Danzón
Sinopsis de la película
Julia (Maria Rojo), una madre soltera de 40 años, trabaja como operadora de telefonía. Su unica pasión consiste en ir a bailar, pero, cuando, inexplicablemente, su pareja de baile desaparece, ella intentará localizarlo a toda costa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Danzón
- Año: 1991
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.4
20 valoraciones en total
En el film La lengua de las mariposas, del maestro (Fernando Fernán Gómez) escuchamos decir: La música es como el rostro de una mujer al que hay que adorar, pues esto podría ser la intertextualidad del film de maría Novaro. Sin embargo, el film en clave de drama plantea cómo la música es en los momentos amargos de cualquier ser humano, un momento de felicidad.
Y es que para ser feliz, no hay que ser siempre un infeliz, la felicidad es el punto de partida a los otros sonidos de la vida. Entre ellos a mi juicio, la música. Recomiendo la experiencia de Masaru Emoto, para que se asombren.
Danzón es un film sobre la búsqueda del encuentro con uno mismo, relatada a través del impredecible y fascinante viaje de Julia, papel excelentemente interpretado por la actriz María Rojo. La poética cámara de la directora, María Navarro, (con la estimable ayuda de Rodrigo García), conecta al espectador con cada uno de los cinco sentidos a ritmo del danzón, un estilo musical que he descubierto con el film y que me ha conquistado. Hay magistrales planos secuencia en los que se rueda este baile, y destaco el del final, en el que las miradas se hacen protagonistas y resuelven perfectamente la trama.
Es una película que recomendaría ver a todo el mundo, pero en especial a alguien que se sienta triste, pues transmite en cada fotograma una alegría natural y sencilla dignas de experimentarse.
El film fue todo un impacto para la sociedad mejicana de entonces, ya que rompe con el estereotipo atribuido a la mujer, la libera y la otorga el papel de dueña de sus propias decisiones. Pero retrata a un México (la historia se desarrolla entre México D.F. y Veracruz) adorable, tierno y auténtico, y homenajea la esencia de su pasado. De hecho, la historia de la obra, rodada en el año 1991, parece estar situada décadas atrás, pero adquiere, sin embargo, un carácter tan especial por el que, al menos yo, no puedo situarla en el tiempo.
Para muchos es una película de culto por su inteligente mirada hacia lo femenino, a través de los ojos de su directora, la primera mujer realizadora con proyección importante en México. También es de culto para los amantes del danzón.
Te haces cómplice de la historia y, como ocurre con un buen poema, disfrutas descubriendo, sin explicitudes, las revelaciones anímicas que vive la protagonista, perdón por la redundancia, excelente trabajo de María Rojo, y también de todo el elenco actoral.
Desde mi punto de vista, MARAVILLOSA y absolutamente recomendable.
Una sinopsis de esta película que narra unas semanas en la vida de una mujer sencilla de un pueblo deprimido:
Una mujer mejicana de unos treinta y cinco a cuarenta años, telefonista, con una hija adolescente, sufre porque no encuentra a un hombre, maduro y elegante según dice. Formaba con él una magnífica pareja de baile que ganaba todos los concursos de danzón -baile procedente de Cuba popularizado en México- a los que se presentaban, pero a ella le gustaba no sólo por cómo bailaba. Y como no aparece y nadie sabe de él, se va a Veracruz a buscarlo, porque al parecer se le ha visto por allí. En Veracruz pasa muchos días indagando -casi desde el principio de la película hasta el final- sin encontrar pista alguna. Pero su búsqueda deja de ser angustiosa bastante pronto, cuando le comunican que no hay pasaje de vuelta hasta una semana más tarde no parece preocupada. Vuelve contenta, y en la sala de danzón se lo encuentra. Con él baila la última pieza… y es el fin de la película.
Se puede resumir el film de otra manera: Es la historia de un rincón del mundo deprimido y sin perspectivas, y de sus gentes incultas y primitivas pero nobles.
