Bird on a Wire
Sinopsis de la película
En 1971, el manager de Leonard Cohen encargó al director Tony Palmer que rodara un documental sobre la inminente gira europea del cantautor canadiense. La única condición que puso el cineasta fue la de no tener cortapisas de ninguna clase para filmar lo que quisiera. La película resultante retrataba de un modo tan veraz al artista, mostrando con tal autenticidad lo que sucede entre bastidores, que tanto el cantante como su representante rechazaron la versión final y encargaron otra por su cuenta, que pasó desapercibida y, con el tiempo, desapareció completamente de la circulación. En 2009, Palmer pudo recuperar más de doscientas latas de celuloide con la mayor parte del material grabado, y durante dos años se dedicó a reconstruir Bird on a Wire según su idea original, logrando uno de los documentales musicales más reveladores de la historia, a la altura del mítico Don’t look back [D.A. Pennebaker, 1967].
Detalles de la película
- Titulo Original: Bird on a Wire
- Año: 1974
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
7.4
62 valoraciones en total
Interesante documental sobre la figura del legendario Cohen durante su gira del setenta y dos.
Coqueto, seductor, sensible, inteligente, irónico y abierto. Así lo vemos, pillado en sus momentos de camerino, al desgaire principalmente. Alguna pequeña entrevista y sus canciones.
Hilado con finura, lo que más se aprecia es el intento de Leonard de ser auténtico en el escenario, de devolver al público el amor que sienten por su música. Y en ese afán se permite el lujo de improvisar, charlar e ir actuando sobre la marcha.
Sus comentarios y respuestas están llenos de lucidez y cachondeo. Se define a sí mismo como una mezcla de cantautor local de Montreal, cantante que asume/recoge la tradición europea y solista de sinagoga. Jocundo y bien predispuesto, de sonrisa generosa y buen ánimo, solo peca de quisquilloso en todo lo referido a su pureza de artista, compensada esta actitud exquisita y puntillosa por una modestia consciente, nada afectada ni pedante.
El resultado es hermoso, se disfruta de su arte, de sus letanías para amar triste y bonito, la delicadeza, de su ingenio y un poco también de su banda.
Pero me faltan algunas cosas: hay poco del contexto, de su gente, de sus músicos, que hablaran un poco se hubiera agradecido, y se echa de menos una mayor atención al público, que le viéramos cantar e interactuar, sus caras y arrobos, con el mito durante sus conciertos, o antes y después, hubiese estado muy bien.
En 1971, el mánager de Leonard Cohen encargó al director Tony Palmer un documental sobre la próxima gira europea del canadiense, prevista para los meses de marzo y abril del año siguiente. Palmer aceptó con la condición de poder acceder y grabar sin ningún tipo de impedimento, algo que le concedieron sin muchas dificultades. Cuando la película se estrenó en Londres en julio del 74, Cohen no quedó satisfecho. Pensaba, entre otras cosas, que era polémico y que no resultaba convincente a la hora de mostrar la parte espiritual de sus composiciones. Por otro lado, la decisión de no dar más conciertos una vez terminada la gira estaba tomada. A Cohen, que se consideraba poeta más que músico, no le agradaba su creciente estatus como estrella del rock, algo que se deja entrever con cierta frecuencia en este Bird on a wire.
Junto a su mánager, Leonard intentó editar el documental, realizando una nueva versión más acorde con la visión que él mismo tenía de su figura y su obra, pero seis meses después aparcó el proyecto sin haberlo terminado. La cinta quedó olvidada e incluso se llegó a dar por perdida, pero en 2009 se encontraron más de doscientos noventa rollos de película y Palmer, coincidiendo con la vuelta a los escenarios de Cohen debido a la estafa sufrida por parte de su ex mánager Kelley Lynch, decidió editarla respetando la versión original. Un año después la historia concluía con final feliz: director y protagonista asistían juntos al estreno del film en Cracovia.
La gira registrada en Bird on a wire comenzó el 18 de marzo en Dublín y terminó el 21 de abril en Jerusalén. Durante ese mes la cámara de Palmer apenas se alejará de Cohen y su banda. Lo vemos y escuchamos bromeando, hablando con los compañeros y la prensa -impagable el momento en el que un refinado periodista tiene problemas con la grabadora-, recitando poemas, duchándose e incluso rechazando encuentros nocturnos con bellas muchachas. La otra parte del documental se centra en sus conciertos, rituales sonoros donde un público embelesado asiste a imbatibles interpretaciones de Avalanche, The partisan, Suzanne o una So long, Marianne, ya en Israel, que termina arrancando lágrimas en el propio artista. Cuenta Palmer que en la premiere de Toronto una fan se le acercó y le espetó que había arruinado su amor por Leonard ya que ahora, tras ver la película, las grabaciones aparecidas en los discos no le parecían tan buenas, algo tal vez exagerado pero de ninguna forma descabellado. Como tampoco lo es, para ir cerrando ya el texto, situarlo a la altura de clásicos como Dont look back (D.A. Pennebaker, 1965) o El último vals (Martin Scorsese, 1978), ambos, también, admirables testigos de momentos y citas ya irrepetibles.
Póngase cómodo, relájese y deje que la voz envolvente y melancólica de Leonard vaya sumergiéndole en su mundo. Así parece que lo hizo Tony Palmer. Se desabrochó el cinturón y se enroló a la accidentada gira europea de Leonard Cohen. La posibilidad de meter la cámara donde le diese la gana facilita ver todo lo que rodea al cantante, poeta y escritor. La gente, su historia, pero también su filosofía ante el éxito, la soledad, la canción y la vida en general. Leonard Cohen en estado puro, cuyo documental es imprescindible para quienes somos seguidores suyos.
Por la cercania de tu sueño vivido en la isla de Hidra junto a Marianne.
Por el inconformismo visceral y de denuncia ya desde tu juventud.
Por tu serenidad ante lo adverso. Por la exigencia que te autoimpones encima del escenario. Por la sensibilidad y calidez irresistibles que irradias.
Porque si el silencio es el más bello de los sonidos, las vibraciones que desprenden tus vinilos se acercan en mucho a este silencio. No en vano eres el monje budista Jikan, o sea el silencioso.
Y porque si un cantautor, poeta de origen y raiz, se merece un nobel, por mucho que los tiempos estén cambiando, ese eres tu.
Porque tus lagrimas en Jerusalem han provocado las mias.
Y porque muchos de mis vacios de amores y desamores tu los has llenado a volumen muy bajo, como susurros que inundan energía.
Y porque si un director te grava durante semanas en una de tus primeras giras y a ti no te gusta el resultado y lo aparcas en el armario y este director lo recupera al cabo de 25 años, pues eso, es mi excusa inventada para recuperarte a ti.
En definitiva, descartando todo lo escrito hasta ahora, se merece un diez. Porque? No se.
Si se. Porque si. Punto final.
Ah, se me olvidaba. Si te gusta Cohen. Si le sigues teniendo presente en tu vida y en tu filosofía, mira el documental. Un Leonard Cohen en plena juventud y esencia. No miente. No sabe ni quiere.
Y eso si es lo último de lo último. El destino único y final de invertir mis horas en este escrito, quizás banal, quizás mediocre, es que si alguien lee esto y mira Bird on a wire, ya me sentiré compensado. Una sola persona.
Y porque solo una?
Porque amo Leonard Cohen.