Christopher Robin
Sinopsis de la película
El niño que se embarcó en innumerables aventuras en el bosque de los Cien Acres con su banda de animales de peluche, ha crecido y… ha perdido el rumbo. Ahora les toca a sus amigos de la infancia aventurarse en nuestro mundo y ayudar a Christopher Robin a recordar al niño cariñoso y juguetón que aún tiene dentro.
Detalles de la película
- Titulo Original: Christopher Robin
- Año: 2018
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
6.1
89 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Abbey Denne
- Adrian Scarborough
- Bern Collaco
- Bronte Carmichael
- Dean Middhat
- Elsa Minell Solak
- Errol Francis II
- Evie Wray
- Ewan McGregor
- Gino Picciano
- Gintare Beinoraviciute
- Hayley Atwell
- Jackson Kai
- Jeremy Oliver
- Karol Steele
- Kumud Pant
- Lee Asquith-Coe
- Mark Gatiss
- Mark Sayer-Wade
- Orton OBrien
- Paul Chahidi
- Rahji Shrinarine
- Raj Ghatak
- Richard Price
- Roger Ashton-Griffiths
- Roy Beck
- Sharron Spice
- Tim Ingall
- Vivien Bridson
Sabemos que Ewan Mc Gregor se mueve en su terreno cuando se trata de interpretar papeles de este estilo. Cuando vimos el tráiler pensamos que caerían en lo típico de trasladar a unos seres fuera de su zona de confort (The Wild, los Pitufos, Madagascar…) normalmente a un entorno urbano, sin orden ni concierto, solo por el placer de verlos desenvolverse en otro ámbito. Y al fin y al cabo es lo que hacen, pero el motivo nos ha parecido lo bastante lógico como para no tomárnoslo a mal, pero contaros el motivo sería caer en spoiler.
Para ponernos en situación, nos presentan a un Christopher Robin de niño, que promete no olvidar a sus amigos aunque tenga que irse a un internado de forma inminente. Pero los años pasan, y aunque el Bosque de los Cien Acres permanece inalterable, Christopher ha crecido, ahora tiene una familia de la que ocuparse y un trabajo que lo absorbe por completo, relegando a sus amigos de peluche al rincón más profundo de su mente, llevándose con ellos, tal vez, su alegría.
Sin embargo, esta propuesta se queda un poco en tierra de nadie en cuánto a público. Desde luego no es una película atractiva para niños, pues se aleja de la gama cromática saturada y viva que suele rodear a las cintas de animación o de corte infantil y no presenta un desarrollo rítmico que pueda mantener su atención. Tampoco tiene nada nuevo que contarle a los adultos, todos sabemos lo manido que está el tema de no olvidarse de ser niño, no anteponer el trabajo a la familia, disfrutar del momento y un largo etcétera de valores que no aportan ninguna novedad. Tal vez, simplemente Christopher Robin ha llegado tarde.
De hecho, en nuestra sala hubo padres con niños que se fueron, porque se notaba que los peques se estaban aburriendo, sobre todo en el segundo cuarto de la película, en la que apenas aparecen los personajes del Bosque. También había un cumpleaños de unos 20 críos, que por supuesto a los 15 minutos convirtieron la sala en una gymkana y se pasaron hora y media subiendo y bajando las escaleras corriendo, sin control alguno por parte de los tutores. Ya escribimos un artículo sobre este tipo de comportamientos irrespetuosos que podéis leer aquí.
Creemos que para poder disfrutarla, para lograr darle la nota que le hemos dado nosotros, es casi obligatorio haber pasado muchas horas en el Bosque de los Cien Acres. Podemos reconocer todas las melodías, trabajadas aquí de manera más sutil, sabemos de antemano lo temibles que pueden llegar a ser los Heffalumps y reconocemos las casitas de cada uno de los amigos de Winnie The Pooh, porque los conocemos muy bien.
