Buried (Enterrado)
Sinopsis de la película
Después de ser secuestrado, Paul Conroy (Ryan Reynolds), contratista civil en Irak, se despierta enterrado vivo en un viejo ataúd de madera, sin más recursos que un teléfono móvil y un mechero. El teléfono podría ser el único medio que lo salvara de esa mortal pesadilla, pero la precariedad de la cobertura y la escasa batería parecen obstáculos insuperables en su lucha contra el tiempo: sólo dispone de 90 minutos para ser rescatado antes de que se le agote el oxígeno.
Detalles de la película
- Titulo Original: Buried
- Año: 2010
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
6.8
75 valoraciones en total
Tras unos créditos iniciales que sepultan al espectador a pocos metros bajo tierra, llega la más absoluta oscuridad. A falta de iluminación, los demás sentidos se agudizan para empezar a apreciar el sonido del silencio. Durante un instante podemos contener la respiración, antes de que la luz desencadene un torrente de sensaciones angustiosas. La claustrofobia se apodera, inevitablemente, de la sala, que queda reducida a un pequeño espacio entre cuatro paredes de madera. Pero este sufrimiento no da pie a intentar levantar la tapa de la puerta y salir de ella en ningún momento.
El guión que fielmente ha seguido Rodrigo Cortés ( Concursante , 2007) puede presumir de saber mantener el equilibrio emocional en todo momento, algo muy complicado si tenemos en cuenta la extraña naturaleza de este proyecto. Pero también hay que reconocer la escasa verosimilitud que se encuentran en algunos pequeños detalles, como por ejemplo la larga duración del oxígeno, o los motivos por los que el protagonista es enterrado con unos determinados objetos. La estructura queda dibujada bajo la sombra de la llama de un Zippo, generando en ocasiones una pequeña elipsis temporal que interrumpe el tiempo real en el que se enmarca el relato. La luz se convierte así en el hilo conductor, llevando hasta un desenlace que puede considerarse uno de los mayores aciertos de la obra. En él se demuestra que es posible jugar con las dos posibilidades que existen, consiguiendo sorprender en la forma de mostrarlo.
Ryan Reynolds borda la dramatización de cada suspiro, de cada aliento, grito o llanto. Y todo ello a pesar de la dificultad de protagonizar, por cuestiones obvias, prácticamente cada uno de los planos de la película. Y es que, a pesar de la limitación espacial, el director consigue llevar a cabo una gran variedad de tiros de cámara, haciendo que estos no resulten repetitivos. Además, destacan algunos movimientos de 360 grados realizados con grúa. Pero ante una imagen en la que, en muchas ocasiones, solamente podemos intuir figuras, el sonido adquiere una especial importancia. El eco de cada movimiento, unido a una música extradiegética un tanto melodramática, refuerza la tensión de la narración de un modo agradable.
Poco se puede contar del argumento sin estropear esta emocionante experiencia sensorial de noventa minutos. Se trata de una película que debe disfrutarse en una sala de cine o, en su defecto, viéndola en casa (cuando se edite en Blu Ray o DVD) sin interrupciones. Desde luego, Buried experimenta con nuevas posibilidades en la gran pantalla, algo poco habitual en las propuestas españolas de los últimos años. Este atrevimiento, por una vez, ha terminado resultando acertado, aunque todo apuntase a la catástrofe en su planteamiento. Espero que el público responda en taquilla y se haga la justicia que no se hizo con la anterior obra de Cortés.
Sin flash-backs, sin narrativas paralelas, presentando el hecho en bruto: es la atractiva propuesta de Rodrigo Cortés, que llega con la promesa de hora y media de mucho agobio, claustrofobia, oscuridad y desesperación. Un ataúd, un hombre y una capa de tierra que le separa de la luz: miedo en un puñado de polvo.
¿Se cumple la promesa?
En parte. Buried tiene un comienzo que atrapa, pero la tensión en un único escenario, con un único actor, se convierte en material altamente inflamable. Y quizás la elección de comunicar a Reynolds con el exterior via móvil contribuye a mantener el interés narrativo pero hace más liviana y menos agobiante la aventura, pegándose de bruces con las intenciones que desvelan encuadres, sonido e iluminación, mucho más minimalistas. A la parte innecesaria y excesivamente dramatizada pertenece la música, siguiendo la última y machacona tendencia de reforzar la banda sonora para indicar (por si tuviera dudas el espectador) que esto es un momento muy TINONAAAAA dramático o CHACHACHÁN, de miedito.
