Susana (Demonio y carne)
Sinopsis de la película
Susana escapa del reformatorio donde estaba encerrada y llega a la hacienda de don Guadalupe. Allí es recibida como un miembro más de la familia por doña Carmen, su hijo Alberto, la sirvienta Felisa y el caporal Jesús. Repuesta de sus heridas, la paz de esta familia católica se verá amenazada por la joven, que introduce la tentación en su seno. Sus coqueteos y falsa inocencia encenderán la pasión de los varones de la hacienda, sembrando la discordia entre ellos y llevándolos a cometer locuras con tal de obtener sus caricias…
Detalles de la película
- Titulo Original: Susana (Demonio y carne)
- Año: 1951
- Duración: 82
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Opinión de la crítica
6.9
70 valoraciones en total
Cuando Buñuel expresaba su pensamiento, como al proclamar que lo moral para la burguesía era inmoral para él, los productores mexicanos se echaban a temblar. Al fin y al cabo, querían vender las películas al público. De hecho, impusieron un ‘happy end’. Buñuel siempre lamentó no haber acentuado más la descarada caricatura con que lo trató: simulacro de felicidad, los animales se curan de golpe, el tiempo se vuelve divino, y un rebaño de ovejas pasa por delante, camino del redil.
Hasta llegar a ese final, la potente narración preparada a partir del relato de Manuel Reachi ha puesto patas arriba la vida de una familia de apariencia ordenada, por obra de un personaje que consigue enemistar a esposos, a padres e hijos, a patrones y empleados. (Pasolini desarrolló a su manera la idea, en Teorema.)
Susana —nombre que, para empezar con los sarcasmos, simboliza castidad— es una joven feroz a la que tres fornidas guardianas del Reformatorio a duras penas encierran en una celda, en medio de una tremenda tormenta diseñada con toscos efectos de animación gótica. Tras concluir sus bramidos e improperios, Susana pide al dios de las cárceles, al creador de alacranes y ratas, un milagro que la saque de allí, para disponer al menos de la libertad de las víboras y las arañas.
Su aparición en un rancho cercano, mientras la tremenda tormenta sigue, es recibida como ‘cosa del diablo’ por la perspicaz criada, personaje dotado de vivo instinto popular, en la línea de Renoir. La joven los enciende a todos, a conciencia: al patrón, hombre recto que se puebla de impulsos, al hijo, joven estudioso pero receptivo a efluvios y blusas, y al capataz, galán y macho imparable. Buñuel hace juegos fetichistas con piernas y faldas (huevo roto resbalando por las rodillas) y detalla con agudeza el erotismo, la astucia y ambigüedad femeninas, la notoria estupidez masculina.
Gente hasta entonces armoniosa se torna irritable, nerviosa, rivalizan, se encelan, acechan la puerta. Una joven con piernas y escote, caliente, elemental, manipuladora, seductora sin ser vampiresa, más y más turbadora, saca la violencia latente en la modélica vida del rancho. El deseo y la tentación que encarna, esa fuerza ancestral, arrasa con familia e instituciones.
Lo resume una escena genial, de las que sintetizan un cosmos, marca de don Luis: el respetable patrón, agitado por la presencia de Susana, da a su esposa un beso apasionado y resulta extemporáneo, escandaloso.
Buñuel usa las falsillas de la religión para dar rienda a un sarcasmo tan característicamente suyo como el guión magnífico, de líneas concisas y eficaces, como los personajes de humanidad directa o como las observaciones de animales.
En los años mexicanos, el maestro sobrevive una vez más tirando de oficio, con cuatro pesos y un par de actores soberbios (Fernando Soler y Rosita Quintana). Y talento a espuertas. No falta en ninguna película suya, ni siquiera en las consideradas de segunda.