Por tanto, lo que más nos ha gustado de Christopher Robin es la fidelidad a la apariencia y actitud de la serie de dibujos original, que a su vez se basa en los cuentos de A. A. Milne. Personajes como Conejo, tan egocéntrico y mandón como siempre. Búho no pierde ocasión de hablar de sus tiempos pasados, y Kangu y Rito forman un estupendo tándem madre e hijo. Tiger, por su parte, nos deja bien claro que los Tigers son de lo mejorcito que hay, y que nadie bota como ellos (incluso canta su cancioncita característica). Piglet resulta casi demasiado adorable, con su tartamudeo, sus manitas agarradas y su miedo permanente: oh, ci- ci- ci- cieloosss! Pero creemos que los personajes que destacan por encima del resto son Pooh, por supuesto, e Igor. Pooh siempre tiene hambre y no pierde ocasión de hincarle el diente a un buen bote de miel, además de ilustrarnos con frases aparentemente absurdas que encierran bastante profundidad si se piensan dos veces. Igor siempre ha sido el depresivo, el que lo ve todo desde un punto de vista negativo y conformista, y su manera de representarlo en esta hora y media nos encantó.
El resto nos pareció predecible, casi con cierto ambiente a película de sobremesa. Si consigue salvarse es por el desparpajo y la naturalidad con la que McGregor sabe introducirse en este tipo de interpretaciones, y la buena factura técnica de los peluches. También nos gustó bastante el reparto de secundarios, que aunque tienen pocos minutos en pantalla, le dan peso a la cinta.
Así que bueno, realmente nos ha gustado por su fidelidad con las historias que veíamos de niños, pero el mensaje que pretende transmitir no nos parece del todo adecuado si está enfocada a un público infantil: A veces no hacer nada termina convirtiéndose en el mejor de los algos. ¿Eso quiere decir que hay que huir de los problemas, no enfrentarse a ellos? ¿Esperar a que nos venga la inspiración? ¿Disfrutar del momento sin preocupaciones, dando prioridad a la felicidad y a la familia por encima del trabajo? Son conceptos que podrán aplicarse o no dependiendo muchísimo de las circunstancias particulares, no construyen un mensaje que pueda afianzarse de manera permanente.
https://dejensever.es/review/christopher-robin
Es realmente sorprendente el corazón que tiene esta enésima adaptación de Winnie the Pooh.
Lejos de ser una actualización o una reinvención, el Bosque de los Cien Acres sigue como siempre.
Somos nosotros, siempre hemos sido nosotros, los que hemos cambiado.
Christopher Robin juega con una idea muy jugosa que ya se ha apuntado otras veces: todos los niños crecen, y dejan sus juguetes.
Los disfrutan, pasan con ellos mil aventuras, y los guardan en algún momento, como si fueran despedidos de su trabajo, con la satisfacción del deber cumplido.
Entre Christopher Robin y Winnie the Pooh no iba a ser diferente, aunque la animación nos creara la mentira de que su historia iba a durar para siempre.
Pero al aportar fisicidad, peso, pelo y tangibilidad a los animales/peluches… se palpa una irresistible nostalgia por una era a punto de terminar, y hasta las canciones más tiernas saben mejor así.
El último día en la mesa de almorzar del bosque transcurre tan divertido como siempre, solo que nadie se atreve a abordar el heffalump en la habitación, nadie se atreve a preguntar a Christopher por qué se va.
Para él continúa el mismo cuento, solo que Pooh, Tigger, Piglet, Rito y compañía ya no estarán para compartirlo, y a Disney corresponde toda la valentía por no dejar fuera las secuelas de la guerra, ese primer momento en que comprendemos que no somos eternos, el lento devenir cotidiano hasta encontrar un hueco profesional en el que encajar, y el peso de una responsabilidad nunca buscada ( ahora eres el hombre de la casa ).
Es imposible no comprender por qué Christopher Robin ya no es el que fuera, pero también el que Pooh se haya quedado esperando en su casa de árbol cada vez más abandonada.
Con su modesta sabiduría, y su carácter simplón, el oso va haciéndose un camino de vuelta a su antiguo dueño, hacia ese Londres gris y corporativo, en el que los documentos en maletines se han disfrazado de cosas importantes.
Su choque mutuo es gracioso pero, una vez más, como todo en esta película, melancólicamente entrañable: un señor crecidito pasea un osito amante de la miel y los globitos, rechazando todos sus intentos de alegría ( no puedes ir saludando a todo el mundo ¿por qué no? ), mientras le surge la duda de en qué momento dejó de disfrutar su vida.
Juntos acaban recalando en un Bosque de los Cien Acres engullido en las nieblas del tiempo, cercado por los aullidos de Heffalumps traicioneros, que ha perdido toda brillantez y se ha convertido en un casi pantano en el que Christopher suelta, de puro enfado, todas esas adulteces en las que no cree de verdad.
