Crimen y castigo
Sinopsis de la película
Raskolnikov, un estudiante pobre, asesina y roba a una vieja avara y considera que su crimen está justificado porque la considera un parásito de la sociedad. Al principio consigue eludir las sospechas de la policía, pero no el tormento que le causa su aislamiento y su sentimiento de culpa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Crime and Punishment
- Año: 1935
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
Película
7
94 valoraciones en total
Gratísimo drama adaptado y simplificado de la novela clásica de Fedor Dostoievski (un policial psicológico-filosófico) y ubicado en los años de la Gran Depresión, donde descuellan Peter Lorre (Roderick Raskolnikov), que venía de hacer El hombre que sabía demasiado con Hitchcock y construye un fascinante personaje en su primer filme norteamericano, y el brillante Edward Arnold como el inspector Porfiry, un precursor de otros famosos detectives, como Columbo. Con elementos expresionistas, se puede percibir también un lado kafkiano del personaje criminal, pues tiene arranques de soberbia a pesar de su humildad y confusión culpable. Muy agradable de ver, no se la pierda.
164/13(17/05/11) El gran realizador austriaco Josef Von Sternberg junto al genial actor húngaro Peter Lorre nos regalan una fallida adaptación de la famosa obra de Dostoievsky y es que por su falta de coherencia en todo el desarrollo dramático parecen haberle hurtado un par de horas, pues la evolución de los personajes y de la acción me resulta atropellada, sus comportamientos me son incomprensibles, la novela ‘Crimen y castigo’ es de una complejidad enfermiza épica, en el libro los personajes crecen de modo pausado pero verosímil, aquí con respecto a la trama literaria nos han hurtado varios personajes, sin ir más lejos el asesinato central de la historia son dos y no uno, no es que yo sea un talibán de las adaptaciones literarias pero es que sin un mínimo de rigor evolutivo en el relato da la sensación de estar trufado. Esta es una cinta que hubiera requerido de bastante más metraje para dar consistencia y peso a los personajes, y que no sean muñecos histriónicos. La ambientación, como no podía ser de otras forma, es notable, juegan con las tinieblas en exteriores y en interiores son de una sobriedad cortante, emitiendo un clima asfixiante, ayudado por la espléndida fotografía de Lucien Ballard (Atraco Perfecto, Valor de ley o Grupo Salvaje), con unos primeros planos de Raskolnikov (Gran Peter Lorre) dolorosos, un Peter Lorre que está magnífico, transmite la atormentada personalidad de su rol, domina la mirada, los gestos, un portento que traspasa la pantalla, pero que no es capaz de taponar las carencias del guión, el resto del elenco actoral, a excepción de Edward Arnold (notable), con el que mantiene un notable duelo, peca de sobreactuaciones derivadas supongo del cine mudo donde solo el histrionismo podía hacernos llegar lo que sentían los personajes. Con estos defectos es complicado que su mensaje nos llegue nítido, lo de que los sentimientos de culpa nos comen por dentro y que solo el amor puro nos redimirá, lo de que nuestra conciencia es la peor de las cárceles, todo esto me llega atropellado por la escasa densidad que tiene y que era imprescindible para que sufriéramos con el protagonista, pero con todo lo peor es que nos han hurtado un descomunal diálogo que en el libro mantienen Raskolnikov y Porfiry sobre gente que por su especial inteligencia y dotes de liderazgo está por encima del bien y del mal, eje que debería haber vertebrado la cinta y que aquí no existe, este tramo de la novela ha inspirado muchísimas obras cinematográficas. A esta obra se le detectan multitud de potencial, es como si la Obra Maestra que podría haber sido un mal montador la hubiera destrozado hasta dejar en unos ridículos 85 minutos. Fuerza y honor!!!
Notable y eficaz film del realizador vienés Josef von Sternberg (1894-1969). El guión, de Josef Anthony y S.K. Lauren, adapta la novela Crimen y castigo (1866), de Fiodor Dostoievsky. Se rueda íntegramente (escenas de interior y de exterior) en Columbia Pictures Studios (Hollywood). Producido por Benjamin Schulberg para Columbia, se estrena el 22-XI-1935 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en San Petersburgo (Rusia), en 1933/34. Dedicado a los estudios de criminología, Roderick Raskolnikov (Lorre), vive pobremente y con apuros. Escribe interesantes artículos de su especialidad por los que no percibe ninguna retribución, mientras espera que le llegue una racha de buena suerte. Vive solo y se relaciona solamente con Dmitri (Allen), un antiguo compañero de estudios en la Universidad, que se desenvuelve con más habilidad que él y obtiene unos ingresos profesionales relativamente holgados. Su familia se limita a su madre Pulqueria (Risdon), viuda de 43 años, y su hermana Antonia (Birell), soltera, de 20 y tantos años. Conoce y siente interés por Sonya (Marsh), de 18 años, castigada por la mala suerte, pero noble y sincera como pocas. Él, de unos 25 años, es introvertido, solitario, aficionado al estudios y a la lectura, agnóstico, inteligente y con cierta tendencia a la bipolaridad (orgullo/humildad, racionalidad/irracionalidad).