En una pequeña ciudad de México, en las salas de Danzón, ya un poco ajadas, se conserva algo muy antiguo y lleno de sabor, de tradición popular, de calor, de nostalgia, de camaradería, de encuentro de hombres caballerosos con mujeres dulces y coquetas, de amores que no llegan a ser y de añoranzas de otros tiempos: la mayoría de los que van son personas mayores que se aferran a su vieja música y recuerdan, porque fuera corren otros tiempos donde seguramente suenan otras músicas y se baila de otra forma… Y junto a ellos, algunas mujeres que todavía sueñan con hombres para amarlos como en los boleros, y otras que les explican que eso no es posible, que al final todos los hombres son lo mismo… Una de ellas busca a su hombre durante mucho tiempo, hasta que al final lo encuentra y en la última secuencia baila con él llena de gozo.
Claro que también se puede resumir así: Una historia de mujeres, una indagación en la sensibilidad y el alma femeninas.
Mujeres jóvenes, mujeres menos jóvenes, mujeres maduras, mujeres ilusionadas y mujeres desengañadas, mujeres seducidas y abandonadas, mujeres que sueñan al menos ser alguna vez seducidas… mujeres amigas, compañeras, mujeres que se comprenden y se apoyan y se ayudan, mujeres que saben lo que es estar enamoradas y aconsejan a la que está enamorada. Mujeres que hablan de hombres, que los miran, que se ríen, que desean y que sufren, pero que juntas sufren menos y juntas forman como una familia. Mujeres que sólo pueden entenderse entre mujeres -los hombres son y sienten de otra manera-, sean jovencitas, putas mayores o tristes encargadas de tristes hoteluchos. Mujeres que sólo pueden ser amigas de un hombre si éste es toda una mujer… y al final una de ellas encuentra al hombre al que lleva mucho tiempo buscando y baila con él un danzón.
O tal vez se podría decir: Se trata de una historia en la que el protagonista principal es un baile de hondas raices populares y el papel tan primordial que juega en la vida de unas gentes, contada desde la nostalgia al ver que tiende a desaparecer.
En un pequeño rincón del mundo que parece olvidado y maltratado por el destino, lleno de miseria, sin perspectivas de progreso, allí donde la vida real sólo ofrece sufrimiento o simplemente aburrimiento y estrechos horizontes, un lugar donde reunirse y bailar el danzón es como un oasis en un desierto. La música suena día y noche y llena de bálsamo los corazones. Al ritmo de esa música, abrazados los hombres y las mujeres, bailar y bailar es el mejor consuelo. El danzón es un baile lleno a la vez de sobriedad y sensualidad, donde el hombre lleva y manda, mientras la mujer bri¬lla y se deja llevar y cruza algunas miradas con él, es como en la vida, pero mucho más bonito porque el final no es triste, y porque todo sucede en los minutos que dura una pieza, y la música es envolvente y la orquesta y el local arropan. Al final de la historia, una mujer que añora a su mejor pareja de baile, a su hombre, al que no ve desde hace mucho tiempo, ve cómo éste aparece frente a ella con su elegante facha, con su tez morena y su sombrerito blanco, y baila con él el danzón que tanto deseaba bailar con él.
Pero aún se puede describir de otra forma: La historia de un viaje interior, desde una obsesión amorosa propia de un alma primitiva y estrecha, y su progresiva liberación al salir de su reducido mundo.
En los muelles de Veracruz, María Rojo se da vuelo buscando a su pareja de baile. Ella esta bien en su papel, aunque la idea de sexo parece mutilada al mismo tiempo. El monigote que es su pareja para bailar, es solo un personaje acartonado, en el que no gira la película, y que por lo tanto la hace poco creíble.
Bonito homenaje a arte de bailar danzón y a un bello puerto. Regresando a Julia, el personaje de María Rojo, ella es casi sensual, casi erótica. Va ala búsqueda de ella misma, de un motivo para salir de su monótona existencia, solo que parece que ni la misma directora, otra María (Novaro) se da cuenta o no sabe como expresar que Julia tiene alma, una alma que es casi un ectoplasma de rojo, que es errante, y se niega a irse del bello puerto jarocho, porque siente que ningún otro lado, el rito del amor entre los pasos de Danzón, es mejor que en este lugar, por que solo Veracruz es bello.