Da la sensación de que Buried , a pesar de su, digamos, sencillez argumental, necesita eliminar elementos y quedarse con la esencia pura: un hombre aislado de todo, solo, enfrentado al silencio y al lento horror de su tumba en vida. Que dicho señor esté cada dos por tres hablando por el móvil me aleja de su soledad, me aparta de su mente y me hace desentenderme de su claustrofobia…y de la mía.
P.D.: Preguntan por ahí si la Blackberry del prota no tiene GPS. Es probable que tuviese pero si la señal de satélite no es captada si se está debajo de un edificio o un túnel, difícilmente iba a poder hacerse debajo de la tierra.
En FilmAffinity se cumple cíclicamente un axioma. Los días inmediatamente posteriores al estreno de películas precedidas de un enorme hype (o llamémoslo eco mediático) plagado de alabanzas por parte de la crítica, en FilmAffinity las notas suelen ser altísimas, con lo que hay que andarse con mucho ojo. La ansiedad de los fans por la llegada del día del estreno y el estado de autosugestión bajo el que ven la película, provocado por unas críticas exageradamente positivas (lanzadas desde la maquinaria promocional de estos films), hacen que estos fans registrados en filmaffinity juzguen cada nuevo estreno como una obra maestra.
Con el paso de los días, los cinéfilos que acuden a las salas sin la urgencia de los fans contemplan la película desde una perspectiva más neutra, lo que les ayuda a juzgarla de una forma mucho más equilibrada (haciendo descender ligeramente la media en FilmAffinity). Y sólo faltan los muchos espectadores que se decantan por una película tras oir los extremados elogios de los que acudieron a verla en primer lugar. Dicho elogios son tan desmesurados que provocan una sugestión inversa a la que hago referencia en el primer párrafo: la película termina por decepcionar a estos espectadores porque, pese a que puede acabar gustando a muchos, la gran mayoría se pasan los noventa minutos esperando que llegue eso que otros consideraron una obra maestra . Y eso no llega. Y entonces llegan los suspensos en FilmAffinity (lo que tampoco deja de ser injusto).
Todo esto es especialmente significativo cuando se trata de una película de producción española (completamente o en parte, como el film que nos ocupa). Si la película viene acompañada de halagos, inmediatamente se saca a relucir el término nuevo cine español , ridículo epígrafe del que llevo oyendo hablar desde hace más de treinta años. El cine español sigue siendo a estas alturas tan malo como siempre en su conjunto. Eso no impide que nos sorprenda de vez en cuando con una buena película, e incluso todavía mucho más de vez en cuando, que nos regale un milagro cinematográfico en forma de film comparable a los mejores que podemos ver de otras nacionalidades.
Buried no entra dentro de esta última categoría, en absoluto, como creo que sí entra Concursante (con todos sus defectos), el primer largometraje de Rodrigo Cortés, film que me noqueó totalmente hace tres años y que, tras su total ostracismo en la época de su estreno, comienza ahora afortunadamente a ganar en popularidad.
Sigo en spoiler.
Hay algo de la historia que recuerda a otras películas, hitchcockianas en su mayoría (La soga, Naufragos, el epi famoso de Hitchcock presenta…). Más reciente está La Novia de Tarantino enterrada viva en Kill Bill… O la pareja aparentemente muerta por la picadura de una araña, pero viva, en Perdidos. Y el doble episodio de CSI Las Vegas 5×24 Peligro sepulcral (2005), en el que el CSI Nick Stokes es enterrado vivo y sus compañeros mueven cielo y tierra para encontrarle.
