El campo
Sinopsis de la película
Film intimista que desarrolla la relación de Elisa, una bella mujer de 38 años, con una carrera profesional consolidada, y su esposo Santiago. Juntos con su pequeña hija deciden establecerse por un tiempo lejos de la ciudad. Ambos también están aprendiendo a ser padres, reconociéndose en su hija. Allí en el medio de la nada, Elisa comienza a gestar algo extraño en ella. Ya nada volverá a ser como antes, empieza a sentir una presencia en la casa, que por las noches hace aullar a los perros y recorre como una exhalación el campo infinito. Algo se instala en su vida hasta ahora perfecta. Palpa la vida y la muerte en su forma mas pura, mas contundente. Así, Elisa despertará del sueño del orden y de la civilización.
Detalles de la película
- Titulo Original: El campo
- Año: 2011
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
5.5
83 valoraciones en total
Apartado de la placidez bucólica que un cine costumbrista podría llegar a ofrecer, las imágenes de El Campo nos internan en un progresivo conflicto emocional, a partir de una mudanza con la que una joven pareja apuesta a un cambio de vida. Precisamente el film se inicia con el traslado de los protagonistas: Santiago (Leonardo Sbaraglia), Elisa (Dolores Fonzi) y su pequeña hija (Matilda Manzano), viajando en su auto hacia afuera de la ciudad, mientras la banda sonora alterna una música xquisitamente intimista con el ruido de la ruta.
Los personajes se dirigen hacia una casa comprada por Internet, situada en la zona rural. El hombre exterioriza mucho entusiasmo y ganas de construir una nueva vida más en contacto con la naturaleza. La mujer, en cambio, se muestra desconfiada y su mirada huraña y retraimiento hostil indican que no está cómoda. La llegada en plena noche tormentosa a una casona mucho menos confortable que la entrevista en los folletos comerciales, ya anticipan que la experiencia va a estar lejos de las idealizaciones posibles de imaginar en torno a la vida campestre.
Elisa se angustia, no sólo por la casa vieja, húmeda, inhóspita… sino por la soledad profunda, donde los ruidos, los animales y hasta una vecina entrometida toman para ella dimensiones amenazantes, replicadas por la imagen y el sonido ambiente. En un contexto donde no hay señal de celular, los silencios se agigantan y también las carencias y lados oscuros que habitualmente quedan tapados por el ajetreo estresante de las megalópolis.
El centro poblado más próximo ofrece muy poco para las costumbres citadinas pero la pareja buscará salir e integrarse en una fiesta popular, también apelan al sexo más que a las palabras para sentirse menos solos aunque el problema no pasa tanto por el desacuerdo sobre vivir o no una vida retirada y rústica, sino que ese ámbito los hace mirarse el uno al otro y descubrir las diferencias que los separan.
Estéticamente, la película es irreprochable, con un gran trabajo del virtuoso director de fotografía Guillermo Nieto. Además de las destacables actuaciones de Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi. Sin embargo, la historia planteada tiene algunos problemas para una mejor recepción: en primer lugar, el tratamiento rítmico, con sus atmósferas densas que conspiran para la pura fluidez cinematográfica. La historia descarta factores que podrían haber reforzado su dramaticidad, dice muy poco de los personajes. Cuando empieza a ocurrir algo significativo, el relato se clausura abruptamente. Se escatiman demasiados datos, falta información. De esta forma, paradójicamente, la intensidad buscada en el despojamiento conspira contra la profundidad y los conflictos quedan en la superficie, en la incomodidad y en una excesiva frialdad o sequedad que se transmite al espectador.
EL CAMPO, es una películas muy simple. Con esto quiero decir, que no hay demasiados enredos, no se desperdician palabras, tampoco lugares, y la historia se cuenta a medida que avanza de una forma lineal. Ahora, el verdadero logro es relatar de manera tan simple , la complejidad del tema, la complejidad del interior de los personajes en una perfecta unión con el espacio audiovisual.
