Chéri
Sinopsis de la película
A principios del siglo XX, en París, brillaban las cortesanas, mujeres tan experimentadas en el arte del amor que se convirtieron en las protegidas de los hombres más poderosos de la época. Léa de Lonval (Michelle Pfeiffer), una cortesana retirada, tiene una cita con Madame Peloux (Kathy Bates), una antigua amiga que se presenta acompañada de su hijo Chéri (Rupert Friend), pues lo que pretende es que Léa lo convierta en un hombre experimentado. Lea acepta, pero lo que empieza siendo un travieso flirteo se convierte en un apasionado amor que dura seis años. Mientras tanto, Madame Peloux planea en secreto el matrimonio de Chéri con Edmée (Felicity Jones), la hija de otra rica cortesana. Léa y Chéri intentan afrontar de la mejor manera la inevitable separación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Chéri
- Año: 2009
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
5.3
36 valoraciones en total
Ni la belleza de la Pfeiffer, ni la de París, ni la del vestuario, ni mucho menos la del lánguido galán, compensan la falta de interés de la historia que aquí se nos cuenta.
Yo sólo tengo ojos para la belle Michelle y para sus modelitos, por lo que el resto de la peli se me escurre, aunque no la puedo acusar de nada. La peli está bien hecha y parte de sus diálogos brillan por su sutil inteligencia. Pero al ser Stephen Frears uno de mis cineastas favoritos, no alcanzo a comprender por qué o para qué ha hecho esta película.
Michelle, dicho sea de paso, no sólo es la más bella estampa que se pueda retratar, si no que, además, es una talentosa actriz que sustenta, junto a Kathy Bates, el poco interés que produce la película.
A menudo cuando se anuncia a bombo y platillo una producción de estas características (dirección de Stephen Frears, guión de Christopher Hampton, interpretación de Michelle Pfeiffer y Kathy Bates, música del gran Alexandre Desplat), los termómetros se sitúan en la línea de salida rapidamente, para encumbrar títulos con menor o mayor acierto o para fulminarlos cuando no es la obra maestra que preconizaban.
En esta ocasión, nos encontramos ante el pelotón de fusilamiento una obra que, no por ser irregular haya que menoscabar sus logros que, en lo estrictamente cinematográfico, los tiene. Se ha reunido un dream team de campanillas para dar a luz un aparatoso híbrido decididamente visual, involuntariamente frío y definitivamente confuso para los cinéfilos más avezados. Que la crítica haya lanzado las campanas al vuelo con algunas perlas en la filmografía del director Stephen Frears no debe llevarnos a engaño. The Queen es una película excelente. También lo es Match Point, de Woody Allen, pero sus filmes posteriores no están a la misma altura. Que no consigas rodar obras maestras una tras otra no hace tu filmografía menos interesante. Creo que lo que hace a un artista más humano es precisamente su falibilidad.
Chéri es un producto de artesanía agradable, tecnicamente academicista donde su principal escollo reside en un guión que no se decide entre la alegoría romántica y el drama decadente. Arenas movedizas para cualquier director metódico y concienzudo como Frears. Brilla entre la vistosa secuencia de sus imágenes una estrella en ciernes, el guapo Rupert Friend y, muy especialmente, la presencia de Michelle Pfeiffer quien, más dueña de sus recursos que nunca, recoge los aplausos por su personaje que sólo ella sabe interpretar con el flujo húmedo y magnético de su mirada. Para la posteridad quedará ese primer plano final que resume toda la película donde la Pfeiffer, con la mirada fija frente a un espejo, advierte que los años no la han perdonado.
No leo el Hola, no creo a Isabel Preysler cuando se define como una persona sencilla y no, no me atraen las recreaciones de época sobre burgueses decadentes. Reconozco pues que no soy el espectador más adecuado para Cheri , pero me precio de disfrutar del buen cine, independientemente de su género. Despues de todo la primera referencia es la anterior colaboración de Stephen Frears y Michelle Pfeiffer, Las amistades peligrosas , también recreación de época sobre burgueses decadentes, pero muy buena película sin embargo.