El valor simbólico es sorprendente, arriesgado y hermoso para una historia de animales que hablan: un adulto hundido en su antiguo patio de juegos, en las tinieblas del niño que alguna vez olvidó, mientras su mejor amigo peludo trata de mostrarle que lo que ha estado cargando gran parte de su vida no es sino tristeza mezclada con muda desesperación.
Es tan absurdamente valiente hablar así de la infancia perdida, tan increíblemente efectivo hacerlo desde Pooh y sus amigos, que podría haber acabado justo ahí, y sería el mediometraje más emotivo que he visto.
Pero, tras haber sufrido con ellos, nos merecemos divertirnos un poco, y por eso el resto es una entretenidísima aventura familiar, que despeja las lágrimas del niño que ya no somos, y demuestra cómo la graciosa impulsividad de Tigger o el irónico derrotismo de Igor siguen siendo un válido cristal a través del cual ver estos tiempos, o cualquier otros.
Como si Disney de repente se hubiera dado cuenta de que habla demasiado en serio, y tampoco quisiera olvidar que alguna vez arreglamos el mundo desde la imaginación o la ingenuidad.
No importa porque, para entonces, el motivo de este viaje nos ha llegado.
Hemos recordado que alguna vez disfrutábamos del hoy sin pensar en otro día. Que nos enfrentábamos a mil peligros, cuando ahora pasamos demasiado tiempo bajo acecho de Woozles encorbatados. Y que nunca es tarde para sentirse perdido, porque así darás oportunidad de encontrarte a esos amigos que siempre te han recordado.
Fuimos el héroe de nuestro cuento.
Podemos tener más arrugas, ser más grandes, pero nunca dejaremos de serlo.
Cuídate de no perder las ganas por seguir leyéndolo.
Me gusta el cine de Marc Foster. Me gustan las producciones Disney. Me gusta ir al cine y disfrutar como cuando era pequeño y ver las cabeceras de las películas de la fábrica de los sueños me predispone al placer. Muy pocas veces me han defraudado y esta vez no lo han hecho.
Se puede calificar la historia de pueril, infantil y hasta ñoña . Se puede discrepar de la eleccion de Ewan Mcgregor. Pero no reconocer que es una película entretenida, bien hecha y amable es injusto.
No estamos ante una obra maestra ni se va a convertir en una película de culto pero lo cierto es que se disfruta mientras la ves como cuando te comes una gominola. Al rato te has olvidado de ella pero mientras la saboreas es un placer.
Recuerdo la que para mi es la mejor película de Johnny Deep, DESCUBRIENDO NUNCA JAMÁS también de Foster que tuvo críticas bastante negativas y que, sin embargo, es una preciosidad y un canto al amor. Este nuevo trabajo del director me ha parecido en la misma línea y me ha gustado tanto como aquel.
Olvidense de todo y disfrútenla como si tuvieran 10 años…no pidan más.
Tuve una profesora una vez, en mi período de formación pasada cuando aún quería enseñar a niños de Educación Infantil, que siempre desechaba muchas de mis ideas e historias que proponía de cara a actividades. Me acusaba de ser demasiado complejo, de echarle demasiada historia y lógica a lo que proponía. Cuando los juegos de niños eran más simples -no por ello menos divertidos- justamente porque debía pensar como un niño y no como un adulto. Los niños no se complican tanto buscando respuestas tan lógicas y disfrutan más casando sus conocimientos terrenales con su desbordante imaginación. Y visionando esta película (como buen amante de Winnie The Poo que soy), no he parado de recordar sus palabras a la par que el Christopher Robin adulto y sombrío de Ewan McGregor regresaba a su infancia poco a poco conforme la trama avanzaba. Y es que esta es una película de choques de realidad.
Realidad 1: Seguramente haya quien diga que esta película es seca, lenta, con resoluciones de guión complacientes o que no explica cómo es posible que los personajes del bosque tengan vida propia y cabida en un mundo creíble y real. Lo cierto es que quitando lo de lenta (porque se me hizo muy, muy entretenida) razón no les quito tampoco. Ahora bien, es mi parte adulta y frustrada la que no les quita la razón. La parte que reconoce estar trabajando o dependiendo de aquelarres o monstruos del bosque que asustan, que nos exprimen las ilusiones, que utilizan la vil realidad para ahogar muchos de nuestros deseos, que nos obligan a implantar la lógica para todo aún frente a cosas para las cuales tal vez ni las necesitamos. En otras palabras, la parte mayor que se puede identificar con el Christopher Robin de la primera mitad de película.
