Black Mirror: Oso blanco (TV)
Sinopsis de la película
Toni se despierta un día con amnesia y al salir a la calle todo el mundo se pone a grabarla usando sus smartphones. Segundo episodio de la segunda temporada de la miniserie Black Mirror creada por Charlie Brooker.
Detalles de la película
- Titulo Original: Black Mirror: White Bear (TV)
- Año: 2013
- Duración: 42
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Opinión de la crítica
Película
7.4
83 valoraciones en total
White Bear , segundo episodio de T2 de Black Mirror, existe para confirmarnos que Charlie Brooker tiene una mente particularmente dotada para crear atmósferas malsanas. Y como ya demostró en Be Right Back , que podía tenderle un hilo a aquel The National Anthem en varios elementos, en esta nueva píldora de mal rollo de apenas cuarenta minutos tenemos un ejercicio de terrible realismo que golpea duro al espectador incluso aunque éste quiera adelantarse a los acontecimientos con el ahora va a pasar esto. Y es que si algo ha demostrado la miniserie de Channel 4 es tener la capacidad de dar giros y vueltas sobre su premisa, incluso en ocasiones colocar la sorpresa en primer término para evitar ser tildado de efectista: es decir, que va con las cosas por delante. Y no solo eso: se permite jugar con los conceptos y recoger detalles ya expuestos dando forma a guiones poco menos que perfectos, coherentes a nivel interno (el anterior Be Right Back ya ofrecía este nivel de depuración) y tremendamente satisfactorios.
Lo que resulta evidente es que White Bear es el episodio menos sesudo, por así decirlo, de todos los emitidos. La naturaleza de su propuesta (que prefiero no desvelar, pues la clave es llegar a cierto punto y dejarse sorprender) obliga a que todo sea más efectista. La dirección de Carl Tibbetts, británico que podría haber filmado alguno de los episodios más psicotrópicos de American Horror Story: Asylum está llena de concesiones a la torpeza (contrapicados forzosamente cutres, cámara en mano en ocasiones) y aliándose con el director de fotografía Zac Nicholson consigue dar con una textura de imagen más austera que en los episodios previos de la serie. El guión avanza, los personajes añaden capas, pero lo verdaderamente importante de este oso blanco es descubrir en qué consiste. Sus últimos 10-15 minutos son excelsos. consiguen el impacto al que se apela con esta representación de la humanidad zombificada (Brooker lleva arrastrando esta metáfora desde Dead Set , aunque ahí la literalizaba) frente a la pantalla y el símbolo vacuo. Atentos además a las imágenes que se alternan entre los créditos porque terminan por redondear lo que hasta entonces había parecido más cercano al concepto abrazado por cierta sci-fi a lo Masters of Horror que a la tecnología de pasado mañana que abraza Brooker.
En resumen: White Bear es otro pelotazo que va directo a donde más duele. Mira la pantalla, eso es todo. El show debe continuar.
Muy probablemente -por no decir seguro- estemos ante el capítulo de Black Mirror que mientras trascurre menos nos esté aportando, que más prescindible nos parezca dentro del genial conjunto de ideas que analizan y diseccionan con hábil bisturí todas las enfermedades de la sociedad post-moderna en la serie más necesaria hoy día que uno pueda imaginar.
Pero, inteligentemente, el capítulo está ocultando un as en la manga mientras que las cartas que enseña parecen una jugada menor: se desarrolla a un ritmo trepidante donde el espectador no consigue encajar todas las piezas del puzzle porque no son mostradas, y las que hay para encajar dejan la figura muy incompleta, falta del toque maestro. Un toque maestro que encontraremos en los últimos dos minutos intercalado con los títulos de crédito.
Anteriormente, la primera idea que se desarrolla -haciéndonos ver que será la principal- es la de la sociedad alienada por grabar e inmortalizar digitalmente todo lo que ve, la dictadura del dispositivo móvil llevada al paroxismo de hacer a las personas insolidarias e insensibles ante el dolor o necesidad de ayuda que pudiese aparecer ante sus pantallas. Una plasmación maestra que el director emparenta en su comportamiento al que lucen los zombies: la pérdida sensible y cerebral, la carencia completa de atisbo alguno de humanidad.
Y como necesario complemento a ello, la crítica al exhibicionista, al que siempre ha querido tener afán de protagonismo y al que esta sociedad fútil y absurdamente superficial otorga la categoría de héroe por su burda exposición.
Ante esta doble faceta surge el don nadie, el que no se amolda a un lugar o al otro, el outsider y por tanto el perseguido y el que sobra.
