Cerdita (C)
Sinopsis de la película
Sara es una adolescente con problemas de obesidad que vive atemorizada por las burlas de unas chicas mientras está de vacaciones en su pueblo. Ni siquiera Claudia, amiga de la infancia, sale en su defensa cuando le acosan ante un desconocido y le roban la ropa en la piscina. El largo camino de vuelta marcará el resto de su vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cerdita (S)
- Año: 2018
- Duración: 14
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Opinión de la crítica
Película
6.1
70 valoraciones en total
No tanto como para ganar el Goya a mejor cortometraje pero sí un trabajo estimable acerca del acoso que sufre una adolescente obesa en un tórrido día de verano. Lo mejor es la interpretación de Laura Galán, sin duda. El resto ni es novedoso ni memorable pero sí suficientemente consistente. Habla sobre las dañinas modas y estéticas de la belleza con canones de delgadez y demás, sobre el acoso al diferente de esas tendencias…
Está claro que un cortometraje que no llega a un cuarto de hora de duración, incluyendo los títulos de crédito, lo que tiene que hacer es impresionar al espectador, y si es con una narración muy concisa, como en este caso, mucho mejor, y desde luego que Cerdita lo consigue, lo que supone, junto a la precisión de sus encuadres, un buen logro de Carlota Martínez Pereda con su trabajo, pero hay más virtudes en este breve film.
La vejación a una persona, por el hecho de ser obesa, como la protagonista, es inadmisible, si a eso se añade que la víctima está disminuida mentalmente, la gravedad de dicha acción aumenta. La resolución que se da al suceso para algunos será merecida y para otros desproporcionada, y si se es absolutamente objetivo habrá que pensar que existe la posibilidad de que el desenlace no tenga nada que ver con la angustia producida a, y padecida por, la protagonista, sino que se deba a un caprichoso giro del destino, eso ya depende del punto de vista de cada uno, y todo gracias a que la guionista y directora no juzga, sino que tan solo muestra unos hechos, sin diálogos, con toda su fuerza y crudeza
Un corto que al finalizar deja a su público recapacitando durante bastante más tiempo que la duración de su metraje.
Todos, o al menos la gran mayoría, hemos visto o sufrido de primera mano la lacra social del bullying, ese eterno problema del que todos nos quejamos y que parece no tener fin pese a tantos intentos. En una sociedad como la actual, donde cada día aparece en escena un nuevo e indignante caso de acoso, el cortometraje Cerdita, de la directora Carlota Pereda, es un potente y contundente grito ahogado que despierta conciencias aún dormidas y que nos recuerda enseñanzas del sangriento karma, como que, tarde o temprano, el odio y la discriminación solo generan más de lo mismo.
Con una ambientación opresiva y en el fondo desagradable, a la que contribuyen de manera decisiva el trato recibido por la protagonista de parte de otros personajes y varios planos cortos centrados en su sufrimiento personal o desde su sometido y ahogado punto de vista, alternados con planos generales o más abiertos en los que la amenaza y el peligro se personifican y hacen presentes, Carlota Pereda construye, a partir de una premisa de denuncia y crítica social, un relato que bien podría tener lugar en cualquier lugar del país en estos momentos. En este corto, que podría referirse a cualquier tipo de discriminación, Pereda centra su crítica exposición en la gordofobia y el acoso sufrido por todas aquellas personas gordas.
Pereda amplifica esa sensación de agobio, de asfixia vital, de realismo y de preocupación empática por el destino del personaje que interpreta Laura Galán localizando la historia en una zona de recreo boscosa, donde una piscina sucia y descuidada, llena de hojas de los árboles, puede ser una trampa mortal, y en una zona abierta, sin posibilidad de escondite, y al tiempo aislada, en la que los espacios transmiten vacíos y soledad, con iluminación natural pero algo oscurecida. En estas condiciones, los arquetipos antagónicos acechan y amenazan continuamente a esta chica con su mera presencia: adolescentes totalmente alienados por las redes sociales, el culto al cuerpo y el consumismo y disfrute a costa de sentirse superior a los demás, hasta el punto de la humillación y del peligro físico y psicológico para la víctima. Una puesta en escena efectiva y contundente por todo lo dicho, para transmitir esa sensación de peligro latente y constante que cualquier niño o adolescente puede sufrir, y que funciona de perfecto altavoz visual para amplificar el mensaje de alerta y denuncia. Catorce minutos de agonía que culminan en un final plenamente climático para la trama y aleccionador para el espectador, el cual admite una lectura clara para quien sepa apreciar la lección del karma en su versión más violenta: el odio solo genera más odio y nadie puede salir nunca bien parado de algo así.