[A Inés]
La Susana de Buñuel, con su nombre de una castidad equívoca pasa a engrosar la lista de mujeres fatales de la historia del cine y de la literatura, junto con las Helenas, Cármenes y Lauras nacidas de la estirpe de Lilith mal que les pese a las Evas y las Marías del mundo. Una mujer fatal capaz de malbaratar la sacrosanta institución familiar, de dislocar la posición de cada uno de sus miembros y de enfrentar al patrón con su protegido, al padre con el hijo y finalmente al marido con la esposa. Susana, una desconocida sin padres, huida de un reformatorio, es acogida en el hogar en calidad de sirvienta y al tiempo q realiza sus funciones mal que bien la veremos seducir a los tres hombres del lugar. En una de esas, en tanto que limpia desde el interior un armario en el que se almacenan las armas, coquetea con el patrón revelándose diestra en su manejo, como un instrumento mortal de seducción.
Tiene dos lecturas.
La primera seria: que malas son las mujeres que con sus encatos son capaces de destrozar toda una estructura familiar, tradicional, conservadora y piramidal, remover en dos dias lo que ha costado tanto tiempo consolidar…
La segunda es mas progresista: que poco estable es lo que creemos tan estable. Y en concreto: hay que hacer muy poco, sorprendentemente muy poco para remover las estructuras familiares, ideologicas y patrimoniales de la burguesia! Y aqui enlazariamos con ese Bunuel del final, el de las peliculas emblematicas contra la clase social a la que el pertenecio siempre y tanto llego a fustigar.
Pues bien, conociendo a nuestro director podriamos afirmar sin temor a equivocarnos que el hace en esta excelente pelicula las dos lecturas… Que le vamos a hacer…, las biografias del maestro nos han informado sobre una parte de su personalidad que no conectaria demasiado bien con el feminismo militante de hoy, ese que ya no esta demasiado de moda, pero que sirvio -y sirve-, para que las mujeres ganen posiciones sociales. Vamos a intentar maquillar nuestras palabras: el maestro hablo siempre con gran convencimiento sobre el poder del sexo, su capacidad para remover, manipular y cambiar las conciencias… Por eso tal vez, en sus memorias Mi ultimo suspiro el mismo confesaba que perder el instinto sexual al llegar a la vejez habia sido una de sus mejores liberaciones.
De esto, de todo esto, se habla en Susana, demonio y carne , una pelicula sencillamente brillante. Los actores estan soberbios, pero hay que destacar sin duda a Rosita Quintana, bellisima, sugerente y llena de recursos, encarnando un personaje nada facil por cierto, llenandolo de matices y dotandolo de profundidad.
Bunuel en estado puro. La mejor version del director de Calanda en su etapa mexicana, ese momento de su vida personal y profesional en que aprendio de verdad a hacer cine y comenzo a ensenar la patita de inmenso director y genial artista que fue, con sus peculiaridades y contradicciones. Ese artista que fascina a unos e irrita a otros, como el primer dia.
Film realizado por Luis Buñuel (1900-83) por encargo de Sergio Kogan para lucimiento de su pareja, la actriz Rosita Quintana. El guión, de L. Buñuel y Jaime Salvador, con diálogos adicionales de Rodolfo Usigli, desarrolla un argumento de Manuel Reachi. Se rueda durante 20 días, en julio de 1950, en escenarios reales y en estudio. Producido por Sergio Kogan para Internacional Cinematográfica/Columbia, se estrena el 11-IV-1951 (Méjico).
La acción dramática tiene lugar en el Reformatorio Nacional de Méjico y en un rancho propiedad de una familia acomodada, estable y pacífica. Una noche de tormenta, la joven Susana, interna desde hace 15 años en el Reformatorio Nacional, es encerrada en una celda de aislamiento, de la que logra escapar por sus medios. No lejos del lugar es acogida por la familia de don Lupe (Soler) y doña Carmen (Palou). Dada su simpatía, diligencia y gracia natural, se enamoran de ella en pocos días Jesús (Mendoza), el capataz, Alberto (Somoza), el hijo, y el propio don Guadalupe. Susana, de 20 años, es huérfana, carece de familia, tiene carácter y ansía ser libre. No se adapta a las condiciones de vida de un correccional dominado por la violencia, los castigos inhumanos, el trato autoritario y la ausencia de relaciones de afecto.
