Color perro que huye
Sinopsis de la película
El film arranca con una clarificadora nota del realizador: No tengo ni celuloides ni cintas de video. Sólo tengo números almacenados en discos duros y en forma de cajas de memoria llamadas quicktimes. De ella, he extraído imágenes que ahora junto, ordeno y presento con sinceridad. Aunque, verdades, no son. Tras un accidente que lo deja en cama durante dos meses, el realizador recupera imágenes y descartes que viene archivando durante ocho años. Con ellas elabora un filme sensorial, compuesto por retratos de amigos, paseos comentados por Barcelona y un viaje a su país natal, Venezuela, donde el caos impone su ley. Una película hecha de retazos que nos muestra el mundo más íntimo del cineasta, que por momentos no dista de ser tan onírico como una pintura de El Bosco.
Detalles de la película
- Titulo Original: Color perro que huye
- Año: 2010
- Duración: 70
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Opinión de la crítica
6.3
58 valoraciones en total
Duque, venezolano residente en Barcelona, recopiló durante dos meses muchos de los vídeos que había ido guardando en su ordenador. Entre su propio material se colaron piezas de youtube, escenas rodadas con un móvil y fotogramas de otras piezas cinematográficas. Color perro que huye es la unión de esos fragmentos, que durante 75 minutos van yuxtaponiéndose, creando atmósferas, realizando un viaje personal entre Barcelona y Caracas. Imágenes sin aparente conexión que van tejiendo diversos estados de ánimo, juegan con un atípico narrador irónico y que sitúan al espectador en el vacío, en la simple y compleja tarea de recibir pero nunca descodificar unas imágenes extrañas. No hay que buscarle tres pies al gato, ni siquiera encontrar el perro del título: hay que verla, o experimentarla, dejarse llevar por un cauce de estampas que se sitúan entre el cine tradicional, el documental y el videoarte.
Color perro que huye nace como una autobiografía en imágenes. ¿Cuenta una historia? Puede que in strictu sensu no. Pero no ha sido concebida para llegar a las salas comerciales, ni para ser contemplada por un público mayoritario. Obras como esta nos obligan a reflexionar qué es el cine, cuáles son sus posibilidades y, por extensión, cuáles son sus límites en un tiempo en el que cualquiera, con un móvil o una cámara rudimentaria, puede ser artífice de mundos visuales. Se difuminan los patrones de los géneros tradicionales. El trabajo de montar imágenes adquiere un nuevo sentido y se realiza por vías totalmente inesperadas. Al final se trata de que el material proyectado atrape al espectador, mediante la sorpresa y la no lógica, la hipnosis sonora y la acumulación de paisajes. Color perro que huye es al final un regalo repleto de enigmas, colores, texturas y voces. Una propuesta que nunca empieza y tampoco acaba. Francamente interesante.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities http://cachecine.blogspot.com
Color perro que huye, la obra del degenerado Duque comienza, parafraseando a Paul Virilio, con el accidente original. Duque se ve obligado, tras una caída, a permanecer inválido en su casa, como el James Stewart de Rear Window (54). También pertrechado con una cámara, aunque las vistas por su ventana son bien decepcionantes, Duque tiene otra ventana, una que el perverso Alfredo jamás hubiera imaginado: Internet. Volcándose sobre el ordenador, Duque comenzará por volcar sus discos duros, sus quicktimes. Así, este ejemplo es nítido de aquello que decíamos más arriba del abandono del término de películas por el más contemporáneo y eficaz de archivos de datos, provoque esto el consabido mal –o bien- de archivo consecuente. La noción de film-ensayo que antes esgrimíamos es ciertamente poco complementaria con la tradicional y ortodoxa noción de película. No sólo por el conato matérico (los avis, ls dvs y el hd no son película), sino por la percepción que de ellas tenemos: son siempre parte de un proceso, nunca terminado. El concepto de work in progress como categoría definitoria de la Modernidad (también en su versión hipermusculada). Como la de Ion de Sosa, la pieza de Duque es también un collage de recortes de diversa procedencia, lo que conlleva un viaje fragmentado con subidas y bajadas, momentos mágicos con otros anodinos, ideas brillantes seguidas de escenas pueriles: como la sesión de un Dj que no pone sólo temones. Los mejores momentos son los alcanzados desde el montaje, incluyendo el sampleado de material encontrado en youtube o procedente de otros filmes, las referencias al suicida Andrés Caicedo e Iván Zulueta, figuras protopunks y seguramente luminarias del propio Duque. Menos interés revierten algunas puestas en escena (como la del río, donde un hombre deja ir su zapato y se escucha al propio Duque conminarle a seguirlo, o la de su amiga semidesnuda en la cama abrazando una bola de pilates, mientras Duque nos habla en subtítulos), o la secuencia en Venezuela (todo sea dicho, con el maravilloso momento en que Duque cede la cámara a un niño para que filme lo que quiera, editando luego el material íntegro). De todas formas, a lo largo del delicuescente viaje que Duque plantea, acabamos descubriendo unas cuantas cosas, además de ese extraño tipo de negro que forma un perro al salir huyendo, u hostiándose contra la pared: que el cine es un ente vivo, indefinido, imperfecto y en movimiento. Que podemos celebrar, con Portabella, que el cine se mueve a sus anchas en un estado de permanente mudanza y periodos mutantes: la producción cinematográfica ha explotado. (5) La excelsa imperfección del archivo de datos presentado por Duque mereció además el Premio del Público.