El club de los poetas muertos
Sinopsis de la película
En un elitista y estricto colegio privado de Nueva Inglaterra, un grupo de alumnos descubrirá la poesía, el significado del carpe diem -aprovechar el momento- y la importancia vital de luchar por alcanzar los sueños, gracias al Sr. Keating, un excéntrico profesor que despierta sus mentes por medio de métodos poco convencionales.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dead Poets Society
- Año: 1989
- Duración: 124
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Opinión de la crítica
Película
7.6
65 valoraciones en total
El cine se ha fijado muchas veces en la relación entre profesores y alumnos, y generalmente ha querido incidir en el acercamiento entre estos más allá del mero ámbito que los une en principio, la educación. La película del casi siempre interesante Peter Weir se convirtió en un gran éxito crítico y de público gracias a la empatía que conseguía con el personaje de Robin Williams y la personalidad de algunos de los jóvenes actores que lo acompañaban.
Aunque no se puede decir que la historia y el tratamiento sean originales (profesor de ideas liberales y mente abierta que llega a un centro donde la educación y la formación intelectual de los jóvenes se interpreta y ejerce desde la tradición, las normas, el conservadurismo y la férrea disciplina… o represión), Weir y su guionista consiguen captar inmediatamente la atención y complicidad del espectador, por la ruptura de ideas que supone para esos chicos la pedagogía y la personalidad de un personaje bien creado por un Robin Williams afortunadamente alejado de sus habituales e insoportablemente blanditos y sensibleros papeles de payasete circense.
El Club de los poetas muertos, es una durísima crítica a toda esa sociedad, representada tanto por padres y profesores que solamente quieren hijos y alumnos modelo, que sean callados, sumisos y perfectos, que lleguen a triunfar en sus estudios, y que consigan las más altas cotas, sin pararse a pensar, que como seres humanos que son: tiene derecho a pensar por ellos mismos, libres de escoger su camino, vivir su propia vida, y lo que a ellos les corresponde es darles la mejor enseñanza, los mejores consejos, estar a su lado y ayudarles en conseguir su destino.
Si imponemos normas y conductas, sin dar opción a que sean comprendidas y contestadas, si no se escucha, ni se quiere entender sus razones y compartirlas, perderemos totalmente su confianza, y de seguro pasaremos a ser sus enemigos.
El club de los poetas muertos es una de las películas que más me han marcado en mi vida, en el sentido de que nos presenta una filosofía y una forma de entender la existencia humana, que creo que todos deberíamos seguir al pie de la letra.
El personaje que tan magistralmente representa Robin Williams, nos ofrece las pautas y las claves para un desarrollo pleno y para una visión de la vida, en la que siempre reine el optimismo, la alegría, el buen humor y la honorabilidad.
Aprovecha el momento, no se cansa de repetirnos el profesor protagonista y eso es lo que deberíamos hacer en todas las ocasiones, quedarnos con lo bueno y desechar lo malo, no rendirnos, luchar por los ideales y al final de todo, cuando los días se nos agoten, poder echar la vista atrás y pensar con calma, que verdaderamente, nuestro paso por este mundo dejó alguna huella, ya que aprovechamos la oportunidad de vivir.
Merece la pena intentar ser feliz en este valle de lágrimas.
Una obra de arte en definitiva y una auténtica maravilla desde todos los puntos de vista, por lo que si todavía queda alguien que no la haya visto, ya está tardando en hacerlo.
¡Carpe diem, camaradas!
Complaciente película en la que un grupo de niños ricos reciben clases de literatura y rebeldía de salón a cargo de uno de esos profesores que son estirpe en Hollywood: carismáticos, divertidos, sabios, motivadores… No hay cuestionamiento alguno en la rebeldía del profesor Keating, sino un mero elogio del gesto rebelde y una innecesaria invitación al goce literario, artístico y demás. Innecesaria, digo, porque la adolescencia es precisamente el reino de lo inmediato, del egoísmo y de la búsqueda del placer. ¿Qué necesidad hay, pues, de decirle Carpe diem a la chavalada, si no deberían pensar en otra cosa?
Algunos alumnos contemplamos, atacados de vergüenza ajena, cómo toda una generación de profesores se subía a la mesa. Y luego, siguiendo el ejemplo del profesor Keating, se bajaron y dejaron que la vida siguiera exactamente igual.
Pues sí, yo también soy un fan de El club de los poetas muertos y lo que es más importante sigo defendiéndola a pesar de que algunos con los años vayan renegando de ella.
Es verdad que estaba en el instituto cuando la estrenaron, y aunque mi centro no era precisamente la Academia Welton, no puedo negar que me influyó de forma y manera absoluta condicionando mi futuro como persona (yo también me monté un club mucho más chulo que este pocos años después) y mis gustos artísticos. También quizá porque me parezco físicamente mucho a uno de los protagonistas de la película, no diré cuál claro está y por mil razones más, debo señalar sin lugar a dudas a El club de los poetas muertos entre mis 50 películas favoritas
Y es que más allá de los valores de Welton: Tradición, honor, disciplina, grandeza, que se ponen en cuestión uno a uno demostrando que son meras palabras que crecen o disminuyen de importancia dependiendo de quien las entone o pongan en sus labios, como digo más allá de eso la historia de los sueños e ilusiones de esos chicos cercanas en ocasiones a los verdaderos sueños responden mejor que nada a esa forma de provocar una auténtica catarsis ante el mundo cerrado, hermético y obsoleto de la educación de corte arcaico y basada en el sometimiento que deben de padecer a diario, donde la inspiración del genio es sometida y puesta al servicio del mecanicismo de nuestra sociedad.
Ya no hay estrenos como esta maravilla de película con tantos guiños literarios, ya no hay personajes como el señor John Keating en un papel que recuerda a la maravillosa Alguien voló sobre el nido del cuco donde un libre pensador despierta a una microsociedad zombiniana pero sobre todo creo que es imposible olvidarse de Nuwanda que supone la avanzadilla transgresora dentro del grupo de poetas muertos. Y es que dentro de los revolucionarios también los hay más o menos burgueses.
Carpe Diem no es sólo un llamamiento a no perder el tiempo y aprovechar el momento, es un canto a recordarnos que nuestro orgullo, prepotencia, envidias y enfados son perecederos y que no debemos de tomarnos la vida demasiado en serio porque nadie sale vivo de ella como decía el genial Groucho Marx.
El guión es portentoso y redondo, ganador del Oscar merecidamente (una vez al fin acertaron) pero como siempre el de mejor película se lo llevó Paseando a Miss Daisy que comparado con El club de los poetas muertos parece una de Esteso y Pajares.