El Capitán
Sinopsis de la película
En los últimos momentos de la II Guerra Mundial, en plena caída del III Reich, Willi Herold, un soldado desertor de 19 años, andrajoso y hambriento, encuentra un uniforme de un capitán nazi. Haciéndose pasar por un oficial, Herold comenzará a transformarse usando la autoridad que le proporciona su nueva identidad, revelando la monstruosa esencia de aquellos de los que trata de escapar.
Detalles de la película
- Titulo Original: Der Hauptmann aka
- Año: 2017
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
6.7
90 valoraciones en total
Me ha gustado y mucho DER HAUPTMANN, tanto por el acierto del uso en un magnífico blanco y negro, como en su dirección, así como en la interpretación de todo su equipo actoral. La historia en la que se basa es real e increíble y el propio director Robert Schwentke sostiene en rueda de prensa que cuanto más se informaba sobre la figura del soldado que da pie a la película, menos le entendía.
Como siempre, todo lo que rodea al cine sobre los nazis es terrible y brutal, aunque en éste caso la cámara centra su objetivo en un joven soldado desertor que gracias a un uniforme de oficial impoluto de las SS que se encuentra en un coche abandonado, consigue hacer creer al resto que realmente lo es y vaya si le funciona, de tal manera que acaba convirtiéndose en el más sanguinario y brutal de los capitanes de las Schutzstaffel a modo de justiciero exprés por la gracia del propio Fuhrer.
Una película que acaba de ganar el premio a la mejor fotografía del Zinemaldi, pero que tiene muchas más cosas que mostrar, esperemos que se estrene en todos los cines próximamente.
The Captain, dirigida por el director alemán Robert Schwentke, se presentó en la sección Oficial de la 65 edición del Festival de Cine de San Sebastián, dónde se hace con el premio a la mejor Fotografía.
Rodada en un espléndido blanco y negro, la película nos narra la historia real de un soldado, en los útlimos coletazos del nazismo. La cámara se acerca a la creciente desorganización del ejercito alemán, y a un grupo de desertores, comandados por un joven, que roba un traje de Capitán y se hace pasar por un alto mando. A partir de ahí, se narra una transformación, una simbiosis, que nos hará reflexionar sobre los limites de la crueldad, del miedo a la muerte, del totalitarismo, el peligro de la no responsabilidad, de la cosificación más absoluta del ser humano, que no muestra ni un ápice de humanidad.
Notable trabajo técnico y actoral. Narrativamente suma como una de las obras que retrata de forma más espeluznante el final del nazismo.
El inagotable – aunque a ratos se nos antoje extenuado o repetitivo – filón de la II Guerra Mundial nos depara, de vez en cuando, alguna sorpresa perturbadora como la presente obra teutona… Pareciera que ya todo está explorado, inventariado y dicho, pero siempre nos queda el estupor fortuito de encontrar un enfoque novedoso e inquietante que nos permite bucear en los recovecos más oscuros y lacerantes del alma, así como en la locura individual y colectiva que favoreció aquella contagiosa masacre de los fundamentos básicos de la convivencia, de la educación, de la cultura y de la bondad humanas. Todos podemos llegar a perder la cordura, pero el contexto bélico y las circunstancias brutales favorecen la explosión de bellaquerías y vilezas que se nos presenta aquí con destreza y amargura.
Los últimos días o semanas de la contienda debieron de ser un carrusel infame de disparates o un aquelarre abyecto de matanzas que a buen seguro favorecieron los ajustes de cuenta, las revanchas y los linchamientos más atroces entre los aterrorizados alemanes que estaban perdiendo una guerra truculenta y sin piedad que habían iniciado con altivez bajo el patrocinio de un canalla carismático, inculto, rencoroso y vengativo como lo fue el infausto necio de Adolf Hitler. Cuando la vida pierde todo su valor, cuando se rompen los diques de la sensatez y la justicia, cuando la única posesión que nos queda es nuestra propia vida y nuestra palabra, nos refugiamos en la impostura y tratamos de obtener un beneficio, aunque sea fugaz y sin futuro. Nos volvemos en la peor versión de nosotros mismos – tal y como habíamos sido testigos que triunfaban antaño los jefes supremos de nuestros abortados designios.
Quizás sea cierto que se basa en hechos reales, aunque en todo momento uno tiene la necesidad de creer que está asistiendo a una ficción desenfrenada, casi inverosímil de puro extrema, porque se nos antoja inconcebible que todo eso pudiera haber pasado en realidad, aunque fuera en un momento en que todos habían entrado en una atroz psicosis colectiva del terror al tener que enfrentarse a la inminente y total derrota final. Pero que sea cierto lo que vemos – o que la anécdota que da pie a la trama se base en una peripecia verídica – no cambia en nada la apreciación sobre lo que estamos viendo: el repugnante y sanguinario contagio de la demencia cuando se ha perdido cualquier contacto con nuestra compasión y sensibilidad.
