Domingo de carnaval
Sinopsis de la película
El primer día del Carnaval, un sereno de Madrid encuentra el cadáver de una rica y avarienta prestamista, que ha sido asesinada. El principal sospechoso es un vendedor de relojes que le debía mucho dinero a la anciana. Tras ser detenido, su hija empieza a investigar por su cuenta para demostrar la inocencia de su padre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Domingo de carnaval
- Año: 1945
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
Película
6.6
70 valoraciones en total
No entiendo el olvido de este gran director del cine español. Ser de derechas algo tiene que ver, pero deberia de estar entre los grandes de su pais, junto a Berlanga y Buñuel. Mas que cine español se le puede considerar cine madrileño. La cultura castiza.
Domingo de Carnaval es una película detectivesca, al estilo Nick Carter (como hacen referencia varias veces) o Sherlock Holmes. Poco importa quien es el asesino o los motivos. Lo interesante de la película esta en sus dialogos, en los secundarios, en una Conchita Montes preciosa con su mascara, en el retrato de los carnavales en el Madrid de la posguerra.
Otra magnífica película del gran olvidado de la crítica y de los aficionados Edgar Neville.
Aparte de la estupenda dirección de actores, añadiremos una buenísima ambientación de los carnavales del principio de siglo XX. Otra gran ambientación del Rastro madrileño y otra gran ambientación de una fiesta desaparecida como era El Entierro de la Sardina. Incluso se permite referencias al cuadro de Goya en la última escena.
Resaltar: El Fernán-Gómez de su juventud, que, a mi modo de ver ha sido el mejor de toda su carrera. Guapísima Conchita Montes. Muy buen trabajo de Joaquín Roa. No sobra ni la verborrea ni la aguda voz de Juanita Manso. Y hay que destacar también al actor fetiche del director, el siempre intrigante Guillermo Marín.
La película deja un regusto muy agradable ya que no se pierde en rodeos inútiles y mantiene la intriga hasta el pitido final.
Completa, amena, bien narrada e interesante película de intriga bañada en comedia, dirigida por el madrileño Edgar Neville (El último caballo, 1950), IV Conde de Berlanga del Duero, director de cine además de pintor, escritor y autor teatral. La obra, además de un divertido entretenimiento, constituye un agradecido y documentalista retrato sobre una pequeña parte de la cultura popular castiza, siendo el histórico Rastro de Madrid (mercado nacido aproximadamente en 1740) el escenario privilegiado de la detectivesca trama escrita por el propio realizador.
¿Y qué se investiga? La muerte de una vieja prestamista que ha sido hallada cadáver por uno de sus vecinos y el sereno de la zona. Después de que ambos saquen simpáticas pero fundadas conclusiones sobre la muerta, cual personas aburridas que juegan a ser reputados detectives, deciden poner el caso en conocimiento de la policía. La investigación cae sobre las manos de Matías (Fernando Fernán-Gómez), un aplicado agente que deberá enfrentarse a su trabajo más importante. No pondrá reparos a la inestimable colaboración que le brindará el vecino que encontró el cuerpo, haciendo éste las veces de Watson (aunque por su orondo aspecto se parezca más a Sancho Panza) ante Sherlock Holmes, acompañando al policía durante prácticamente todas sus pesquisas, pudiendo aportar libremente sus conclusiones. Para complicar las cosas, aparece Nieves (Conchita Martín), la bella hija de uno de los acusados durante la investigación, que está dispuesta a demostrar a cualquier precio la inocencia de su padre, haciendo brotar esto un choque (digerido por el policía con suma tranquilidad) entre ella y el agente que investiga el caso.
La película se sigue con mucho interés gracias a una diligente dirección que ha sabido combinar la realidad social del momento, con una lograda trama de intriga y un gracioso y picaresco toque de humor que aumenta, aún más si cabe, la comodidad con la que se visiona el film. El nivel de misterio parece pasar a un segundo plano, siendo el mayor aliciente de esta cinta su forma de contar las cosas, los cotidianos y animados enredos que surgen y la relación entre sus personajes. Las interpretaciones, copadas por un buen Fernando Fernán-Gómez (El viaje a ninguna parte, 1986) y una vivaracha Conchita Montes (La vida en un hilo, 1945), completan el agradable resultado que consigue esta historia de crimen durante un domingo de carnavales en la ciudad de Madrid.
Forma una trilogía en la obra de Neville junto a la imprescindible La torre de los siete jorobados y El crimen de la calle de Bordadores . Durante un carnavelesco fin de semana, una anciana es asesinada en un barrio madrileño. Muy representativa de su autor, una comedia de intriga de inteligente contexto argumental (la intriga debe ser resuelta en un ámbito de comedia costumbrista, durante el Carnaval) y muy propia del pintoresquismo decorativista y de diálogos que tuvo la filmografía de Neville, así como ese casticismo y grajejo del pueblo madrileño.
Con estupendas interpretaciones de Fernán-Gómez, Guillermo Marín y Julia Lajos, se contrapone el mediocre trabajo de Conchita Montes, en un film ni admirable ni posiblemente notable, pero sí curioso y personal dentro del cine español de la época, en el que Neville fue su más estimulante e inquieto cineasta durante años.
Edgar Neville, escritor, don Clorato de Potasa, y cineasta, amigo de Chaplin y otros tantos autores y artistas, buscó el humor para llegar al público y así están realizadas sus películas.
Domingo de Carnaval es una película un poco de sabor neorrealista, algo viscontiana da la impresión, por el tratamiento de las multitudes en planos amplios (Venta del chaleco), del pueblo enfervorizado en esas secuencias de carnaval. Pero no, Neville quiere llevar por delante el humor y sus temas policíacos que tanto le gustaban, huye de realidades trágicas y de la actualidad de entonces y trata de divertir al público con argumentos de evasión.
Aquí trabaja con quien fue su mujer después de separarse de la primera, Conchita Montes, una morenaza de gran desparpajo, quien interpreta a una accidental detective, obligada a ello al ver a su padre acusado de un crimen.
Una labor seria en los diálogos, muy bien conseguidos, como buen escritor y, unos personajes presentados con acierto. Su momento romántico con el comisario (Fernán-Gómez) rebosa estilo y las secuencias desde antes del baile en el teatro hasta el entierro de la sardina sume al espectador en un barullo de gentío y confusión del que se deja arrastrar como en una marea, sintiéndose un desconocido más tras la máscara.
No digo que sea una obra de arte pero cuánto ufano director de cine español actual tendría que revisar a estos cineastas y guionistas de antes para aprender de ellos y no ser tan repetitivos, soeces y creídos.