Bien actuada, bien creados los climas pero aburrida como si fuera la filmación de la vida de una tortuga. Leo las otras críticas y creo un deber poner la mía discordante.
Quizás sea un test proyectivo y no una película, entonces sin ninguna duda estoy tremendamente aburrido, ni entiendo a qué se quiere llegar.
Sin embargo parece ser que fue filmada con total prolijidad, muestra cuidadas escenas, quizás exceso de sexo o será para contrarrestar el clima tenso.
En fin, un film demasiado serio para mi necesidad de entretenerme.
Interesante propuesta, dirigida por Hernán Belón y protagonizada por el carismático dúo compuesto por Leonardo Sbaraglia y Dolores Fonzi.
Se trata de un relato intimista, inquietante, con toques de thriller psicológico, que va entregando información de a poco y de manera dosificada sobre sus dos personajes.
Santiago y Elisa son una joven pareja con una hija muy pequeña, que se establecen en una vieja casa de campo con la ilusión de intentar una vida nueva en un soñado entorno. Una vida que las fantasías probablemente prometieran como idílica y feliz, alejados de Buenos Aires.
Sin embargo las cosas no resultarán sencillas, y la nueva vida no tendrá el mismo color que los sueños. La luz del día revelará el abandono y precario estado de una casona que conoció tiempos mejores. La soledad del paraje, la derruida casa, el frío que cala profundo, el desapacible y vacío campo seco se mezclan con el sentimiento de extrañeza y los cuestionamientos sobre el amor, el difícil ejercicio de ser padres, la entrega, y la compleja búsqueda por encontrarle un sentido a la vida.
Notable fotografía, manejo del sonido y puesta en escena que no son más que la metáfora de una complicada búsqueda. El campo se traduce así es un objetivo, una meta.
Muy buenas resultan las actuaciones de Dolores Fonzi y Leonardo Sbaraglia, e igualmente buenos están los personajes secundarios.
Para los pueblerinos, observar luces flotando sobre los campos nocturnos es sinónimo de desgracia. Fuegos fatuos, malos espíritus. Para el bicho de ciudad, o por lo menos para alguien informado, se sabe que las cornamentas, los cráneos de animales fallecidos, emiten una luminiscencia agravada por el fósforo de los huesos. La fosforescencia provoca la visión efímera pero contundente de una luz similar a la de las luciérnagas, solo que de más intensidad, flotando sobre los campos.
Algo malo ocurre allí. Ella lo siente, y lo siente porque es una receptora natural, de allí el desborde, de allí la sensación de caos. Él lo siente, pero lo siente en tanto sujeto práctico que no se detiene a pensar demasiado. Primer indicio de incomunicación en la pareja: desde el vamos se intuye que cada uno de ellos obedece a naturalezas distintas.
El silencio del campo puede tornarse imbancable. El sonido ambiente puede traducirse en una sucesión de cacofonías, compulsivas, persistentes. Abandonar el ruido de la ciudad es desbalancear nuestras defensas. Escuchar el ruido de nuestros propios silencios resulta, a la larga, en el mayor desafío que debe afrontar un ser humano. Ni hablar de buscar sonidos compartidos en ese atolladero intimista: no sabemos que hacer con nosotros, imagínense redoblar la apuesta y pretender saber como actuar frente a los otros.
Metáforas más, metáforas menos. Tuve que recurrir a la alusión porque, salvando la descripciones argumentales, El campo puede resumirse en un monumental trabajo sobre como construir una atmósfera. Lo que la mueve, lo que la produce, para ser empresa para otra película. Podemos esbozar teorías, todas conducirán a la idea madre: notar nuestra presencia alejada del mundo nos remite, inevitablemente, a la certeza de que allí afuera hay otros, extraños quizás, que hasta se pueden dar el lujo de acostarse con nosotros.