Cinco minutos de gloria
Sinopsis de la película
Lurgan, Irlanda del Norte, 1975. Una guerra civil de bajo nivel se ha ido gestando, con el IRA, que apunta a legitimistas británicos, y la Fuerza de Voluntarios legitimista del Ulster, que exige la venganza contra católicos que ellos consideran militantes republicanos. Alistair Little, de 16 años, es el líder de una célula UVF (Fuerza Voluntaria del Ulster) impaciente por derramar sangre. Él y su cuadrilla reciben el visto bueno para matar a un joven católico, James Griffin. Cuando se perpetra el golpe, Joe Griffin, de 11 años de edad, ve con horror cómo muere su hermano. Treinta años más tarde, Joe y Alistair deben encontrarse, ante las cámaras, de cara a una reconciliación. Alistair ha cumplido su condena, y la paz se ha establecido en Irlanda del Norte, pero Joe Griffin tiene otros planes en mente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Five Minutes of Heaven
- Año: 2009
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
5.9
99 valoraciones en total
Abre Cinco minutos de gloria (acertadísima traducción -no literal- del original Five Minutes of Heaven) con un notable y preciso prólogo, de unos quince-veinte minutos, en el cual asistimos a escena demoledora en la que un joven de la UVF asesina a sangre fría a un hombre en presencia de su hermano pequeño. 33 años más tarde, ambos son citados por un programa para saldar cuentas, recoinciliarse, aclarar las cosas y sobreponerse a los fantasmas del pasado. Con un planteamiento tan original, Hirschibiegel consigue crear una historia que tiene ritmo, pulso narrativo y emociona, si bien no consigue mantener ese nivel en todo momento.
Interpretada correctamente por Neeson y Nesbitt (este último dejándose caer en la sobreactuación, resultando así bastante efectivo), lo mejor de la cinta es sin duda -al margen del prólogo- la construcción de los diferentes personajes, el hecho de que sus reacciones sean completamente verosímiles, que se muevan como deberían hacerlo según la situación, consiguiendo que un pasado y un presente tengan cierta coherencia: la evolución temporal de ambos está perfectamente medida. El que era un niño ahora es un adulto que clama venganza por la muerte de su hermano, el asesino, solitario, frío, distante, sólo quiere olvidar aquello y seguir adelante, buscando la expiación intentando ayudar a gente en su situación. Poco a poco, mediante una estructura algo rígida, se nos va preparando para un final que lamentablemente no acaba de ser del todo bueno, o al menos que da pie a varios problemas que podrían haber sido solventados con algo más de ingenio.
A pesar de todo, Oliver Hirschbiegel consigue con este film para televisión -emitido originalmente en la BBC y proyectado internacionalmente en pantalla grande- una de las obras más lúcidas del año, que se presta al debate en lo que respecta a los aspectos políticos y que cinematográficamente hablando es, como poco, estimulante. Merece la pena, si bien aqueja ciertos problemas que la hacen alejarse de ser aún mejor.
Cada vez que se estrena una nueva película sobre el conflicto de Irlanda del Norte es normal que al espectador veterano le invada una irrefrenable sensación de pereza. Son tantas y tantas las obras centradas en éste tema que a fecha de hoy la única opción para conseguir interesar al público es enfocarlo desde una perspectiva diferente, cosa casi imposible. Afortunadamente, eso es precisamente lo que ha conseguido el director alemán Olivier Hirschbiegel (El hundimiento) con una producción concebida inicialmente para la televisión británica pero que finalmente dará el salto a la gran pantalla con un éxito más que asegurado.
En esta ocasión si que se puede decir que Sundance ha sabido premiar la independencia de la originalidad. También el montaje termina desatándose en esa estupenda escena de la pelea en la casa abandonada. Parece increíble que a estas alturas todavía se pueda dar una vuelta de tuerca a un tema tan trillado como el de Irlanda del Norte. Directores como Steve McQueen y su magnífica Hunger ya nos habían demostrado que era posible escapar a los tópicos estéticos del conflicto pero la película de Olivier Hirschbiegel va un paso más allá y trastoca por completo el discurso de la venganza, la reflexión y el perdón con una película rápida, concisa y contundente.
Five minutes of heaven se sostiene gracias a dos interpretaciones dispares y sobresalientes. De un lado tenemos a un Liam Nelson extremadamente parco, contenido, muy profesional. De otro está un James Nesbitt completamente histriónico, hiperventilado y chillón. El actor británico ha sabido reconvertir sus geniales tics cómicos en toda una muestra de locura y confusión mental. Muchos pensarán que sobreactúa pero es un exceso necesario para contrarrestar la sobriedad de su compañero de reparto y lo cierto es que la mezcla funciona. Aunque pudiera parecer lo contrario, no hay aquí ningún tipo de duelo interpretativo ni dialéctico, solamente a puñetazos. La presencia de Anamaria Marinca (Cuatro meses, tres semanas y dos días) es circunstancial.
El director alemán consigue cerrar de forma sorprendente una película completamente alejada de los tópicos que busca golpear al espectador progresivamente y sin descanso. En esta ocasión basta una llamada cortante y definitiva para dar el asunto por zanjado. Aunque pueda parecer lo contrario, entre tanta ironía hay una interesante lectura: En algunas circunstancias no hay perdón posible, solamente personas que tratan de seguir adelante con el odio y la culpa en sus corazones frente a una sociedad que insiste en cerrar viejas heridas cuando no es posible. Quizás también quiera decirnos que ya es hora de que el cine pase página y se olvide de éste tema para siempre.
