El atentado
Sinopsis de la película
Sadiel, un destacado líder rebelde norteafricano, se ha refugiado en Suiza tras el triunfo de un golpe de estado en su país. Desde el exilio, organiza una oposición democrática contra la dictadura de su país. Consciente de la amenaza que Sadiel representa, el coronel Kassar se pone en contacto con los servicios franceses para que lo eliminen.
Film basado, aunque no haya ninguna referencia explícita, en el caso de Mehdi Ben Barka, político marroquí que luchó por la independencia y más tarde fue un destacado disidente del régimen de Hasan II. Ben Barka nació en Rabat en 1920 y murió en extrañas circunstancias en París en 1965. Su secuestro y asesinato a manos, presuntamente, de los servicios secretos marroquíes con el beneplácito de los servicios secretos franceses fue uno de los episodios más significativos de la historia de Marruecos durante la llamada época de los años de plomo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lattentat
- Año: 1972
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
6.5
83 valoraciones en total
Desde que era un adolescente, a Mehdi Ben Barka (1920-1965) le picó el afán independentista que, desde tiempo atrás, venían promulgando diferentes movimientos que anhelaban ver libre a Marruecos del dominio francés, y fue uno de estos grupos, el que cubriría sus estudios de secundaria y luego le conseguiría una beca para que pudiera licenciarse en Ciencias Políticas. Desde entonces, Ben Barka, se dedicó con alma, vida y fidelidad a la política, y en 1944, la suya fue una de las firmas que respaldaron el Manifiesto por la Independencia, con el que se creaba el Hizb Al-Istiqlal (Partido de la Independencia), la cual se alcanzaría, tras fuertes luchas, en 1955.
El ala izquierda del partido, dirigida por Ben Barka, daría lugar a la llamada Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), organización que reclamaba elecciones libres, una nueva constitución que limitara los poderes de la monarquía, un elevado programa de alfabetización, una urgente reforma agraria, y la incorporación de las mujeres a las instituciones y derechos del estado.
Cuatro años antes de la independencia, Ben Barka había sido enviado al destierro al macizo del Atlas (noroeste de África), tiempo que él aprovecharía para seguir estudiando inglés, economía y sociología, al tiempo que enviaba mensajes de aliento a sus compañeros… y durante este tiempo, la lucha se recrudeció en Casablanca, donde, cientos de manifestantes fueron masacrados por la policía francesa en diciembre de 1952.
Liberado en 1955, Mohamed V, le nombró presidente del primer parlamento marroquí y Ben Barka se dedicó a tomar contacto con líderes y movimientos de otros países (Ho Chi Minh, Mao Zedong, Nasser…), en busca de experiencias que le ayudasen a luchar contra el subdesarrollo y el feudalismo en Marruecos… y al agudizarse sus diferencias con la monarquía, tras haber creado la UNFP (Unión Nacional de Fuerzas Populares), con la que denunció la corrupción imperante, fue encarcelado junto a los principales dirigentes del nuevo partido… y voluntariamente se exiliaría, luego, en París.
Ya que su estancia, aquí, no fue para nada pasiva, comenzaron los intentos por asesinarlo… y los hechos que, finalmente, cobrarían su vida, son los que vamos a ver recreados en EL ATENTADO, un asombroso paisaje de la corrupción política y las maquinaciones de Estado, que, el director Ives Boisset, ha materializado con todo lujo de detalles, aunque haciéndolo aparecer como un cuento de ficción, cambiando los nombres de sus protagonistas, y estableciendo pequeñas modificaciones para restar fidelidad a los hechos reales.
Escrito por las calificadas y brillantes manos de Ben Barzman, Basilio Franchina y Jorge Semprún, el resto, es un thriller con momentos de alto impacto, una tétrica conspiración que involucra a las grandes democracias … y la rememoración de un gran personaje que siempre quiso lo mejor para su pueblo.
Mención para la precisa fotografía de Ricardo Aronovich, la electrizante partitura de Ennio Morricone, y las actuaciones de Jean-Louis Trintignant como François Darien, Gian Maria Volonté como Sadiel y Michel Piccoli, quien se puso en la piel del siniestro ministro Kassar.
Frases para recordar:
Cuando eres pobre, el saber es un arma poderosa.
La boca del lobo es el exilio. No hay nada más terrible que el exilio para un militante.
