Doble sacrificio
Sinopsis de la película
Hillary Fairfield (John Barrymore), víctima de los bombardeos de la Primera Guerra Mundial y afectado por una crisis nerviosa, escapa del manicomio donde lleva casi 15 años encerrrado y vuelve a casa el día de Navidad. Ese mismo día, su esposa, de la cual se ha divorciado sin saberlo, piensa casarse con un hombre de buena posición.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Bill of Divorcement
- Año: 1932
- Duración: 70
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Opinión de la crítica
Película
6.2
100 valoraciones en total
Alguien, voluntariamente, sufre una pérdida para que otro gane. A esto se le llama sacrificio. Pero hay sacrificio cuando, quien dio, se resiente por lo que perdió. Si lo que se dió fue en un acto de entendimiento y de lúcida aceptación, el sacrifico no existe porque, al ser un acto de amor, no reconoce pérdida. El amor y el sacrificio jamás pueden unirse, porque el amor genera complacencia y el sacrificio produce dolor.
<>, se nos presenta como un drama para exaltar la capacidad de abandonar los propios intereses por el bien de otro. Es una película que dirige, George Cukor, y significó el sorprendente debut de una actriz que sólo tenía experiencia en el teatro y que, desde entonces, comenzaría a imponerse como una de las más grandes intérpretes que ha registrado el celuloide: Katharine Hepburn.
Muchas estrellas habían aspirado a éste rol, por el simple orgullo de aparecer junto a, John Barrymore, por aquellos años, uno de los más cotizados actores de la Meca del Cine. Irene Dunne, Norma Shearer, Anita Louise y otras, pretendieron ser las elegidas, pero, como lo que es para uno nadie se lo quita, bastó una ajustada manera de manipular un vaso, para que, Cukor, se decidiera por la novel aspirante, Katharine Hepburn, como si presintiera que, en ella, había una gran amiga y una actriz esplendorosa para casi una decena de sus mejores películas.
Se nos presenta, entonces, un drama que había sido un éxito en el teatro y que ahora aspiraba a conmover a un gran número de corazones sensibles en su versión cinematográfica. Sin duda, tuvo un gran valor para su época, pero, a la luz de la razón que tenemos ya en el siglo XXI, sólo nos queda exaltar la labor actoral del señor Barrymore, y el convincente debut de la encantadora Kate, quien siempre estuvo dispuesta a aprender de su partenaire todo lo que pudiera enseñarle.
De resto, la historia de aquel padre que estuvo en la guerra, que pasó luego 15 años en un hospital mental víctima de trastornos psíquicos, y que ahora regresa para conocer a su hija, dándose cuenta de que su esposa está a punto de casarse con otro hombre, flaquea ya por dos aspectos esenciales: 1. Las enfermedades mentales No son hereditarias. Puede haber predisposición genética de una generación a otra, como la hay para el cáncer, la hipertensión, y otros padecimientos, pero, depende en alto grado del estilo de vida que se lleve para que, emerja o no, una u otra enfermedad. 2. Se torna muy pobre, moralmente, el acto de renuncia asumido por el señor Hilary, cuando luego acepta el sacrificio de su hija, a pérdida de lo que ella más ama. Más que un acto de conciencia, esto podría interpretarse como un hecho de conveniencia. Y así no debe ser.
Esta es la clase de obra que, ideológicamente se ancla en el tiempo, y al final, termina perdiendo todo sentido. Por fortuna, el pensamiento evoluciona… aunque para su avance, haya que sacrificar algunas películas.
El gran debut de Katharine Hepburn, fue como el dicho: llegar y besar al santo. La estrella era John Barrymore, pero eso no fue motivo suficiente para que Hepburn hiciera un papelazo. A sus 24 años tuvo muchísima suerte a darle este papel, ya que es un papel principal, no es secuendario y encima trabajando con uno de los grandes.
Todo esto gracias al director Cukor, que ya es bien conocido, trabajarían en muchas películas, llegando a ser la musa para Cukor.
La vi por primera vez el 9 de enero de 2012 sorprendiéndome sobre algunos diálogos bastantes liberales. La película está basada en un libro de los años 20 donde ponía a prueba la nueva ley del divorcio en gente con salud mental. Y en esta película saca todo a relucir, donde no hay malos ni buenos, donde te puedes poner en la piel de cada uno de los personajes y entenderlo perfectamente.
