Demasiado tarde para lágrimas
Sinopsis de la película
Una noche, el matrimonio Palmer se dirige a una fiesta en su descapotable. A mitad de camino, Jane le ruega a su marido que vuelvan a casa. De regreso, se cruzan con un vehículo desde el que alguien lanza una maleta que cae en el asiento trasero del coche de los Palmer. La maleta está llena de dinero y los Palmer pretenden quedárselo, pero una serie de circunstancias hará que la suerte del matrimonio dure poco.
Detalles de la película
- Titulo Original: Too Late for Tears
- Año: 1949
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.9
55 valoraciones en total
Creo que para opinar sobre una película es imprescindible referirse a lo que ocurre en ella, lo cual no significa que cometa spoiler, por supuesto que no pretendo desvelar sus acontecimientos y fastidiar al que nunca la vio, lo que pretendo es hilvanar un análisis del film. Entiendo perfectamente, el motivo de que no se estrenara jamás en la España franquista de la época, por lo tanto la versión editada en DVD del film, no tiene doblaje español y es en VOSE hablada en inglés. El retrato que se hace de la protagonista, dentro de una siniestra y enrevesada trama, era inaceptable para la censura del Régimen, además de una misoginia apabullante, lo cual no significa que no existieran este tipo de peligrosas féminas: grandes cortesanas, calculadoras bellezas, reinas lujuriosas, de un erotismo depredador, famosas pecadoras o damas despechadas. En la línea de sus predecesoras, Barbara Stanwick, Joan Bennett, Rita Hayworth, y posteriormente Jean Simmons, aquí se luce Lizabeth Scott, menos sofisticada pero igual de perversa, turbadora, compleja y fascinante dentro de su cotidianidad, amante del dinero como fetichismo sexual.
Película rica en matices guardando un misterio y generando intriga entre sus bien construidos personajes, fluyen los caprichos del destino y la posibilidad de dar un giro a la vida de una mujer de clase media, harta de sufrir estrecheces económicas, hastiada de una convivencia anodina, que libera su orgullo mediante una desmedida ambición reprimida. Fiel reflejo de una mujer fatal sin remordimientos, de tendencia a mentir de forma patológica, todo ello unido a sus encantos e inteligencia. Una depredadora que no se detiene ante nada ni nadie para conseguir su objetivo. Explicitando el manifiesto temor masculino ante la nueva mujer que está dispuesta a rebelarse contra los convencionalismos sociales que no la satisfacen y que hace tambalear el puritanismo norteamericano de la época.
Narrada de forma vigorosa y fluida que te atrapa desde las primeras curvas de una nocturna y sinuosa carretera solitaria con que abre el film. En clave de los más puros arquetipos del gran género negro: mujer fatal, marido pusilánime, cuñada noble e ingenua, gánster mujeriego menos violento que otras veces, policías poco diligentes e investigador misterioso. Se trata de un film modesto para la United Artist, cine negro en estado puro, dirigida por un Byron Haskin, mucho mejor cineasta de lo que la mayoría de aficionados creemos. Autor de films de todos los géneros como Cuando ruge la marabunta, La isla del tesoro o La guerra de los mundos. Buen film que no destacó ante la ingente cantidad de obras maestras de cine negro que todos conocemos, de aquella década prodigiosa de los años 40 en el Hollywood Clásico.
Todo cine negro tiene aspectos psicológicos puesto que al ser obligatorio que exista el crimen, el elemento psicológico va implícito. Y lo uno lleva a lo otro y lo uno, es siempre el dinero, y de ahí pues ya empieza a aparecer el resto: las sospechas, los celos, la pasión, etc.
En este caso el elemento psicológico está bastante marcado en la mujer, Jane, que da vida Lizabeth Scott, una actriz al estilo Lauren Bacall perfecta para el cine negro.
Jane es por tanto una rubia casada, guapa, peligrosa y ahora además, con dinero. El dinero le ha caído al asiento de golpe y, por supuesto, se lo quiere quedar. Jane es una mujer que tiene obsesión por el dinero, y psicológicamente, la obsesión es un mal muy grave. Su marido lo sabe bien y Dan Duryea se irá enterando. Dan Duryea es un duro del cine negro, pero le caerán lágrimas por el rostro como siga acosando a esa mujer.
Ella, ahora, con dinero, tiene personalidad suficiente para que un montón de gente vaya apareciendo a su alrededor, para montar una enorme intriga, para convencerte de sobra que su sonrisa es más peligrosa que la pistola que lleva escondida. Tiene encanto suficiente para que no quieras dejar de saber de ella, incluso llegará un momento en que si pudieras intervenir, lo harías.
Su sonrisa será lo más bonito que puedas ver en la vida y harías cualquier cosa por ella. Eso es ser una mujer fatal, llegar al crimen por ella. Qué sí, ya lo sabemos, cualquiera haría cualquier cosa por su mujer. Cierto. Es que no me he explicado bien: Si quieres saber si realmente tu mujer es una mujer fatal: atractiva sin remedio, misteriosa y encantadora, no se trata de saber si tú harías cualquier cosa por ella, que lo harías, si no saber si CUALQUIERA haría lo que fuera por ella.