El guion, de parcas pero reveladoras palabras, se centra de la forma explicada en lo visual, limitando los diálogos e interpelaciones a los personajes antagonistas, que se burlan, recrean y regodean en el aspecto y pánico de Sara y generan el conflicto de la historia al amenazar su integridad. Sara, por su parte, escucha atentamente y no dice una sola palabra en todo el metraje. Para contribuir intrínsecamente a la potencia del guion y de su mensaje de denuncia y al sentimiento de empatía hacia Sara, el personaje afectado por el acoso se muestra así, hasta el final, sin líneas de diálogo, para escenificar el miedo incapacitante de cualquier víctima y el hecho de estar expuesto continuamente a sus agresores. Una muestra inequívoca del temor que siente cualquier persona en esas situaciones y que vive experiencias de este tipo, hasta el punto de no atreverse a alzar la voz y con el deseo de que la dejen en paz mediante la sumisión a los matones.
Respecto a las actuaciones, destaca sobre las demás la temerosa y silenciosa interpretación de Laura Galán en la atribulada y atacada piel de Sara, que transmite sin palabras y a través de sus gestos, huidas y miradas el miedo más absoluto ante el bullying. En los demás papeles, se reproducen de manera pedagógica el resto de roles.
Ganador en la pasada edición de los premios Goya en la categoría de Mejor Cortometraje de Ficción, Cerdita parte, merced a la merecida fama adquirida, con relativa ventaja de inicio en las nominaciones en que concurre en estos Premios Fugaz, a saber: Mejor Cortometraje, Dirección, Guion y Actriz para Laura Galán. Muchos reconocimientos recibidos para un corto con alma de película y que debería ser de exposición y enseñanza en todos los institutos de este país. Las causas, efectos y consecuencias del bullying, en este caso por gordofobia pero equiparable a cualquier acoso con independencia del motivo, ya las conocemos. Ahora falta educar más si queremos cambiar algo.
También disponible en: https://www.premiosfugaz.com/ensenanzas-del-sangriento-karma/
El terror de ser adolescente
Inicialmente, el cortometraje iba a versar sobre la homofobia y sus efectos, sin embargo, Pereda ha terminado centrándose en otro tipo de acoso escolar, aquel que sufren muchas personas por culpa de la gordofobia. Un problema universal que, por desgracia, también está muy presente en nuestra sociedad y que para quien lo padece supone que no haya escondite posible. Este pensamiento sumado a la imagen que tenía la directora de una joven acudiendo a la piscina en las horas menos concurridas fueron los puntos de partida para idear Cerdita.
Sara, la adolescente que recibe el nada amable apelativo que da nombre al corto, está interpretada por Laura Galán, una joven de 31 años que logra transmitir toda la inocencia y la galería de emociones necesarias para crear un retrato veraz. Sus miradas funcionan, precisamente, como hilo conductor de la historia, Sara no formula ni una sola palabra en todo el corto, y tampoco le hace falta para expresar todo el terror derivado de las situaciones que tienen lugar en el cortometraje.
El rol del espectador
Uno de las grandes virtudes de Cerdita consiste en su habilidad para interpelar al espectador a través de los hechos plasmados en la obra. De esta manera, todos aquellos que vean el cortometraje no sólo se sentirán inclinados a opinar de una forma u otra respecto a su desenlace, sino que también se verán invitados a reflexionar sobre qué actitudes o roles han jugado respecto al bullying a lo largo de sus vidas. ¿Hemos sido víctimas? ¿Acosadores? ¿O el observador pasivo que decide no actuar ante el abuso?