Y dicho todo esto, tengo que decir que me importa un carajo. Es obvio que la idea de un hombre enterrado vivo ya se ha rodado. Es un miedo universal, como tantos otros (ahogarse vivo, quemarse vivo, añade lo que sea, siempre vivo y te cagarás de sólo pensarlo). Y que si no se ha hecho más veces es porque, obviamente, es muy complicado. Meter a un tío en una caja y buscarle el ángulo perfecto en plena oscuridad no sólo es una locura si no que tiene bastante morbo añadido. Es claustrofóbico, claro, y te agobia hasta acongojarte, y te deja sin aliento. Y, sí, para qué engañarnos, puede resultar hasta sádico. Pero esto no es Saw, ni Hostel, ni gores por el estilo. Esto es terror psicológico puro. Y yo, fan de Stephen King, sé de lo que hablo.
Ryan Reynolds puedes ser tú. No es un héroe, como La Novia tarantiniana. Ni tiene a un brillante equipo del CSI buscándole por ser uno de los suyos. En ningún caso le mueve la venganza. Paul Conroy, su personaje, sólo depende de sí mismo. Reynolds le insufla al personaje una credibilidad con la que el espectador empatiza a medida que avanza el brillante guión.
Ni existe el crimen perfecto ni existe una forma real de mantener 90 minutos a un tío en una caja y que tú puedas verlo. Si en el episodio de CSI la técnica era una cámara en el interior de la caja puesta ahí por el secuestrador para que los CSI vean en tiempo real lo que le sucede a Stokes, en Buried tenemos el juego del móvil. Un p*** móvil. Y con eso, y cuatro cosas más (léase macguffins), Cortés propone un osado ejercicio de dirección donde juega, como su personaje, con todo lo que le ofrece ese pequeño espacio.
Nosotros estamos dentro de la caja, y no hay más. Y esta tensión argumental, con la que, sin darte cuenta, te dejas llevar (¡qué puñetera energía desprende!), con un solo personaje y una única ubicación, sorprende. Esto es, para mí, lo mejor de Buried: que sin correr te cansas, que sin saber vas entendiendo, que estás terminando algo que de inicio sientes acabado, down, a dos metros bajo tierra. Y si hicieran un remake yanqui pues sería muy CSI, muy Jerry Bruckheimer. Cortés, que sabe enumerar y muy bien lo mejor de sí mismo como director, sabe que tiene algo bueno entre manos, que lo que tiene de arriesgado y personal es parte de su atractivo. Y eso a los que no nos gusta el cine convencional nos pone. Yo acabé exhausta, disfrutando en silencio tan extraño malestar. Algo inusual. Cortés se la ha jugado, otra vez, y ha ganado. Y él lo sabe.
Un intelectual apuntaría que ‘Buried’ es metáfora del aislamiento del hombre moderno en una sociedad cada vez más despersonalizada.
Un antropólogo hablaría del regreso del homínido a su origen subterráneo.
Un párroco sentenciaría que polvo eres y en polvo te convertirás.
Un minimalista creería que es la historia de un hombre en una caja.
Un filósofo razonaría que el contraste entre lo primordial (madera, tierra, humores corporales…) y la tecnología (móviles, centralitas, contestadores automáticos) conduce al desarraigo.
Un psiquiatra indicaría que la cinta es un ensayo en clave artística para ilustrar la claustrofobia.
Un esteta se fijaría en los detalles: la arena, las gotas de sudor, los brillos y reflejos que se ven en las pupilas.
Un poeta quedaría fascinado ante la contraposición entre el alcance ilimitado de Internet y lo reducido del recinto en que se halla Paul Conroy.
Un músico disfrutaría con el uso del sonido: jadeos, gritos y respiraciones. El son de cada objeto.
Un hedonista sufridor gozaría del suspense con sus palomitas.
Un técnico analizaría los ángulos y movimientos de la cámara.
Un pintor se asombraría por el tratamiento de la luz y las texturas.
Un fotógrafo vería que no es posible iluminar mejor con menos elementos.
Un lector perspicaz mencionaría a Richard Matheson y sus relatos de premisa mínima.
Un ciego palparía el ataúd.
Un bailarín apreciaría el peso de la tapa.
Yo diría que es intriga excepcional y bien medida salpicada de humor negro.
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Algunas conversaciones son de antología. La burocracia boba y surrealista queda retratada. Ryan Reynolds es solvente. El desenlace en clímax nos mantiene en vilo. Hasta el último segundo no sabemos que se salva… o no se salva.