El arco
Sinopsis de la película
Un viejo pescador vive en medio del mar con una muchacha a la que recogió cuando era niña. El viejo pescador espera que ella cumpla 17 años para desposarla. Mientras tanto, prepara la dote, la protege contra los hombres que vienen a pescar a su barco e intentan propasarse con ella. Su única forma de protegerla es disparando con el arco, un arco que también le sirve para adivinar el futuro y como instrumento musical. Un buen día, un grupo de pescadores desconocidos sube al barco, entre los que se encuentra un joven universitario. El chico y la muchacha se enamoran. El viejo pescador sabe que su sueño ha llegado a su fin…
Detalles de la película
- Titulo Original: The Bow (Hwal)
- Año: 2005
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
7
96 valoraciones en total
1. El arco, como cuento tradicional:
Érase una vez un viejo marinero, sencillo y noble, que vivía en un barco igual de viejo, varado unas millas mar adentro. Vivía con él una graciosa niña, encontrada años atrás. Desde entonces la cuidaba amoroso, la bañaba y alimentaba, y tachaba anhelante en el calendario los días que faltaban para casarse con ella.
Poseía el viejo un mágico arco con que disparar flechas infalibles y, convertido en violín, tocar bellas melodías.
Se ganaba el pan trayendo en su lancha a pescadores aficionados, para que tendieran sus cañas desde el barco. También les adivinaba el porvenir, pues había recibido de los cielos el don de leer el destino en las flechas de su arco.
Algunos pérfidos excursionistas, movidos por bajos instintos, veían a la niña con intenciones lascivas, pero el anciano los mantenía a raya con sus dardos, protegiendo así a su futura esposa.
Era devoto y preparaba buenas nupcias, cuyos atavíos caros iba comprando poco a poco, merced a sacrificios. Varias imágenes de Buda se repartían por el barco, para mantener al hogar flotante en el rumbo correcto de la vida.
Pero llegado fue el día en que entre los excursionistas apareció un apuesto estudiante. La niña, casi adolescente ya, no apartaba de él los ojos, para inquietud y sufrimiento del anciano…
2. El arco, como obra realista:
En su decrépita gabarra, un primitivo pescador mantiene aislada del mundo a una niña que se encontró cuando ella tenía seis años.
Durante una década la ha adiestrado en el uso de un arma, el arco, la ha bañado y alimentado, para casarla con él en cuanto deje de ser una niña.
El viejo ofrece a los pescadores de caña que trae al barco adivinarles el porvenir mediante un número circense que pone en juego la vida de la pequeña, para crear espectáculo. Si los excursionistas se arriman a ella, tonteando y metiendo mano, como si estuviera incluido en el precio, el viejo, encolerizado por los celos, les dispara flechas y expulsa a patadas.
Lleva siempre la misma ropa y duerme vestido. Ha preparado a la niña un camastro bajo el suyo, y por las noches deja caer el brazo para tocarla, aferrar su mano y asegurarse de que ella está ahí, y la tiene. Tal vez por escrúpulo legal, el anciano aguarda ansioso a que la chica cumpla la mayoría de edad para hacerla suya.
Sus planes se ven amenazados cuando en una de las excursiones llega un estudiante capaz de notar algo anómalo en la situación…
3. Ambas visiones (con estrecho pasillo intermedio para interpretar símbolos y metáforas) son posibles, pero de ardua compaginación.
De hecho, se estorban, obligan a desplegar conceptualmente unas lentes bifocales, algo que no debe ocurrir ante una película lograda y coherente.
Los elementos mágicos aislados bloquean la comprensión realista. A la inversa, la forma poco elaborada y la patente precariedad de la producción dejan bastante al aire el cartón de la realidad propuesta, lastrando el vuelo a regiones encantadas.
(5,5)
Nuevo ejemplo para demostrar que lo que importa en el cine es la imagén.
También es una nueva muestra del talento visual y del uso de la metáfora de Kim Ki-Duk.
Y por último es una referencia para revelar que en esto del cine no conviene repetirse mucho y lo de Kim Ki-Duk (al contrario que Wong Kar-Wai) empieza a oler. Aunque menos que en la por momentos fallida Samaritan Girl .
La historia de amor y necrofilia entre una momia celosa y una jovenzuela menor de edad es tan curiosa como profunda. También funcionan las metáforas visuales como en la secuencia donde se rompen los lazos que unen al viejo y a la niña utilizando una soga. Y sobre todo la poesía minimalista y funcional que acompaña toda la cinta.
El arco se queda lejos de alcanzar a sus dos mejores películas, Hierro 3 y Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera . Se acerca más en espíritu a la también interesante La isla .
Pero demuestra que Kim Ki-Duk es un cineasta único (como Tsai Ming-liang) en conseguir la admiración o la irritación más enfermiza.
Algo a tener en cuenta en estos tiempos.
1) El silencio
Una de las constantes del cine de Ki-Duk es su querencia por los personajes silenciosos, casi mudos. Aquí, la receta no acaba de cuajar. Esos susurros al oído se me antojan muy forzados. Deshacen el hechizo.