Incluir a buena parte del espectro de personajes que actúan -o eligen no hacerlo- en relación al bullying hace que Cerdita no sólo sirva de testimonio de aquellos que han sufrido situaciones similares, sino también como espejo de la inacción o de la agresión directa donde todos podemos jugar un papel decisivo.
Espacios de soledad y miedo
En Cerdita, los espacios juegan un papel muy importante para apoyar los estados de ánimo de Sara.
En el corto, nada más empezar, asistimos a unos planos de la piscina vacía, un lugar tranquilo y sereno, casi bucólico, al que la protagonista se acerca confiando poder refrescarse sin que nadie la moleste. Un pequeño movimiento de cámara nos indica que Sara podría no estar tan sola como se imagina: justo cuando la chica va a meterse en el agua, un hombre emerge a la superficie de la piscina. Es justo en ese momento cuando un grupo de chicas hace acto de presencia, entre ellas se incluye Claudia, una amiga de la infancia de Sara.
La cámara juega a mostrarnos lo que subyace bajo la superficie de la piscina, dando al espectador más información y situándonos de cara a los hechos posteriores.
El otro escenario clave que plasma de forma patente la escalada de angustia de Sara es la carretera. Sola, sin más ropa que su bikini y expuesta a cualquiera que pase por allí, el paseo por la carretera es lo más similar a una pesadilla para un chica que elige bañarse cuando no hay nadie más a la vista.
Tanto el plano frontal de la carretera como el seguimiento lateral del apresurado paso de Sara ayudan a acentuar el sufrimiento y el agobio de la protagonista, del que somos totalmente partícipes.
La mirada desafiante
Tal y como he mencionado antes, las miradas de Sara juegan un papel esencial a la hora de comprender sus estados de ánimo y, en el caso del desenlace del cortometraje, de lanzar un mensaje especialmente adecuado para el debate. A lo largo de Cerdita, Sara muestra alivio, incomodidad, miedo, pánico y desafío sin emitir una sola palabra, razón por la que la cámara se centra en captar su mirada continuamente.
Pereda sale triunfal en su misión de lograr que todos y cada uno de los espacios, tanto los vacíos como los que anticipan una posible aparición, impliquen una amenaza para Sara. El tramo final del cortometraje, en el que un pitido acentúa el mayor momento de terror para la protagonista, funciona como un recurso capaz de enmudecer otros de los sonidos que están teniendo lugar.
Conclusión
Cerdita es un cortometraje nacido de una realidad tan brutal como es el bullying y que lanza un necesario debate a la palestra. El mensaje de que el odio engendra más odio, así como los terrores y las decisiones que se engendran en alguien agobiado por el acoso de sus compañeros, son lanzados de forma concisa y efectiva a lo largo de los 12 minutos de duración del corto.
Carlota Pereda no sólo ha creado una contundente obra audiovisual con un desenlace difícil de olvidar, sino que también ha contribuido al debate social sobre un tema que afecta a tantísimos niños y adolescentes alrededor del mundo. Esto, sumado a la efectividad de la propuesta tanto en su premisa como en su puesta en escena, hacen que Cerdita nos sirva para ponernos durante unos minutos en la piel de Sara, saber con seguridad que no es un lugar fácil en el que vivir y colocarnos en la tesitura de reflexionar sobre nuestro propio rol activo o pasivo respecto a nuestros semejantes.
Escrito por Noemi Escribano
https://cinemagavia.es/cerdita-critica-cortometraje/
Sin dejar de lado el sentido del humor, muy negro, como la historia, Carlota Martínez se muestra como una directora original con una historia incómoda para el espectador, que en ningún momento baja el ritmo, que aguanta perfectamente el metraje y que se sumerge en una historia con asesino y víctima que parecen tener un cierto vínculo entre ellos y que, finalmente, asombra al espectador con un final impactante, algo que todo cortometraje debe tener. Sin duda, un corto que merece el Goya que ganó.