El film suma drama, drama psicológico, crimen, investigación policíaca y romance. Explora el mundo interior del protagonista, sus tendencias megalómanas (admira a Napoleón y Beethoven), sus ideas sobre el superhombre de Nietzsche, su consideración de sí mismo como un superhombre destinado a realizar grandes cosas, con facultades para actuar al margen de la moral hecha para las personas inferiores y con sus convicciones sobre la legitimidad que le corresponde para eliminar a individuos inconvenientes para la buena marcha de las personas y la sociedad. Pese a sus convicciones y sentimientos de superioridad, el crimen se convierte para él en una pesada carga que le rompe los nervios, le atormenta la conciencia, le aturde la mente y le perjudica la salud. Aunque la policía no tiene pruebas contra él, su presencia de ánimo se desmorona y su presunta superioridad se demuestra carente de fundamento. Particular interés tiene el enfrentamiento dialéctico que sostiene con el jefe de policía Porfiry (Arnold) (1).
La obra no forma parte del conjunto de obras maestras de Sternberg (Marruecos, El expreso de Shanghai, Fatalidad…), pero es un trabajo notable, eficaz y convincente, con destellos de la maestría del realizador. La atmósfera del film es densa, opresiva y asfixiante. Traslada a la cinta el ambiente angustioso y opresivo de la novela y de la Rusia zarista en la que la novela (no el film) enmarca la acción.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Certera, aunque con reservas, adaptación de una de las obras literarias más asombrosas y profundas que ha escrito el ser humano.
Bastante más precisa y estimulante que el despropósito moderno en el que se involucró Ben Kingsley, y sin duda tremendamente fiel al libro.
Hay peros, sin embargo. Precisamente esa fijación por capturar toda la acción del libro imprime un ritmo excesivo a la película, que a veces roza la precipitación.
Echo en falta más más densidad, más atmósferas, más espacio para el despeñamiento mental de Raskolnikov. También más sordidez típicamente rusa. Es lo que tiene conceder una mísera hora y 25 minutos a una obra de este calibre.
Por suerte, ahí está el excelso Peter Lorre, con su eterno look de anfibio torturado, dando un conmovedor do de pecho.
Uno de los grandes emisarios que la literatura ha traído al mundo para favorecer el entendimiento humano, se llama, Fiódor Dostoyevski (Фёдор Достоевский). Habiendo conocido, por experiencia propia y desde su nacimiento, la miseria y la violencia intrafamiliar -apenas menguada por una madre amorosa-, y habiendo padecido el martirio de la cárcel, el cepo al que conduce el juego, y otros tantos abismos a donde suele caer el hombre en sus desafueros, el autor de grandes títulos como, Los Hermanos Karamázov, El Jugador, El Idiota… y muchas otras, consigue una combinación perfecta de entendimiento racional y de poderosa emotividad, que llevan a sus novelas hasta las más altas cimas literarias. Sus personajes se mueven en un medio social que él recrea con conocimiento de causa y de primera mano, y entre ellos, una pesadumbre y una gran fortaleza moral luchan desesperadas con la esperanza de que pueda entrar la luz.
>, equilibradamente contenida en su expresión dramática y con brillantes actuaciones entre las que, Peter Lorre, destaca por la fuerza de su caracterización.
Escrita en 1865, con el lastre de sentirse arruinado en las ruletas, Crimen y Castigo posee una combinación tan equilibrada de racionalidad y emotividad, de fría agudeza y de honda espiritualidad, de dominio intelectual y de poder moral que, al final, se convierte en una majestuosa exaltación de la grandeza humana.
Rodión Raskólnikov, es el brillante graduado que, exasperado con la iniquidad de la sociedad que padece, decide ejercer lo que, él considera, es justicia. Curiosamente y al observar, luego de cometido su crimen, el comportamiento y el sentir de algunas sencillas mujeres, consigue sacar a flote un valor que no poseía, y enterrando así sus miedos, se enfrenta con la mayor legitimidad de que puede hacer acopio, a un inspector que se la juega para poder apresarlo.
Sonia, una dulce y hermosa chica que, aferrada a su fe, decide ejercer la prostitución para salvar del hambre a sus hermanitos, se convierte en el mayor peso moral para la maltrecha conciencia de Raskólnikov, y también su madre y su buena hermana Dunia -asediada ésta por ampulosos hombres adinerados que ansían casarse con ella sin ofrecerle más atractivo que sucios billetes-, hacen que, el experto en criminalística y admirado por un artículo publicado en el Current Review, sienta sacudirse hasta lo más hondo de su propio ser.
Por otra parte, Dostoyevski ilustra con fineza el sentir moral de aquellos que tienen en sus manos el ejercicio de la justicia social. ¿Usted mandaría a un hombre inocente a la horca? –pregunta Raskólnikov al inspector Porfiry. ¿Por qué no? –Responde éste– Lo haría, aunque sólo fuera para conservar mi prestigio.
Josef von Sternberg, consigue una versión muy personal de <
Y ojalá nos quede claro para bien de nuestras existencias: No hay prisión más temible que la propia conciencia.