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2) La trama
No es esta una película de caracteres sino de situación. Lo relevante es el contexto en el que actúan el viejo y la doncella. Su relación, basada en la repetición meticulosa de ciertos rituales (baño, prácticas de tiro, cómputo de fechas, adivinación, apretón de manos) constituye una sugestiva variante del Síndrome de Estocolmo.
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3) Estructura
El planteamiento es excelente: un anciano celoso y posesivo mantiene, desde tiempo inmemorial, encerrada en su barco a una niña adolescente. Ella lo acepta como un pájaro nacido en una jaula, sin darse apenas cuenta de que sus cadenas son las olas del océano.
El desenlace, con la fecha lacerante de Cupido, derrocha imaginación y posee una gran fuerza visual. No faltarán los que lo consideren un mero desvarío extravagante.
El nudo se hace largo y, por momentos, aburrido. Pero la maestría de este director para contarnos una historia sin palabras es digna de alabanza.
La metáfora del lazo es pura poesía de la imagen.
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4) La cámara
Al ver la cinta, la voz de Hitchcock se obstinaba en susurrarme con su deje british socarrón que, como en ‘Náufragos’, la cámara no debería haber salido nunca del navío.
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5) La música
¿Estilo? New age al wok.
Espantosa. El hilo musical de un herbolario (gracias por la idea, Macarrones).
Es preferible llenar el silencio con silencio o limitarse a los sonidos naturales.
Cualquier cosa menos esto.
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6) El mar
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7) La belleza
Observa: un hermoso ramillete en manos de una niña. Respira hondo. Aspira su perfume.
¿De verdad no hueles nada? Inténtalo de nuevo.
¿Nada?
¿No será que sus flores son de plástico?
El arco es un film lírico, mágico y simbólico, que recupera la esencia de la narración cinematográfica del cine mudo, con su intensa carga dramática sobre las imágenes.
Un marinero viejo encuentra a una niña abandonada y se hace cargo de ella, con la idea de casarse el mismo día en que la muchacha alcance la mayoría de edad. El anciano alquila su barca a pescadores que, a menudo, intentan seducir a la jovencita, pero que renuncian a ello, cuando el viejo la defiende con un arco que dispara feroces flechas, aunque también lo utiliza como instrumento capaz de emitir hechizantes melodías.
El director surcoreano da continuidad narrativa a su modo de contar historias, con una impresionante fuerza visual al servicio de muchos silencios y pocas palabras.
En El arco , la historia se desarrolla en un entorno natural alejado de los ambientes urbanos, toda la acción transcurre a bordo de un barco. En ese aislamiento flotante, conviven armónicamente el anciano junto a la adolescente, que nunca tuvo contacto con el mundo exterior. Cada tanto, él trae hasta la cubierta a pescadores deportivos con un lanchón, en el que también carga seductoras prendas femeninas, destinadas a ser usadas el día de la boda. Su tiempo interno -el de su deseo- se refleja en la espera de esa fecha, que descuenta ansiosamente de un almanaque.
El conflicto estalla cuando, entre las personas que cada tanto vienen a pescar, arriba un apuesto joven representante de lo exterior , que escucha música con auriculares y la muchacha no aparta su interés de él.
El encuentro de ambos desata los celos y la ira del viejo pescador, que se aferrará a la joven ante la posibilidad de perderla.
Para contar su riesgosa historia de dos hombres que aman a la misma mujer y los dos la consiguen, aunque de formas muy diversas, KKD usa conscientemente la carga simbólica de los objetos. Así, los espectadores tienen la posibilidad de ver no sólo lo evidente o lo que sucede, sino también otra dimensión: el doble significado del arco como fuente de violencia o de música embriagante, es sólo una puerta a la ambiguedad de todas las cosas.
La evolución de la trama y de la psicología de los personajes y sus contradicciones está llevada con una tensa progresión perfecta, hasta que se aproxima el posible desenlace, en que el triángulo debería deshacerse. Pero aquí aparecen numerosas vueltas de tuerca que pueden descolocar al espectador al moverse en un plano diferente, con la desnaturalización del tiempo cronológico y una compleja simbolización, que tal vez fuerce más de lo debido el fluir de la historia.
Es que Kim Ki-Duk se encuentra lejos de la comodidad de las fórmulas comerciales y se interna en los riesgos del artista, donde el encanto no viene desprovisto de duras asperezas.
Más allá de esto, El Arco es una película intensamente hermosa y, sobre todo, muy distinta de lo habitual, una joya de terrible belleza.
Pocas veces vemos cómo se puede expresar poesía sin escribir un solo verso. Ki-Duk Kim lo logra, una vez más, con una película sencilla, pero intensísima.
La historia transcurre en un barco, sin más escenarios: un viejo cascarón y el océano. Y no necesita más. Es una historia de posesión, de soledades, de sumisión, de rebelión y de amor. Y es toda ella un precioso canto a la existencia.
El final de la cinta, es, con mucho, lo mejor rodado. La historia sorprende gratamente, y acaba dándole ese toque especial que hace que salgas del cine sin decir una sola palabra, y sin querer que nadie te moleste con comentarios vacuos. Sales del cine aún paladeando el buen sabor que te ha dejado.
Es una obra de arte, una poesía hecha cine sin la necesidad de decir una palabra para hacerla bella.