El canto de la selva
Sinopsis de la película
Es de noche y reina la calma en el bosque que rodea el pueblo. Cuando los vivos duermen, el bosque se despierta. Ihjãc, un joven indígena krahô que vive en el norte de Brasil, tiene pesadillas desde que perdió a su padre. Camina en la oscuridad, su cuerpo sudoroso se mueve con cautela. Cuando se escucha una canción distante a través de las palmeras, es la voz de su padre desaparecido que llama a su hijo desde la cascada, pues ha llegado el momento de organizar la ceremonia fúnebre que concluye el duelo y permite que su espíritu llegue al pueblo de los muertos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos aka
- Año: 2018
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
6.4
51 valoraciones en total
*La muerte y la madurez
La primera escena de la película hace una referencia directa a su propio título. Su escenario es el corazón de la selva, junto a una cascada en la que se observa al protagonista, Ihjãc, hablando con su padre fallecido. Su progenitor le ruega que organice sus ritos funerarios para poder pasar al mundo de los muertos y abandonar la memoria de los suyos. Sin embargo, Ihjãc sabe que escuchar a los muertos solo significa una cosa: se convertirá en el próximo chamán de su pueblo.
El ritmo pausado de El canto de la selva facilita al espectador la comprensión de la espiritualidad Krahô. A diferencia de otros pueblos indígenas latinoamericanos, los protagonistas muestran que cuando uno de los suyos fallece existe un periodo de luto y de recuerdo hacia el muerto. Salaviza y Messora, la pareja de directores, han conseguido mostrar a la perfección el rito funerario que tiene lugar después de este periodo de luto. Los cánticos de los familiares y sus posteriores sollozos no son ejercicio de un actor, sino dolor real. Tras ello, el difunto sigue su camino hacia el mundo de los muertos.
Dentro del entramado espiritual que muestra las costumbres de la tribu, el protagonista se enfrenta también a un destino del que él mismo desea alejarse. La opinión del pueblo respecto al chamán al principio se trata de una forma, pero los directores no terminan de darle un corpus determinado, por lo que queda en el aire si la decisión de Ihjãc de huir de su destino es propia o influenciada por sus iguales. A pesar de ello, la cámara le sigue por su camino a la madurez que pasa por la propia ciudad alejada de la selva y de los Krahô.
*Krahô: vivir entre dos mundos
Más allá de la historia que contar y del personaje de Ihjãc, el objetivo primordial de Salaviza y Messora es dar la autodeterminación al pueblo de los Krahô a través del cine. Sus esfuerzos por dar a conocer la identidad del pueblo no resultan fallidos en ningún momento, sino que a veces pueden parecer confusos por el entramado existente entre la ficción y la realidad.
A pesar de ello, uno advierte fácilmente que el aislamiento de los Krahô no es tan evidente cuando la mujer del protagonista aparece en escena pintándose las uñas con esmalte o cuando las jóvenes del pueblo se dejan ver jugando a fútbol con un balón. Sin embargo, cuando Ihjãc llega a la ciudad sí puede notarse una cierta dejadez de las instituciones estatales con los pueblos indígenas. A pesar de su identidad propia, siguen dependiendo de cierta forma del exterior.
*Un género híbrido
El tratamiento de los directores hacia el pueblo Krahô en el largometraje se debe a que Renée había convivido con los indígenas, por lo que conocía muchas de sus costumbres y a los propios actores que se interpretan a sí mismos. De esta relación nace el origen de El canto de la selva.
A partir de una fotografía impecable, se da una hibridación del documental junto a la ficción que puede tornarse confusa a la hora de diseccionar lo que es la realidad del pueblo Krahô y lo que es la ficción aplicada a la historia del protagonista. Durante las casi dos horas de duración de la cinta, El Canto de la selva fluctúa entre ambos géneros sin decidirse por ninguno.
*Conclusiones
La cinta explora la vegetación y los cielos de la selva con un amor intachable que facilita introducirse de lleno en el pueblo de los Krahô y conocerlos de una forma más íntima, al igual que ese mundo espiritual que se muestra al espectador y que llega a entenderse a la perfección. Sin embargo, la mezcla entre el documental y la ficción es lo que no da la credibilidad total a la cinta.
Escrito por Lucia Blazquez
El canto de la selva es una historia sobre la aceptación de la muerte en el contexto de un pueblo indígena, a modo de un rito iniciático en el que el protagonista, Ihjãc, sufre de unas pesadillas tras la muerte de su padre en las que escucha la voz de éste, llamándole. La señal es clara: su destino, y la razón de ser de estas experiencias, es convertirse en chamán. Sin embargo, Ihjãc no se encuentra cómodo en absoluto con esta predicción, y tratará de huir de la responsabilidad alejándose hasta que los espíritus le dejen en paz.
