Capricho imperial
Sinopsis de la película
La princesa alemana Sophia Federica (Dietrich) ha sido educada desde niña para convertirse en reina. Al llegar a la adolescencia se concierta y celebra su matrimonio con el Gran Duque de Rusia (Sam Jaffe), el futuro zar Pedro I el Grande, un hombre enfermo de cuerpo y alma. La zarina Elizabeth hace que Sophia cambie su nombre por el de Catalina, aprenda ruso inmediatamente y no vuelva a hablar su lengua materna. Además, deberá darle un heredero que asegure la continuidad de la dinastía Romanov. Pero las relaciones con su inestable marido no van bien.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Scarlet Empress
- Año: 1934
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
7.5
47 valoraciones en total
Excelente película sobre Catalina la Grande.
Espectacular factura técnica en cuanto a decorados y creación del plano (todos los planos están llenos de objetos y/o de gente) para transmitir la sensación de la protagonista de grandeza y agobio. Todo en la película resulta claramente excesivo y de un gran barroquismo.
La película debe mucho al cine mudo en cuanto a explicación mediante carteles y a una profusa utilización de la música.
En cuanto a la historia en sí, atrapa al espectador hasta la parte final, en la que en mi opinión no está todo bien explicado.
Aún así un gran film, con una maravillosa Marlene Dietrich.
Después de La Venus rubia Marlene Dietrich se alejó un poco de su director favotito para rodar El cantar de los cantares con Rouben Mamoulian, la última película prevista en el contrato con la paramount, entre tanto Von Sternberg negociaba con la UFA un posible regreso de ambos a Berlín, en 1933, pésimo momento cuando los nazis mostraban bien a las claras sus intenciones, cuando menos inquisitoriales. El director regresa a Hollywood mientras Marlene decide a su vez moverse a Europa, viaja a París donde aprovecha para grabar un disco y visita Londres y Viena.
Es en esa época cuando Von Sternberg convence a la Paramount para hacer una película en torno a la Emperatriz Catalina II de Rusia, con Marlene de protagonista, claro, nada que ver con al Reina Cristina de Suecia que Garbo y Mamoulian acaban de llevar a la cima del éxito. Paramount prolonga pues el contrato a Dietrich y da entera libertad a Von Sternberg, decorados más delirantes que nunca, juegos magníficos de luces y sombras al modo expresionista, frecuentes recursos propios del cine mudo, música de Tchaicovsky, Mendelson y Wagner que dirige en persona Von Sternberg…
Viendo de nuevo Capricho imperial da la impresión que Von Sternberg se desmelenó a conciencia a la hora de escenificar a su aire apuntes personales de la tal Catalina II y sobre todo con mucho humor, más en la primera parte, con cantidad de detalles cachondos y divertidos con los que satiriza a la monarquía Rusa. Marlene, mimada por la cámara, da la impresión de pasárselo en grande, primero haciendo de jovencita ingenua y luego de mujer sin piedad, por cierto, debuta aquí la pequeña María, hija de Marlene, con una pequeña aparición al principio como Catalina niña.
Película estilísticamente perfecta, inolvidablemente sensacional. El punto culminante de la colaboración entre Dietrich y Von Sternberg.
Reconozco que no me he metido con muchas ganas, pero reconozco también que cuando salta la sorpresa y te encuentras con algo mejor de lo esperado la satisfacción es mayor. A mí la Dietrich me echa para atrás, suena fatal decirlo así tal cual pero leo su nombre y me echa para atrás, no encuentro una manera mejor de decirlo. Sin embargo hay muchas cosas a destacar en esta opresiva cinta histórica. Por sí misma la historia de una emperatriz venida de una corte a otra y todos los tejemanejes y chanchullos propios de las cortes a mí me resbalaría, mientras el pueblo muere de hambre en el palacio de turno todos se meten la gran vida, esa es la historia de Catalina y de tantos otros personajes.