En su día le di un 8 y no es de extrañar, mantengo la nota porque está muy bien dirigida, muy bien interpretada y toca un tema muy delicado y sale airoso. Raro que no estuviese nominada a ningún Oscar.
Y en su día 1 de 3 usuarios le parecieron útil mi crítica.
Película de emociones, de sentimientos a flor de piel. Una mujer, a la que podemos criticar, deja a su marido en el manicomio y al cabo de 15 años él escapa y aparece en su casa, por supuesto las cosas no están iguales, ni el sofá en su sitio, ni su hija es la misma, ni su mujer tampoco.
Su mujer se ha divorciado y no quiere vivir con él con la angustia de no saber si sigue loco, además, ya tiene novio. Su hija en cambio se muestra más comprensible.
¿Es lógico el comportamiento de la mujer? Él la sigue queriendo y así se lo dice.
Lo mejor: el trabajo de las actrices y de los actores, espléndidos, vemos las escenas como si estuviéramos en un teatro con un sólo decorado.
Interesante exposición de una situación en la que alguien debe sacrificarse.
Todo el mundo dice que Cukor es un gran director de actrices. Pues en este corto-largometraje se confirma: el peso de la historia, de las emociones, se las llevan las actrices, a pesar de que el gran gancho era la presencia de John Barrymore.
La historia se presenta en 15 minutitos, con una secuencia inicial en un glorioso movimiento de grúa que había que montar hace 75 añitos… ¡¡qué merito!! Y en poco más de una horita sale la palabra fin . En medio, una historia narrada con brío, con secuencias más bien cortas, directas, sin demasiados adornos, con una delgada y bellísima Katharine Hepburn.
Glorioso blanco y negro, ciertas reminiscencias del cine mudo en la gesticulación de los actores, pero una historia que da que pensar y un precedente muy digno de las obras que un genio como Cukor firmó en los 40 y los 50…
El centro del universo cinematográfico de George Cukor es, como cualquier aficionado conoce, la mujer y la sensibilidad femenina, sensibilidad que el director nacido en Nueva York de orígenes húngaros podemos decir que compartía, dada su abierta homosexualidad de la que no renegó en ningún momento. Y en ese universo, como estrella fulgurante, Katharine Hepburn protagonista de títulos míticos: Mujercitas, La costilla de Adán o Historias de Filadelfia. Y también una de las protagonistas principales de esta película sobre la abnegación femenina donde Cukor no ha derivado todavía hacia la nueva mujer que reclama su sitio en la sociedad, un tanto a costa de los lugares tradicionales asociados a los valores masculinos, como sucederá en obras posteriores, sino que se detiene en valores más tradicionales, mas fordianos, para entendernos, como la capacidad de sacrificio y el soporte del peso de la familia. El sacrificio de la hija recuerda más a aquellas mujeres irlandesas retratadas por John Ford que a modernas abogadas de La costilla de Adán.
Claro que eran otros tiempos y la formación evolutiva de un director, por muy Cukor que sea no surge de la noche al día. Y, podemos asegurar que esta película se encuadra en un proceso de crecimiento fílmico donde Cukor no era Cukor sino un aspirante aventajado que demostraba buenísimas maneras y que contó con la presencia absolutamente profesional de una Katharine Hepburn que se estrenaba en el oficio que la encumbraría a lo más alto. Es ella la que saca adelante un proyecto algo sepia, como de otra época y un tanto trasnochado, con actores que al provenir de un cine con más expresiones que sonidos, tienden a la sobreactuación.
Resulta interesante desde la óptica del estudio del cine de Cukor o incluso si nos queremos regalar un personal ciclo sobre Katharine Hepburn, pero más allá de todo esto, desprende un cierto tufillo a rancio dejando además la sensación de obra inacabada con terrenos insuficientemente explorados, especialmente el de las enfermedades mentales hereditarias.
John Barrymore y Billie Burke, correctos, Elizabeth Patterson como la tía Hester, francamente bien, pero el notable alto se lo lleva nuestra querida Katharine prometiendo lo que luego llegó a ser, una excelente actriz.