El coleccionista
Sinopsis de la película
Freddie Clegg, un empleado del Banco de Londres, es un hombre introvertido y triste que se dedica a coleccionar mariposas. Su vida cambia bruscamente cuando le toca la lotería, pues entonces decide secuestrar a Miranda Grey, una joven estudiante de arte por la que se siente atraído desde hace tiempo. Compra una casa en las afueras de Londres y retiene a la chica en el sótano un mes. Durante ese tiempo afloran en los dos personajes sentimientos encontrados.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Collector
- Año: 1965
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
Película
7.7
97 valoraciones en total
Freddy Clegg es un joven introvertido, empleado de banca y afortunado jugador de quinielas que colecciona algo más que mariposas. Un día secuestra a la mujer de la que siempre ha estado enamorado en secreto con nobles intenciones: haciéndola caer en sus redes, sólo tiene el ingenuo propósito de que se enamore de él, pues su mente enferma concibe el rapto como declaración de amor. Es su sueño, largo alentado: guardar a su bella presa como a una mariposa en una vitrina. Ser correspondido por una mariposa.
El coleccionista, 1965. A título filosófico, lo que no se puede conseguir a fuerza de voluntad. Una película sorprendente y arriesgada, que padeció numerosas imitaciones con el tiempo, antecedente claro en cuanto al planteamiento para Átame, de Pedro Almodóvar, que ya no será lo mismo.
Dos buenos actores (Terence Stamp y Samantha Eggar) que no llegarán a ser estrellas dan aliento a este interesantísimo filme, aunque no del todo creíble, excelente retrato psicológico de la soledad y la necesidad de cariño. La trama, de marcado ambiente teatral, mantiene el suspense en todo momento, a partir de la entretenida novela de John Fowles, sobre un amor enfermo, imposible.
Lo verdaderamente sorprendente de la película es la dualidad a la que Wyler somete al espectador, despertando al enfermizo coleccionista que todos llevamos dentro. No nos es fácil aceptar nuestra creciente simpatía por un personaje que nadie consideraría normal, al tiempo que crece nuestra antipatía por un personaje arquetípico -la víctima de un rapto- que suele despertar compasión en el espectador.
Con El coleccionista, Wyler consigue ampliamente lo que pretendía, incomodar al público, hacerle pensar. No se trata únicamente de un thriller psicológico, también consigue fundir con una maestría fuera de lo común sentimientos totalmente opuestos. Una película que causa repulsa y atracción, de manera natural. Y es que la elegancia narrativa de William Wyler no se encontraba fácilmente, ya en el ocaso de su carrera.
La tensión se palpa y crece hasta que llega el clímax final, entre previsible e impactante. Y las últimas imágenes… -quizá por imposiciones del guión o por hacer más patente el carácter de Freddy- provocan un brusco cambio que derriba de un plumazo la atmósfera de romanticismo desbocado en que hasta entonces habíamos estado hipnóticamente inmersos. Pero mejor véanla y juzguen por sí mismos (Juan Antonio de Rivera).
Pero ponte en su lugar. Ves algo tan hermoso que crees que debes poseerlo. No para hacer nada, sólo para mantenerlo inmóvil, eternizarlo y contemplarlo. Coges la red y atrapas a la mariposa. La clavas. La contemplas y te admiras de su belleza.
Piensas que será así por siempre. No sabes cuánto dura siempre, pero crees que dura lo bastante. Te gusta la sensación de bajar al sótano y visitarla. Es tan bella. Tan quieta. ¿O no?. De repente, la mariposa se agita. No puedes creerlo. Aprietas el alfiler, pero las alas se agitan. La mariposa de repente te mira a los ojos. Muestra una autonomía inquietante. Su presencia, que no debería ocupar espacio alguno, de repente se expande y te invade.
