Carta de una desconocida
Sinopsis de la película
Viena, 1900. Stefan Brand, un famoso pianista, recibe una carta de una mujer con la que mantuvo, en el pasado, una relación amorosa que ya no recuerda. Lisa es para él una desconocida, alguien que ha pasado por su vida sin dejar huella. Y, sin embargo, ella sigue apasionadamente enamorada de aquel joven músico que conoció cuando era todavía una adolescente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Letter from an Unknown Woman aka
- Año: 1948
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
8
71 valoraciones en total
Un crápula vuelve a casa a medianoche y encarga al mayordomo que prepare la huida por la puerta trasera, antes del amanecer. Si no, a esa hora le aguarda un duelo de honor.
Distraídamente, abre una gruesa carta, con membrete de hospital.
Cuando leas esta carta, puede que ya haya muerto .
Así comienza una voz en off el relato retrospectivo de una vida marcada por el amor secreto y desgraciado hacia el destinatario de la carta.
A éste, que en la novela de Zweig era escritor, Ophuls le convierte en músico, mediante decisión genial, en un pianista que una y otra vez practica un estudio de Chopin, Tristeza, también llamado Tristeza de Amor.
Una adolescente del vecindario lo escucha desde el patio, hechizada, más adelante, por las ventanas interiores del edificio. Joan Fontaine la encarna con maravillosa gracia, moviéndose excitada, correteando.
La voz evoca el día, el instante exacto, en que, siendo una niña de 13 años, su corazón quedó preso para siempre en un amor sin esperanza hacia el pianista envuelto en un halo mundano, misterioso y seductor. Un amor fatal, que marca de una vez y para siempre una vida sentimental desde el momento del despertar adolescente. Un amor que la propia narradora refiere como humilde y servil.
Con la música, Ophuls inunda de romanticismo este bello, intenso y tristísimo melodrama, con la música y todos los inspirados recursos volcados en la melancólica Viena de nieve y farolas (la noria del Práter entre neblina) que sirve de escenario a una desgarradora exaltación de la pasión amorosa más romántica y obstinada.
Más allá de la nieve amontonándose plácidamente en el adoquinado vienés…
Más allá de la ruidosa rodadura de un carruaje turbando la serena noche…
Más allá de alambicados quinqués, empuñaduras de plata, abrigos de visón, sobrias levitas, mantones adamascados, suntuosas alfombras, pianos de cola, palcos operescos y decimonónico tifus…
Más allá de todo ello Ophüls edifica un gigantesco melodrama barroco, intenso…, asombrosamente vigente, tan atemporal y grandioso como el amor…
Todos atesoramos en nuestra intrahistoria íntima algún episodio de amor no correspondido o de amores ignorados, anónimos, platónicos… El mío, o uno de los míos, tiene por nombre Marina.
Segunda película norteamericana de Ophüls, se rodó en los estudios de la Universal, con apoyo de maquetas de Viena. Basada en la novela de Stephan Zweig, ha sido objeto de varios remakes: Feliz año, amor mío (Méjico, 1955) y Carta de una mujer desconocida (China, 2004).
La acción tiene lugar en Viena a partir de 1900. Narra la historia del amor no correspondido de Lisa Berndle (Joan Fontaine) por el músico Stefan Brand (Louis Jourdan). La película explora el amor desinteresado, absorbente y compulsivo de Lisa por Stefan, pianista, mujeriego y egocéntrico. Pese a la ternura de Lisa, éste no recuerda los encuentros fugaces que ha tenido con ella desde 1918/9, por la poca importancia que les ha dado en el marco de una vida desenfrenada y promiscua. Ella, que no desea un amor condicionado, ni obligado por las circustancias, le oculta la paternidad de su hijo, Stefan, y contrae matrimonio con un aristócrata. El nudo de la obra es el drama interior de Lisa, presa de un amor puro, irremediable e inevitable, que la mueve a los mayores sacrificios, pese a no ser ni valorado, ni recordado por Stefan. Quien la conoce y recuerda es el mayordomo mudo de Stefan, que la atiende con simpatía. La obra enfrenta dos mundos opuestos, posiblemente irreconciliables, salvo excepciones: la pureza de sentimientos y la exclusividad del amor de Lisa y el egoismo, exento de sentimientos, de un hombre de vida desordenada a la que sacrifica el éxito de su carrera. Lisa asume el papel de heroína, víctima de un amor imposible, pero fuerte y perseverante. Stefan es víctima de sus debilidades, su indolencia y su afición a amores pasajeros, que no dejan huella. El sentido melodramático de la obra, profundamente romántico, es tratado por Ophüls con un lenguaje visual, sonoro y verbal, de raíz esencialmente romántica, que unifica los estilos del fondo y de la forma.