Las imágenes mudas sobre las que se proyectan los títulos de crédito de cierre pueden parecernos una excentricidad o un sinsentido, pero nos muestran que aquello puede repetirse ahora y que conviene estar alerta para impedir que de nuevo se instale entre nosotros la barbarie.
Estamos ante una película difícil de ver. Diría que incluso desagradable. En esta guerra no hay héroes, no hay honor ni gloria, no hay épica ni victoria. Al contrario, el director Robert Schwentke nos muestra el lado más oscuro del ser humano. El hambre, la desolación, la mentira, la traición, la tortura, el dolor, la crueldad, la muerte como resultado de la miseria humana. No encontraremos en su argumento ni un solo aspecto positivo, nada que nos alivie, a excepción de algún recurso estilístico, deudor sin duda de esa lista de Schindler, que aunque sin pretenderlo, revoletea en la historia, impregnada en la fotografía en blanco y negro de Florian Ballhaus. El capitán es una película que no engaña a nadie, una continúa huída hacia adelante que pone en evidencia el poder de los símbolos (espectacular, en este aspecto, el cambio que sufre el soldado protagonista con su nuevo uniforme, definido en el inspirado plano del espejo retrovisor) y la sinrazón de un conflicto que convierte a los hombres en meras alimañas. Un relato áspero al que su condición de estar basado en la realidad lo hace si cabe más perverso. Si acaso se advierte una leve indefinición narrativa que puede descolocar al espectador en algunos momentos, pero con sus virtudes y sus defectos, nadie podrá negar, una vez vista, que ha asistido a una de aquellas sesiones cinematográficas de las que revuelven conciencias y estómagos.
Lo mejor: su absoluta falta de concesiones.
Lo peor: narrativamente hablando se muestra irregular.
El director alemán Robert Schwentke «responsable de Red y las innecesarias secuelas de Divergente» filma El capitán, su obra más personal hasta la fecha. Galardonada con el premio a la mejor fotografía en el pasado Festival de San Sebastián, la película ha tardado un año en llegar a nuestras carteleras. El capitán, basada en hechos documentados y ambientada en las últimas semanas antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, recrea la historia verídica de Willi Herold, un joven soldado raso que huía de un grupo de nazis en busca de desertores y que se hizo pasar por oficial nazi y, tras reunir a una banda de secuaces, ordenó la ejecución de todos los prisioneros de un campo de detención para soldados acusados de deserción, robo o asesinato y, en general, de un total de 170 de sus compatriotas. Su pequeña antihazaña le permitió convertirse en el único soldado en ser condenado a muerte tanto por el Tercer Reich como por el ejército británico.
Hasta ahora las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial hablaban del Holocausto o de los campos de concentración. Por lo tanto, podríamos decir que tenían una visión exterior de los acontecimientos que llevaron a cabo el imperio nazi. Sin embargo, El capitán es una obra atípica, dentro del género bélico, ya que no se puede incluir en la misma categoría que estas, ya que tiene esa visión interior. Una perspectiva que nos muestra, desde dentro, el derrumbe del infierno y los daños psicológicos que supuso la Segunda Guerra Mundial y el nazismo para el pueblo alemán. Ese instinto de supervivencia se ve reflejado en la figura de Willi Herold «con una interpretación muy medida, Max Hubacher logra transmitir una asombrosa naturalidad y realismo sin apenas esfuerzo», que al inicio lo vemos convertido en un pobre y desgraciado hombre asustado, perseguido por traicionar a su patria. Su vida no tiene ningún valor y no carece de poder y autoridad, y como adquiere dichos valores tras encontrarse un uniforme de oficial que sirve para fortalecer y realzar la figura de un hombre aparentemente condenado.
La película, rehúye el análisis psicológico, y no deja claro porqué el protagonista se comporta de manera tan sádica, ni se pregunta si ya era mentalmente inestable o si fueron los perjuicios de la guerra los que le hicieron de actuar así. O, simplemente, el uniforme lo convirtió en un monstruo o sirvió como objeto incitador que despertó al monstruo que siempre llevó dentro.
El capitán, filmada en un acerado blanco y negro «seguramente, la fotografía de Florian Ballhaus tenga intenciones estilísticas como la de suavizar el impacto visual de la cantidad de sangre y violencia que fluye por la pantalla», se trata de un cuento de terror que da mucho miedo, además contener unos diálogos e interpretaciones realistas y una violencia que bordea el absurdo y coquetea con la farsa. Schwentke combina lo hilarante de escenas como la de los soldados aullando al cielo como una manada de lobos o de oficiales que dan órdenes en calzoncillos con lo perturbador de un soldado caminando por un campo de esqueletos. El capitán es la obra mayor de un cineasta capaz de mostrar su lado más personal y sacar la oscuridad que tiene en su interior.