No sabes qué hacer. No quieres que la mariposa se mueva. La mariposa no debe moverse, no debe hablar, no debe ser. Tiene que permanecer inmóvil para poder observarla. ¿Porqué se mueve, porqué habla, porqué pide cosas?. La mariposa sigue siendo bella. Pero tienes la extraña sensación de que no eres tú el que está observándola. Son sus ojos los que te contemplan a tí. No te gusta. Ella te toca. No te gusta. Yo quiero amarte, mariposa, pero no quiero tocarte. ¿Porqué no lo entiendes?.
Pocos directores encontraremos en Hollywood que hayan logrado escapar a ese terrible epíteto que responde al término ‘sobrevalorado’. Incluso monstruos de la talla de Hitchcock, Wilder o Kubrick lo han padecido en sus propias carnes en algún momento u otro. Pero si hay realizadores ‘sobrevalorados’, también es justo decir que los hay ‘infravalorados’. Y Wyler es, sin lugar a dudas, uno de ellos.
¿Cómo se concibe, si no, que un cineasta con peliculones como Los mejores años de nuestra vida, La heredera o Ben-Hur no haya disfrutado de un reconocimiento mayor? Quizás su libreto de estilo no fuera tan genuino o emblemático como el de los anteriormente citados, pero está claro que el bueno de William fue un modélico currante de la industria cinematográfica. Un currante que siempre procuró dar el callo y que, como tantos otros (Aldrich, Preminger o Peckinpah, por ejemplo), fue relegado a una discreta segunda división cinematográfica en la que su talento como cineasta quedaba exclusivamente circunscrito a la injusta y parcial condición de ‘buen artesano’.
Wyler, en cualquier caso, siguió coleccionando peliculones hasta el final de su carrera. El coleccionista fue una de las últimas. Un excelente thriller psicológico que profundiza en la compleja personalidad de un atípico secuestrador y en las consiguientes reacciones de su víctima. Un hombre y una mujer que protagonizarán una peculiar relación donde se pondrán de manifiesto dualidades tales como dominador-dominado, provocación-represión sexual, clase alta-clase media, etc… Todo ello como le gustaba hacerlo a Wyler: cediéndole el testigo a sus actores (en este caso Terence Stamp y Samantha Eggar) para que fueran ellos los que se echaran la peli a sus espaldas y sacaran lo mejor de sí mismos. Huelga decir, por consiguiente, que ésta es una peli de actores. Una peli en la que el duelo interpretativo entre Stamp y Eggar en esa claustrofóbica cripta hará las delicias de los amantes del cine más teatral y en la que constataremos un dato importante: un psicópata, por muy romántico que sea, siempre será un psicópata. Lo lleva en la sangre.
Esta película presenta ni más ni menos que a un hombre cuyos deseos y actos se han repetido ya en diversas ocasiones en la historia, la mayoría de estos sucesos jamás se han descubierto y otros se desvelan porque la víctima logra hacerse con la confianza del captor y huye en un momento determinado, como pasó el pasado año en Austria con una joven a la que un tipo así la tenía «coleccionada» desde hacía años.
La cuestión es que muchos hombres sueñan desde niños con este tipo de fantasías: es decir, con poder tener a una amada para ellos, como un pajarillo, para adorarla, para degustarla, para alegrar su vida con su presencia y contacto, sometida al varón, enclaustrada para servirle. Se trata de una fantasía masculina entremezclada con el deseo sexual, el amor, la obsesión, la tendencia posesiva, etc., una ilusión hecha realidad más comunmente de lo que la gente se cree, lo que ocurre es que se suele camuflar con aristas limadas, subterfugios o convencionalismo legales como el matrimonio, etc., y entonces pues ya no parece un secuestro sino algo normal. En el mundo actualmente hay millones y millones de mujeres coleccionadas por hombres, ya en los países islámicos ya en los asiáticos, incluso en la civilizada Europa u Occidente, y a veces son casos peores que el de la protagonista de esta cinta, porque por ejemplo en algunos lugares como Tailandia los «coleccionistas» de féminas las «coleccionan» desde apenas tienen éstas seis años y encima para prostituirlas sin compasión a diario y brutalmente como carne de hacer dinero.