La música, de gran importancia en las obras del autor, es en parte original y en parte está tomada de Listz, Mozart ( La flauta mágica ) y Wagner ( Tanhauser ). La fotografía se beneficia de unos decorados excelentes, de una iluminación magnífica que resalta la evocación dramática del calorscuro, y de un movimiento de cámara antológico, con encuadres y travellings soberbios. El guión, ajustado a la obra de Zweig, evita a causa de la censura, la condición de prostituta de lujo de Lisa y los encuentros íntimos sucesivos con Stefan, que sustituye por un matrimonio de conveniencia con un rico aristócrata de ideas caducas, que agudizan el dolor de Lisa. La dirección, con sabiduría cinematográfica, convierte la obra en una joya del cine. Su afición a la música determinó, según algunos analistas, la sustitución de la profesión de novelista de Stefan por la de músico.
Por razones comerciales Hallywood simplificó el apellido Ophüls por Opuls. Su nombre real era Max Oppenheimer. La obra influyó en autores posteriores (Stanley Kubrick, entre ellos) por los acertados, precisos y expresivos movimientos de la cámara.
Puede que cuando usted lea esto, ya esté muerto. No se preocupe porque son cosas de la biología. Soy un joven desconocido, que por casualidad ha tropezado varias veces con usted. La primera vez, era un adolescente en esto del cine, cuando me deslumbró con Madame de… entiendo que no se fijara en mí. En mi rictus de sorpresa y mis ansias por volver a encontrarme con usted.
Aún así, tarde un tiempo en conseguir verle de nuevo, quizá debido a que siempre se mantuvo distante, rodeado de grandes bellezas: Danielle Darrieux, Joan Bennett, Martine Carol, Simone Signoret o Joan Fontaine. Tal vez por cosas de la edad, o por que uno cambia de opiniones, mi segundo encuentro fue gratificante pero menos placentero. Usted hacía La ronda mientras yo jugaba en el patio de su casa. Vislumbré un poder técnico que no había visto en mi primer encuentro, pero al mismo tiempo, también me fijé en algunas canas que adornaban su cabellera. Pensé en no darle excesiva importancia, en quedarme sólo con lo positivo, con esa forma de hacer una ronda tan original y plástica. En como… bueno, eso ya lo hablé tiempo hace con mis amigos.
Después de una temporada fuera de su Viena, hay compañero, que los decorados cartón piedra enrojecen, regresé con el convencimiento de que esta vez me iba a recordar. Pero no fue así, nada más lejos de la realidad. Evidentemente es usted un virtuoso de la cámara y esos planitos en movimiento son un as en la manga que pocos son capaces de repetir, pero seamos francos, usted es muy mayor para mí. Es posiblemente, el autor europeo que más envejecido encuentro. Sí, ya lo sé, fue un adelantado, pero al día de hoy, otros compañeros de su quinta, supieron quitarse el polvo de encima con mejor fortuna. Y puede que por eso, me quedo con la sensación de que no es oro todo lo que reluce. Además, seamos francos, su chica, la Fontaine (muy mona y correcta ella) está más desequilibrada que la Glenn Close en Atracción Fatal.
Afectuosamente:
Querida Lisa: ante la imagen de tu espectro, atrapado en la felicidad de la juventud por un sencillo ventanal, me gustaría escribir una carta de amor. No sabría cómo hacerla, porque jamás amé, pero empezaría diciendo que ojalá me fuese concedido el deseo, en calidad de condenado, de que se aprobase una Ley universal por la que las personas, al igual que los libros o las obras de arte, pertenecen a los que las aman.