Keichi
Arranca en Lurgan (Irlanda del Norte) en octubre de 1975, con el asesinato de un joven por parte de 4 chavales ansiosos de labrarse una reputación como miembros del UVF (fuerza de voluntarios de Ulster), llevado a cabo por uno de ellos (el líder y el que tenia los contactos en la organización protestante), ante los ojos del hermano pequeño del asesinado, que queda fuertemente traumatizado, no solo a causa de haber sucedido en sus narices, sino también por ser el blanco de las iras de la madre por no haberlo impedido. A continuación damos un salto en el tiempo trasladándonos a finales de los 90, en plena negociación de la paz, donde vemos al asesino (Liam Neeson) y al hermano del asesinado (James Nesbitt) dirigiéndose por separado a un programa de reconciliación que los había reunido, enterándonos a través de las conversaciones con sus respectivos choferes durante el trayecto, de que sienten y piensan al respecto.
Todo esto a modo de presentación durante los primeros minutos, a partir de aquí se nos cuenta primero, los motivos del uno y del otro para haber aceptado ir a ese programa de televisión, conociendo minuciosamente las secuelas que aquella muerte les ha dejado, como les ha marcado a sangre y fuego (con una puesta en escena cuasi teatral) y en la que la cámara asiste como un voyeur el desarrollo de los acontecimientos y después, la búsqueda y necesidad de redención por parte de ambos.
Aunque la historia pilla un poco lejos al espectador patrio, es inevitable que durante su metraje y por motivos de historias parecidas que pueden perfectamente estar pasando ahora mismo en nuestro país, nos haga reflexionar como actuaríamos en caso de ser nosotros los implicados y cuál sería la solución acertada.
Por lo demás, tanto Liam Neeson, como James Nesbitt , están magníficos en la piel de estos atormentados personajes, Anamaria Marinca (4 meses, 3 semanas y 2 días) se luce en un breve (pero de bastante peso en la historia) papel de asistente del programa de televisión), la dirección por parte de Oliver Hirschbiegel es eficaz y muy acertada (por momentos y a través de la utilización de planos, te hace meterte en la piel tanto de uno, como de otro) y la ambientación, sobre todo en lo que se refiere a la época en la que tuvieron lugar los hechos, excelente, como no podía ser menos estando implicada en esta coproducción la BBC (el Ford Cortina que utilizan para el asesinato me recordó inmediatamente al utilizado en Life on Mars, también ambientada en esa época y de BBC).
Absolutamente recomendable.
Con un prólogo del todo interesante y muy bien trabajado a nivel artístico arranca el último film de Hirschbiegel, ese autor que ya sorprendiera con films como El experimento y El hundimiento y cuyo paso por Estados Unidos fue del todo infructífero al ser McTiegue el encargado de redirigir, aproximadamente, un 50 % de su Invasión inicial con el simple cometido de añadir más acción.
Tras ello, haciendo un buen uso narrativo, se trazan dos acciones paralelas y se nos ofrece un hilo para que el espectador vaya dando con las claves de la historia de Five Minutes of Heaven .
Tratando un tema tan interesante como sugestivo, el alemán deja, básicamente, su film sobre las espaldas de dos magníficos actores como Neeson y Nesbitt, afrontando cada uno de un modo distinto su personaje y, en comparación, quedando por debajo un Nesbitt al que, por momentos, se le ve fuera de su papel, gesticulando en exceso y dándose a la sobreactuación en instantes que no lo requería, y haciendo que un impasible Neeson, cuya tremenda presencia e impecable actuación desgarran en más de una ocasión (en especial, gracias a ese discurso que se marca ante las cámaras), sea la principal arma de la propuesta.
También cabe destacar la virtud del guión por no anquilosarse y saber reconvertirse minuto a minuto, alejándose de la previsibilidad que se podría haber intuido inicialmente, y dando al espectador menos pistas de las necesarias para resolverse derribando tópicos y queriendo otorgar una vuelta eficiente de sobras a un relato que, quizá podría haber sido despachado antes, incluso con un corto, pero Hirschbiegel transforma en un interesante trabajo al que ni su conclusión (repetición del discurso que Neeson había pronunciado minutos antes), ni el enérgico envite de Nesbitt restan muchos enteros, dando así por bueno un resultado tras el cual, lo mejor que queda sin lugar a dudas, es ese mensaje que no sólo nos habla sobre causas y consecuencias, ni sobre víctimas o asesinos sino, ante todo, de personas y de como éstas se ven afectadas ante una espiral de violencia que quizá jamás debió ser tal.
Hay procesos de paz y transiciones a la democracia cuya resolución parece más compleja que desatar el mítico nudo gordiano. Sin embargo, algunos se encarrilan y parecen acercarse a un final feliz, como en Sudáfrica, Chile o Irlanda del Norte.
En todos ellos se ha tenido que afrontar el penoso, pero necesario, proceso de reparación, establecimiento de responsabilidades, liberación de presos por delitos de sangre y diálogo entre víctimas y victimarios.
Quizá sea esta última la parte más ardua, de ahí la ingente cantidad de recursos que se le destina. Y quizá sea en ese proceso -en el que se pretende cuadrar el círculo de sentimientos extremos como la culpa, el arrepentimiento, el deseo de venganza, el olvido y el perdón- donde se encuentra un terreno más abonado para el séptimo arte. Caladero que Hirschbiegel parece haber explotado con éxito.
Impecable Neeson en su papel de profesional del arrepentimiento que no puede ocultar el fracaso absoluto de su vida privada, que demuestra no poseer la sangre fría que se le supone.
Su alter ego es un James Nesbitt poco conocido por el gran público español, pero que es un habitual de las comedias británicas de los 90 y de la década del 2000. Su papel es aquí difícil de encuadrar, pues las dudas de su personaje tienen más de cómico que de dramático, cuando debería haber tenido más peso lo segundo.