Capitán Newman
Sinopsis de la película
El capitán Josiah Newman (Gregory Peck) es el jefe de la unidad de psiquiatría de una base militar durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Aunque vive entregado al cuidado de sus pacientes, hace todo lo posible para no volver al frente. Le preocupan especialmente tres pacientes que comparten un insuperable complejo de culpa por las muertes que han causado: el coronel Bliss (Eddie Albert), el cabo Tompkins (Bobby Darin), un hombre condecorado por su valor en la batalla, y el capitán Winston (Robert Duvall), que ha caído en estado catatónico, tras haber permanecido escondido durante más de un año en el sótano de un edificio en Alemania.
Detalles de la película
- Titulo Original: Captain Newman, M.D.
- Año: 1963
- Duración: 126
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Opinión de la crítica
6.2
89 valoraciones en total
El capitán Newman dirige el centro psiquiátrico de un enorme complejo militar hospitalario. Los altos mandos, aún sabiendo que es un gran profesional, le ponen trabas continuamente a su trabajo.
Sin duda una película muy interesante y muy entretenida pero también muy irregular en muchos aspectos. Miller ha sido valiente, ha querido ahondar en el complicado y difícil mundo de la psiquiatría y ha salido airoso a medias. A medias porque ha sabido reflejar en toda su crudeza el caso de algunos pacientes pero, a la media vuelta -digámoslo así- nos ha hecho soltar la carcajada. Si nos hubiera provocado una media sonrisa nos habría aliviado, pero el personaje de Tony Curtis nos hace reir a mandíbula batiente. Por lo tanto, el desequilibrio drama-comedia se impone a la profundidad y seriedad del tema tratado. Porque, -y aquí hay que quitarse el sombrero ante Gregory Peck (como casi siempre)- el capitán Newman conoce la gravedad del asunto, se rebela contra los altos mandos, se deshace por dentro, llora sin llorar y, sobre todo, como hombre inteligente que es, usa el sentido del humor para que todo sea más llevadero.
Dos miradas de Peck-Newman resumen el sentir del personaje y el que refleja la propia historia. Tras la tremenda sesión de zumo de metralla a uno de los pacientes, Newman abre las láminas de una cortina veneciana y mira al exterior, la cámara sólo filma sus ojos, el dolor que hay en ellos. Meses más tarde, en el aeródromo, el mismo paciente ya curado embarca de nuevo hacia la guerra. La cámara recoge el rostro de Newman despidiéndose. La mirada vuelve a ser triste. Todos sabemos por qué.
David Miller fue un director de segunda fila que tiene en su haber películas interesantes como ésta, Un grito en la niebla , o su mejor, Los valientes andan solos .
El capitán Newman es el jefe de psiquiatría de una base del ejército, allí se encargan de los soldados, capitanes, tenientes etc… que regresan de la guerra con ciertos traumas, una vez recuperados son devueltos otra vez al campo de batalla.
El resultado de esta película es el de una comedia dramática anti belicista, que posee un guión sólido pero que en ocasiones flojea, aunque se mantiene firme la mayor parte del metraje.
El reparto quizás sea lo más atractivo de la película, con un Gregory Peck que como sabemos la comedia no fue su fuerte pero que no obstante no lo hace nada mal. Tony Curtis siempre está muy bien en este tipo de papeles. Bobby Darin, de profesión cantante, realiza una curiosa interpretación por la cual fue nominada al oscar. El siempre correcto Robert Duvall que vuelve a trabajar con Peck despues de su papel emblemático en Matar a un ruiseñor .
En resumen, una buena película, sin más.
