Ceddo
Sinopsis de la película
En el siglo XVII, los musulmanes islámicos y los misioneros cristianos se empeñan en la conversión de los ceddos, un pueblo con tradiciones animistas. Esta penetración de religiones extranjeras, posible gracias a la complicidad de las élites africanas, termina corrompiendo los sistemas tradicionales de la región y se nos presenta como una simple lucha por el poder.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ceddo
- Año: 1977
- Duración: 120
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Opinión de la crítica
Película
6.2
93 valoraciones en total
Somos todo tierra y símbolos. Pero a veces uno necesita el distanciamiento que proporcionan películas tan culturalmente distintas como Ceddo para darse cuenta.
Ceddo , un clásico del poco clásico cine africano, presenta un gran protagonismo de los colores terrosos y de las actividades más primariamente ligadas a la tierra. De hecho, se desarrolla en una aldea agrícola donde solo llegan los extranjeros para complicar las cosas (en este caso, los religiosos: un cura cristiano y un imán musulmán con su corte, y el mercader europeo que trafica con esclavos -estamos en el siglo XVII).
Sin embargo, no se trata de una crítica simplista del colonialismo extranjero (no sólo europeo, como muestra el musulmán), puesto que también los locales gustan de usar los símbolos a su antojo para cumplir sus ansias de poder. Así vemos cómo la casta dominante de la aldea se alinea con uno u otro dependiendo de los beneficios que reciba: ahora soy animista y el heredero del trono, ahora me hago musulmán porque son quienes dominan, ahora los musulmanes dicen que según sus leyes no soy el heredero y me hago obispo cristiano, y mientras tanto voy cambiando esclavos por alcohol…
La película está bastante alejada de lo que un occidental suele ver, y de hecho, a pesar de ser un clásico africano y de estar reconocida en listas como el libro 1001 películas que debes ver , apenas tiene votos en FA, y ninguna crítica. Es verdad que la distancia cultural puede separarnos un poco de la película, pero precisamente eso nos puede motivar más a conocer un mundo tan distinto y, al mismo tiempo, tan básicamente reconocible en nuestro propio universo.
Una película es un todo y, al juzgarla, ese todo es el objeto del juicio. Principalmente, en toda película se descubren dimensiones claras a analizar: estéticas, discursivas y técnicas. Podemos comprender (y preconizar) la rica diversidad ética, estética y epistémica presente en distintas sociedades y culturas. Los matices en los grados de penetración de la modernidad en las distintas regiones del orbe podrán indicar hasta qué punto en ciertos lugares esos indicadores pueden presentarse más o menos homogéneos.
La reflexión y discusión anterior la propongo debido a que hay que poner a remojar muchas cosas del sentido común antes de poner bajo la tela de juicio y análisis productos estéticos, artísticos, cinematográficos que son elaborados en lugares poco símiles a los valores estéticos más o menos globalizados y, por qué no decirlo, hegemónicos. Valoramos cierto tipo de encuadres y planos, cierto tipo de uso de colores e interpretaciones dramáticas siempre ceñidas a la verosimilitud, valoramos también un argumento bien presentado, con contenido, coherencia y consistencia.
Lo dicho nos ayuda a excusarnos en la limitación de un tipo de convención al juzgar una obra cinematográfica. Pues cómo juzgar y entender las modalidades estéticas de representación de la realidad de un país africano no siendo de su nacionalidad, no habiendo vivido allí o no siendo un estudioso de aquel.
En consecuencia, no queda más examen que el convencional cuando se tienen las limitaciones culturales expuestas.
La historia africana, hasta el momento siempre triste, atravesada por esclavitud, pobreza y colonialismo, en suma, por la violencia, no es tan conocida en las dimensiones en que las historias de otras latitudes y continentes sí lo son. Las luchas tribales del África colonial y esclavizada tienen un tinte religioso que la película de forma reiterativa no deja de exponer a lo largo de toda su extensión y que hasta el día de hoy generan cacicazgos locales y luchas armadas.
El discurso de desnuda en el tramo final cuando la princesa libera a su pueblo nativo del yugo religioso, que es afuerino y colonial, retornando la unión entre sus miembros. Este desenlace es notable, pero lamentablemente llega luego de una trama desarrollada con aridez. El valor estético de la película es casi nulo, solo rescatable a partir de una banda sonora que si bien no busca sonar contemporánea a la tribalidad africana del siglo xvii, sí es compuesta por un camerunés, Manu Dibango, que le da unas sonoridades envolventes al film que los colores y la fotografía no son capaces de darle. Lamentablemente el uso de las cámaras es poco prolijo, con tiritones muy pedestres que le restan algo de calidad a la dirección.
El discurso anticolonial de la película es magnífico, con la princesa como metáfora de la libertad nunca bien ponderada en el continente, los diálogos la mayoría de las veces metaforizados con fenómenos naturales y que expresan un sentido común, dialéctico y reflexivo por parte de los contertulios africanos deja entrever una crítica al romper con la caricatura del sujeto africano como sujeto reducido a la mera naturaleza, somático y poco dado a la reflexión concomitante a sus condiciones de existencia.
Es por esta narrativa y este modo de exponer estas problemáticas histórico regionales que rescato la película.