El cardenal
Sinopsis de la película
Un sacerdote de Boston comienza a ascender en la jerarquía eclesiástica gracias a sus grandes cualidades. Sin embargo, tendrá que afrontar delicados problemas personales y situaciones políticas muy peligrosas, como la invasión de Austria por los nazis (1938).
Detalles de la película
- Titulo Original: The Cardinal
- Año: 1963
- Duración: 175
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes conseguir una copia la película en formato HD y 4K. A continuación te mostramos un listado de opciones de descarga disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.9
23 valoraciones en total
Trece años después de la novela epónima en su titulación original en inglés The Cardinal del escritor bostoniano Henry Morton Robinson, Otto Preminger, más conocido en los círculos artísticos como Otto El terrible por sus ataques de mala baba durante los rodajes de sus obras, llevaba a la gran pantalla esta novela sobre el ascenso de un humilde y honrado estudiante norteamericano (de Boston como Henry Morton Robinson) religioso desde su ordenación como sacerdote en 1917 en la cuna del cristianismo, Roma, a la alta jerarquía eclesiástica vaticana…cuando finalmente fue nombrado miembro del colegio cardenalicio…
Debido a su excesivo metraje con ínfulas de peplum canónigo, casi tres horas de duración, el ritmo narrativo sufre de baches insalvables que entorpecen la cadencia rítmica…la fotografía en color corrió a cargo de Leon Shamroy y la música de corte clásico fue creada por Jerome Moross ( La aventuras de Huckelberry Finn de Michael Curtiz)…
También fue publicitada como la primera actuación seria en pantalla del cineasta y guionista John Huston en su papel del obispo Glennon (y al margen de su honorífica y fugaz aparición en su propia obra, quince años atrás, El Tesoro de Sierra Madre ) por el cual además fue nominado como mejor actor de reparto…
Una película cuanto menos curiosa sobre la implicación de la iglesia en temas tan espigosos como la fidelidad en el matrimonio,el sexo fuera del matrimonio,el aborto, las tensiones raciales, el poder de la iglesia norteamericana en Roma, el ascenso del nazismo y finalmente la guerra…todo un compendio temático existencialista visto desde la rigurosa, inflexible y espartana ortodoxia vaticana…
Preminger, que venía de filmar un año antes Tempestad sobre Washington con Henry Fonda como protagonista, supo crear un hilo de misticismo y culto sobre esta cinta menor, pero imprescindible en la videoteca de cualquier aficionado al cine de uno de los cineastas más sabios de la historia del séptimo arte…
A C L A S E D E R E L I G I Ó N.
Plúmbea superproducción para la Columbia de Otto Preminger, aquí más acertado como productor (casting, localizaciones, dirección artística, música, fotografía), que como director (narrativa tediosa y puesta en escena rutinaria). Un film de exaltación al ritual católico y romano más intrínseco, cristiano y contradictorio, no exento de una soterrada denuncia por la nada comprometida posición moral y política del Vaticano ante los conflictos lacerantes del siglo XX, es más, el cardenal responsable de asuntos diplomáticos se permite dudar de la democracia como buen sistema de gobierno. Decía el ínclito crítico Carlos Pumares sobre esta película de Preminger: No funcionó en la mayoría de los países, excepto el nuestro. Seguramente, creo yo, porque reunía los valores más cercanos a la Iglesia católica más ortodoxa y sacrosanta que imperaba en la España de Franco.
El film se abre con la ceremonia de ordenación como sacerdote de Stephen Fermoyle (un inexpresivo y escasamente dotadoTom Tryon, actor de televisión) en 1917, un joven brillante, ambicioso y prometedor que vuelve a su Boston natal, para ejercer su labor pastoral. Es un hombre culto que escribe e investiga la Historia, educado en la alta alcurnia vaticana pero algo soberbio, sabedor que está llamado a grandes asuntos diplomáticos de estado. Su superior, el Cardenal Glennon (un excelente John Huston), conoce perfectamente el paño y tiene la medicina que no es otra que el sacrificio y la humildad: La ambición es un mal en cualquier hombre, en un sacerdote puede ser fatal, pero a su edad aún se puede curar. Lo afirma contrariado ante la falsa modestia del clérigo que es enviado en ayuda de un cura viejo y enfermo en una lejana y fría aldea olvidada. Mientras renuncia a su vanidad, tiene tiempo para resolver sus problemas familiares que le infringirán un severo dolor personal.
También tendrá tiempo, a lo largo de su vida de mediar entre religiones, plantearse serios dilemas morales, tomarse un tiempo de reflexión para resolverlos, enamorarse de una bella mujer vienesa (maravillosa Romy Schneider), intervenir en defensa de un párroco de color asediado por el segregacionismo del Ku-Klux-Klan, e intervenir en la ascensión y apogeo del Tercer Reich en su anexión de Austria (mostrándose esa equidistancia de El Vaticano a través de la iglesia austríaca, entre el opresor y el oprimido, para sacar una repugnante ventaja política). La novela de Henry Morton en la que se basa el film, al parecer gustaba mucho al director y se sentía muy orgulloso de hacerla visible, presentando a la Iglesia como una institución política. En mi opinión, creo que es una desmesurada colección de situaciones complejas que están resueltas con mucha brocha gorda, quiero decir muy esquemática y simplista.