Conocido fundamentalmente por dirigir la sobrevalorada Lonely are the brave (Los valientes andan solos, 1962), con Kirk Douglas, David Miller plantea una película a caballo entre el drama y la comedia sobre la labor de un psiquiatra militar, interpretado por Gregory Peck, en un hospital de Arizona durante la segunda guerra mundial. Excesivamente larga, con una dirección plana sin la más mínima gota de genio y, vaya, un poco aburrida cuenta, al menos, con una correcta interpretación del siempre digno Gregory Peck y sobre todo lo que con gran distancia es lo mejor de este filme: la soberbia interpretación de Tony Curtis dando vida al pícaro enfermero Leibowitz. Curtis era uno de esos pocos actores capaces de estar maravillosos especialmente cuando sobreactúan como en el papel que aquí realiza y en cuanto desaparece de la pantalla la misma se resiente irremediablemente. Ni la bella Angie Dickinson ni el joven Robert Duvall -continuando, en cierto modo, con su papel en To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor, 1962)- ni el ídolo adolescente –y bastante buen actor- Bobby Darin consiguen subir la temperatura de esta desangelada, e intrascendente producción, con una irritante tendencia a alargar las escenas en exceso –especialmente en las interpretadas por Eddie Albert como enloquecido Coronel Bliss- olvidando que en el cine las mejores ideas deben pulirse en la sala de montaje. Prescindible.
El miedo, el dolor, las torturas, el sentimiento de culpa… o la condición de muerte inminente, entre otras tantas causas, suelen llevar a los soldados que van a la guerra (y también a las personas víctimas de violación) a un estado de trastorno mental conocido como Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Entre los síntomas se identifican: la tristeza recurrente, la hiperactividad, pesadillas, introspección, mutismo, agresividad…
> -precursora de la celebrada M.A.S.H. (Robert Altman, 1970)-, lo tiene todo como para convertirse en un filme de la más grata recordación.
En el año 1944, en el aeródromo militar de Colfax, California, un hombre muy especial tiene a su cargo el hospital psiquiátrico a donde llegan los miembros de la fuerza aérea estadounidense (y también los prisioneros de guerra) víctimas de traumatismos que ameritan tratamiento. El médico-psiquiatra, se llama Josiah J. Newman, pero, allí se le conoce, principalmente, como Capitán Newman, y tiene una alta fama ganada por la eficacia con la que trata a los usuarios de sus servicios. Para su suerte, a su cargo llegará un enfermero políglota y con un gran sentido del humor -el cabo Jackson Leibowitz-, y complementados, luego, por la guapa enfermera Francie Corum, entre ellos harán que, aquella seccional médica, sea digna de la más grata recordación.
Richard L. Breen, junto a la pareja Phoebe y Henry Ephron, se encargaron de adaptar la novela homónima de Leo Rosten, el cual se inspiró en el médico-psiquiatra, Ralph Greenson (1911-1979), quien, más que por esta encomiable labor, sería luego reconocido por haber sido el psicoanalista de estrellas como, Tony Curtis (quien aparece en el filme como el inolvidable Leibowitz), Frank Sinatra, Vivien Leigh… y sobre todo, Marilyn Monroe, con quien mucho se trató de enredarlo, quizás para desviar las presuntas responsabilidades de los hermanos Kennedy.
El director encargado fue, David Miller, y doy fe de que éste ha logrado un filme con un gran vigor humano, pues, entremezclando un significativo drama con deliciosos toques de comedia, va tejiendo un alegato antibelicista muy bien documentado y con la mesura necesaria. Resulta muy fácil encariñarse con el personal médico, como con aquellos pacientes que, gradualmente, nos darán a conocer las causales de sus trastornos… y uno va quedando convencido, por enésima vez, de que toda guerra es una barbarie que no debería padecer ninguna sociedad.
Gregory Peck, Angie Dickinson, Eddie Albert, Bobby Darin y Robert Duval, nos ofrecen sensibles interpretaciones y, <
Un hombre necesita creer que su paso por el mundo ha servido para algo, dice el médico en la película. Quizás esta historia anime a alguien a seguir por ese bello sendero.
A pesar del reparto conocido, con grandes actores que ya lo eran cuando se rodó o que llegaron a serlo con el tiempo, esta película es muy poco conocida (al menos por mi) pero sin embargo cuenta con todos los ingredientes para ser un clásico.
Un guión interesante, una correcta elección de los protagonistas con unas actuaciones medidas, las dosis exactas de drama y comedia, un tema interesante y una gran puesta en escena.
En fin, muy recomendable, es de esas películas que sobreviven al paso del tiempo.