Bombardero
Sinopsis de la película
El Mayor Chick Davis demuestra ante el ejército de los EEUU la superioridad de los bombarderos de precisión a gran altitud y lo destinan a enseñar sus conocimientos en una escuela para bombarderos. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, los métodos utilizados por el Mayor Davis y sus alumnos serán ratificados durante un ataque en Tokio.
Detalles de la película
- Titulo Original: Bombardier
- Año: 1943
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
5.2
56 valoraciones en total
Rutinaria película propagandística americana en pleno fragor de la batalla reflejando sus legítimas ganas de vengarse de los japoneses tras el ataque a Pearl Harbor.
El único interés es la aparición de un visor de precisión americano para bombardear las ciudades japonesas, por las que estuvo nominada a un Oscar por sus efectos especiales de la época, quizás su único mérito.
Con la aparición del general Eubank, impulsor del visor en la cinta, y con Pat OBrien y Randolph Scott en sus papeles principales, nos presentan como instruyen a sus jóvenes bombarderos ensalzando a la patria y a sus soldados, la ración habitual de barras y estrellas.
Sólo un aprobado, 5.
Esta película de la RKO cumple con todos los lugares comunes del genero bélico propagandista de la segunda guerra mundial sin ninguna de sus virtudes en un relato sobre la decisiva introducción de los grandes bombarderos (inicialmente B17) en la contienda.
La película dedica dos tercios de su metraje al entrenamiento de los pilotos, salpimentándolo de pequeñas anécdotas y suaves amoríos sin demasiada chispa. Los personajes son un poco de cartón piedra, en una película dominada por unos excesos propagandísticos verdaderamente groseros mientras Pat O’Brien y Randolph Scott parecen competir por el Oscar al actor menos expresivo, asomando, muy de vez en cuando, una gota de luz interpretativa en el papel lamentablemente homeopático del gran Robert Ryan.
Con todos estos materiales de derribo un Raoul Walsh o un Michael Curtriz hubieran podido salvar los muebles –lo hicieron tantas veces- pero no es el caso del habitualmente poco inspirado, prosaico y descuidado concertador Richard Wallace.