Desde los títulos de crédito, podemos intuir que este personaje es menos ejemplar de lo que la cinta nos cuenta, son planos cenitales y lejanos de un sacerdote que camina empequeñecido por las escaleras monumentales, atravesando claustros abovedados y monumentos grandiosos que parecen empequeñecer aún más al protagonista. Las situaciones y circunstancias están dramáticamente bien presentadas, pero todo desprende un clima de precipitación en contar tantos acontecimientos y de forma poco convincente que hubiera funcionado mucho mejor como serie para la televisión, pudiendo explayarse más detenidamente en tantos conflictos como le suceden a este pastor de la iglesia que cree ingenuamente que los problemas del mundo pueden solucionarse con buena voluntad y la ayuda de Diós,
El Cardenal es un extenso drama muy típico de la producción sesentera de Otto Preminger, y que a modo de compendio de toda su carrera, ribetea otros géneros anteriormente transitados por el vienés. Así nos encontramos rozando el melodrama durante los pasajes dedicados a la hermana del protagonista, de un tono más o menos cercano a Buenos días tristeza, el film político, al estilo de Tempestad sobre Washington, en el episodio anti-racista y el final vienés, la película romántica, a lo Rio sin retorno, en el escarceo secular de Tom Tryon en Viena, e incluso el drama puro y duro mientras el gran Burgess Meredith se adueña de la pantalla. Y ello sin olvidar los apuntes cómicos, casi todos ellos de la mano de un John Huston superlativo, un verdadero animal de la pantalla en el que es su papel más relevante como actor, ni la mirada casi etnográfica a los rituales vaticanos, en los que Preminger parece disfrutar parándose a contemplar todos sus detalles.
Originario de Boston, Massachusetts, en la segunda década del siglo XX, Stephen Fermoyle, es un sacerdote con grandes aspiraciones que ahora se ocupa de escribir un libro con el que espera sorprender a sus superiores en Roma. Apreciado por el afable cardenal Quarenghi, y por el duro cardenal Glennon, los buenos modales, la sinceridad y el compromiso que despliega Fermoyle, pronto le abren el camino a la superación… pero durante un viaje a los EEUU para reencontrarse con su familia, una serie de incidentes va a poner en tela de juicio los preceptos que maneja la iglesia católica… y en la mente de Fermoyle, entrarán serias dudas sobre el sacerdocio.
¿Volverá a ponerse la sotana? ¿Vale la pena seguir en una institución con preceptos e intereses que van en contravía de lo que dicta el corazón? ¿Es la ambición o es el propósito de servir sinceramente al pueblo lo que motiva al sacerdocio? ¿Es justo que, para poder servir a Dios, deba el hombre prescindir del amor de una mujer? Estas y otras preguntas pasarán por la mente de un hombre que pretende ser digno, ubicado en un mundo donde, definir lo que es justo y lo que Dios realmente aprueba, no es tarea fácil.
El libro homónimo del estadounidense, Henry Morton Robinson (1898-1961) publicado en 1950, fue la base para esta película que ha servido al director, Otto Preminger, para adentrarse en las intimidades de una iglesia cuyo historial ha despertado incesantes suspicacias. En Robinson se adivina su marcada simpatía con la iglesia, y Preminger se encarga de poner sobre la balanza las dos pesas bien equilibradas, para que, al final, seamos nosotros quienes determinemos si vale la pena seguir siendo adeptos a la institución de Roma o debemos apartarnos para contribuir a su ocaso.
Temas como la obligatoriedad de estar matriculado, el aborto en caso de riesgo de la vida de la madre, el ejercicio del sacerdocio sin afán acumulativo, la relación Iglesia-Estado, el papel de la iglesia ante el racismo… están aquí muy bien desarrollados y es admirable la manera como, Preminger, los va hilvanando en una historia familiar, religiosa y socio-política del más alto interés.
Todo en el filme está hecho con gran altura, y su historia es de esas que hay que masticarlas bien despacio para poder degustarlas, y sobre todo, para poder captar el fondo ideológico que es bastante denso. Cada personaje, cada diálogo, cada escena por sí sola o concatenada, guarda su propio significado, y a Preminger se le aplaude su confianza en la inteligencia del espectador, puesto que se atreve a darnos un profundo tratado sobre algo tan trascendental como la fe que profesamos.
En la historia, que dura 175 minutos de plena sustancia, hay personajes entrañables como Mona (Carol Lynley), la hermana del sacerdote que lo único que tiene claro es que quiere vivir con el hombre que ama, Ned Halley (Burgess Meredith), el anciano sacerdote que nunca quiso aceptar que iglesia y prosperidad económica deban ir unidos, Gillis (Ossie Davis), el cura afroamericano que, contra todo atraso y aún contra su propia vida, está dispuesto a defender su templo y la dignidad de su raza… y aún, Harry Glennon (John Huston), el cardenal que juega a ser duro, pero preserva una sensibilidad que pugna por salir a flote.
Tom Tryon, escritor (como Thomas Tryon) cuyas novelas dieron lugar a las importantes películas, El otro de Robert Mulligan y Fedora de Billy Wilder, tiene aquí su punto más alto como actor, recreando a un sacerdote que, bien atento a las lecciones que le da la vida, escudriña en el fondo de su alma para seguir su destino con plena conciencia… Y así es la clase de gente que reclama este bello mundo.
En definitiva, creo que EL CARDENAL es de esa clase de cine hecho para trascender.
Cuando una película dura 3 horas y el espectador no recibe en ningún momento la visita del bostezo, o de su amigo el tedio, significa que la trama se encuentra consistentemente urdida, que la fabulación acredita un nivel notable y que la historia posee suficiente entidad como para merecer sin reservas el tiempo que se le dedica.
En esta ambiciosa producción se ponen en juego todos esos elementos y el director sale victorioso merced a un gran dominio de su oficio y a la colaboración magnífica de los actores.
Sobre todo, en la interpretación de los tonsurados.