Rodada en la aldea de Pedra Branca, al este de Brasil, en la que viven los indígenas Krahô, la propuesta del portugués João Salaviza y la brasileña Renée Nader Messora es de hecho fiel al estilo de vida, ritos y relaciones de este pueblo hasta el punto de que funciona tanto como la ficción dramática sobre el camino personal que escoge su protagonista como a modo de documental etnográfico. La labor de documentación realizada por Messora es notable y respetuosa con la cultura que refleja, y subrayando todavía más la correspondencia con la realidad está el hecho de que los intérpretes sean actores indígenas no profesionales de Pedra Branca.
Es por todos esos factores que la película que nos ocupa se siente como una experiencia mixta, por un lado con un componente claramente ficticio, por otro como una historia profundamente enraizada en la vida real. Lamentablemente, esa mezcla no está tan conseguida como debería y se produce una descompensación debida a que uno de estos dos elementos no funciona tan bien. En concreto, el de la ficción.
La historia individual que quiere contar El canto de la selva es muy evocadora, pero también es un tipo de narración muy visto. Cosa que no es mala en principio y depende de la ejecución y de las ideas que rodean a este viaje iniciático. Y mi interés en la cinta se viene abajo particularmente cuando el protagonista llega a la ciudad y se produce el siempre manido contraste entre la mentalidad rural y tradicional y la burocracia urbanita, originando secuencias que parecen querer presentar dicho conflicto de manera tímida y por añadir un matiz a la trama que realmente no necesita. Esas escenas son necesarias dentro de la película, pero no desde esa perspectiva, sino porque se sienten como una evasión para Ihjãc de su destino. Por ello no puedo evitar que no me caiga especialmente bien esta vía narrativa que siento como un pegote metido ahí casi por seguir el cliché.
Otro problema importante que tengo para entrar en la experiencia al nivel que debería es la interpretación protagonista, o más exactamente, su no interpretación. Porque Ihjãc es inexpresivo, no sonríe, no llora, te enteras de sus emociones simplemente porque las verbaliza él o quienes lo rodean. Aquí hay un cierto choque cultural entre mi forma de expresarme y la que tiene un indio Krahô como es el actor protagonista, así que no sé si culpar a la cinta de una desconexión que parece inevitable, pero también me da la impresión de que sus directores no llegan a tener claro cómo dirigir a sus intérpretes y cómo expresar las emociones que evocan a través de ellos.
Donde sí funciona muy bien esta película es en su expresividad visual, con unos encuadres que optan por una presentación natural de la vida cotidiana de sus personajes, con una cámara que tan pronto individualiza en el protagonista como ofrece una perspectiva alejada y furtiva, reflejando a la perfección esa dualidad que comentaba antes. A este respecto, puede que lo que más me llame la atención en la ambientación de El canto de la selva sea la forma en que pone énfasis en lo mundano de su entorno, ya sea en sus conversaciones inanes, en sus largos silencios o simplemente acentuando en la sensación de que no suele suceder nada y no hay grandes eventos en las vidas de estas personas. Las ensoñaciones de Ihjãc tienen una paleta cromática más discordante y elaborada, diferenciándose claramente de la cotidianeidad.
Por otro lado, con el ritmo tengo mis peros. Es marcadamente lento y en ocasiones eso se siente demasiado deliberado, como si Salaviza y Messora se dedicasen a dejar correr la acción, sin realizar ningún corte, buscando no sé sabe qué porque la película nunca llega a complementar su contemplación con la evocación mística que daría otro matiz a sus escenas. En esta cinta, incluso con su inclusión de ritos y cánticos, prevalece una perspectiva austera y anclada en la realidad, y esa lentitud a veces exasperante no parece un recurso adecuado al objetivo que se marca, o tal vez sí lo sea y en ese caso la obra falle en darlo a entender.
Con esta amalgama de puntos a favor y en contra, no es raro que perciba mi propia opinión sobre El canto de la selva como algo errático y confuso, porque hay cosas que me gustan mucho, ideas y conceptos que respeto muchísimo y me parecen estupendos en teoría, y en global creo que es una película muy digna y meritoria que tiene muchos puntos de interés. Al mismo tiempo, me siento distanciado de ella porque no llego a entrar ni a implicarme emocionalmente en la experiencia. En todo caso, me parece una propuesta muy valorable, aunque me apena no lograr una mayor compenetración con ella.
Texto escrito para Cine Maldito.