Cuando por curiosidad revisé la lista de las cien mejores películas del cine méxicano, encontré un título que ya conocía pero que sólo había despertado mi curiosidad de una forma muy leve. Este Danzón de María Novaro tenía en mi mente el aspecto de un filme intimista más, en el mejor de los casos en la línea del cine francés, en el peor la típica carnaza, vacua y ñoña, para un remake hollywoodiense interpretado por alguien como Julia Roberts o alguien del estilo.
Las formas de Novaro son discretas y prefiere antes la verosimilitud que el impacto, de forma que uno no se siente conquistado por Danzón hasta bien avanzado el metraje, cuando te das cuenta que no falta ni sobra nada, que los personajes han sido compuestos con detalle y empatía y que las actuaciones están pulidas al milímetro. Mientras veía la escena en la que el travesti aprende a bailar el danzón supe que esa película ya me tenía.
Sin necesidad de exagerar ni desvirtuar absolutamente nada, Novaro desvía la narración con tal sabiduría que la historia de la búsqueda de una persona ausente se descubre como que tal persona ausente es Julia y no Carmelo. Esto se entiende bien enseguida, cuando contemplas la felicidad de Julia en la playa nocturna de Veracruz y que Carmelo es antes un personaje ausente que no un secundario. De ahí la película abandona la senda inicial con mucha discreción y contemplamos el proceso en el que Julia, de carácter serio, se suelta, aprende a aceptar los encantos propios y ajenos. Deja de presenciar el mundo: lo vive. Julia florece ante los ojos del espectador y revive su propia Primavera.
Por supuesto este arco dramático se presta a la impostura y la cursilería más sonrojante, pero Novaro demuestra su sabiduría configurando a una mujer seria pero no retraída, su aventura es razonable, parece que cualquiera que se decidiera podría experimentarla, y sus experiencias son simpáticas y cálidas pero nada extraordinarias. Normalmente este tipo de obras primero presentan a una persona que mentalmente es una niña (aunque tenga 40 años) que al final resulta una adolescente feliz (aunque tenga 50 años). Novaro no cae en semejante despropósito. Sus personajes tienen contornos muy auténticos, de modo que al finalizar la proyección impera la sensación que se nos ha hablado de igual a igual acerca de la necesidad de soltarse, de encarar las experiencias más allá de los límites de la rutina, descubrir mundo (interior y exterior) y comprobar quienes somos cuando estamos fuera de nuestro radio habitual de acción.
Esta obra fue realizada previa a la invasión de las técnicas de documental en el cine de ficción, de modo que en la puesta en escena nada sobresale por su hiperrealismo… aparte de las interpretaciones. La actuación de María Rojo es para enmarcar. Aún y así, la cámara está manejada con elegancia y sobriedad. Si os fijáis en la mencionada escena en la que Julia enseña a bailar a su amiga travesti, comprobaremos que fue rodada con muy pocos planos, muy largos, de ritmo perfecto y nada ostentosos, de esos que la posición de la cámara y la duración del plano están tan bien medidos que la escena ocurre sin que pienses en cuestiones técnicas. Eso también recibe el nombre de maestría.
Nada de esto, ya digo, reconozco, suena novedoso o revolucionario. No creo que eso sea necesario. Hay que ver la película, pasear con Julia por esas calles de Veracruz, conocer a sus maravillosos personajes, escuchar sus canciones y comprobar que no hay escena que no haya pasado un meticuloso examen de honestidad. Es importante emocionarse, pero, parece decirnos Novaro, nada de eso ocurre si no es hablando al espectador como a un adulto y sintiendo que se aborda algo posible e importante. La belleza es un reflejo de la verdad.
Así que, en resumidas cuentas, ¿merece Danzón figurar entre las cien mejores de una industria tan productiva como la mexicana? Mi opinión sincera es que no merece quedar fuera.