Pues bien, yo he visto una película de terror, y eso se debe al que firma el largometraje, Josef von Sternberg, que desde el inicio al final conduce los minutos a través de un impresionismo insano, y con eso no quiero decir malo, pero sí agobiante, con atmósferas malignas, opresivas, con una Dietrich que evoluciona de una mojigatería a una maldad propia de lo que le rodea. Yo la verdad, cuando llega a Rusia y se ve lo que se ve, ese futuro zar tarado, la madre más perra que nadie, cuando he visto todo eso sólo he pensado que el topic que le falta es el de terror. Histórica, sí, del siglo tal, también… pero de terror, también!!! Opino como otros usuarios que falta información para que quede suficientemente aclarado el final, demasiadas cosas se dan por sabidas. Yo con lo que me quedo es con ese ambiente insano tan bien mostrado, terror, mucho terror y miedo.
Film realizado por Sternberg con la colaboración como protagonista de Marlene Dietrich. Escrito por Manuel Konroff, Eleanor McGeary y el realizador, se inspira libremente en el diario de Catalina II de Rusia. Se rueda en los estudios Paramount (Hollywood). Producido por Joseph von Sternberg, se estrena el 15-IX-1934 (EEUU).
La acción se inicia (1745) en Prusia y se desarrolla en Rusia, entre 1745 (boda de Catalina y Pedro) y 1762 (entronización de Catalina). La princesa Sofía Federica se casa por conveniencias políticas con el Gran Duque Pedro, sobrino de la zarina Isabel de Rusia y heredero del trono. Es rebautizada con el nombre de Catalina, se le impide hablar su lengua (alemán), se la mantiene alejada de todo lo que puede recordarle el país de origen y se le prohibe alejarse sola de Palacio. Madre de un hijo, futuro zar, es inteligente, hábil, hermosa y apasionada.
La película explica la situación de pobreza y sumisión en la que vive el pueblo ruso a mediados del s XVIII, en un tiempo dominado por el absolutismo y la crueldad de la zarina Isabel, hija de Pedro I. Recrea los interiores del Palacio imperial ruso con imágenes (pinturas), figuras (esculturas, gárgolas, sillas, candelabros, puertas) y arquitectura imaginarias, no históricas, de formas exageradamente siniestras, que facilitan la creación de una atmósfera opresiva y claustrofóbica. Catalina se siente amenazada, pero su instinto de supervivencia y su fina inteligencia le hacen ver cuáles son las cartas que ha de jugar en un mundo de intrigas para obtener apoyos y amparo. La narración se basa en intervenciones de un narrador, en carteles fijos que recuerdan el cine mudo y en los diálogos, pero sobre todo en las imágenes. El discurso visual, cuidado, barroco y expresionista, deviene la dimensión principal del film. A través de él, Sternberg proyecta sus ideas, indicaciones y propuestas. La cinta está salpicada de un humor abundante, con referencias tan significativas como la conversación entre Pedro y Catalina en el comedor a través de un sirviente, la lectura familiar de la carta de Federico de Prusia, los besamanos de Sofía, Catalina con miriñaque en el vestidor, etc.
La música, con arreglos de W. Franke Harling, John M. Leipold y Milan Roder, está tomada de pasajes de grandes músicos. A los créditos inciales se superpone un fragmento de la Sinfonía nº 4 de Tchaikovsky, la entronización de Catalina va acompañada de la Marcha eslava (Tchaikovsky), los pasajes alegres se apoyan en fragmentos de Sueños de una noche de verano (Mendelssohn), el banquete de boda se acompaña de una composición de violín del propio Sternberg. En varias ocasiones se oyen fragmentos de Las Walkirias (Richard Wagner). La fotografía, de Bert Glennon ( La diligencia , 1939), ofrece un notable trabajo de cámara, que explicita o subraya el significado de las cosas (grupo de muchachas para abrir/cerrar una puerta). Una fiesta para la vista y el oído.
Una película de desarrollo predecible pero no por ello poco atractivo. Los primeros planos de Marlene son limpios, puros, lumínicos. Las esculturas demónicas de la escenografía y la actuación del Zar Pedro aproximan el film a las estructuras góticas expresionistas. Las secuencias durante la cual Catalina ( Marlene ) apaga los cirios y la de la boda imperial alcanzan un grado perfecto de belleza fotográfica que legitima y redime y absuelve cualquier pecado óptico o argumental.
Huele a clásico y entretiene.
Rafael Teicher