Como figura de interminable recorrido y de múltiples posibilidades, la femme fatale adoptó con el paso de los años infinidad de formas y comportamientos. Los prototipos variaron mucho y oscilaron entre la típica mala pécora cabaretera de pasado sucio y corrupto hasta la fiel esposa que, por las circunstancias de la vida, se encuentra ante la disyuntiva del bien y el mal, de lo correcto e incorrecto, eligiendo evidentemente el camino hacia la fatalidad. Este último es el caso que nos ocupa.
Los Palmer son aparentemente un matrimonio normal formado por Alan (Arthur Kennedy) y Jane (Lizabeth Scott). Conduciendo una noche llega hasta su coche un maletín con sesenta mil dólares que, como pueden imaginar, desencadenará la peor de las tormentas. Alan, dispuesto a llamar e informar a la policía, se encontrará con la fuerte oposición de su mujer quien se descubrirá como una mujer interesada y dispuesta a todo con tal de mantener el dinero en su posesión. Todo empeorará cuando aparece en escena Danny Fuller (Dan Duryea), un chantajista que exige la propiedad del botín y que pondrá a Jane entre la espada y la pared. Por cierto que la aparición de Dan en escena recuerda muy mucho a la que hacía su personaje cuando entraba en casa de Alice Redd (Joan Bennet) en la inolvidable The Woman in the Window (1944, Fritz Lang).
Mala jugada Danny, intentar acorralar al tigre. Eso pensó quien les escribe. Como cuando ruge la marabunta o como cuando Messi arranca hacia la portería, Jane comenzará un festival de zarpazos que acabará con todo lo que le rodea y lo que se interponga en su camino. Se desarrollará así un personaje atormentado, ambicioso y oscuro que consigue atrapar al espectador en una historia llena de suspense e incertidumbre. La actuación, la fisonomía y los rasgos de Scott hacen el resto para terminar perfilando a una mujer que, disfrazada de esposa y ama de casa ejemplar, alcanzará las más altas cotas de la maldad humana.
Un todo por la pasta que finaliza de la misma manera que se desarrolla: transitando por el peor de los caminos. Byron Haskin dirige este noir que, siendo bastante desconocido (como casi toda la carrera del director fuera de la ciencia ficción), contentará a todos los amantes del género y les dará una razón más para seguir afirmando aquello de que al final la culpa siempre es de ellas.
Jane (Lizabeth Scott) y Alan Palmer (Arthur Kennedy) son un matrimonio común y corriente, pero una noche sus vidas cambian para siempre cuando viajando en sus auto convertible le lanzan un bulto con $60,000 en efectivo, aunque los buenos samaritanos se dan cuenta del error, los Palmer se van a la huida.
La dicha del matrimonio no dura mucho, Danny Fuller (Dan Duryea), un supuesto detective llega hasta la casa de los Palmer para exigir la devolución del bulto con el dinero, pero Danny comete un grave error, desprecia el tremendo poder de seducción de Jane.
Jane está decidida a aferrarse al dinero, incluso si esto significa tener que matar. La codicia cambia la personalidad totalmente de Jane y entra en un espiral de intrigas y asesinatos, solo por pretender quedarse con algo que no es de ella.
Jane Palmer es una simple y aburrida ama de casa, pero es sumamente inteligente, el problema es que la codicia la domino. El film a principio arranca lento, para luego a media película alcanzar el clímax y finalmente el desenlace. Una gran historia.
He podido observar que este tipo de película film-noir de finales de los años 40 y principios de los 50 cuentan con ese estilo, como lo fueron Scarlet Street (1945) y The Strange Love of Martha Ivers (1946) entre otras.
Las actuaciones de Lizabeth Scott y Dan Duryea( 1907-1968) son extraordinarias, ambos tienen una estrella en el El Paseo de la Fama de Hollywood, de hecho aparecieron en muchas películas del género film-noir.
Alguien arroja una maleta llena de dinero al coche del matrimonio Palmer. Esto provocará irreversibles consecuencias… Así empieza este ejemplar ejercicio de cine negro orquestado por Byron Haskin a partir de un serial de Roy Huggins, especialista en el género. La cinta está protagonizada por rostros icónicos del noir: la sin par Lizabeth Scott, de rostro inquietante y labios húmedos, aquí una sencilla ama de casa que, de repente, ante la milagrosa aparición del dinero, se convierte en una femme fatale dispuesta a todo, Dan Duryea, siempre repulsivo y untuoso, la mano siempre a punto de abofetear o sacar la pistola, y Arthur Kennedy, con esa cara de vecino de al lado, aparentemente de lo más normal, el desgraciado de la historia. Don DeFore es un gran miscasting, no obstante. La trama contiene algunos puntos débiles, pero miramos hacia otro lado porque nos lo estamos pasando muy bien. No se trata de una obra maestra, ni mucho menos, pero sí de una propuesta eficaz y honrada dentro de sus características.
El DVD presenta una copia restaurada excelente, lo cual lo convierte en una pieza a cobrar por los amantes del género. Sigan mimándonos, por favor.