Sin duda esta cinta y otras parecidas que posteriormente se han realizado, en el sentido de mostrarnos qué actitudes y acciones pueden entrañar ciertas personas corrientes que nos rodean y de las que a priori jamás sospecharíamos nada perverso, son películas dignas de profundidad psicológica y psiquiátrica, que supongo estudiarán en las Facultades donde se forman esos profesiones en el sentido de patrones representativos de lo humano. Como quiera que sea, el contenido que sacan a la luz pública este tipo de filmes, revela directamente a los simples espectadores, que hay no pocos individuos que en medio de la normalidad y pasando desapercibidos, tienen mentes capaces de fantasear con la fantasía de disponer de otro ser humano en plan de objeto animado para su propio goce y satisfacción egocéntrica, fantasía que gracias a Dios muchos nunca las convierten en realidad, aunque desgraciadamente otros sí.
Fej Delvahe
El coleccionista es, para mí, uno de los mejores y más intensos dramas psicológicos que se han hecho. Tiene un punto de partida muy perturbador y un desarrollo pausado que acrecienta la tensión progresivamente. Vamos, que me veo yo como el loco si me toca un porrón de millones. No soy entomólogo, así que en mi caso la película se titularía El futbolista, El cinéfilo o, simplemente, El salido.
Mi comparación con Psicosis:
• El perturbado de Stamp tiene poco que envidiar al de Perkins. Yo empaticé más con éste, sin que por ello llegara nunca a justificar sus decisiones. Le vi tan locamente encoñado y tan inadaptado que llegué a compadecerle en algunos momentos. Eso sí, el de Perkins me parece, como mínimo, igual de cojonudo.
• Entre Samantha Eggar y Janet Leigh, me quedo con la primera, que elabora aquí un trabajo delicadísimo para encarnar a una pobre muchacha que ansía la libertad e intenta conseguirla con la manipulación sutil de la mente enferma e inestable que la retiene.
• Este guión casi roza la perfección. Exprime mejor los perfiles psicológicos de sus personajes, sobre todo el de la parte femenina. También aprovecha más la tensión sexual, pues Freddie no tiene una madre imaginaria que contenga sus impulsos, sólo su propia (y peculiar) moralidad. Sólo falla (ojalá todos los fallos en la vida fueran así) la teatralidad de un par de diálogos.
• La dirección de Hitchcock tiene muchísimo empaque. Sus hallazgos visuales y narrativos en Psicosis difícilmente encontrarán rival. Wyler se centró más en los actores, y no le salió nada mal.
• La música. Aquí no tengo la menor duda: la de Herrmann es mucho, pero muchísimo mejor. En la de Jarre hay pasajes buenos, pero también unos un poco sesenteros, y otros un tanto alejados del espíritu dramático de la producción —algunas escenas llegan a parecer más adecuadas para la serie B a lo Frankenstein o Drácula, como en un par de ocasiones en las que vemos a Freddie bajar por las escaleras entre penumbras. (Re)visítenla y verán cómo no miento.
Curiosidades:
• Se cuenta que John Trevelyan, secretario jefe de la Oficina de Censura Británica, se durmió durante la proyección y, gracias a ello, no vio el final y aprobó íntegramente la cinta. Los propios responsables de la película bromeaban con el asunto y decían que, de haberse despertado antes, o la película habría sufrido cambios, o les habrían arrestado. En cualquier caso, lo cierto es que con Trevelyan, que se confesaba admirador de Bergman y Buñuel, la censura británica se encauzó por caminos menos conservadores.
PD: Psicosis, El coleccionista y Misery, menuda tripleta tengo en mi estantería. Me doy envidia a mí mismo. Pero si tenéis alguna sugerencia o recomendación, soy todo oídos.