Pero esta radiografía -que no deja de evidenciar ciertas carencias en su desarrollo que no consiguen que nuestra devoción reviente como en otros capítulos- resulta que no es lo principal. Y hasta aquí leas si no lo has visto.
Otro éxito para Charle Brooker. Este capítulo de Black Mirror se presenta como un thriller, de esos enrevesados, se nos presenta un personaje del cual no sabemos nada, se despierta, completamente desconcertada, observa su casa para ver si hay algún indicio de su vida. Totalmente desesperada y angustiada por su ignorancia, sale fuera, donde al principio no ve nadie, pero luego ve que toda la gente está, móvil en mano, grabando. Solamente grabando. Empieza la cacería.
A partir de este macabro argumento, se nos desarrolla una trama todavía más macabra, en parte típica de un thriller de ciencia ficción (o incluso de una película de zombies), mediante un ambiente absolutamente malsano, una sociedad alternativa, un cruel mundo donde nada es lo que parece.
Mediante este nuevo (y magnífico) episodio se nos muestra otra vez una sociedad alternativa, aunque esta vez no necesariamente futurista, algo incluso más terrorífico. En este episodio se nos muestra la propia deshumanización del ser humano, una sociedad que ha caído en una profunda recesión moral donde ya no hay esperanza para el ser humano, donde se experimenta el declive del homo sapiens.
Hay que reconocer que en cuanto a aspeco técnico no me ha parecido de igual nivel a las demás (uno de los puntos fuertes de Black mirror es su magnífica fotografía), sin embargo, a pesar de no llegar (en mi opinión) a la calidad que alcanzaron sus anteriores entregas, su guión se merece un aplauso, antes la gente no se atrevía a alzar su voz y decir lo que creía, Charlie Brooker ha roto ese tabú consiguiendo que, aquellos a los que crítica de forma desproporcionada y agresiva, den gracias a dios por cada palabra que sale de su boca.
Al igual que los demás capítulos de esta sublime miniserie británica, no se nos muestra esperanza alguna, se nos muestra un mundo cruel, aparentemente mejorado, pero podrido por dentro, es una semilla de un pesimismo descomunal donde no hay lugar para la esperanza. Esta serie no esta hecha para aquellos que no puedan soportar el peso de la verdad y del futuro, aquellos esperanzados y que creen en la humanidad, creo que una serie así es mejor que no sea vista por aquellos que tienen filosofías optimistas y positivas, mejor no estropear algo tan bonito como eso.
Si bien en parte el mensaje de este episodio puede ser la aparente mentalidad de la sociedad, en el fondo creo que tiene su parte de polémica, pero no voy a desvelar nada de este notable episodio.
Obra maestra. Kafka se hubiera deleitado con esta pieza insuperable, que retrata los excesos de una sociedad cruel y deshumanizada. La justicia es un aperitivo incapaz de saciar nada, y el poso que demanda el imaginario colectivo es retroalimentarse con la vejación y la tortura ad infinitum. Espeluznante retrato de la monstruosidad de aquellos que odian a los monstruos.
El talento de Charlie Brooker llega a nuestras pantallas negras produciendo siempre una alegría pero también un debate para el espectador. La serie pretende crear planteamientos nada moralistas sobre aquello en lo que nos estamos convirtiendo: la humanidad convive con la sociedad de la información y del contacto virtual. Es cierto que podemos tildar de previsible aquello que nos muestra Brooker ya que juega con elementos comunes y explotados. Es difícil hacer ‘algo’ distópico nuevo teniendo más de 200 capítulos de The Twilight Zone y cientos de largometrajes (post)apocalípticos sobre una representación moral como espejo de nuestro distorsionado presente.
Cuanto menos sepa el espectador de White Bear, más podrá disfrutarlo… aunque sabemos que Charlie Brooker utiliza sus propias historias y perfectos guiones como pretexto y macguffin de una exploración mucho mayor. Interesa el debate y dialogo que establece con el espectador, que compruebe los paralelismos de nuestra sociedad con aquello que ha visto proyectado y que choque frontalmente o apruebe los elementos morales y éticos planteados. En esta ocasión la historia es igual de ‘previsible’ que Be Right Back ya que la coherencia interna de la historia es preferible por Brooker antes de un giro final condenado a la insipidez y vacuidad. No importa un contundente efecto si conlleva una digestión mental al espectador.
Paso, por lo tanto, al spoiler para analizar el debate que nos propone Brooker entre imágenes que podrían estar sacadas de un clip de Chris Cunningham.