El crack
Sinopsis de la película
Areta, un antiguo policía que trabaja como detective, recibe el encargo de encontrar a la hija de un empresario de Ponferrada. Gracias al novio, averigua que la chica estaba embarazada y huyó de casa. A partir de ese momento, empieza a sufrir todo tipo de presiones para que abandone el caso, pero Areta seguirá investigando hasta el final.
Detalles de la película
- Titulo Original: El crack
- Año: 1981
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
Película
7.2
51 valoraciones en total
Madrid, años 80. Garci decide filmar una película en homenaje a su querido Hammett, que tantas historias ha dado a la literatura y el cine negros. Pero no sólo será un homenaje al género noir. También retratará Madrid como nadie lo ha hecho. Cada fotograma de la Gran Vía, Callao, Princesa… deja transpirar su amor por esa ciudad, acompañado de una bellísima melodía de piano. Perfecta la ambientación castiza y auténtica del Madrid de finales de los 70. La partida de mus inconmensurable. El combate de boxeo fantástico. El atraco del bar de carretera magistral. Y el jamón… de pata negra.
Gran parte del mérito reposa en los actores: La mirada del detective Areta esconde una melancolía inmensa, combinando el carácter rudo y helador con la ternura más entrañable. Confieso que esa mirada inicial no hacía que me creyese a Landa como un tío con cojones, pero les conmino a que vean la película y comprueben lo duro que puede llegar a ser. La niña es una de las cosas más bellas de la película, un osito al que dan ganas de abrazar. Mención también para un excelente Miguel Rellán, con esos ojos de yonqui perfectos para su personaje. Y cómo no, el barbero. Sus historias sobre los combates de su ídolo Rocky Marciano no tienen precio. Grandes también las escenas rodadas en el Rockefeller Center de NY.
Una trama fantásticamente entrelazada. Sin embargo, le priva del 9 los minutos que transcurren a partir de la venganza final. Tras semejante shock al director le tiembla el pulso. Por suerte, las dos últimas ejecuciones son estupendas. La mejor peli de Garci sin dudarlo.
Ahora comprendo por qué Blanca se enamoró de sus ojos. Gracias de nuevo, Edu.
Don Joaquín María Bartrina y de Aixemús fue un poeta catalán, por tanto español, que vivió muy poco, apenas 30 años, pero que nos dejó una obra lírica de alto valor. Uno de sus versos más famosos es aquel que decía aquello de:
Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol.
Si os alaba Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.
Esto también nos ocurre a los españoles con nuestro cine. Que hay centenares y centenares de películas abominables ya lo sabemos, pero también es cierto que cuando sale un buen director nos cuesta mucho reconocerlo. Eso pasa con José Luis Garci, uno de los mejores directores españoles que hay en activo, y un hombre que tiene un hueco en letras de oro para siempre en la historia de nuestro cine.
Dentro de las joyas que tenemos en su filmografía, una de las perlas más valiosas es sin duda El crack, una de las mejores películas españolas de los ochenta.
Su mérito es doble, en primer lugar consigue que la tristeza que inunda cada fotograma de El crack sea sana y no depresiva, pero es que además logra hilvanar lo personal con lo novelesco dentro de la narración como pocas veces se ha visto.
E igual que el gusano que se convierte en espléndida mariposa, el señor Landa nos regala la transformación interpretativa más memorable de nuestro cine. La democracia había llegado y el Landismo había muerto, perdimos un subgénero pero ganamos un actor como Don Alfredo. Excelente José Bódalo, acercándose a su mejor momento que lograría un año después con Volver a empezar.
Para el final dos motivaciones más para ver la película, la primera la música de Jesús Glück. ¿Recuerdan algo más hermoso? A mí se me hace complicado. La segunda el retrato vivo, apasionado y cercano de ese Madrid inolvidable que no volverá jamás porque entre todos nos lo hemos cargado.
Por cierto en mi opinión y uniéndome al debate de la película, el boxeador más grande de todos los tiempos fue Joe Louis, 12 años seguidos en el número uno y 25 defensas del título, además de ser un ejemplo para la comunidad negra rompiendo todas las barreras raciales de la época es suficiente para otorgar el oro al Bombardero de Detroit.
No es Clint Eastwood rodando sobre algún vistoso Ford Custom del 66 entre los edificios de San Francisco buscando malhechores en Harry el Sucio. Es Alfredo Landa en El crack encarnando al detective privado Germán Areta, en un Simca 1000 Barreiros recorriendo la Gran Vía madrileña de inicios de los años 80, después de zamparse un filete con patatas en una sombría tasca con suelo cubierto por cientos de servilletas arrugadas y palillos. Con un estilo claramente inspirado en el cine estadounidense, ésta película no deja de ser una joya del cine español, enterrada y olvidada por muchos y merecedora del más grato de los homenajes, recordándola humildemente al menos desde las líneas de esta crítica. Ya desde su primera escena se vislumbran las buenas maneras de una gran película y se garantiza que pasaremos 119 minutos que seguro acabaremos agradeciendo por la gran calidad de la cinta en su conjunto.
