Descalzos por el parque
Sinopsis de la película
Un joven y conservador abogado (Robert Redford) es la quintaesencia de la sensatez y el sentido común. En cambio, su esposa (Jane Fonda) es un poco alocada y sólo piensa en pasárselo lo mejor posible. Ambos se enamoran al instante y se casan de inmediato, pero la dura realidad (un quinto piso sin ascensor, un apartamento como una caja de cerillas) hace que la pasión y la armonía se resientan.
Detalles de la película
- Titulo Original: Barefoot in the Park
- Año: 1967
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
Película
7.2
72 valoraciones en total
Con un buen reparto (destacando a Mildred Natwick, nominada al Oscar por este papel, y a la siempre encantadora Jane Fonda), un buen guión cómico (recomiendo ver la película en versión original, pues las interpretaciones ganan bastante con las voces originales de los actores), unos personajes con los que es fácil encariñarse enseguida (a mí me ha encantado Corie, lo encantadora que es al ser representada por Jane Fonda, y sus ganas de vivir y de no siempre tomarse la vida demasiado en serio), un buen director (Gene Saks, gran director de comedias como Flor de cactus ) y una buena música (sí, muy sesentera, pero… ¡es que la peli se rodó en el 67!), es difícil que Descalzos por el parque no guste.
Una buena comedia que se ve muy fácilmente y que deja muy buen sabor de boca.
Muchas han sido las obras estrenadas en Broadway que después han obtenido un éxito similar en la pantalla grande. Neil Simon reunió en su personalidad las características que le harían triunfar tanto en el género teatral como en la labor de guionista. Descalzos por el parque fue una de las muestras de su talento en ambas facetas, pues él mismo escribió la obra para el escenario y el guión para la posterior película dirigida por Gene Saks.
Es una de esas comedias románticas que se quedan en el estómago, en las sacudidas del vientre producto de las risas y las carcajadas, pues es un divertidísimo paseo por los inicios de una pareja de recién casados enamorados hasta las cachas y que pasan por los contratiempos de todo matrimonio que empieza su vida en común, con altos añadidos de humor, ternura y reflexión.
Paul Bratter y Corie Bratter se aman con esa furia de los fuegos artificiales explotando ruidosamente en los cielos. Sus caracteres radicalmente distintos los complementan. Todo lo que él tiene de sensato y ordenado, lo tiene ella de huracán imprevisible. Será por eso por lo que se atraen tanto. Y también será el origen de sus primeras discusiones conyugales, una vez pasada la euforia de la luna de miel. Inolvidable la escena en la que, tras seis días encerrados sin salir en la habitación del hotel Plaza de Nueva York, ella está todavía rozagante y él acude a trabajar ojeroso y agotado, mientras ella, entre quejas porque él la deja por unas horas para regresar al mundanal trabajo, sigue teniendo tantas ganas de marcha como al principio, y sale al pasillo del hotel vestida con la camisa de un pijama de su marido y enseñando provocativamente sus magníficas piernas para todo el que pase, tratando de tentar a Paul para que vuelva con ella a la habitación.
Corie, con su manera alocada de hacer las cosas, alquiló para los dos un apartamento muy pequeño en el quinto piso de un edificio sin ascensor, en el que van a vivir. Ella sube fresca y como si nada todos los tramos de escaleras, y todos los demás llegan derrengados arriba (el técnico que instala el teléfono, un mensajero que lleva regalos de boda, el mismo Paul y la madre de Corie). El apartamento está casi sin amueblar, el dormitorio es minúsculo, el baño no tiene bañera sino plato de ducha, y en el tragaluz de cristales que hace las veces de techo del salón hay un agujero. Están en febrero y el frío invernal en Nueva York no es cualquier cosa.
Jane fonda navega por cada fotograma como un poema vital y libertario, con su belleza de luna recién estrenada, sembrando a su paso simpatía, locura, erotismo, optimismo y juventud. Sí, seguramente ya era así antes de conocer las delicias de la luna de miel, pero seis días sin salir de una cama le han descubierto un nuevo universo de fantasía y seducción multiplicando todas sus virtudes. En el otro lado tenemos a un abogado principiante de forzada sonrisa y traje gris que ama a su mujer pero que no sabe divertirse y ante semejante contraste los problemas empezarán en cuanto él regrese al apartamento alquilado en el que comienzan su vida en común.
Así se abre descalzos por el parque, una divertidísima comedia romántica mucho más real de lo que a primera vista pudiera parecer. ¿Cuántas parejas se rompen cada día tras pasar por un trance parecido? ¿Cuántas se reconcilian? ¿Cuántas intentan nivelarse con éxito? ¿Cuántas fracasan en el intento?
En la pareja cuando solo hay una cama, todo está donde tiene que estar, esa cama puede durar una hora, una semana o un tiempo indeterminado y debes estar atento a los elementos externos que se irán poco a poco metiendo en ella. El paraíso es cosa de dos y nada más.
Curiosamente en mis relaciones sentimentales yo he sido siempre como Jane Fonda, mi nula querencia por las responsabilidades de todo tipo, bolsillo quebrado, epicureismo de saldo y nihilismo poético sostenían a las mujeres que he amado en un tambaleante carpe diem espejismo de una cuerda floja de la que siempre se terminaban bajando para cambiarme por algo más seguro. Me manejo bien en el paraíso pero soy un desastre para controlar los elementos externos.
Pero hubo una vez en la que sí apareció una Jane Fonda. Y éramos exactamente iguales. Nos hemos pasado desde entonces media vida caminando descalzos por el parque sin haber salido nunca del paraíso. Sin embargo de un tiempo a esta parte cuando abrimos las ventanas cientos de intrusos quieren destruirnos. Y tal vez ya no somos tan jóvenes, ni tan alocados. Y hemos sentido el miedo porque Jane Fonda y Robert Redford como polos opuestos que son pueden nivelarse. A nosotros, como dos gotas de agua que han permanecido siempre fusionadas tal vez sólo nos quede desaparecer.
Cuando eso suceda estaremos desnudos. Y sin zapatos.
…y digo inolvidable porque ví esta película cuando tenía nueve o diez años, así de casualidad, probablemente en La 2 y a horas tardías, y no me pude olvidar de ella. En cuanto he podido he comprado el DVD.
Y es que esta película tiene una mezcla perfecta: un guión ciertamente cómico y unas interpretaciones magistrales: Robert Redford en su papel de serio y estirado, Jane Fonda en su papel de loca de la vida, ese telefonista con el que te saltan lágrimas de risa, y sobre todo la madre de Jane Fonda y el señor Víctor Velasco, de nuevo dos caracteres opuestos que acaban comprobando que no lo son tanto.
Un ambiente muy sesentero, un Nueva York de invierno (ese viaje en Ferry a las tantas de la mañana) y, en definitiva, una gran película.
Empezar una nueva vida siempre es difícil, pero empezarla teniendo que vivir en un quinto piso sin ascensor, con una claraboya que tiene un agujero, sin muebles, sin calefacción en pleno invierno neoyorquino y con una pareja que es todo lo contrario que tú, tiene que ser para volverse loco.
Eso sí, si tú mujer es Jane Fonda o tú marido Robert Reddord y tienes un vecino como Charles Boyer todo se vuelve un poco más sencillo, para ver y disfrutar.