Realidad 2: Pero si esta película tiene un poder potente es en evocar nuestra infancia. Mi infancia. Lo que éramos entonces, lo que decíamos, en lo que creíamos. La parte en la que no nos daba miedo luchar contra los monstruos a los que temíamos. Cuando sonreíamos sin parar, aún sin tener un motivo. Cuando nos preguntábamos ¿Qué dia es hoy? , a lo que respondíamos Hoy es hoy , para finalmente concluir: Hoy es mi día favorito , en lugar de lamentarnos por levantarnos de la cama cada lunes. Cuando no hacíamos nada, ni trabajar demasiado, ni matarnos a hacer deberes kilométricos, ni estar absorbidos por el WhatsApp o el Instagram, y al hacer nada poníamos a trabajar el cerebro y nos sacábamos de la chistera juegos y amigos imaginarios con los que jugar y crear. Cuando en vez de usar la lógica, usábamos el corazón con la imaginación para dar lugar a mezclas explosivas y divertidas.
Conclusión: No soy la persona que era hace 4 años. Ya no pregunto qué día es hoy, ni tampoco estoy en donde quería estar cuando acabé mi carrera y terminé por madurar . Eso me ha hecho más espabilado, y a la vez más amargado. Y de buenas a primeras me niego a creer que existen las hadas, ni los animales fantásticos, ni las historias con final feliz. Es más, en términos cinematográficos, hasta las aborrezco cuando están contadas de forma risible y cursi. Pero no puedo negar que otra parte encerrada en lo más profundo de mi ser sigue dando puños contra las pardes, tratando de salir, de volver a recordarme quién era y en lo que creía. La parte que me animaba a caminar por la senda nebulosa de monstruos (realidad) para alcanzar a los amigos y los deseos que tanto ansiaba desde el principio. Y esa parte es la que he vuelto a sentir, en términos cinematográficos, con esta Christopher Robin. Si encima está bien hecha, bien dirigida y sin resultar una obra maestra se disfruta del todo, pues la apruebo y con gusto. No hacen falta más explicaciones. Es el tipo de cuento parte real, parte fantástico y todo corazón que me gustaría poder contar a mis niños (si de verdad alguna consigo volver a un aula a contarles historias y enseñarles cosas -a la par que ellos me enseñen a mí-).
Christopher Robin tiene varios problemas, que son los que han impedido que la película se convirtiera en el éxito que esperaba Disney.
1. Ese Winnie the Pooh… no es Winnie the Pooh. Han optado por animación digital por ordenador, pero es que no se parece nada, pero nada, al rostro que todo el mundo tiene asociado al dulce Winnie. Esa cara tan ancha y tan larga, esa textura (si podemos decirlo así) de peluche… no resulta creíble de ninguna manera, ni es mono, ni adorable, ni nada. Simplemente no nos lo creemos.
2. Hayley Atwell, a la cabeza de un grupo de secundarios desaprovechados, está vista y no vista en la película. Ojo no parpadeen, que un poco más y se la pierden, y eso que es la segunda cara más reconocible del reparto.
3. A estas alturas, decir que Ewan McGregor es un extraordinario actor no haría falta (pese a que suele ser también uno de los más infravalorados). Aquí, el escocés hace lo que puede, pero se nota que anda un poco perdido entre tanto CGI, y que poco puede hacer con ese guión que le han dado para trabajar.
4. Porque sí, lo más decepcionante de esta película es que no cumple con el objetivo que se supone que tenía desde el primer día de la pre-producción: ser conmovedora y entrañable. No consigue ni una cosa ni la otra. La historia que nos cuenta no es emocionante, ni nos mueve a soñar. La narración avanza con ritmo, menos mal, pero los personajes no nos interesan demasiado en sus conflictos, ni en la interacción con Piglet y compañía.
En definitiva, no es una película espantosa y execrable, pero sí muy decepcionante por su escaso interés. Por lo menos entretiene y permite disfrutar del talento de Ewan McGregor.