¿Quién es Germán Areta? Según sus palabras, un tipo duro y solitario que trata de sobrevivir en una sociedad podrida gracias a un trabajo sucio. Un detective privado que tiempo atrás fue policía y que hoy, revólver al cinto, se dedica a realizar todo tipo de investigaciones menores que se verán desplazadas por el nacimiento de un caso mayor. La nueva historia que le trae su recadero-detective Moro (Miguel Rellán), -un antaño delincuente reinsertado en la sociedad gracias a la confianza brindada por Areta- pinta aparentemente de forma convencional, pues parece un trabajo bastante sencillo: encontrar a Isabel Medina, la hija de un misterioso cliente. Isabel escapó años antes del hogar familiar y se refugió en los brazos de un universitario que acabaría siendo locutor de radio en la SER. Después de interrogar al profesional de las ondas, comienzan a aparecer complicaciones en el caso hasta estar envuelto Areta, también conocido como El Piojo , en algo demasiado gordo para lo que acostumbra.
Pero esto no evita que a pesar de ser un solitario de rostro melancólico, disfrute de agradables momentos en compañía de una amiga (María Casanova) y la pequeña hija de ésta. Con ambas consigue estrechar unos lazos que superan el cariño y prácticamente entre los tres, forman una familia. También tiene algo parecido a un amigo, su peluquero, que no para de hablarle de Nueva York y su puente de Brooklyn, a la par que plantea debate sobre cuales eran los mejores boxeadores de entonces.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
Ver a Alfredo Landa empuñar una pipa y decir devuélveme el mechero o te quemo los huevos , mientras come un plato combinado en un bar de carretera con las cintas de Bordon 4, Eugenio y Jeannette al fondo, no tiene precio.
Este es el terreno en el que mejor se mueve Garci, a mi parecer: el retrato costumbrista de la España de los 70’s y 80´s. El colegio cántabro de árbitros, Francisco Medina, Ponferrada, La Gran Vía madrileña y una genial partida de mus (la escena más auténtica que creo haber visto jamás en cine), dan pinceladas al lienzo de una sociedad que aún cojeaba con la pata de palo de la dictadura.
Si este fuese el argumento de la película, sería un coñazo, como lo son tantas y tantas obras al respecto. Pero Garci lo utiliza sólo de trasfondo, no es más que la tela rugosa y en blanco del dibujo.
Porque en la película hay policía, prostitución, tabaco, boxeo, armas y, sobre todo ello, un caso. Si hay caso en una peli de detectives, hay guión. Y, generalmente, si hay guión, hay película. No hay más. Lo demás es metralla.
Alfredo Landa resulta meritoriamente convincente en el papel del detective Areta, un investigador privado de esos que salen en las películas, como dice él: un tipo duro y solitario que trata de sobrevivir en una sociedad podrida gracias a un trabajo sucio.
Un tipo al que sólo le conmueven su novia, la hija de su novia y Nueva York.
Cuando El Piojo por fin visita Manhattan, su corazón es una roca de hielo y una gélida mirada al Madison Escuare Garden es todo lo que Areta puede regalar ya a La Gran Manzana.
Sólo la venganza tiene cabida ahora en su interior.
Por el guiño a Woody Allen, por su ritmo, por el barbero, por Santa Claus patinando en el Rockefeller Center, por los diálogos, por los giros de guión, el tono anaranjado de la época y su melancólica, nostálgica y triste banda sonora,
un 7 alto.
Sorpresón, señores. Sorpresón de los buenos. El crack es española y tiene un título infame, pero es un peliculón como la copa de un pino. Y es que a veces -solo a veces- fiarse de las recomendaciones de usuarios con cierto criterio y credibilidad tiene premio. Como en esta ocasión. ¿El culpable? Sí, claro. Su nombre es Crúpulos. Sines Crúpulos. Leed su crítica. A la voz de ya. Porque cuando escribe en serio (o medio en serio), también es un crack. Un puto crack. Vaya si no.
Pero bueno, después de esta breve sesión de baño y masaje (absolutamente merecido) pasemos a hablar de la peli. Aunque poco podré añadir a lo que ya ha expresado mi colega, por descontado. En cualquier caso quisiera subrayar, sobre todo, que la peli de Garci es, efectivamente, una de las mejores muestras de cine negro que ha dado el cine español. Un trabajo redondo en el que todas y cada una de las piezas corroboran de qué coño estamos hablando cuando aludimos al ‘engranaje perfecto’ de una peli.
Empezaré por el guión. La historia no es sólo buena. Está bien narrada. Lo más curioso es que siendo como es una peli que huele a bocadillo de calamares y a copa de Soberano destila, a su vez, un aroma genuinamente americano. Paradójico pupurri fruto, sin lugar a dudas, de la ferviente devoción de Garci por Hammett en particular y por el cine clásico norteamericano en general. Luego están los personajes. Interpretaciones al margen (Landa está soberbio en la piel de Germán Areta), no falta ni sobra ninguno: el subalterno chorizo, el dandy cabrón, el barbero charlatán… Y por si fuera poco, una exquisita pátina melancólica magistralmente administrada (textura fotográfica, banda sonora,…) le pone la guinda a esta pequeña joya de reivindicación perentoria y clamorosa.
Pero tal vez lo mejor de todo sea ese espléndido tributo al Madrid de la transición. Un tributo que -como buen catalán- ya quisiera yo que alguien, algún día, le dispensara a mi querida Barcelona.