Días de viejo color
Sinopsis de la película
En las vacaciones de Semana Santa de 1967, tres amigos llegan a Torremolinos dispuestos a ligar y a experimentar emociones fuertes. Entran en contacto con un ambiente nuevo, en el que mientras que unos descubren las mentiras que se ocultan tras el lujo y el esplendor y los peligros que acompañan a la vida facil, otros encuentran el auténtico amor.
Detalles de la película
- Titulo Original: Días de viejo color
- Año: 1967
- Duración: 77
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Opinión de la crítica
Película
5.1
23 valoraciones en total
Esta película la he visto varias veces y siempre me sorprende lo bien hecha que está. Es de 1967, el verano del amor….los que somos de aquella época sabemos lo que significa eso. Por vez primera los españoles iban a la playa, en su propio coche, empezaban a ligar con extranjeras, empezaba a ser normal el sexo de aquí te pillo y aquí te mato…..
Destaco la fiesta psicodélica por lo bien reproducida y por lo pesada que se hace. Muy larga.
El mensaje de la película es retrógrado: los ligues esporádicos no son buenos, los ligues tradicionales sin sexo, son los mejores.
Me fascina el baile en la playa al son de Nocturno de Los Relámpagos.
Y, además y muy importante, bueno, lo más importante de la película: sale Cristina Galbó. Esa adolescente de Rosa y amarillo ya se ha hecho estudiante y sabe lo que quiere.
Interesante por la música de Bernaola, demasiado buena para una peli regular.
Quizá también es interesante por intentar retratar algo de la juventud de la segunda mitad de los sesenta, con la moda de lo psicodélico, aquí en una fiesta absurda y larga, una especie de extraña performance, en la que lo mejor es ver a Viola pintando su famosa Pelea de gallos. O a Berlanga haciendo de norteamericano contrabandista.
O sea queda como documento. Hasta sale una especie de transexual, ¡en aquella época! Y Aute cantando en francés. Todo un poco conscientemente alocado.
Por lo demás, poco más. Los actores y actrices no son da del otro mundo, en papeles que no exigen mucho.
Ópera prima de Pedro Olea que más tarde nos obsequiaría con notables títulos como Tormento (1974) o Un hombre llamado flor de otoño (1978), su filmografía también contaría con filmes irregulares como el presente, pero no por ello desdeñables.
Probablemente, la película acusa el paso del tiempo y las condiciones de vida que se daban, es una época de más prosperidad, la España del 600 y del boom turístico. Olea declaró en su momento que su intención era un intento serio de hacer comedia española con personajes de verdad. Estamos, pues, ante una nueva apuesta de cine que se desmarcaba de lo que a veces con justicia y otras con injusticia se llamó españolada.
La película, que cuenta con la participación en el guion, entre otros, de Antonio Giménez Rico sitúa la acción en unas vacaciones de Semana Santa, he aquí la primera novedad, la cual implica cierto aperturismo. Durante el metraje hay referencias críticas implícitas a un tiempo en que durante estos días apenas se podía hacer mucha cosa, como cuando uno de los chicos pone la música habitual de las fechas en la radio y otro le manda apagarla. También es original el momento en que Luis (Andrés Resino) entra en una iglesia donde están oficiando la misa de Jueves Santo y el momento del lavatorio de pies porque le atrae la chica, recordemos que ese día se lee en el Evangelio el famoso mandamiento de Jesús de Amaos los unos a los otros, otro momento es la espera a que ya sean las 12 de la noche del sábado de gloria para poder abrir las salas de fiestas.
Merece destacar el tratamiento cromático que hay, los tres protagonistas van con camisas y polos de diferentes colores llamativos como si de un filme de Jacques Demy se tratara. La influencia del cine francés es clara, no obstante, Olea abusa demasiado y mide mal los tiempos como en la escena de la fiesta psicodélica, cuyo máximo interés es reconocer a Miguel Picazo, Massiel, componentes de Los Brincos, etc.
Encontramos en la película la participación de un joven Luis Eduardo Aute cantando en francés o el grupo de Los Relámpagos también en escenas igualmente larguísimas. Ya no estamos, pues, escuchando las características músicas que García Abril, García Segura o Algueró compusieron para el cine español.
La película supone el debut, según los créditos, de Luis García Berlanga como actor, aquel año aparecería en otra producción con algunas similitudes como Tuset Street o en la comedia No somos de piedra , pero en esta última en plan cameo, como había hecho anteriormente. Compone un personaje que se mueve en el mundo del contrabando y del que uno espera más, pues se queda en plano totalmente.
En definitiva, es un producto de un director con bastante inexperiencia aun, pero con momentos que presagiaban un autor considerable. Los contrastes de la música con los silencios del amanecer, de las juergas costeras con la rutina de la ciudad o las escenas melancólicas en la playa y la frustración del amor son temas que como he mencionado en el principio, Olea los inserta en personajes de verdad (a partir de ahí que el espectador juzgue). Para ello no contó con un reparto de grandes figuras, ahí tenemos a Andrés Resino, más popular en la televisión y que varias generaciones lo recordarán como el malo de la serie El súper de Tele 5, o Cristina Galbó, la eterna adolescente del cine patrio que cayó luego en el olvido.
Parece que no es una película muy conocida, recuerdo haberla visto por primera vez hace muchos años en Semana Santa. Estaba enfermo en cama, aburrido y me encontré por casualidad con esta película en televisión. Fue un gran descubrimiento para mi, ya que después de haberla visto varias veces me sigue pareciendo una película muy buena.
Probablemente esta película no tendrá nada especial para la mayoría de gente. Trata de tres jóvenes amigos de Madrid que se van de vacaciones a Torremolinos durante la Semana Santa para pasarlo bien y ligar (preferentemente con extranjeras), sin embargo las cosas no salen tan bien como estaban planeadas.
La película tiene para mi cierto encanto que no podría acabar de describir. Quizás sea esa historia de amor corriente entre los protagonistas, con esas miradas, esas sonrisas, los primeros encuentros y desencuentros, las dudas… Una historia de amor que se desarrolla de forma pausada entre paseos y canciones en francés de Luis Eduardo Aute, que interpreta un personaje que suele tocar la guitarra y cantar en la terraza de un bar. La canción de Luis Eduardo Aute que da título al film es muy bonita, así como toda la banda sonora, que casi siempre tiene un aire nostálgico, triste, melancólico, que a mi se me acaba contagiando al ver esta película.
Tres chicos madrileños que van a pasar la Semana Santa de 1967 en Torremolinos. Con ese punto de partida Pedro Olea confeccionó una obra deliciosa que habla del amor, de los sentimientos, de las emociones y de la alegría en un conjunto lleno de matices. Hasta en los diálogos que puedan parecer más intrascendentes hay profundidad y una sensación de autenticidad determina toda la narración. Uno de los momentos más brillantes es la extraña fiesta en la que se reunen todos los personajes. Olea se sirve de todos los recursos fílmicos posibles para realzar cada escena de la obra, valorando bien todo lo que tiene a su alrededor. El único defecto es la excesiva espontaneidad de algunas secuencias lo que da pie a una cierta sensualidad en algunos momentos eficaz y en otros momentos algo fastidiosa. Sin duda es una película especial.