Una película como El atentado vive de un contenido que busca la reflexión, nace de la necesidad de realizar una denuncia y su grandeza, lo que hace que personalmente la valore tan bien, se debe a que trata unos hechos que bien entrados en otro siglo perfectamente podrían resultar actuales. Es una pena que la democracia resulte tan vulnerable que sea una risa, un sistema en el que la libertad puede desaperecer por cualquier rendija y cualquier decisión tendenciosa puede fructificar aun atentando contra esa libertad. El atentado habla de una realidad dolorosa. El atentado habla de la probabilidad de que los métodos criminales sean usados por el poder establecido, tan al margen de lo que se nos vende, que da miedo.
Costa-Gavras sólo hay uno, de acuerdo, pero esta película merece toda la atención del seguidor del género de denuncia política. Hoy es tan altamente improbable que se haga cine así que cada vez que lo pienso me da más asco la humanidad. Ningún productor pondría una firma para películas parecidas a este El atentado , qué triste. ¿Dónde está la democracia cuando de forma tan evidente nos encontramos arrollados? No me quiero ir por las ramas, esta película me hace pensar que nos engañan como quieren. La información que interesa la tapan, y si lo que interesa es transformar una imagen y alterar hechos se hace sin complejos. A veces pìenso que el nivel de gravedad de delincuencia aumenta según subimos peldaños en la escala jerárquica del poder…
Jean-Louis Trintignant es sólo un detalle más, una pieza más de usar y tirar, producto de una necesidad. Cualquiera de nosotros podríamos ser él, qué triste, qué miedo…
En la línea del cine político explícito tan en boga por aquellos años y hoy casi olvidado o inexistente, esta película de Boisset aborda con gran afán de esclarecimiento la gestación y desarrollo del secuestro y posterior asesinato de un líder político izquierdista del Magreb (sin mayor concreción) a manos de los servicios secretos de su país de origen, con la aquiescencia y colaboración tanto de los franceses (SCEDE) como de los estadounidenses (CIA).
Aunque como es lógico se dramatiza el caso para hacerlo más cercano al espectador -introduciendo personajes ficticios o alterando algunos reales-, el filme trata del célebre asunto Ben Barka, un líder izquierdista marroquí desaparecido en París en 1965, adonde había acudido para participar en el rodaje de una película documental sobre el Tercer Mundo ( ¡Basta! , que iba a ser dirigida por Franju, el autor de la excelente Ojos sin rostro ). Boisset y Semprún -responsable del guión- realizan una aproximación de corte documental, apenas cambiando nombres y omitiendo algunos datos, al tiempo que introducen en la historia adecuadas dosis de thriller y suspense (algo que ya había hecho Semprún muy bien en sus anteriores guiones para Z y La Confesión , ambas de Costa-Gavras).
Así, la película goza en todo momento de un aire de veracidad muy favorecido por su excelente desarrollo narrativo, que mantiene en todo momento el interés del espectador, que asiste a la minuciosa y perfecta puesta en movimiento de todos los engranajes del poder destinados a la eliminación de un elemento incómodo e inutilizable (así lo califican dos personajes del filme). En este sentido la película es un excelente testimonio de la cara menos conocida de la Guerra Fría, que se desarrollaba habitualmente por medio de operaciones de este tipo, afectando frecuentemente a opositores de uno u otro signo, muchas veces pertenecientes a países del Tercer Mundo, como es el caso. Las dosis de thriller, recurso habitual en este cine político de inspiración italiana (pensemos en los filmes de Rosi, Vancini, etc), son sugeridas mediante secuencias sin diálogo, en las que la cámara sigue minuciosamente los movimientos y preparativos de los personajes, hábilmente subrayados y dramatizados por la música de Morricone (esto es muy notable en las secuencias que preceden al secuestro).
Con una fotografía bastante apagada pero realista propia del género y de la época y un reparto excepcional (sólo repasar la lista de intérpretes impresiona) en el que predomina la contención y la sobriedad, la película deja en el espectador un poso de amargura y desesperanza, pero es al tiempo un testimonio valiente y comprometido que nos anima a recordar en estos olvidadizos tiempos a todos aquellos desaparecidos , verdaderas víctimas de una guerra que se libraba en extraños campos de batalla, y a resguardo de las siempre indiscretas e incómodas miradas de los ciudadanos.