El film suma un agitado melodrama y una comedia ácida, irónica y mordaz. Pese a la penuria de tiempo que preside su producción y la relativa escasez de medios, Buñuel presenta un intenso y eficaz despliegue de habilidades. Extrae de un reparto reducido actuaciones convincentes y sugerentes, que culminan en dos actuaciones notables, las de Fernando Soler y Rosita Quintana. Desarrolla una narración austera y sobria, exenta de complicaciones y adornos innecesarios, que cautiva y retiene la atención del espectador. Dota al film de vigor narrativo y de belleza visual.
El tratamiento del erotismo se mueve en el terreno de lo sugerido y sobreentendido, con exclusión de imágenes subidas de tono. La escena en la que Susana enseña la herida en la pierna a don Lupe es rápida, distante y fría. El encuentro de Susana con Alberto en el pozo es más sugerente como evocación del juego infantil del escondite que como encuentro erótico. El intento de doña Carmen de castigar con unos latigazos a Susana por el revuelo que los hombres del lugar han montado a su alrededor está sólo esbozado e insinuado.
La condición de joven devoradora de hombres se ajusta menos a la realidad que la de unos hombres rudos, hambrientos de sexo, deseosos de devorar a la chiquilla. Más que una muchacha falsamente inocente que desencadena pasiones incontroladas y conductas masculinas alocadas, la realidad habla de unos hombres que no saben ni quieren mantener la debida compostura frente a una muchacha atractiva y guapa, que de ningún modo representa al diablo.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Otra vez nos encontramos a Buñuel dando la vuelta a los pilares cristianos y reinterpretando las enseñanzas de la Biblia. Queda más que patente que el realizador aragonés no creía en la bondad y la caridad natural, no en las que se desarrollan desinteresadamente. No las consideraba cualidades que abundasen en nuestra especie, y tenía mucha razón. Son virtudes muy escasas, no al alcance de cualquiera. Además, lejos de desear imponer moralejas y máximas de intención moralizante, o modelos de conducta intachable, prefería estudiar las debilidades, las caídas. En Susana, filmó el lapso en el que almas de ordinario correctas y sosegadas perdían los estribos y se arrojaban a la tentación y a la perdición. Buñuel demuestra que el mal se lleva dentro desde que se tiene edad para llevarlo, y que cuando se desatan situaciones adversas, es cuando ese poso de resabio, de mala baba, de pasiones violentas y de locura se pone en evidencia. La cara oculta, el lado oscuro que es inherente a las personas, incluyendo a las que aparentan más virtud, se delata en cuanto se nos coloca ante el talón de Aquiles, ante la bestia negra. Todos tenemos nuestro talón de Aquiles, nuestra bestia negra. Y Buñuel no hace más que demostrarlo. Por supuesto, se escandaliza quien no quiere ver.
Susana es la tentación bíblica hecha hembra turgente, pero una cosa es muy cierta, y es que la tentación existe y es inseparable del ser humano porque somos frágiles, nos dejamos tentar, somos polvo, somos carne, y no podemos ser de otra manera. No se pueden negar los impulsos, los deseos. No podemos mentirnos con hipocresías ni hacernos la ilusión de que somos inexpugnables. Por lo tanto, Susana está en cada uno de nosotros. Cerrar los ojos y encerrarla en la prisión de nuestra conciencia no la hace desaparecer, es un autoengaño de nuestra ceguera. No nos hace ser mejores.
Al turolense le gustaba sacar a la luz las circunstancias extremas en las que se ponía a prueba a los sujetos analizados. Me lo imagino con cara de diablillo sonriendo con socarronería mientras introducía una Susana, una fragante manzana del pecado, en un ambiente paradisíaco, y sentándose en una simbólica silla de director que disecciona las esencias humanas, aguardando el pandemónium inminente con vivo interés. Algo así como la fábula en la que una botella de vidrio cae en un poblado indígena pacífico, que no había visto jamás tal objeto. Los habitantes del poblado, que desconocen lo que es la propiedad privada, comienzan a sentir codicia y afán de posesión, todos desean quedarse con la botella. Y en la tribu hasta ese momento bien avenida estallan rivalidades y peleas, lo cual causa gran aflicción, y acuerdan deshacerse del objeto maligno, que ha despertado en ellos sentimientos que no sabían que estuvieran dentro de ellos.