É na Terra não é na Lua
Sinopsis de la película
Entre la Tierra y la Luna se acumulan miles de historias. Un poco menos son las que encuentra Gonçalo Tocha en el viaje que emprende dentro de la Isla do Corvo, al oeste de Portugal, la isla más pequeña del archipiélago de las Azores, suficientemente adentrada en el Océano Atlántico como para perder contacto con la modernidad y las grandes ciudades, y mantenerse suspendida entre un continente y otro, entre dos tiempos. Guiada por la curiosidad y por el azar, la película se construye en base a cada una de esas historias que el lugar ofrece, por los impactantes espacios físicos y por las relaciones íntimas que se forman entre los habitantes y quienes los visitan. Película-diario, dividida en 15 capítulos, que se desplaza con absoluta libertad entre la intimidad que permite ese formato y la grandeza que ofrecen los paisajes costeros portugueses, con un equipo de rodaje reducido a lo mínimo y necesario (una cámara y un sonidista) para enfrentar 500 años de civilización. (extraído de BAFICI.gob.ar)
Detalles de la película
- Titulo Original: É na Terra não é na Lua
- Año: 2011
- Duración: 185
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Opinión de la crítica
6.8
42 valoraciones en total
Tiene un poco de aquello, un poco de esto, otro poco de eso otro… y un humor desesperado que abriga. Un amigo me decía, a la salida del cine, que tenía mucho de El hombre con la cámara de Vertov http://www.youtube.com/watch?v=00ZciIC4JPw y claro. Llega a ese punto de hablar sobre el filmar mismo, pero como todo audiovisual al final siempre regresa a esa problemática de la narración y la forma técnica. Ese bamboleo. El horizonte sube y baja, en la proa ya se ve la isla de Corvo, en medio del océano Atlántico, una isla de las islas Azores. La sensación no es la de estar en medio de un gran océano pero sí en la cima de un lugar misterioso. Es una montaña-volcán que asoma su cumbre, tímida y hermosamente, plagado casi en su totalidad de un musgo mullido, de lugares de ermitaños, de esa extraña conciencia de la naturaleza. El equilibrio entre la tierra de Corvo y sus habitantes en el único pueblo de la isla, Vila Nova de Corvo. Tiene dos cafés y en ellos suena el techno que da gusto. También están los que tienen coche, coche deportivo. La isla mide 6 x 4 km, creo recordar. Todo ha sido una especie de trance lejano, separado eficazmente por capítulos irregulares, mientras mantiene el ritmo una señora que teje un gorro típico de corvense. Es azul marino, dark blue, con un pompón hermoso y peinado y una cenefa de mosaico como invernal pero a la vez marinera.
Parece el mar tan lejos, y al mismo tiempo es a lo que huele allí. Sí, salen a pescar, traen la comida-útiles por el mar, les preocupan las mareas, las tempestades, las inundaciones… pero el mar está lejos de ellos, de los corvenses. Es aquello que les permite vivir lo que les aísla. Siempre la falla. Y las leyendas, las de foráneos que acaban en Corvo misteriosamente, y las de Gonçalo Tocha que rezuma equilibrio sin desfallecer con planos que podrían durar más y menos, que está todo en ese punto de indefinición extraño de una salsa suave pero que está su sabor durante dos días en la boca. Hay diálogos con los corvenses, hay enigmas, hay saludos. Está la vista de su habitación y la vista de los ornitólogos. El punto de partida es el mismo que el final. Corvo es dark blue.