Café Lumière
Sinopsis de la película
Poético homenaje del director taiwanés a su ídolo, el realizador japonés Yasujiro Ozu, en el centenario de su nacimiento. Un delicado drama que hace referencias a los temas recurrentes del magistral autor nipón (la comunicación entre padres e hijos, el ritmo de la vida diaria, etc.).
Detalles de la película
- Titulo Original: Kôhî Jikô (Café Lumière)
- Año: 2003
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
6.6
20 valoraciones en total
Hacer un simple homenaje sería digno de un cineasta menor y no del que posiblemente sea el cineasta más importante del cambio de siglo. Evidentemente, el hecho mismo de hacer una película basándote en el mundo de otro cineasta indica una posición de respeto, pero no es el homenaje rancio, estéticamente vacío que estamos acostumbrados a ver. No. Hou Hsiao-Hsien cree en la válidez del cine de Ozu. Busca al pequeño director japonés en sus encuadres, viaja hasta su mundo para encontrarlo. ¿Por qué? Porque Ozu es la esencia misma de la vida. Es el amor, el respeto, la risa, la alegría. Aún siendo sus películas otoñales y profundamente pesimistas en su resolución, es fácil sentirse desbordado como espectador ante ese mundo y esos personajes que el gran maestro nos mostró en sus películas. Por contra, Hou Hsiao-Hsien, en su anterior film, Millennium Mambo, nos mostraba todo lo contrario, una sociedad completamente deshumaniazada, que avanzaba sin rumbo fijo hacia la total pérdida de identidad.
Preocupado por esa posibilidad, HHH echa la vista atrás y encuentra en Ozu una opción estética comprometida contra la deshumanización. El conflicto entre padres e hijos se traduce ahora en una completa incomunicación, dos generaciones que no se enfrentan, simplemente no se entienden. La protagonista se pasa toda la película intentando encontrar un pasado concreto, visible o tangible, en un Tokio tecnificado y donde los trenes parecen ser un refugio espiritual. La búsqueda de ese Café al que asistía un famoso compositor tiene que ver con la necesidad de reencontrarse con ese pasado del que fue apartada al ser abandonada por su madre. De nuevo vuelve a surgir el problema de esa pérdida de identidad, pero mientras los adolescentes de Millennium Mambo parecían poco conscientes de ello, Yoko tiene la necesidad de ir en busca de su pasado, aunque sea de forma indirecta. Pero esa búsqueda no es solo la de una mujer en una ficción, sino también la búsqueda de un director que busca las raíces del cine, busca su pasado, comprenderlo y así seguir avanzando. Avanzar si, pero sin dejar de mirar atrás. A pesar de que estamos en un ecosistema Ozu , HHH elude ciertas coincidencias estéticas que podrían hacer pensar en que este film es un mero homenaje. Así, frente a la rígida ascesis de Ozu, el director taiwanes opta por una cámara menos fija, incluso a veces huye conscientemente del efecto Ozu aunque el plano no lo necesite. El Café que busca la protagonista se transforma, para el caso de Hsiao-Hsien en Café Lumiere, es decir, navegar, bucear por toda la historia del cine para dotar al cine de una identidad propia, frente a todos aquellos que quieren contaminar el Séptimo Arte con política, filosofía y demás. Y para hablar de la pureza del cine nada mejor que remitirse a Ozu. Para hablar de la grandeza del cine actual nada mejor que remitirse a Hou Hsiao-Hsien.
Ya había escrito una crítica sobre esta película. Pero teniendo en cuenta que la vi en el 2005 he pensado que quizás he sido muy cruel y debería darle otra oportunidad.
Así que hoy mismo la he vuelto a ver y me ha convencido. He decidido pasar mi puntuación de un 1 a un 3.
Paso directamente al spoiler.
Aunque realmente esta película- a pesar de ser de un suspense tremendo- carece de spoiler.
Café Lumiere centra su relato en el reencuentro de una joven con su padre y su nueva esposa. Hou retoma así uno de los temas predilectos de Yasujiro Ozu: su mirada sobre los lazos familiares. Si Ozu supo ver los cambios que produjo en la familia tradicional japonesa el proceso de occidentalización de la posguerra, Hou filma los restos de esa familia, la desconexión entre sus integrantes, el imposible retorno a la unidad. Un bello film sobre el paso del tiempo.
No es una película para amantes de la acción o de guiones complicados, al contrario, su interés consiste en el hecho de demorarse en hechos insignificantes, silencios y diálogos que todos conocemos, en particular los dichos de la madrastra (Kimiko Yo) de la protagonista (Yo Hitoto). Aquélla es la estrella del filme, una mamá universal, una madre standard , por el contrario, el padre (Nenji Kobayashi), al no decir palabra, deja abierto el misterio de esa relación, de toda relación humana. Fascinante muestra de que el cine siempre se puede reinventar, como ser, entre otros: la altura de la cámara (a la altura de los ojos de los personajes sentados en el suelo), el ámbito de la visión, la luz natural, el tema de la cotidianidad y la presencia de los ausentes (los que están del otro lado de la línea telefónica o los hablantes que no están en el campo de visión o los personajes que están de espaldas o durmiendo y los que no aparecen nunca). No solo es un homenaje a Ozu, sino también a una tradición japonesa que conocemos también por el gran director Mikio Naruse (1905-1969), admirado certeramente por Akira Kurosawa y precursor de una temática feminista y de la comunicación sin palabras, no visto aquí en el cine comercial (sólo en una muestra retrospectiva en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín) que puso al tren y la familia de clase media en el centro de la representación realista de la vida japonesa.
La primer película del último día del BAFF venía con el sello del taiwanés Hou Hsiao-Hsien. En este caso en particular y para que el que suscribe, es un gran handicap el hecho de no conocer prácticamente su obra anterior (a excepción de Millenium Mambo), y por tanto desconozco de donde procede y hacia donde camina su discurso.
Café Lumiere se nos presenta como un homenaje de este director a Yasujiro Ozu, debido al centenario de su nacimiento. Y esto es lo que es. Hsiao-Hsien dibuja un retrato de unos personajes tal y como Ozu lo hubiera hecho si todavía viviera. Para ello, los capta en un momento de su vida, nos lo presenta y los vuelve a despedir, sin saber que será de ellos. Así, en su puesta en escena rescata planos de Cuentos de Tokio o de Buenos Días y nos brinda una gran cantidad de tomas frontales y de encuadres a pie de tatami, tan habituales en el cine del maestro japonés. Obviamente no solo estéticamente, Hsiao-Hsien homenajea a Ozu, sino que Café Lumiere se centra en una temática que gustaba mucho a éste, como el desencuentro entre padres e hijos, con el tema del matrimonio entre las nuevas generaciones y un estilo de vida no aceptado por sus familiares. Los dos personajes principales del film son una chica, que investiga la vida de un compositor y un chico (interpretado por el versátil Tadanobu Asano) que complementa su trabajo en una librería con su pasión: grabar los sonidos de los trenes. Entre ellos se establece una relación extraña, entre la amistad y el amor pero que no explota en ningún momento, adaptándose al tempo sosegado del film con la incomunicación como foco de ella.
La mezcla entre las imágenes y la banda sonora conforman un cóctel hipnótico, un homenaje de un gran cineasta a otro. ¿Ha ido Hsiao-Hsien más allá del simple homenaje? Por lo visto creo que no, pero desconociendo la carrera de este director, puede que no esté en buenas condiciones para afirmarlo.