No es sólo que los personajes de esta sean estrictamente guillotinables, es que Frears dirige con el piloto automático un guión muy gris y la pareja protagonista no desarrolla ni un poquito de química. Con la Pfeiffer, actriz a la que aprecio, me ha pasado como con los videos de Madonna. Uno puede pensar que le ha ganado con o más o menos éxito la batalla al envejecimiento pero acabas con la duda de si no es más sencillo aceptar que tienes 50 años y dejarse de zarandajas.
Han pasado más de 20 años desde que los nombres de Hampton, Frears y Pfeiffer se juntaran felizmente en aquella extraordinaria adaptación de la novela galante de Choderclos de Laclos que fue Las amistades peligrosas. En todos estos años el director británico ha tocado eventualmente el cine de época con irregulares tonos e intenciones, por eso resulta una grata sorpresa el descubrir como reunirse nuevamente con una de las mujeres más bellas del panorama cinematográfico, le ha posibilitado hacer una nueva exploración de la literatura clásica con la progresista obra de Sidonie Gabrielle Colette como referente, y con los elementos artísticos necesarios para lograrlo de forma deliciosamente lírica.
Chéri, es un valiente y frívolo trabajo de principios del siglo XX escrito con habilidad asombrosa por una de las celebridades femeninas más interesantes y controvertidas de la prosa francesa posterior a la Belle Epoque. Para llevar con ligereza narrativa la fuerte intensidad de sus dos mejores creaciones, Chéri y El final de Chéri, Stephen Frears ha preferido, de una forma arriesgada, bascular entre el acento jocoso y distendido del inicio de la cinta hasta el carácter crepuscular y trágico que, paulatinamente, va haciéndose notar avanzado el relato, eso confiere un atrevido montaje que no da lugar al encorsetado tempo característico de las típicas producciones de época, el cual puede ser visto como un defecto y virtud al mismo tiempo, ya que quizás en beneficio de un ritmo más jovial y dinámico se han omitido partes importantes de la novela y algunos personajes no están del todo desarrollados (como ocurre con la joven Edmée), concentrando en unos calibrados 90 minutos toda la descripción interna de las dos figuras principales.
Como suele ser habitual en este tipo de realizaciones la calidad técnica viene a ser portentosa y fascinante. La fotografía de un maestro de la luz y el encuadre como Darius Khondji nos proporciona momentos extremadamente hermosos que apoyados por la evocadora partitura de Alexandre Desplat resaltan aún mejor las ornamentales sensaciones que funden al arte con el cine, alejando así todo el reguero teatral que podría presagiarse y configurando en la película una cortina de arrebatadora inspiración y plástica elegancia. La finura y esplendor visual no debe minusvalorar la raíz textual que Frears ha sabido promover en gran parte de la historia, sobretodo procreando un papel hecho a la medida exacta de la Pfeiffer, con los matices escénicos de una actriz en plena madurez física e interpretativa que desgraciadamente, de formas involuntarias o no, espacia cada vez más sus apariciones en pantalla.
Michelle Pfeiffer, cincuenta tacos, háganse cargo. Seduce a un niñato de veinte y me lo creo. Sí, travis, el niñato no llega ni a guapo local, pero en cine da el pego. Rostro anguloso y fotogénico. Te sorprenderías de la cantidad de guapos oficiales que sólo lo son al capricho de la lente de una cámara. Este sosias de Orlando Bloom, que en la realidad es un canijillo sin media hostia y con cara de pajarito, es un ejemplo obvio.
La película es una historieta rosa en la que parece no suceder nada relevante, salvo el amor y ni siquiera un amor trascendente entre dos seres extraordinarios, sino un amor picarón y sabio entre una cortesana ya madurita y su jovencísimo amante. Con una Belle Époque plus belle gracias a una fotografía llena de luz tamizada que hace que la Pfeiffer parezca haberse vuelto más etérea en lugar de más mayor. Confirmado lo que siempre sospechamos: esta señora tiene genes de hada.
Es cierto que Chéri no define bien su tono, pero a cambio ofrece una historia sutil a desgranar lenta y ociosamente en una larga tarde de invierno en la que una desea escapar a otra época, a ser posible a un verano de Biarritz en compañía de personas con buena conversación y mejor vestuario. Y la interacción y diálogos entre Pfeiffer y su chéri, es un tratado de inteligencia emocional delicioso para quienes aprecien los grandes platos repartidos en pequeños bocados.