Divá Bára
Sinopsis de la película
Bára, la hija de un pastor comunal, es perseguida por todos los jóvenes del pueblo. Los padres de estos chicos no están contentos con esta situación, porque se han creído las palabras de las viejas supersticiosas, que aseguran que Bára es hija de una bruja del mediodía.
Detalles de la película
- Titulo Original: Divá Bára
- Año: 1949
- Duración: 79
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La hermosa película de Vladimír Cech nos habla de un alma libre en un pueblo apegado a la tradición y la superstición. Más cómoda entre los árboles y riachuelos que entre los aldeanos, a excepción de escasos individuos que acogen sus rarezas con cariño y no con recelo acusador, la historia de Divá Bára (en eslovaco, La salvaje Bára) no tarda en poner énfasis en una tensión de fondo que supondrá la piedra angular de toda la cinta, tanto en su observación pacífica como en su inevitable escalada dramática.
Tras un espectacular inicio en el que la fuerza imponente de la naturaleza se contrapone a las dificultades de un parto del que la madre no sobrevivirá y del que nacerá nuestra protagonista, ya marcada desde el principio, la película da paso a un salto temporal a partir del cual arranca la narración. Sin mayor necesidad de desarrollar ese trasfondo, Bára se nos presenta ya como alguien que está acostumbrada a ser mirada con desprecio por sus vecinos y a ser considerada la oveja negra de la aldea. Llama la atención la decisión de establecer este ambiente enrarecido ya desde el principio, como base, en vez de desarrollar su origen a fondo. Se siente como si la historia empezase a mitad, y el resultado de esta maniobra es un trasfondo que se señala pero no se explicita, y que se deja en buena parte a interpretación del espectador, de la lógica de los acontecimientos y de los retazos de información descontextualizados que se mencionan de vez en cuando.
Tal vez por eso, el tono no es una mera victimización constante por las circunstancias de la protagonista. Ésta ha aprendido a soportar y desviar a su manera el desprecio que siente a su alrededor, y con ello la cinta logra respirar. Sorprendentemente, Divá Bára es una obra que, para su escasa duración y obvio cauce hacia un conflicto, no escatima en instantes contemplativos y está llena de momentos felices, calmados, de puro disfrute y comunión con la naturaleza, que contrastan, sí, con la antipatía de los aldeanos hacia Bára que se vuelve asfixiante en más de una ocasión. Pero esta forma de situar el contexto permite que ambas coexistan sin necesidad de que el cambio de atmósfera entre escenas resulte abrupto o forzado, logrando que empaticemos con la protagonista tanto en sus buenos como en sus malos momentos, y sin negar esa felicidad cuando el drama toma ventaja.
Sin lugar a dudas, el elemento que más contribuye a elevar el alcance emocional de esta película es su lenguaje visual. Y como en su misma historia, éste está lleno de contrastes, adaptándose a la perfección a cada estado de ánimo concreto. Destaca especialmente en su faceta más pastoral, retratando los paisajes y el clima con preciosismo y una iluminación espectacular que hace trascender su belleza, pero si hay algo ahí que me llama todavía más la atención es la exacerbación del ambiente: los rayos de sol inundan el encuadre, la bruma dificulta la visión. Más que una estampa pastoral convencional es una en la que la naturaleza se muestra misteriosa y etérea, como alejada de la comprensión humana, y como una extensión de lo que representa la propia Bára. Por otro lado, las escenas en la aldea carecen de ese toque ligeramente sobrenatural e intangible. Son, por contra, bruscas y agresivas, abundan los movimientos rápidos, los primeros planos de personajes que parecen querer liberarse del encuadre, la, en resumen, violencia psicológica que contrasta con la tranquilidad escapista del entorno natural.
En Divá Bára hay también una historia romántica, que a mi gusto es probablemente el elemento menos convincente de la obra, sin un espacio tan razonable para desarrollarse como el resto y con un peso en la resolución narrativa del que me siento desconectado emocionalmente. Es, sin embargo, el catalizador de algunos de los momentos más hermosos y tiernos de la película, en particular uno que tal vez sea de las secuencias más bellas de comunicación no verbal entre dos personajes que he visto nunca. Sobra decir que también aquí el acompañamiento visual es espectacular.
Dejando de lado el peso de este elemento de la historia con el que sencillamente tengo una menor conexión, no hay mucho que pueda alegar en contra de esta cinta. Las interpretaciones son estupendas y la dirección ayuda a realzar las emociones que recrean, la música no me seduce como el resto de sus elementos, pero no llega a invadir la estética de la película de forma que estropee la inmersión y en general es un acompañamiento adecuado. Sin duda, el dominio del contraste tonal en la narrativa y la potencia visual son sus dos grandes e indiscutibles logros, y ambos conforman la fuerza cautivadora y evocadora de esta joya oculta del cine checoslovaco previo a la Nueva Ola.
Texto escrito para Cine Maldito.