un pleno absoluto de interpretación. El noviazgo entre Gypo y la prostituta es una relación impulsiva, amarga, que no se presenta como algo consolidado.
Lo que está conseguido perfectamente es el humor continuado de los personajes pintorescos y los golpes que se reparten entre ellos. El mundo de miseria que tocaba vivir está descrito con absoluta maestría. El valor de tener una libra en el bolsillo se hace tan claro desde el primer instante, que a uno le da rabia que Gypo vaya tirando el dinero por ahí como un gilipollas. Dan ganas de gritarle que tenga un poco de cuidado.
Por el otro lado, la seriedad del comportamiento de los miembros del IRA y su exhaustiva investigación, choca con el comportamiento del pobre Gypo, un hombre que se le ven venir sus tonterías desde lejos.
La película, es recomendable ver por las actuaciones y, en conjunto, es una película que no debe desagradar ni a los muy exigentes.